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Rocadragón, los cachalotes de Franco y el rodaballo.

San Juan de Gaztelugatxe
A San Juan de Gaztelugatxe, alias Rocadragón
 
Millones de personas en todo el mundo se han vuelto unos forofos de la serie Juego de Tronos (yo, entre ellos)y millones de ellos han podido ver en los últimos capítulos de la serie la sombría fortaleza de Rocadragón, sede de  personajes tales como la rubia reina Khaleesi, el astuto enano Tyrone Lanister y, sobrevolando los torreones, sus amenazadores dragones.
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Reconstrucción virtual de Rocadragón. En la fotografía de la derecha, que refleja el proceso del trabajo de composición, se puede reconocer la escalinata de la ermita
Maya y la Montaña
Y ya puestos con los personajes de Juego de Tronos, una entrevista que mi hija Maya (nombre artístico: Mayapixelskaya) realizó en el programa AMA de Vodaphone (podéis verlos por internet) al actor islandés Hafthor Július Björnsson, que interpreta al personaje de la Montaña. Oficialmente: el hombre más fuerte de Europa.
De entre esos millones de seguidores, sólo unos miles saben que los responsables de exteriores de la serie localizaron un escenario ideal para situar Rocadragón, siempre con la ayuda de los efectos especiales: la ermita de San Juan de Gaztelugatxe (la de «el castillo de roca», en euskera), en la escarpada costa de Vizcaya. A raiz de esa propaganda global, los visitantes se han multiplicado pero, aparte de la incomodidades que tan gran número de visitantes pueden suponer, la visita a la ermita sigue valiendo la pena.
Porque subir hasta San Juan de Gaztelugatxe supone, como mínimo, una pena, o más bien un esfuerzo. Toda una experiencia si no mística, sí cansada y gozosa, porque lo que nos cuesta alcanzar, luego se disfruta el doble. Per aspera ad astra, como bien dijo el muy estoico Séneca y que podemos traducir del latín como: Por lo difícil, hasta las estrellas.
Pero dejémonos de filosofías y volvamos a la ermita de San Juan, antes conocida como San Juan de la Peña (no confundir con la oscense, cerca de Jaca).
Conocí la ermita y parte de la costa de Vizcaya hará más de 20 años, con un grupo de amigos de Mondragón, actual Arrasate, y los recuerdos de aquellas excursiones me pedían volver. Así que, en Julio de este año (2018) y en compañía de mi novia más una pareja de amigos que no conocían estos lugares, aprovechamos la ocasión para dirigirnos hasta allí.
Habíamos reservado con antelación alojamiento en el hotel Txaraka, de Bermeo, dado que la ermita se encuentra a 10 kilómetros, un recorrido cortito. Y dado que, con su actual fama como «Rocadragón», el aforo de visitantes ha crecido como la espuma, pedimos «cita» en el control de visitantes por internet a las 10 de la mañana. Aún no cobran, pero todo se andará.
Jose Ángel, el dueño del Txaraka, ya me había contado por teléfono al reservar que, en Semana Santa, se había registrado la friolera de un total de 20.000 visitantes. De hecho, me dijo, había visto fotos de esos días con una multitud abarrotando la escalinata (doscientos y pico peldaños, 241 para ser exactos ) que da acceso a la ermita, con una fila ininterrumpida de personas subiendo y otra bajando.
Ahora no estábamos en Semana Santa, pero era el fin de semana del 14 y 15 de Julio, con mucha gente que comienza o finaliza sus vacaciones y quieren apurarlas. Para colmo, y pese a la previsión meteorológica, nos hizo muy buen tiempo. Ir prontito era muy buena idea. Así que, tras un copioso desayuno en el hotel a las 9 de la mañana («a algunos les parece poco», nos dijo Jose Ángel, con su socarronería habitual), a las 9 y media ya estábamos en marcha.
El camino, bordeando bosques, caseríos y la costa cantábrica, resultaba a cada rato más espectacular. Al llegar a San Juan, ya no se podía dejar el coche abajo, junto al arranque de la escalinata como la vez anterior que estuve. Ahora han habilitado unos parking en lo alto, junto a un restaurante, el Eneperi, que se ha hecho famoso por sus pintxos y que hace su agosto con toda esa cantidad de visitantes al reclamo de Rocadragón y donde, ya a la vuelta, nos repusimos de la caminata y de las cuestas.
Porque andar, hay que andar. Una vez pasado el control de visitantes, junto al Eneperi, un largo y empinado camino en cuesta descendía hasta la parte de abajo («sabes que tendremos que subir a la vuelta, ¿no?»…»sí, ya me doy cuenta»). El paisaje y las vistas, cada vez más espectaculares, con paradas frecuentes para hacernos las inevitables fotos. Y, una vez abajo, ahora tocaba subir los doscientos y pico escalones.
San Juan de Gaztelugatxe 2
La ermita se halla situada sobre una montaña, en medio del mar, a 79 metros sobre el nivel del ídem. El primer tramo discurre por la escalera construída sobre unas grandes rocas, un itsmo hasta la montaña y donde, a cada lado y entre calas rocosas, el Cantábrico. Un poco más allá, se cuelgan negros acantilados. Poco a poco, entre foto y foto que aprovechábamos para tomar aliento, llegamos por fin a la ermita. El edificio en sí es modesto y ni siquiera bonito, pero la devoción que supone para los arrantzales (los pescadores) en un medio tan hostil como puede ser el mar, les merece su protección. Por dentro, hay numerosos exvotos en forma de cuadros, remos y maquetas de txalupas como agradecimiento por los arrantzales. En la puerta, una cuerda permite repicar tres veces la campana cual sortilegio que, al parecer, te librará de naufragios. Nunca hemos navegado por el fiero Cantábrico pero sí hemos hecho travesías en velero por el Mediterráneo y, por si acaso, cumplimos con el rito. No fuimos los únicos: aquella campana se dejaba oir constantemente.
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Porque al Cantábrico hay que tenerle mucho respeto, bien lo saben los marineros, como testimonian los exvotos. Uno de los cuadros que adornan la pared de la ermita enumera las víctimas de una galerna que sacudió las costas de Vizcaya el 12 de Agosto de 1.912. Murieron 116 arrantzales de Bermeo, cuyos nombres se relacionan en el cuadro, más 27 de otras localidades cercanas.
Dentro de la ermita y para el sostenimiento de sus gastos, un hombre se ocupaba de vender velas, libros y escapularios…¡ojo, que éstos están bendecidos por el párroco de Bermeo, uno a uno!…nos aclaró... Si los véis por otro lado, esos no están bendecidos, no son lo mismo… Le compré dos, un poco por ayudar al mantenimiento de la ermita y un poco por alejar la mala suerte. Me fijé en él porque iba cubierto por un mono blanco de papel, de los que usé cuando el desastre del chapapote, hace más de diez años. Así se lo hice saber y ahí comenzó una animada conversación. Afuera, otro operario con el mono blanco que rascaba pintura vieja de un canalón y con evidentes ganas de hablar, aclaró mis dudas y nos explicó muchas cosas. Jesús -así se llamaba-, nos contó que ambos eran marineros jubilados bermeanos, treinta y tantos años en barcos atuneros por todos los mares del mundo, ambos como maquinistas.
Desde lo alto del peñón se disfrutaba de un panorama de 360 grados. Hacia el oeste se divisaba perfectamente el pueblo de Bakio con su larga playa. Bermeo, hacia el este, quedaba oculto tras el cabo de Matxitxaco. En el mar y frente a Bermeo, lo que parecía una plataforma petrolífera. No es de petróleo, sino de gas, de la empresa Petronor, me aclaró Jesús. Me condujo al interior de la ermita y me contó los detalles de los exvotos, así como el recuadro donde se detallaban las víctimas de aquella terrible galerna. También nos contó que en algunas fuertes tormentas, las olas llegaron a alcanzar una altura de 20 metros, hasta de 22, añadió, y que aunque no alcanzaban los 79 a que está situada la ermita, el fuerte ventarrón la salpìcaba de espuma y ráfagas de agua, que corrían como ríos…En Bermeo, me dijo, el malecón del puerto se ha roto un par de veces…¡y  habiendo visto el pedazo de malecón, se podía uno imaginar la furia del mar!…
De tormentas y plataformas marinas pasamos a hablar de la vida en el barco, y de ahí a las ballenas, y ya de las ballenas acabamos saltando al cachalote de Franco. Tras tan amena charla tocaba volver. Nos despedimos de Jesús y de su amigo y, con nuestros escapularios bendecidos (¡por si acaso, nunca está de más!), desandamos las escalinatas con cada vez más gente que subía a la ermita y, tras subir con esfuerzo la cuesta que antes habíamos bajado, nos dimos un merecidísimo homenaje en el restaurante Eneperi. Unas cuantas cervecitas y unos cuantos pintxos, entre los que se hizo difícil escoger de la cantidad que había, a cada cual más tentador. Nos sentamos en unas terrazas al exterior, en una cervecería anexa al restaurante y bautizada como Galerna (con un cartel donde recordaban la de 1.912, de triste recuerdo), lleno de largos bancos de madera y situados frente al mar. ¡El mejor sitio para recuperarse de las cuestas!. Pero retrocedamos al cachalote de Franco…
Eneperri
En la foto y de izquierda a derecha el autor, Mercedes, Jordi y Rosa, reponiéndonos
Los cachalotes de Franco
Como buen gallego, se supone que a Franco le gustaba la pesca, además de la caza. Muchos veranos solía salir por el norte con su barco, el Azor. Al que le apetezca conocer más detalles de sus andanzas le recomiendo consultar la página de internet de Josu Erkoreka, muy documentada, y de la que me he permitido coger prestados -sin su permiso, espero sepa disculparme- algunos datos. Por mi parte, la primera noticia que tuve de las «proezas» como ballenero del Caudillo la descubrí por un recorte de periódico que me mandó un amigo y que mencioné escuetamente a posteriori en una entrada de mi blog DersuLee (si queréis cotillear, os recomiendo  entrar a verlo, tengo más de 75 entradas -que no artículos- desde historia a naturaleza y de viajes), titulada precisamente Balleneros vascos en la antigüedad.
cachalote de Franco
 
Fue preguntarles a Ángel y a su amigo si sabían algo de la foto del cachalote, y entusiasmarse ambos. Siempre he tenido «buen rollo» con los vascos porque son gente alegre y con un humor muy socarrón, con los que me resulta fácil hablar. Efectivamente: la foto del recorte del periódico, que les enseñé y guardaba en mi móvil, era justamente en Bermeo. Pero no fue el primero que cazó, así que os adelantaré algo.
Franco había cazado atunes, pero había hecho instalar en la proa del Azor un cañón lanza-arpones, de los que patentaron los noruegos allá por los años 30, y buscaba presas más grandes. El 6 de Agosto del año 57 cazó (lo de pescar se reserva para los peces) lo que la prensa llamó una ballena pero que, por las fotos y el peso declarado (una tonelada, aproximadamente) parecía ser un calderón. Franco se dirigió con su presa al puerto de Donosti, donde le recibieron las autoridades civiles y militares con el lógico boato, además de lo que se decía en la prensa «aclamado por una entusiasta multitud»…No podemos juzgar los hechos como si hubiera sido ahora, con tanto movimiento ecologista y tanta oposición. Hay que considerar que en aquellos años y con el régimen militarizado de la época, lo de que Franco hiciera su aparición era una cosa muy, pero que muy seria. Impensable no demostrar «entusiasmo» ante la llegada del Invicto Caudillo.
calderón de Franco,
El calderón, que no cachalote, en el puerto de Donostia
El 31 de Agosto del 58 Franco entró al puerto gallego de Sada con un cachalote de 14 metros de largo y unas 28 toneladas de peso. Un año más tarde, concretamente el 5 de Agosto del año 59, Franco hizo su aparición en el puerto guipuzcoano de Pasaia (Pasajes). Esta vez sí con un cachalote bastante más grande, un animal de entre 35 y 38 toneladas de peso, remolcado por el carguero Almanzor. Como es lógico, se repitieron las fotos, los artículos laudatorios en la prensa franquista -no había otra- de la época, los recibimientos por parte de las autoridades y, de nuevo, la «multitud entusiasta» aclamando al Caudillo de todas las Españas. Le había costado vencer al animalito nueve horas y media, en el transcurso de las cuales le había disparado con la ayuda del cañón 7 arpones, de los de 18kg, mas otros 5 de los de 10, sin contar un total de 120 disparos de carabina…sin comentarios…
Pero vayamos al que nos interesa, el de Bermeo. Los bermeanos veían a menudo en los veranos al yate Azor, pero fondeado lejos del puerto, en unos promontorios cerca de una fábrica de salazones llamada Alfa y por donde los pescadores pescaban chipirón. Y con el famoso humor socarrón vasco, y su facilidad para componer canciones a la menor ocasión, habían compuesto una que decía:
tío Patxiko Alfan dau tximinoitxen…(no os preocupéis, que os lo traduzco:  el tío Paquito captura chipirón frente a Alfa…
Cachalote de Bermeo
El 12 de Agosto de 1.963, aniversario de aquella tremenda galerna ya mencionada, Franco entró esta vez en el puerto de Bermeo ayudado de nuevo por el carguero Almanzor, remolcando el cadáver de un cachalote de unas cuarenta toneladas que dejaron en la rampa de acceso al puerto. Una vez hechas las fotos y recibidos los pertinentes homenajes, el cachalote ya no le interesaba para nada y allí mismo lo dejó, cedido o, sin duda, vendido a un empresario local para el aprovechamiento de su aceite. El problema es que, para aquella época, ya no se disponía del utillaje empleado en otros tiempos para el despiece de las ballenas: grandes hojas sujetas a largos mangos y otros utensilios similares, con lo que comenzaron a despiezarle poco menos que con cuchillos de cocina, sierras y hachas… Pero, ¡claro!, un cachalote abulta bastante más que un chuletón, y la tarea comenzó a hacerse muy larga. A los dos días tuvieron que pedir prestadas a los bomberos de Bilbao unas motosierras para agilizar el troceo.
El cachalote de Franco en Bermeo
             El cachalote a medio trocear (fotografía cortesía de los dueños del Txaraka)
Habían pasado dos días y «aquello» ya comenzaba a oler mal. Al tercero, todo el puerto y todo el pueblo apestaba. Los bermeanos, sin perder el sentido de humor (aunque quizá en esos momentos tapándose las narices) aún compusieron otra cancioncilla donde decían algo así como que… el cachalote de Paquito olía muy mal, muy mal, muy mal… No sé ni cómo ni dónde acabaron los restos del cachalote. Lo que sí pude comprobar, es que dejó un apestoso recuerdo entre los bermeanos.
Escudo de Bermeo
Escudo en la fachada del Ayuntamiento de Bermeo donde se representa la caza de una ballena, actividad muy importante en la antigüedad
Camino de Lekeitio
 
Comenté antes que fuimos el fin de semana del 14 y 15 de Julio. Coches y gente por todos lados. No me voy a quejar, porque nosotros también éramos «gente» y no voy a pretender que, como a Franco, nos reservasen los sitios para nosotros solos. Pero es verdad que en algunos pueblos por donde pasamos nos fue materialmente imposible aparcar para darnos una vuelta. Para colmo varios festivales de música reggae o teatro callejero «petaban» los pueblos, a tal punto que, en las carreteras de entrada y salida, no sólo aparcaban a un lado, sino ocupando incluso todo un carril, a lo largo de un kilómetro o más..
Visitamos Lekeitio, precioso pueblo, aparcando en las afueras, que recordaba como muy bonito pero que volvió a sorprenderme, con su paseo marítimo, su playa, su ría y sus miradores. Otros pueblos como Elantxobe, colgados en empinadísima ladera. Si en San Juan de Gaztelugatxe ya subimos cuestas, en Elantxobe aquello era, si no vertiginoso, muy cansado. Dado que, contrariando la previsión meteorológica que amenazaba lluvias, hacía sol y calor, si en San Juan acabamos sudados, en Elantxobe teníamos las camisas empapadas. Aprovechábamos las paradas para tomar cerveza y algunos ricos pintxos, pero estábamos cansados ya de tanta cuesta y decidimos volver a Bermeo.
La ballena de Orio y el rodaballo
 
El caso es que yo, caprichoso como soy, tenía bastante «mono» de comerme un rodaballo y, ¡qué mejor sitio que estos puertos del norte!… En Madrid a veces los compro y los como, pero recordaba con nostalgia uno devorado hace años en el puerto pesquero de Donostia. Ya de vuelta y gracias a la telefonía móvil (¡tan denostada!) reservamos en el restaurante del casino de Bermeo y, antes de preguntar si tenían sitio para cuatro, preguntamos si tenían rodaballos. Pues hemos vendido varios, pero creo que nos queda uno de dos kilos…¡Resérvanoslo, y mesa para cuatro!… Y con la felicidad en el rostro volvimos con una hora de margen al hotel para darnos una ducha, cambiarnos de ropa y caminar hasta el puerto.
Tuve tiempo para hablar con Jose Ángel, el dueño del Txaraka para narrarle el periplo a San Juan y hasta Lekeitio y, al contarle la historia del cachalote de Franco del que nos habían hablado Jesús y su compañero en la ermita, se le iluminó la cara…Creo que mi mujer tiene alguna foto del bicho…nos dijo. La llamó (entre los dos solos llevaban el hotel) y, efectivamente, nos dijo su mujer que tenía alguna foto, guardada con otras en alguna caja…Mañana en el desayuno os la enseño…Nos contaron la anécdota de la peste que dejó el cetáceo y, hablando de ballenas, recordamos el episodio de la ballena de Orio. El episodio fue tal que así:
El 14 de Mayo de 1.901 se armó tremendo revuelo en el puerto a las 9 de la mañana. Niños y viejos gritaban: ¡Balea, balea!… (¡ballena, ballena!), como en las mejores escenas de Moby Dick. Hacía ya dos o tres siglos que la caza excesiva había llevado casi a la extinción la población de ballenas vascas o francas -en Euskadi las conocían como «ballenas sardas»- que antaño tanto trabajo y beneficios habían dado a los arrantzales y que ahora se cazaban, si acaso, en los lejanos mares del Canadá. La aparición de aquel ejemplar, un tanto despistado pero sujeto al instinto de sus migraciones, puso a tiro frente a la barra de Orio uno de los últimos ejemplares de Eubalaena glacialis, como la conocen los científicos.
balleneros la ballena de Orio, 1901
                                   La famosa ballena de Orio
Rápidamente los oriotarras botaron cinco chalupas y remaron hacia la ballena. Hacía tiempo que la costumbre y la tradición de los arponeros se había perdido, pero aún pudieron recuperar algún viejo arpón de los viejos almacenes. Lo malo es que también habían perdido la costumbre y la puntería. Las cinco chalupas rodearon a la ballena y, aparte de algún arponazo sin mucho tino, acabaron con ella gracias a cartuchos de dinamita. No obstante y pese a la ayuda de la dinamita, cazar una ballena no era tarea fácil y, cuando desde el puerto, los oriotarras comprobaron que habían acabado con ella, el entusiasmo fue general. La ballena pesó, según las crónicas, 1.200 arrobas, y la lengua, muy apreciada, unas 200 (trece toneladas y media más dos y pico la lengua). Doce metros de larga. La grasa que obtuvieron -no sé la cantidad exacta- se vendió a seis pesetas de la época el barril. Si tenemos en cuenta que de una ballena -según tamaño- se obtenían entre 40 y 90 barriles, pues se puede calcular que obtuvieron aproximadamente como mínimo 300 o 400 pesetas, de las de la época, insisto. ¡Toda una ganancia!.
La ballena de Orio
Mosaico en el salón de Plenos del Ayuntamiento de Orio, rememorando la captura de la ballena
Todavía hoy y cada cinco años se celebra en Orio la Fiesta de la Ballena conmemorando aquella hazaña. Los oriotarras compusieron, según la costumbre, una canción donde se narra la batalla y en la que se mencionan los patrones de las cinco chalupas: Manuel Olaizola, Loidi, Uranga, Atxaga y Manterola. Todavía hoy, me dijo Jose Ángel, se bautizan barcos en Orio con los nombres de aquellos cinco héroes… Tengo una grabación de Benito Lertxundi con la canción, si quieres mañana os la pongo…aunque está en euskera…¡Ningún problema, mañana la oímos!… (aunque soy de Madrid y, como es de suponer, no hablo euskera). Y de esta manera a la mañana siguiente, tras ver la foto del cachalote de Franco a medio despiezar y mientras desayunábamos, pudimos escuchar, con la voz de Lertxundi, el himno de la última ballena, la de Orio.
Pero tocaba ir a cenar, nuestro rodaballo nos esperaba. Nuestro anfitrión y ya colega, Jose Ángel, nos recomendó acompañarlo con txacolí y algún aperitivo a base de anchoas al estilo de Bermeo acompañadas con pimiento rojo, recomendación que prometimos acatar religiosamente. Una vez en el casino, nos habían reservado una mesa en la terraza, directamente sobre el Portu Zarra, (el Puerto Viejo), un sitio excepcional. Cuando hablamos con el maître, Pedro (no bermeano, precisamente, sino centroamericano, pero todo un personaje), nos dijo que había llegado aquella misma tarde un rodaballo…un poquito más grande…¿Como cuánto más grande?…Más de dos kilos, pero como sois cuatro sacaremos cuatro buenos filetes….¡Pues adelante con el rodaballo!…
Rodaballo
Zamburiñas
Para que veáis que no exagero: Jordi y Rosa delante de las zamburiñas, y del tremendo rodaballo que está gritando ¡cómeme!… 
Mientras preparaban el rodaballo y respetando las recomendaciones de Jose Ángel, pedimos de entrada una botella de txacolí (caerían más), unas anchoas a la bermeana y, ya puestos, unas zamburiñas. Todo, tengo que reconocerlo, exquisito, aunque aún faltaba lo mejor. Os cuelgo fotos para que veáis que no exagero, pero ya el aroma precedió al pez. Aquel rodaballo pesaba más de dos kilos y, muy posiblemente, tres. Y como los cuatro somos muy agradecidos con las cosas de comer dimos buena cuenta, pero nos costó.
Pedro, el maître, demostró esa maestría de maître sacando los cuatro hermosos filetes que nos sirvió a cada uno con unas patatitas a la panadera pero, ante el pedazo raspa y los recortes de las espinas periféricas aún añadió, serio y conciso:…aquí todavía hay carne… Sí señor, todavía se podía rebañar. Ya hartos pero con la inercia que da la gula, aún sacamos «carne» para entretenernos un rato. Una vez bien cenados, con el txacolí dándonos vueltas por la cabeza y con las piernas cansadas de tanta cuesta, nos dirigimos al hotel con la intención de tomarnos un merecido descanso. Había sido un día largo pero muy bien aprovechado.
De vuelta. La playa de Barrika, Bilbao y el Área Tudanca de Aranda de Duero.
Antes del desayuno Jose Ángel nos tenía preparadas algunas fotos del famoso y hediondo cachalote de Franco que fotografié con el móvil, con su permiso, mientras nos ponía la canción de la ballena de Orio y algún otro tema de Benito Lertxundi…antes era más rebelde…ahora ya está más moderado…, aclaró. Lertxundi, de voz melodiosa, siempre me ha parecido un buen cantautor aunque es cierto, y como decía Jose Ángel, que en sus comienzos era bastante radical. Recuerdo un tema que escuché en Navarra visitando la Valdorba, valle que quedó despoblado y que ahora comenzaban a habitar jóvenes, que me pareció una canción muy bonita, y alguna más.
Todos los hospedados en Txaraka parecía que nos habíamos puesto de acuerdo para desayunar a las nueve. Tampoco éramos muchos, pero los suficientes para no poder despedirme de la mujer de Jose Ángel (estaría liada en la cocina preparando zumos, cafés y tostadas) así que nos abrazamos, prometimos volver (¿quién sabe?, ¡ojalá!), le dí recuerdos para ella, y partimos.
Lemóniz
                     Lemóniz, la central nuclear que no llegó a ponerse en uso
Esta vez íbamos dirección Oeste. Pasamos -y no paramos- por Bakio, sí hicimos breve parada junto a la central de Lemoniz y seguimos con la intención de parar un ratito en Plentzia (antiguamente, Placencia). Imposible: aunque el pueblo tenía muy buena pinta, otra vez atasco de coches y ni un hueco para aparcar. Pero esa circunstancia nos favoreció. Al poco de salir de Plentzia y un poco frustrados por no poder parar ví a la derecha un cartel: Playa de Barrika. Nos dirigimos hacia allá. Una corta carretera, unos cómodos parkings y una escalinata de madera que bajaba hacia una playa…¿extraña?…
Luego pudimos leer en los carteles informativos que aquellos negros acantilados, como pudimos comprobar, presentaban unos pliegues geológicos realmente espectaculares, doblados o plegados como un acordeón, como las páginas de un libro. Pero los pliegues se prolongaban en la playa, formando rectas líneas de roca hasta el mar, cual paredes, paralelos unos a otros, y tapizados de verde  -estábamos con la marea baja- por las algas. Entre muro y muro, se formaban piscinas donde la gente se bañaba. No nos habíamos bajado los bañadores y no era plan de volver a subir la cuesta (¡más cuestas no, gracias!), pero nos quitamos los zapatos y con los pantalones cortos aún chapoteamos en aquellas piscinas de agua calentita. Muy bonita, la playa de Barrika.
Playa de Barrika 1
Playa de Barrika 4
Nuestra siguiente parada ya era Bilbao. Mis amigos no lo conocían, así que aparcamos cerca del Guggenheim, y nos dimos unos paseos por fuera admirando su arquitectura. Les conté que el arquitecto, el canadiense Frank Gehry, según había leído tiempo atrás, se inspiró para el revestimiento de placas de titanio del edificio de cuando era niño y pescaba con su padre, en las escamas de los peces. Sea como sea, el resultado -para mi gusto- es bellísimo. Bilbao ganó mucho tras la construcción del museo y lo que era antes la fea «orilla izquierda», de viejos almacenes y vías de tren, ha quedado espectacular, con nuevos edificios, zonas ajardinadas y el tranvía, que recorre el contorno.
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Bajo la «Araña» de Louise Bourgeois, y frente al Guggenheim, haciendo el tonto
Había convencido a mis amigos para hacer una última parada en Aranda de Duero pero no en el pueblo esta vez sino, concretamente, en el Área Tudanca de la autovía. ¿El motivo?. Ellos tienen casa en la playa, entre el límite entre Valencia y Murcia, y por esa razón apenas han viajado al norte de Madrid. Yo sí he estado varias veces y había dos razones de peso: una, que venden ya asado y en sobre hermético cuartos de cordero, el famoso lechazo de Aranda. Cada vez que bajo del Norte, paro y compro. No hay más que sacarlo y calentarlo en el horno. Y la segunda: estamos en la ribera del Duero, y tienen una tienda de vinos surtidísima, con una amable empleada que te puede informar de lo que haga falta. Y como a mis amigos ya les conozco de sobra, y como habían demostrado anoche con el rodaballo y el txacolí, les encanta comer y beber, sabía que esta parada les iba a gustar.
Ana -la siempre amable empleada- nos informó de los vinos, de los que nos llevamos algunos. Y aunque nos dijo que había sido un fin de semana intenso, creía que aún quedaría algo de lechazo: hubo suerte, y nos llevamos un cuarto cada pareja. El resto del regreso ya fue cuestión de estrategia. Pasando Aranda comenzamos a consultar el informador de tráfico del móvil. Según el aparato, decía que a la altura de Lozoyuela, pasando ya Somosierra, había atascos. ¡Normal, con la de coches que habíamos salido, siendo domingo por la tarde!. Pero informaba que el atasco era ya de una hora y pico. Así que rodeamos por Segovia y sin pasar por el peaje de San Rafael, siempre «petao», tiramos por La Granja y el Puerto de Navacerrada. ¡Mano santo!. Algunos coches, pero sin atasco. ¡Bendito móvil!, no tengo esa aplicación en el mío pero habrá que pensárselo, no hay nada más desesperante que tras un largo viaje, tener que «chuparte» encima el atasco de marras.
Nuestro destino final era Villalba. Nos despedimos de nuestros amigos y cargados de vino, lechazo y con el rodaballo aún en nuestro estómago, nos dirigimos, ¡por fin!, a nuestra casa de San Lorenzo a descansar. Un estupendo fin de semana.

 

Guggenheim

                                       Ante Puppy, la mascota del Guggenheim

Los muertos vivientes. Fantasmas, vampiros y zombis

 

frankenstein

El actor Boris Karloff en una escena de Frankenstein, rodada en 1931, a la que seguiría una larga saga (El hijo de Frankenstein o La novia de Frankenstein, entre otros). Karloff, seudónimo del actor británico William H. Pratt, fue famoso en su momento por estos y otros papeles (como La momia) en películas de terror. En la vida real y pese a su cara un tanto siniestra, al parecer, fue una bellísima persona.

INTRODUCCIÓN. Un recuerdo para Frankenstein y el Gólem        -Frankenstein                                                                                                  -El Gólem                                                                                                          FANTASMAS                                                                                                    -supersticiones                                                                                                -viajes al más allá                                                                                          -la oui-ja o cómo convocar a los fantasmas                                          -cómo defenderse de los fantasmas                                                        -la ciencia y los fantasmas                                                                          -clasificación de los fantasmas                                                                  -¿existen realmente los fantasmas?. Las psicofonías                        VAMPIROS                                                                                                       -los orígenes del mito                                                                                   -características                                                                                               -cómo reconocer y destruir un vampiro                                                 -cómo protegerse de los vampiros                                                           -personajes históricos relacionados con el vampirismo: Elisabeth Báthory, Gilles de Rais y Vlad Tepes                                     -Erzsébet Báthory, la Condesa Sangrienta                                             -Gilles de Rais                                                                                                  -Vlad III                                                                                                              ZOMBIS                                                                                                              -Haití: un país con una historia desgraciada                                        –cómo se fabrica un zombi?                                                                        -el alma dual: las dos almas

  INTRODUCCIÓN. Un recuerdo para Frankenstein y el Gólem

A lo largo de la historia de la humanidad, la creencia en muertos vivientes siempre ha estado ahí. El miedo al retorno de los fallecidos provocó que, desde el Paleolítico, los enterramientos se realizasen a menudo cubiertos con grandes piedras e incluso con los cadáveres atados con fuertes ligaduras, «por si acaso» se les ocurría salir y molestar a los vivos…
esqueleto neolítico Begues
Enterramiento en posición fetal y atado (se pueden observar todavía las ligaduras en los pies) del yacimiento neolítico de Begues, cerca de Barcelona. 6500 a.C.
Desde el más primitivo animismo se otorgaba vida a todo aquello dotado de movimiento y evolución, así como a las fuerzas de la naturaleza: el aire, el agua, el fuego, la vegetación o los astros. Muchas de estas categorías pueden formar criaturas mixtas personificándose y recibiendo nombres como los ángeles, duendes, demonios, genios, elfos o hadas, abundantes en cada cultura. Pero para la mentalidad moderna es más fácil creer en fantasmas que en otro tipo de criaturas, más extendidas en el mundo politeísta antiguo, como veremos más tarde. Pero, antes, dos «muertos vivientes» de ficción: Frankenstein y el Gólem.
-Frankenstein:
El 11 de Marzo de 1818 se publicó en Inglaterra un libro que se haría famoso, llamado Frankenstein o el Moderno Prometeo, de la escritora Mary Shelley. Todo surgió durante aquel extraño «verano boreal» de 1816, al que también se conoció como «el año sin verano», durante el que el hemisferio norte soportó un largo y frío invierno, que más tarde llamarían «volcánico». Nadie en Europa podía saberlo en aquel momento, pero el causante fue un desconocido volcán en la lejana Indonesia: el volcán Tambora.
El Tambora reventó en 1815, causando en las zonas aledañas unos 60.000 muertos, en parte debido a los tsunamis, pero sobre todo a consecuencia del hambre que desató la devastación. Sólo detallar que la fuerza de la explosión alcanzó el grado 7 de magnitud, según el Índice de Explosividad Volcánica (VEI). Años más tarde, en 1883 y por la misma región volcánica, entre las islas de Java y Sumatra, haría explosión otro volcán que, éste sí, fue más famoso: el Krakatoa, aunque en este caso «sólo» produjo 36.400 víctimas, debidas en su mayor parte a los tsunamis…La explosión del Tambora produjo anomalías climáticas globales. Los efectos en Europa y América del Norte se dejaron notar en bajísimas temperaturas durante aquel «año volcánico», lo que a su vez se reflejó en pérdida de cosechas y muerte del ganado, con la consecuencia de la peor hambruna del siglo XIX.
Pero volvamos a Mary Shelley y su Frankenstein. Aquel verano de 1816 Mary y su marido, el poeta Shelley, hicieron una visita a su amigo Lord Byron que por aquel entonces residía en Villa Diodati, a las orillas del lago Leman, en Suiza, junto a su médico y amigo John Polidori. Una noche se dedicaron a leer una antología alemana de tenebrosas historias de miedo. Lord Byron desafió al matrimonio Shelley y a Polidori para componer una historia de terror.
Y aprovechando el mal tiempo que les impedía hacer excursiones, Polidori compuso su Vampiro mientras que Mary Shelley compuso su Frankenstein, sentando ambos las bases para el género de las novelas de terror y que tantas versiones han generado, tanto en la novela como posteriormente en el cine…Por su parte Lord Byron tampoco desaprovechó la ocasión y compuso su poema Oscuridad en el que, como si hubiese podido adivinar los tenebrosos y nublados cielos sobre el volcán Tambora comenzaba:
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. El brillante sol se apagaba…
El argumento de Frankenstein es bastante conocido y no creo que haga falta recordároslo, pero en esencia es la resurrección por medio de la electricidad de un cadáver. En aquellos tiempos, comienzos del siglo XIX, estaba comenzando a desarrollarse la era Industrial. Aunque hoy día forme parte de nuestra vida cotidiana y estemos totalmente familiarizados con ella, uno de los descubrimientos más llamativos fue el de la electricidad, y multitud de científicos «serios», mas otros menos «serios» como alquimistas, adivinadores o sencillamente charlatanes, experimentaban en público y en privado, ante un público atónito.
Mary Shelley pudo inspirarse en parte en los experimentos de un tal Andrew Crosse, científico «amateur», al que tuvo la oportunidad de conocer personalmente en una de sus conferencias. Crosse presumía de que podía reavivar cadáveres mediante la electricidad, por un efecto que él llamaba «electro-cristalización». En su mansión de Fyne Court, tenía un laboratorio con grandes pilas voltaicas y electrogeneradores. Estaba obsesionado con «capturar» la energía de los rayos.
Crosse mantuvo que consiguió generar de la nada pequeñas criaturas, tales como diminutos ácaros, aunque sus detractores sostenían que realmente crecían a partir de los huevecillos sobre materia orgánica donde aplicaba sus «chispas». Crosse fue muy debatido por propios y extraños, y en una sociedad tan puritana, tan dada al escándalo como la británica, el poderoso clero anglicano llegó a acusarle de estar endemoniado, hasta el extremo de exorcizarle. A tal punto le hicieron la vida imposible que acabó, alejado de todos y amargado, falleciendo en su mansión de Fyne Court .
El Gólem:
el gólem
Ilustración de Mikolás Ales, de 1899, con la imagen del Maharal de Praga creando al gólem.
El gólem es un ser animado hecho con barro, en un paralelo mitológico con la misma forma en que Adán fuese creado. En hebreo «gólem» significa sencillamente «materia», sin más, aunque posteriormente se le comenzó a  representar como un coloso de piedra, para aumentar su sensación de fuerza.
El gólem es una personificación creada en el folklore medieval centroeuropeo, y en concreto por la mitología judía, de un ser protector contra las frecuentes y periódicas persecuciones que sufrían los hebreos en sus barrios. Todos tenemos presente el Holocausto sufrido por los judíos bajo el nazismo, por lo reciente y lo publicitado, pero los judíos han sido siempre «cabeza de turco», víctimas propiciatorias durante toda la Edad Media -y hasta la actualidad, de una forma u otra- en toda Europa, acusados por el resto de la población de toda una serie de «pecados», lo que conducía a asesinatos y vandalismos, desde los «progroms» que destruían sus aldeas en la Europa del Este hasta violencia y saqueos en la España medieval, instigados por curas bastante integristas que azuzaban con sus prédicas a las masas.
El caso más sangriento en España seguramente fue el que se desató en 1391, por las furibundas prédicas de Ferrán Martínez, el arcediano de Écija, que sólo en Sevilla fue el causante de la muerte de unos cuatro mil judíos a manos de los que se conoció como «matadores de judíos», aunque desde Sevilla se extendió a casi toda la península. Pese a la protección concedida, temporalmente, por algunos reyes europeos que sabían de la capacidad de los judíos para extender el comercio y por tanto acrecentar la riqueza de sus reinos, el miedo y la inseguridad estaban asegurados siempre. Sólo era cuestión de tiempo que se volviesen a desatar las persecuciones, los saqueos y las matanzas.
El retrato folclórico más famoso del gólem involucra al famoso rabino Judah Loew ben Bezalel, conocido como el Maharal de Praga, un conocido rabino del siglo XVI. Se atribuye al Maharal haber creado al gólem para defender el ghetto de Praga de ataques antisemitas, aunque anteriormente ya hubiese sido creado en varias ocasiones y por diversos rabinos ilustres a lo largo de toda la Edad Media. Uno de los «trucos» para hacerle funcionar era grabar sobre el barro de su frente la palabra hebrea EMET (=verdad), y para ponerle en marcha, introducir un papel con una orden en su boca.
La existencia del gólem presentaba ventajas y desventajas. El gólem es muy fuerte, pero no es inteligente y, según sostiene la leyenda, el gólem era incapaz de hablar. Si se le ordena llevar a cabo una tarea la hará de modo sistemático, sin cuestionarse nada, como una máquina. Pero hubo ocasiones en que, llevado por su fuerza inconsciente, llegaba al extremo de asesinar personas (al igual que el mito de Frankenstein). La solución en ese caso era borrar la primera letra escrita en su frente: la E, equivalente a «aleph», la primera letra del alfabeto hebreo, con lo que la palabra quedaba reducida a MET (=muerte, en hebreo), con lo que el gólem se desactivaba.
Según una leyenda checa, los restos del gólem están aún guardados en un ataúd, en el ático del Altneuschul de Praga, la «sinagoga Vieja-Nueva», donde se supone que el Maharal de Praga lo creó. Según la misma leyenda, el gólem podría ser reanimado de nuevo si la comunidad judía así lo necesitase…aunque, me atrevo a preguntar: ¿a nadie se le ocurrió despertarlo cuando los nazis invadieron Checoslovaquia?…
FANTASMAS
fantasma japonesa
Espectro de Okiku, según Yoshitoshi Tsukioka. La historia de fantasmas Bancho Sarayashiki donde aparece Okiku es una de las más famosas del folklore Edo japonés.
supersticiones
La ciencia considera el creer en fantasmas como un tipo de superstición muy asentado en la psicología del ser humano, porque se alimenta de la necesidad de vida eterna, como la religión, y sublima una muerte aborrecible e inaceptable por medio del acto apotropaico (del griego apotrépein = alejarse) de creer que la conciencia pervive más allá del fin de la vida. Estudios recientes indican que muchos occidentales creen en fantasmas. En sociedades modernas donde la religión tiene mucho predicamento, como por ejemplo en los Estados Unidos, una encuesta demostró que el 32% de sus habitantes creen en fantasmas y en la vida después de la muerte, siempre en forma paralela a la religión, lo que ha creado y se traduce en un sistema de estructuras económico-culturales de creencias. Afortunadamente no todo el mundo cree en fantasmas.
El padre Feijoo, un escéptico racionalista impulsor de muchas reformas en la España del siglo XVIII ya dijo, con su habitual tono socarrón (le salía la vena gallega)….no hay fantasma ni espectro que no desaparezca al conjuro de una buena tranca…
Pese a mentes tan claras como la de Feijoo, en el siglo XIX la creencia en fantasmas resurgió poderosamente merced a la tendencia irracionalista del Romanticismo, con el desarrollo de disciplinas como el Espiritismo, la Teosofía o pseudociencias como la Parapsicología, con un público siempre ávido de «nuevas» experiencias, fuera de lo corriente. Como fuente inevitable de curiosidad, la creencia en fantasmas es un tema que ha generado un enorme negocio editorial, teatral, cinematográfico, radiofónico, televisivo y periodístico, dado que se viste habitualmente como una leyenda urbana, lo que llega a suponer una atracción turística para determinados espacios históricos.
Todo ésto conduce a la aparición de distintos grados de fraude, de negocio o de ambos mezclados y, por consiguiente y como si de una cerrada secta religiosa se tratase, el rechazo interesado a toda explicación puramente racional y científica. Nada vende más que el miedo, el ambiente morboso o el lenguaje retorcido que lo rodea. Ante toda esta corte de programas televisivos como «Cuarto Milenio» de Iker Jiménez, «La Puerta del Misterio» de Jiménez del Oso, o escritores como el suizo Erich von Däniken (El oro de los dioses, Recuerdos del Futuro, etc), a nuestro amigo el padre Feijoo le hubiesen dado ganas de sacar…una buena tranca…
-viajes al más allá
La creencia en fantasmas se testimonia desde los primeros textos escritos sumerios y egipcios. Así, el fantasma de Enkidú se aparece al héroe sumerio Gilgamesh según se nos narra en la conocida como Epopeya de Gilgamesh, largo poema del año 1600 a.C., descubierto sobre tablillas de arcilla con la escritura cuneiforme. En la Odisea de Homero y en la Eneida de Virgilio se describen los viajes de ultratumba, las llamadas nekyias = el viaje al Hades, a los infiernos, al más allá…Así, Gilgamesh baja a los infiernos en busca de la inmortalidad, mientras que Orfeo lo hace para liberar a Eurídice o Heracles para vencer en uno de sus Doce Trabajos al Cancerbero, el monstruoso can de tres cabezas guardían del infierno.
Eneas con Anquises y Ascanio
Eneas escapando de Troya,de Pompeo Batoni Girolamo (1750). Eneas carga con su moribundo padre, Anquises, seguido de su hijo Ascanio
En la Eneida de Virgilio, Eneas baja al inframundo para hablar con el espíritu de su padre, Anquises, con el que ha cargado (Anquises quedó paralítico castigado por los dioses) y junto al que ha podido escapar de una Troya ardiendo, definitivamente vencida por los griegos, aunque su padre al final muera en la huída. Pero Eneas necesita saber cómo realizar su nekyia, su bajada a los infiernos, y consulta a la afamada sibila de Cumas, un lugar ya famoso siglos atrás por sus profecías, muy próximo a lo que aún no existe pero donde siglos después se fundará Neápolis (=la «ciudad nueva», la futura Nápoles).
La sibila decide ayudarle:
la Sibila entró en esta espantosa abertura, y Eneas la siguió con paso firme…
En la Eneida el protagonista describe el ambiente de tan lúgubre lugar repleto de espíritus que se lamentan, y hasta las turbias aguas del Aqueronte…lleno del barro del Estigio y la arena del Cocito…Sus esfuerzos tienen éxito, pues Eneas consigue hablar con su difunto padre que le vaticina que será el fundador de Roma…
En el canto X de la Odisea Ulises no desciende al mundo de ultratumba, sino que desde una roca junto al nacimiento del río Aqueronte, convoca a las sombras sutiles de los muertos con el fin de consultar particularmente al alma del adivino Tiresias para saber, en su desesperación y en su nostalgia, cómo regresar a Ítaca, aunque ya de paso aproveche para hablar con las almas de los héroes griegos muertos, algunos de los cuales han luchado junto a él en Troya.
Nostalgia…El 22 de Junio de 1688 un jovencísimo médico suizo de 19 años, Johannes Hofer, presentó su tesis preliminar en la Universidad de Basilea: Dissertatio Medica de Nostalgia, oder Heimweh. Hofer utilizó por primera vez este neologismo: «nostalgia», que muy rápidamente se haría popular, uniendo dos palabras del griego clásico: nostós (el regreso) y álgos (el dolor)…el dolor por el regreso, al comprobar cómo los soldados suizos en batalla padecían alteraciones del sueño, crisis de miedo y de llanto o recuerdos obsesivos que se esfumaban en cuanto volvían a casa…aunque ya Homero muchos siglos antes había descrito ese dolor por volver a casa en su héroe, Ulises, y que en el relato X de la Odisea le impulsa a visitar el río Aqueronte.
Füssli, Tiresias ante Odiseo
Odiseo consulta al adivino Tiresias, del pintor suizo Heinrich Füssli. En la Graphische Sammlung der Albertina, en Viena. Füssli, el autor, fue novio en su juventud de Mary Wollstonecraft, escritora y pionera del feminismo. Esta Mary sería, más adelante, la madre de otra Mary: Mary Shelley, la autora de Frankenstein
Esta creencia persistió en la Grecia clásica: al noroeste de Grecia, en la región de Epiro, se localizó un lugar arqueológico sobre una colina y junto a un lago, hoy desecado, desde la que se puede observar el río AqueronteEl  Aqueronte (del griego antiguo Achéron = el río del dolor) fluye todavía, oscuro y estrechamente encajonado entre altos paredones de caliza. El yacimiento arqueológico antes mencionado, en su momento templo de la nigromancia, se conoció en su día como el Nekromanteion, que podemos traducir como el «oráculo de los muertos».
Este mismo río es el que se suponía debían atravesar las almas de los muertos en una barca conducida por el barquero Caronte, previo pago de un óbolo, una moneda que los deudos introducían en la boca del difunto para que el barquero les llevase a la otra orilla y pudiesen tener descanso, costumbre que los romanos adoptaron. Otra costumbre «protectora» romana fue la de esparcir un puñado de tierra sobre el cadáver por que si no, pensaban, el alma del difunto erraría por toda la eternidad en la ribera de la laguna Estigia, uno de los brazos del río Aqueronte.
 Incluso el descenso de Jesús a los infiernos descrito por la tradición cristiana, podría considerarse una nekyia de Cristo. Este descenso, durante los tres días que transcurren entre su muerte en la cruz hasta la resurrección es un concepto cristiano fundamentado en el discurso del apóstol Pedro, en los Hechos de los Apóstoles (2, 27), o el que se nos cuenta en la oración del Credo (en latín = «yo creo»), declaración de fe cristiana:
padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos(el subrayado es mío).
anástasis
La anástasis de Cristo, resucitando a los hombres justos. Mosaico bizantino de Osios Loukás, siglo XI
En la cristiandad oriental, bajo la influencia helénica (el latín se adueñaría del idioma de la Iglesia años más tarde), el hecho de la nekyia cristiana recibe el nombre de anástasis, transliteración griega de la palabra «resurrección», aunque literalmente significaría «acción de levantar, o ponerse en pie». Santo Tomás de Aquino argumentó extensamente sobre la bajada de Cristo a los infiernos en su Summa Theologiae, comentando las opiniones previas de San Agustín de Hipona y San Gregorio Magno, distinguiendo los dos conceptos (evitando confusiones) de lo que sería el «infierno de los condenados» y del «seno de Abraham». La nekyia de Cristo iba dirigida más a este último, donde reposan los justos, a los que Jesús quiere dirigirse.
La expresión griega utilizada en los Hechos es «katelthonta eis ta katotata»…que se tradujo al latín como «descendit ad inferos». En ambos idiomas, tanto «ta katotata» como «inferos» puede traducirse como «lo que está debajo». Pero además del comentario que encontramos en los Hechos de los Apóstoles, podemos hallar otras menciones a la nekyia cristiana en otros dos textos, en este caso apócrifos.
Los evangelios Apócrifos (del griego: apo=lejos, y cripos, o criptos=oculto, o sea, los «ocultados lejos») fueron utilizados en los dos-tres primeros siglos del cristianismo y citados incluso por Padres de la Iglesia, pero a raiz del Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino el Grande en el año 325, fueron declarados heréticos y por tanto prohibidos, manteniéndose sólo los Evangelios Canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Aunque los expertos en la Biblia consideran por unanimidad que varios de los Apócrifos (hay más de 60) fueron redactados incluso con anterioridad a los Canónicos.
El Evangelio Apócrifo de Pedro estuvo perdido, aunque en 1887 se recuperó un ejemplar íntegro hallado en la tumba de un monje, en Akhmín, la antigua Panópolis, en Egipto. El original estuvo originalmente redactado en hebreo, pero la copia ya estaba traducida al griego, cuya redacción se calcula entre los siglos VIII-IX. La cita de la nekyia cristiana es breve, una pequeña mención en los versículos 41-42.
Una cita más extensa la encontramos en otro apócrifo, en este caso el Evangelio Apócrifo de Nicodemo, también conocido como las Actas de Pilatos, uno de los más precoces, datado según los expertos en el siglo II (se calcula entre los años 130-150 d.C.). El Apócrifo de Nicodemo está dividido en dos partes. En la segunda, titulado precisamente Descenso a los infiernos, se nos cuenta que, ante la llegada de Cristo:
el príncipe del tártaro, la muerte y todas las legiones infernales sobrecogiéronse de espanto: «¿Quién eres tú?», gritaban a Jesús. Entonces el Rey de la Gloria aplastó a la muerte bajo sus pies, majestuosamente, y apoderándose de Satán, despojó al infierno de todo su poder…(Apócrifo de Nicodemo, XXIII, 1-4)
El objetivo, el esfuerzo de todas las nekyias era conseguir un propósito. En el caso de la nekyia cristiana el propósito de Cristo es llevar un mensaje de esperanza a las almas de los justos que, hasta aquel momento, siguen condenados en el infierno. Es a partir de la muerte en la cruz cuando Jesús consigue resucitar para llevar al Paraiso a estos «fantasmas» de hombres buenos:
se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron…(Mateo, 27, 52-53).
Por no extenderme, en el Canto Tercero (correspondiente al Infierno) de la Divina Comedia de Dante él mismo nos cuenta por boca de Virgilio, su guía, su particular descenso a los infiernos en cuya entrada, en un gran cartel los desgraciados que entran pueden leer…
lasciate ogni speranza, voi ch’entrate…»los que aquí entráis, dejad atrás toda esperanza»…
-la «oui-ja» o cómo convocar a los fantasmas
ouija S.XIX
                                         Tablero de oui-ja del siglo XIX
Pero sin el esfuerzo de tener que realizar una nekyia, una bajada a los mundos de ultratumba, para muchos creyentes en fantasmas existe una posibilidad más cómoda para contactar con ellos que podemos realizar desde casa, utilizando la oui-ja, la uija, o la güija (esta última según la grafía recomendada por la Real Academia de la Lengua), como prefiráis. Este «palabro» se formó uniendo «oui» (= sí, en francés) y «ja» (=sí, en alemán). Creo que casi todo el mundo lo conoce, pero en esencia consiste en un tablero de madera donde hay pintados un alfabeto, de la A a la Z, un «SI» y un «NO» y números: del 1 al Cero. Y sobre el tablero un puntero o, más comunmente, un vaso vacío invertido sobre el que se apoyarán las yemas de los dedos índices de los asistentes a las sesiones.
La oui-ja comenzó a extenderse allá por el siglo XIX en círculos espiritistas, en los Estados Unidos. Incluso llegó a patentarse el 28 de Mayo de 1890 por un tal Elijah J. Bond, con el número de registro 446.054, por cierto. La patente no se hizo como «objeto adivinatorio» sino como «juguete», sin más…supongo que los trámites serían más sencillos, sin riesgo de susceptibilidades por parte de los funcionarios…
Pero la oui-ja patentada funcionó, y funcionó muy bien…a nivel económico, me refiero. De hecho ha ido pasando por varias manos, hasta que en la actualidad su patente está en poder de la multinacional HASBRO, que comercializa exitosos juegos de mesa como el Monopoly y otros. Aunque para darle más «caché», más antigüedad, sus creadores le atribuyeron un origen lejano y misterioso que podía llegar hasta el antiguo Egipto…ya se sabe, es como los anticuarios: cuánto más viejo más valor tiene…Pero de hecho la oui-ja tiene  muchas similitudes con la «zairagia», un antiguo sistema de adivinación árabe en el que se combinan las letras con los signos astrológicos y con números.
En esencia, el tablero oui-ja tiene como objetivo el contacto de las personas asistentes con espíritus o «almas en pena» de fallecidos, aunque rizando el rizo los partidarios de esta práctica dicen que se puede contactar incluso con extraterrestres…fe, ya se sabe, es creer en lo indemostrable…Pero no todo el mundo tiene esta fe, la proverbial e indestructible fe del carbonero, y pronto surgieron espíritus racionales que cuestionaron, científicamente, la inconsistencia de la oui-ja. Creo que hasta el bueno del padre Feijoo hubiese sacado su opinión…o su igual de proverbial «tranca»…
Hace pocos años en la productora National Geographic hicieron un experimento supervisado por el experto en fenómenos paranormales Mark Edward. En él, y en una primera parte, Mark hizo una sencilla pregunta a los asistentes que, con el dedo sobre el vaso, respondieron a la cuestión sin ningún problema. Pero los problemas surgieron cuando Mark vendó los ojos a los allí congregados, que ya no dieron ni una… Algo muy parecido a lo que años antes hizo un tal Larry Bayou (no he conseguido saber ni dónde ni cuándo), con una experiencia similar que lleva su nombre: en él los participantes no podían ver las letras que señalaban ni se formó una sóla palabra coherente. Ésto demostraría que son los participantes quienes realmente crean las palabras, incluso de manera inconsciente, y que por lo tanto necesitan ver el tablero dándole validez. En otras pruebas posteriores se ha demostrado que las «respuestas» de los asistentes, son respuestas que, al menos, uno de los presentes conoce aunque, insisto, a veces sea de manera inconsciente.
La Iglesia oficial, por otra parte, también tiene su opinión en la que, como es lógico,  barre para casa defendiendo su postura ortodoxa y condena a esta «religión no oficial» (como suele pasar, por otra parte, con sectas y demás «desviaciones»). Según la Iglesia, jugar a la oui-ja equivale a dar paso a entidades sobrenaturales del más allá, lo que podría causar daño a los participantes… En el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 2116 y refiriéndose a la oui-ja  se nos dice:
encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos…
Ya en 1852, anterior por tanto en 38 años a que patentasen oficialmente la oui-ja, el naturalista y fisiólogo inglés William Carpenter utilizó por primera vez el término «efecto ideomotor», para definir un efecto psicológico por el que un sujeto realiza movimientos inconscientemente, de manera automática. Erróneamente se les atribuye a alguna fuerza paranormal o sobrenatural. Este efecto se puede atribuir a fenómenos supuestamente inexplicados como la kinesiología aplicada, la psicografía, la radioestesia o la oui-ja. El autoengaño que genera es extremadamente poderoso, al punto que muchos sujetos no pueden ser convencidos de que los desplazamientos se originan en sus mentes.
Yo puedo contar que en mi juventud participé en alguna sesión de oui-ja, más por juego que por otra cosa, y sin mayor trascendencia. Otros me han contado que en sus sesiones de oui-.ja llegaban a volar los libros por los aires, que salían disparados de las estanterías…El griego Heródoto, considerado el padre de la historia, expuso en su obra Historias (valga la redundancia) justificando sus fuentes, relativas a sus muchos viajes, que él respondía directamente de lo que había visto personalmente. Si se lo habían contado personas fiables, también respondía. Pero si lo había oído de desconocidos él lo podía contar, pero sin garantizar nada. Creo que los que me contaron semejantes prodigios pertenecían a esta última categoría…
-cómo defenderse contra los fantasmas
Pero como sigue habiendo mucha gente que cree en fantasmas, de ahí surge la necesidad de protegerse ante ellos. Según los creyentes, los fantasmas suelen manifestarse a los vivos en sueños, reclamando atención, pero también en casas encantadas o en lugares donde murieron (generalmente asesinados) sin haber podido recibir las honras fúnebres acostumbradas, lo que les impide «descansar en paz», causa de que se les llame «almas en pena». No es cosa de ahora: en las nekyias descritas en la Odisea o en la Eneida, tanto Homero como Virgilio describen las multitudes de «almas en pena» que rondan el río Aqueronte, rogándole al barquero que les cruce el río, almas de hombres, mujeres y niños, que por muy diversas causas no pudieron ser debidamente enterrados y, por tanto, vagan lamentándose
sin poder «descansar en paz». Caronte, no obstante y pese a su aspecto siniestro, tras un limbo de cien o mil años, se apiada de aquellas «almas en pena» y acaba por cruzarles de orilla.
dante en la barca de caronte
Grabado de Gustavo Doré: Dante en la barca de Caronte, donde podemos observar al remero y, en medio, al Dante (al fondo) y a Virgilio (delante) observando a las almas de los condenados que intentan alcanzar la barca
En todas las religiones, tanto las muy primitivas de los cazadores-recolectores como las más elaboradas (Egipto, Asiria, Grecia, Roma o el propio cristianismo), se han buscado formas que «mantengan a raya» a los fantasmas, lo que se conoce como «apotropaico», del griego clásico apotrépein = alejarse. Bajo el término de «apotropaico» se engloba un mecanismo de defensa mágico o sobrenatural, en forma de actos, rituales, objetos o frases formularias (rezos, responsos) con el fin de alejar el mal y los malos espíritus. Lo «apotropaico», por tanto, se relaciona con la necesidad psicológica de hallar cierta seguridad ante lo incierto y desconocido, siempre relacionado con lo peligroso.
Desde la antigüedad clásica, tanto egipcios, griegos como romanos buscaron la manera de no ser acosados por estos fantasmas en los que creían ciegamente. No es sólo que fuesen supersticiosos, que lo eran. Es que el mundo antiguo se regía por unos aspectos que, incluso hoy día a nosotros como luego explicaré, les asustaban mucho. Así, los antiguos egipcios solían ceñirse al cuello unas bandas de marfil adornadas con dibujos de deidades solares protectoras y que encontramos más, asociadas a seres humanos más frágiles, como las mujeres embarazadas o los niños pequeños.
Los griegos solían pintar en sus escudos imágenes terribles como la cabeza de la Medusa, con el propósito de infundir miedo a sus enemigos. Pero es entre los romanos donde más respeto despertaron los fantasmas. Así, cortaban la mano de los suicidas, enterrándolas aparte para impedir que, si retornaban, las utilizasen contra los vivos. Y aparte de su complejo panteón, heredado de los griegos, con su mezcla de Júpiter, Mercurio, Apolo y demás figuras, hubo otro panteón de semidioses y fantasmas que regían su vida familiar y su calendario.
Los más conocidos de los fantasmas/dioses familiares romanos estaban constituídos por los manes, lares, larvas y lemures, aunque hubo más. Larvas y lemures, no siempre distinguibles con facilidad, eran los fantasmas de los muertos, almas de hombres malvados que vagan errantes y atormentan a los vivos…espectros infernales y maléficos, con forma de esqueletos siniestros que torturaban a los condenados al infierno, y a los que había que calmar con ofrendas de comida (especialmente habas) para que no molestasen a los vivos. El romano Mecenas nos cuenta…
a la búsqueda de comida y bebida se aparecen en nuestras casas y durante toda la muerte esperan…
Por contra los manes eran los «fantasmas buenos», los muertos de la familia, a los que a veces se divinizó, conservando las familias ilustres en el hogar bustos que los representaban. Los lares, también llamados los lares penates, eran también los espíritus de los antepasados, pero junto con los manes eran personificaciones benéficas, protectores del hogar, a los que se dedicaban pequeños altarcitos, una suerte de capilla cerca de la cocina o en la despensa, siempre con una lamparita encendida.
Solían dedicarle una pequeña oración por la mañana, y era costumbre que el pater familias, justo antes de la comida familiar, les ofreciese una primicia de los alimentos, en forma de sal y de harina. Es una costumbre que me han contado amigos coreanos y que se hace en la actualidad: disponer en la mesa un plato extra con algo de comida para los antepasados…Al cabo de una media hora (los antepasados generalmente no van a aparecer) ya pueden comer los demás miembros de la familia, tranquilos tras haber presentado sus respetos a los ausentes…
Pero lo «apotropaico» no desapareció con el mundo clásico. Muchas costumbres actuales, tales como «tocar madera», cruzar los dedos, hacer brindis (las «queimadas» en los «conxuros» gallegos), hacer la «higa» (figura de mano cerrada con el pulgar asomando entre los dedos índice y corazón), la pata de conejo, el trébol de cuatro hojas, la mano de Fátima entre los musulmanes, el «nazar» (figura de ojo pintados en la proa de las barcas griegas y turcas), e incluso símbolos cristianos como cruces y medallas que luego contaré como protección contra los vampiros, son una pequeña muestra de todas esas cosas protectoras ante fantasmas o, lo que viene a ser lo mismo, el «mal de ojo». Recuerdo en viajes por el África negra cómo muchos niños pequeñitos llevaban un collar con una concha de caurí al cuello. Al preguntar a las madres la respuesta era la misma: para protegerles contra el «mal de ojo».
Muchos ilustrados como el padre Feijoo criticaron estas prácticas. No me resisto a mencionar, aunque sólo sea por su largo título, la obra de otro ilustrado, el doctor Gaspar Navarro que publicase en 1631 en Huesca el editor Pedro Blusón:
Tribunal de superstición ladina, explorador del saber, astucia y poder del demonio: en que se condena lo que suele correr por bueno en hechizos, agüeros, ensalmos, vanos saludadores, maleficios, conjuros, arte notoria, cabalista y paulina y semejantes acciones vulgares… 
-la ciencia y los fantasmas
Se ha intentado estudiar técnicamente la existencia o la presencia de los fantasmas mediante explicaciones, más o menos científicas sobre fenómenos tales como las alucinaciones, algunos tipos de esquizofrenia, determinados tipos de epilepsia o el uso de drogas y sustancias psicotrópicas. Algunos científicos «algo»  mas serios como el físico Roger Penrose formularon la posibilidad de estos fenómenos mediante la transmisión nerviosa, mediante corrientes cuánticas a nivel subatómico que pueden ser amplificadas mediante los microtúbulos existentes en las neuronas…¡tal cual, a ver quién se lo discute!…
Pero de una forma más racional, más seria, se han planteado otras hipótesis. En el año 2003 el psicólogo británico Richard Wiseman y sus colaboradores investigaron casas encantadas con sujetos bajo condiciones controladas, y concluyeron que la reputación de esos lugares juega un papel relevante en la producción de las experiencias, y la existencia de ciertos tipos de campos electromagnéticos podía influir sobre algunas variables psicológicas, como también el paso de estancias bien iluminadas a otras oscuras puede provocar percepciones habituales en situaciones de privación sensorial.
El ojo humano está formando por humor vítreo que, como tal, puede ser sensible a las ondas del infrasonido, sonido éste que no podemos «oir» de forma consciente. Este líquido ocular con la vibración producida por los infrasonidos puede generar imágenes falsas. El ser humano puede oir sonidos entre 20 y 20.000 herzios (Hz). Los sonidos de menos de 20 Hz se denominan infrasonidos y pueden atravesar partes sólidas. Así, en 1998 Vic Tandy, de la Universidad de Coventry, en Inglaterra, explicó cómo los infrasonidos podrían producir la impresión concreta de «sitios embrujados», demostrando que los infrasonidos al resonar, provocaban una percepción de movimientos a los costados del campo visual, considerados por algunos como «fantasmas».
Victor Tandy fue profesor de tecnología de la información e ingeniero en Coventry pero comenzó a trabajar sobre todo con infrasonidos a raiz de que un día, a comienzos de los años 80, estando en su laboratorio notó, según él mismo cuenta…
…estaba sudando pero tenía frío y la sensación de depresión era notable, pero también había algo más. Era como si algo estuviese en la habitación conmigo…
Tandy afirmó haber visto surgir un «espíritu» en su visión periférica, pero cuando se volvió para a mirar a la figura directamente, desapareció. Al día siguiente, en el laboratorio, comprobó que su florete de esgrima vibraba incluso estando sujeto en su soporte. Cualquier otro se hubiese sentido «acojonado» con semejantes experiencias, pero puedo imaginarme a Tandy como lo que era, una personalidad científica y curiosa en la mente de un ingeniero. La experimentación posterior mostró que el infrasonido causante de estas anomalías, presente en el laboratorio, estaba en su punto más alto junto al escritorio de Tandy, justo donde había percibido al «fantasma». Se descubrió que el infrasonido provenía de un extractor recién instalado….
Continuando con sus investigaciones comprobó que este infrasonido, al que midió una frecuencia de 19 Hz, producía una gama de efectos fisiológicos, incluídos sentimientos de miedo y temblores. Con una reputación de «experto» con la relación entre infrasonidos y fenómenos fantasmales, en el año 2001 se le solicitó que investigara la bodega del Centro de Información Turística de Coventry donde, según testigos, habían observado apariciones espectrales. Y en el 2004 formó parte de un grupo de investigación que buscaba actividad paranormal en el un tanto lóbrego y muy añoso castillo de Warwick, edificado en 1068 por Guillermo el Conquistador. Murió joven, a los 50 años, pero su indudable prestigio le condujo a ser miembro de la también añosa Sociedad para la Investigación Psíquica (fundada en 1882) y de la Sociedad Mágica de Leamington y Warwick.
-clasificación de los fantasmas
Antes de los experimentos de Vic Tandy sobre los efectos de los infrasonidos con relación a las apariciones, en 1943 se publicó un libro que llegó a ser un clásico sobre el tema: Apparitions, de George N. M. Tyrrell. El curriculum de Tyrrell también era impresionante: fue matemático, físico, ingeniero y parapsicólogo. Miembro, como sería Vic Tandy, de la Sociedad para la Investigación Psíquica, de la que llegó a ser presidente.
Tyrrell intentó fusionar el campo de estudio de lo sobrenatural en una teoría psicológica, rechazando la idea de que un fantasma fuera la entidad sobrenatural de una persona fallecida, y en su lugar aceptaba que se trataba de la alucinación de la mente subconsciente de una persona, para explicar las alucinaciones colectivas, proponiéndolo como un mecanismo telepático. Ponía de ejemplo el caso de las sesiones oui-ja, en la que se comprobó que al menos uno de los asistentes conocía las respuestas.
Un colaborador suyo dijo que para Tyrrell
los fantasmas eran entes «subjetivos» y «telepáticos» y que existían en regiones de la personalidad humana que estaban fuera de la conciencia normal…
Tyrrell obviamente no conoció los experimentos posteriores sobre los infrasonidos de Tandy. En su libro Apariciones  acuñó el término «experiencia fuera del cuerpo», y merced a esa «subjetividad» y «telepatía» Tyrrell identificó cuatro grupos sobre la base de la conducta adoptada por los presuntos espíritus:
-apariciones que frecuentan habitualmente un lugar determinado: generalmente no suscitan miedo, son inofensivos y a veces son tratados como un miembro más de la familia.
-apariciones post-mortem: parecen ser como despedidas, y tienen lugar muy poco después del fallecimiento de la persona reaparecida.
-apariciones en casos críticos: el aparecido es alguien que está viviendo una experiencia traumática -como la propia muerte- y se muestra simultáneamente a esa experiencia.
-aparición inducida: en estos casos el fantasma es citado a aparecer. Alguien vivo, con poderes reales o supuestos, hace que su imagen o su voz se haga visible a otras personas. Sería el caso de las sesiones oui-ja
-¿pueden existir realmente los fantasmas?. Las psicofonías
Por más que la parapsicología intente demostrar la existencia de los fantasmas yo, personalmente, creo que no existen. Pero tampoco niego la capacidad de algunas personas con la capacidad, muchas veces inconsciente, de captar «cosas» que los demás, sencillamente, no podemos. O bien ellos solos, o con la ayuda de drogas, plantas (la Amanita muscaria, las Solanáceas, los hongos psicotopos como el peyote) u otros medios: adivinación, percepción extrasensorial, «presencias», escuchar sonidos, voces, psicofonías…cosas que constituyen el campo favorito de la parapsicología. Sin creer racionalmente en fantasmas, no puedo dejar de creer que haya otras «puertas» abiertas para algunas mentes especiales…
Las psicofonías son una de las cosas favoritas para los fervientes partidarios de la parapsicología, que mencionan de vez en cuando. En esencia se trata de captar voces o sonidos en aquellos lugares con gran carga psíquica, donde se haya producido gran sufrimiento (cárceles, cámaras de tortura, asesinatos, violencia extrema…) y donde las voces de los ausentes reclaman nuestra atención. He tenido ocasión de escuchar alguna de estas psicofonías, en programas tipo Cuarto Milenio, donde se pueden escuchar grabaciones recogidas por terceros de lejanos lamentos, llantos o peticiones de auxilio… Aunque en estos casos me volveré a ceñir a lo que decía el bueno de Heródoto: respondo de lo que yo ví y en todo caso de personas fiables…de personas que no conozco, lo pongo en duda…
Tuve la oportunidad de intentar grabar estas psicofonías en una ocasión. Hace años navegaba con un grupo de amigos en velero y, previa autorización de la Marina -es Parque Natural protegido desde 1991- fondeamos una noche en la ensenada de la isla de Cabrera, situada pocos kilómetros (millas marinas, sería lo más correcto) al sur de la costa de Mallorca. Cabrera era el sitio ideal para estas psicofonías.
Aparte de su belleza natural y sus aguas turquesas, Cabrera es un lugar con una historia desgraciada. Tras la victoria española en 1808 contra Napoleón en la batalla de Bailén, los prisioneros fueron repartidos. Los oficiales fueron llevados a Francia, soportando la ira de Napoléon que consideró la rendición como delito de cobardía. Otros cuatro mil fueron llevados a Canarias donde se acabaron integrando. El destino peor les esperaba a un grupo de nueve mil prisioneros franceses que fueron conducidos a Cabrera en Abril de 1809, en lo que fue el primer campo de concentración de la historia de Europa. Sin ningún tipo de edificios, con unos pocos pinos y una vegetación reseca, en una pequeña isla de aproximadamente 4’5 x 3 km, separada por un estrecho de unos 15km de la costa mallorquina con fuertes corrientes, no hicieron falta recintos: la prisión era la isla.
Al principio un barco llegaba desde Mallorca cada cuatro días con algunas vituallas. Con ocasión de una tormenta en el canal que separa ambas islas, el envío se retrasó ocho días, dando lugar por parte de los desesperados prisioneros del intento de hacerse con el barco, lo que motivó que se suspendieran los envíos durante tres largos meses…
Podemos imaginar la desesperación de aquellos nueve mil hombres abandonados a su suerte. La gente no tenía alimentos, en la isla no había fauna que cazar…si acaso al comienzo algunos conejos que pronto desaparecieron, alguna gaviota despistada (nunca las he probado pero me han dicho que están repugnantes, aunque al buen hambre no hay pan duro), algo de marisqueo en las playas… La vegetación es de tipo mediterráneo, reseca, con algunos arbustos que pronto se comieron también, dando lugar incluso a intoxicaciones al comerse las adelfas (Nerium oleander), una planta típicamente mediterránea sumamente tóxica y desconocida para muchos prisioneros.
Cuentan los supervivientes en sus memorias que llegaron a hervir sus ropas en agua para obtener un caldo con algo de «sabor». Contaron también que comían sus propios excrementos y, ésto ya no lo cuentan, se insinúa que llegaron al canibalismo, devorando los cadáveres de aquellos que ya no resistieron más y fallecían por inanición y diversas enfermedades como disentería. El ambiente entre ellos fue de gran violencia, con peleas, asesinatos y ajustes de cuentas, con tal de robarse lo poco de comida que conseguían obtener… Para cuando España y Francia firmaron la paz y repatriaron a los soldados allá por 1814, cinco años más tarde, de aquellos nueve mil prisioneros sólo sobrevivían 3600, uno de cada tres, en unas condiciones supongo que penosas.
Con semejantes «mimbres» está claro que la isla de Cabrera fue uno de aquellos lugares en los que, durante cinco largos años, miles de hombres soportaron un gran sufrimiento. El sitio ideal como para registrar sonidos del tipo gritos, quejidos y lamentos. Quise aplicar de nuevo los consejos de Heródoto: creer lo que yo y sólo yo haya visto u oído. Y como ya sabíamos (habíamos reservado el permiso con la Marina) que íbamos a fondear allí, me llevé un cassette con una cinta vírgen, de las largas, que dejé grabando toda la noche. A la mañana siguiente fuimos todos ansiosos a escuchar…¿y qué sonó?…absolutamente nada.
VAMPIROS
vampiro
los orígenes del mito
Según el floklore de muchos países, el vampiro es una criatura que se alimenta de la esencia vital (generalmente sangre) de otros seres vivos para mantenerse activo. Hay testimonios en prácticamente todas las culturas del mundo, con leves diferencias. En la cultura europea y occidental, el prototipo de vampiro más popular es el de origen eslavo, es decir, un ser humano convertido después de morir en un cadáver activo, un depredador chupador de sangre. Será del que hable en esta entrada, el inspirador del mito de Drácula.
Es probable que el mito del vampiro provenga inicialmente de la necesidad de personificar los instintos más reprimidos. Así, sería la encarnación del mal como entidad y una representación del lado salvaje del hombre, en conflicto permanente con las normas sociales y religiosas. El mito representa por otra parte la fascinación temerosa por la inmortalidad. Incluso algunos estudiosos sugieren que el origen del mito del vampiro se debe en parte a la necesidad de explicar las epidemias reales que asolaron Europa, o enfermedades muy frecuentes entonces como la rabia o la porfiria. La rabia, en su fase nerviosa produce una gran agresividad que puede llegar al extremo de atacar a mordiscos a los demás. La porfiria produce un enrojecimiento general y unos ojos inyectados en sangre…un aspecto bastante inquietante… De la misma forma, el vampiro llega a ser una personificación del canibalismo (al igual que en otro mito: el del hombre-lobo) ya que no siempre, o no solo, se alimenta de sangre, sino también de la carne de sus víctimas.
El primer uso registrado de la forma antigua upir:«vampiro», procedente del antiguo eslavo, está en un documento del año 655 del calendario bizantino, año 1047 de la era cristiana. Se trata de un colofón en un manuscrito del Libro de los Salmos escrito por un sacerdote que transcribió el libro del alfabeto glagolítico al cirílico por encargo del príncipe de Novgorod, Vladimir Yaroslavovich, Vladimir Iº. Como aclaración de tan raros nombres, el alfabeto glagolítico (del eslavo «glagolitsa» = palabra, dicho) es el más antiguo de los alfabetos eslavos que se conocen. Fue creado alrededor del año 862-863 por los hermanos San Cirilo y San Metodio, de padre griego y madre búlgara (conocedores por tanto de primera mano de las lenguas eslavas) con la intención de cristianizar los países del Este de Europa y traducir la Biblia y otros textos religiosos al antiguo eslavo eclesiástico. Uno de los más famosos y antiguos códices en escritura glagolítica es el Codex Zographensis, que contiene los Cuatro Evangelios, fechado a finales del siglo X.
escritua pre-cirílica
Codex Zographensis, siglo X, conocido por su abreviatura académica como Zo. Compuesto por 304 folios en pergamino de los cuales los primeros 288 están escritos en glagolítico. Perteneció al monasterio búlgaro de Zograf (de donde viene su nombre), en el Monte Athos, donde lo  descubrió en 1843 el escritor croata Antun Mihainovic. Actualmente en la Biblioteca Pública Imperial de San Petersburgo
Ya en el siglo X se «inventó» el alfabeto cirílico en Preslav por Kliment Ohridsky, o San Clemente de Orid, uno de los pupilos búlgaros de los hermanos Cirilo y Metodio. Clemente mezcló escritura griega con glagolítico y sonidos exclusivamente eslavos, con la intención de unificar la escritura entre los pueblos del Este que se comenzaban a cristianizar y poder llegar mejor a todos, una especie de «lingua franca» de la zona. El cirílico es la forma de escritura utilizada actualmente por gran parte de los pueblos eslavos, aunque hoy día tiendan a adoptar la escritura latina. Pues bien, y volviendo a los vampiros, el sacerdote que transcribió el Libro de los Salmos afirma en él que su nombre es «Upir Likhyi», lo que significa algo así como «vampiro perverso». Se considera como un ejemplo de supervivencia del paganismo, en aquel entonces todavía muy extendido en los países eslavos.
Poco a poco fueron apareciendo referencias. A partir de los siglos XVI, XVII y XVIII se van recopilando casos concretos, o investigaciones por parte de médicos. Así, a comienzos de 1700 un grupo de médicos militares austríacos desenterraron y examinaron cadáveres «sospechosos» en Serbia, por aquel entonces bajo el Imperio Austrohúngaro. En el ambiente de la Ilustración, tanto en L’Encyclopédie de d’Alembert y Diderot, como en España el Padre Feijoo, rebatieron aquellas supersticiones, pero lo cierto es que las creencias ya eran imparables en un mito tan extendido, que se había vuelto tan popular y sugerente, y que se acabó convirtiendo en un icono universal de la literatura de ficción.
Al hablar del origen de la novela Frankenstein, en aquel «año sin verano» de 1816, mencioné a un tal doctor John William Polidori. En aquel concurso de novelas de terror convocado por su amigo Lord Byron en Villa Diodati, Polidori escribió su novela El vampiro, novela que quedó ensombrecida inicialmente ante el éxito que pronto alcanzó el Frankenstein de Mary Shelley (Polidori tampoco tuvo buen final: se suicidó tomando ácido prúsico con apenas 26 años). No obstante El vampiro de Polidori fue la que puso de moda desde entonces el tema del vampirismo en la literatura. Aunque ya hubo algún antecedente, como el poema Lenore, del alemán Gottfried August Bürger, compuesto en 1773, cuarenta y tres años por tanto anterior a la novela de Polidori. Cabe destacar que Lenore tuvo su fama. De hecho uno de los versos del poema:
...Die Toten reiten schnell… («los muertos cabalgan deprisa») figura ya en los primeros párrafos de la novela Drácula, del escritor Bram Stocker, del que hablaré más adelante.
-características
Bela Lugosi en Dracula
Escena de la película Drácula, del director Ted Browning, de 1931. El actor que interpreta al vampiro es Bela Lugosi (nombre real: Béla Ferenc Dezso Blaské), actor austrohúngaro. Su aspecto aristocrático (venía de muy buena familia), 1’85m de estatura y un acento que nunca llegó a pulir, le hicieron el protagonista ideal para estos personajes. En la leyenda tejida a su alrededor se cuenta que se obsesionó con su personaje llegando a dormir en un ataud. Fue enterrado con su capa de vampiro, pero la idea no fue suya sino de su hijo Georges. Un Drácula aristocrático y seductor.
Hoy día la mayoría de los atributos de un vampiro, según nuestra cultura contemporánea, provienen de la literatura, sobre todo a partir de la novela Drácula, a la que han seguido cientos de películas y series de televisión. Personajes de aire aristocrático como el actor Bela Lugosi, vestidos de negro, de tez pálida y con largos colmillos, jugando incluso a la seducción. No se reflejan en los espejos ni proyectan sombra, tal vez como una manifestación de la carencia de alma. Se alimenta de la sangre y, a veces, de la carne de sus víctimas. Por su naturaleza demoníaca no soportan los símbolos cristianos y por ello pueden ser alejados utilizando una cruz o agua bendita, y se supone que eran vulnerables a la luz del sol.
nosferatu
Una imagen de vampiro muy diferente a la de «vampiro aristocrático» de la novela  Drácula, aunque se inspirase en ella, es el vampiro siniestro y encorvado de la película Nosferatu, una sinfonía del horror, grabada en 1922 por el director alemán Friedrich Wilhelm Murnau, y la primera película relacionada con la historia original de Drácula. Grabada con muy poco presupuesto, no pagaron  derechos de autor sobre la novela, pero aunque cambiaron los nombres de todos los protagonistas, la viuda del autor Bram Stoker, Florence Balcombe, demandó a la productora: Prana Films, que tuvo que declararse en quiebra tras la querella y no volvió a producir ninguna película más. Según la sentencia del tribunal obligaron a destruir las copias de Nosferatu. Afortunadamente algunas se salvaron de la quema y hoy es una película de culto. 
Éso, en nuestra cultura. En otras culturas del mundo el vampiro adopta formas más o menos siniestras, unas veces con forma de mujer como la Lilith judía, que se reencarna en gato negro y sorbe la sangre de los recién nacidos. Con forma de mujer seductora también los encontramos en la mitología japonesa, mientras que en la misma cultura japonesa a veces se manifiestan como una forma oscura, sin rostro. En otras ocasiones, como sucede en muchas culturas africanas o de los nativos de Hispanoamérica, toman forma de monstruos, parecidos a las fieras de la selva. Pero sea cual sea su forma, siempre nocturnos, siempre peligrosos, siempre inquietantes, siempre sedientos de sangre…
-cómo reconocer y destruir a un vampiro
Hay varias explicaciones según sea en los países eslavos, en la antigua Grecia o incluso en La India. Así, en Rumanía, tenía más posibilidades de acabar siendo vampiro el séptimo hijo de una familia, todos varones, o los nacidos en Sábado Santo. En Grecia tenían más «papeletas» aquellos que hubiesen fallecido de muerte violenta. O en las actuales Grecia, Bulgaria y Rumanía, aquellos fallecidos que no hubiesen tenido los rituales post-mortem adecuados. Y había otra consideración: la de aquellos que hubiesen vendido en vida su alma al diablo. Y teniendo en cuenta que a los suicidas y excomulgados no se les enterraba en sagrado (en un cementerio consagrado) sino aparte, tenían muchas posibilidades de acabar siendo convertidos en vampiros, al no reposar en suelo protegido por la Iglesia. Pero en todas las tradiciones se torna vampiro aquella persona que moriría después de haber sido mordida por otro vampiro. En la actual literatura de ficción es casi la única forma descrita, añadiendo además una connotación sexual que antes no existía, pero que ha despertado mucho éxito en la literatura y el cine.
colección de cromos 1. Monstruos, 1986colección de cromos 2. Monstruos, 1986
Las imágenes son muy malas, pido disculpas por ello, pero me las ha pasado un amigo por el móvil (ya con mala calidad) y valgan como ejemplo de la difusión popular. Se trata de una colección de cromos llamada Monstruos, que se vendió en España en el año 1986. Era una serie de cromos, a cada cual más fantástico, sobre monstruos de todo tipo, y que excitaban el morbo y la imaginación de los niños y los no tan niños. Eran otros tiempos, libres de la censura de lo «políticamente correcto», y aparecían ahorcados, decapitados, troceados y hasta chicas desnudas. Hoy, hubiera sido imposible
Pues ya sabemos cómo se origina un vampiro, pero lo que más nos interesa es que sepamos reconocerlos. Es «fácil» distinguir un zombi, con sus aspecto de cadaver casi en descomposición lleno de harapos, y es «fácil» identificar a un fantasma, seres incorpóreos con su ritual de sudarios, arrastrar de cadenas y lamentos, pero a veces no es tan fácil reconocer a un vampiro, con el fin de protegerse ante él.
Desde la Edad Media la comprobación más socorrida en caso de duda, sobre todo si había habido víctimas en los alrededores, era la de exhumar a un cadáver para verificar si presentaba las características tradicionales de un vampiro: por lo general, cuerpo incorrupto, muchas veces hinchado (lo que podríamos achacar a la fermentación post-mortem), babas o sangre escurriendo de la boca (también una posible alteración post-mortem)… comprobación importante, porque el vampiro podía volver a salir de la tumba por las noches para atacar a los vivos…
También se procedía a desenterrar los cadáveres si a los días siguientes a la muerte y enterramiento del sospechoso se producían tormentas o granizo inesperado, así como enfermedad y muerte de familiares, conocidos o del ganado. En caso de duda y, una vez abierta la tumba era siempre, se destruía al cadáver: además de con la famosa estaca clavada en el pecho, lo habitual era quemarlo. Creo que no hace falta añadir que la búsqueda de vampiros debido a la superstición y al miedo acarreó numerosas profanaciones de tumbas.
En las tierras «vampíricas» del este de Europa y hasta fechas relativamente recientes siguió habiendo mucha inquietud ante la que ellos creían existencia cierta de los vampiros. Así, en 1801, en pleno siglo de los grandes inventos de la humanidad (el telégrafo, la electricidad o la locomotora de vapor, entre otras moderneces), húngaros y rumanos seguían temiendo a los «muertos masticadores», como se les llamaba, porque muchas veces al desenterrarles observaron con pavor que habían desgarrado con los dientes el sudario (¿evidencia de catalepsia, de enterrados en vida?). En ese año de 1801 el cabildo de Giurgiu pidió al príncipe Moruzi de Valaquia meter en prisión a los exhumadores de supuestos vampiros.
Hubo más: en 1869 el obispo católico de rito bizantino de Brasov denunció que en tres de los camposantos de su diócesis habían desenterrado cadáveres para someterles a ritos antivampíricos. Y todavía hubo más ejemplos: en 1895, dos años antes de que Bram Stoker escribiera su novela Drácula, el obispo de Bucarest, Genadio, cabeza de la Iglesia Ortodoxa de Rumanía, envió un visitador especial a Transilvania con el encargo de averiguar si en las parroquias de aquel país seguían los popes, contraviniendo las órdenes eclesiásticas y civiles, permitiendo a los aldeanos desenterrar los cuerpos de personas que creían convertidas en vampiros.
-cómo protegerse de los vampiros
Entre los antiguos celtas enterraban al muerto cabeza abajo, o con hoces y guadañas junto al cuerpo, para evitar que los demonios poseyeran al cuerpo. Los tracios (habitantes de la antigua Bulgaria) solían cortar las piernas al difunto con la misma intención. En la Europa Oriental era frecuente introducir un diente de ajo en la boca, o incluso en cada orificio del cuerpo, para más seguridad. Y en muchas zonas, sobre todo en la Europa del Este, tierra tradicional de vampiros, se clavaban agujas de hierro en el corazón y se colocaban fragmentos de acero en boca, ojos, orejas y entre los dedos durante el entierro. En Bulgaria los arqueólogos han encontrado varios esqueletos de origen medieval cuyo torax había sido traspasado con estacas de hierro, una práctica habitual hasta principios del siglo XX, para evitar que los cadáveres de aquellos considerados como malvados regresaran convertidos en vampiros.
Aquí entrarían los talismanes utilizados para mantener alejados a los vampiros por su efecto apotropaico (del griego apotrépein: alejarse): desde el popular ajo al azufre, u objetos sagrados como crucifijos, rosarios o el agua bendita. Muchos «talismanes» utilizados actualmente tienen esa intención, la de alejar a los demonios: desde las cruces sobre las tumbas, a la «higa» gallega, las gárgolas de las iglesias, conjuros y ensalmos, la pata de conejo o el ojo que los griegos y turcos pintan en la proa de sus barcas.
En Europa Occidental, durante el siglo XIX y hasta comienzos del XX no fue raro que los viajeros (ingleses, alemanes o americanos) que se atreviesen a visitar aquellas tierras extrañas de la Europa del Este, alejados de sus civilizados países y de donde les habían llegado historias de seres  sobrenaturales, tan terribles, llevasen con ellos (se vendían, ya preparados, como kits «antivampiro») unos estuches muy bien surtidos provistos de crucifijos, velas, agua bendita, rosarios, biblias, estacas -con su mazo-  punzones y demás parafernalia supuestamente protectora.
caja antivampiros 2
Maletín del siglo XIX, con su kit de estampas, biblia, pistola, punzones, maza, crucifijos y frascos con agua bendita…lo más eficaz contra los vampiros. ¡Que no se te olvidase si ibas a Rumanía!…Actualmente muy buscados y cotizados
En los Balcanes (seguimos en tierra de vampiros) existía el cazador de vampiros, que solía -aunque no siempre- ser un religioso, una especie de exorcista que, ¡ojo!, ni son cosa del pasado ni de películas: siguen funcionando en la actualidad en la Iglesia Católica. En España en concreto hay 15 sacerdotes que cuentan con la autorización eclesiástica. Sólo en Madrid hay 8, uno por cada vicaría. Pero, volviendo a los Balcanes, otra opción que no fuese un sacerdote era el «dhampiro»: según la tradición zíngara era el hijo o el descendiente de un vampiro, con el poder de detectarles y de destruirles.
Se suponía que debido a su estado ni vivo ni muerto, los vampiros era estériles. Pero en la tradición eslava del sur, el mito señala que los vampiros podían volver con su mujer -u otras- y dejarlas embarazadas. De hecho, también señalaban que un vampiro podía viajar a alguna localidad donde no le conociesen, casarse y tener hijos. En casa se portaría como un hombre normal, aunque cometería sus fechorías disimuladamente, lejos de allí. El fruto de esas relaciones entre un vampiro y una mujer normal, sería el «dhampiro», y su facultad para detectar y destruir vampiros se transmitía a sus descendientes.
Una vez detectado el vampiro había que destruirlo, lo que no siempre era fácil. El método clásico y más conocido era el de clavarle una estaca en el corazón, pero incluso en la madera había sus «gustos». En Rusia se consideraba al fresno como la madera más adecuada para tal propósito, mientras que en Bulgaria lo era la madera de espino blanco. Por contra, en Silesia la preferían de dura madera de roble. Y en una cuestión tan seria como el vampirismo, la forma de clavarla también era importante: mientras que en Rusia y Alemania solía clavarse apuntando hacia la boca, en Serbia se dirigía hacia abajo, hacia el estómago.
Hubo otros métodos: en Alemania y Polonia se decapitaba al cadáver del vampiro colocando la cabeza junto a los pies, aunque otra práctica expeditiva que mencioné antes era el de incinerarlo, o también repetir el funeral cambiando de tumba tras tomar las medidas anteriores, sin olvidarse de los rituales de magia, rezos y responsos.  Una práctica curiosa que utilizaron en Bulgaria era «embotellar» al vampiro: en una botella introducían un icono religioso y algo del alimento preferido de éste. Había que estar muy atento porque una vez que el espíritu del vampiro se introducía en la botella, atraído por su comida favorita, el hechicero se apresuraba a cerrarla con un corcho y, acto seguido, arrojarla al fuego.
-personajes históricos relacionados con el vampìrismo: Elisabeth Báthory, Gilles de Rais y Vlad Tepes
Los vampiros se reportan desde la más remota antigüedad, desde la lejana Sumeria y Egipto a China y en casi todo el mundo, la relación sería muy larga. Como ejemplo, la Ley Sálica promulgada en el siglo V por Clodoveo entre los francos (aunque se la conocería más tarde sobre todo por la regulación de la sucesión monárquica a favor de los varones), ya preveía multas:
la mujer vampiro que devore a un hombre, comprobándose su culpabilidad, deberá pagar una multa de 8000 deniers, o sea, 200 sous…
Posteriormente aparecen menciones en Islandia, Rusia, Grecia o Inglaterra. Pero, sin olvidarnos de España, os contaré la leyenda casi olvidada del Conde Estruch, que al parecer hizo de las suyas en el Alto Ampurdán. En 1991 apareció una novela: Estruch, escrita por Salvador Sáinz, aunque el mismo autor asegura que sólo se limitó a darle forma literaria a una oscura leyenda que forma parte, erróneamente, del folklore catalán. Espurgando en la leyenda (que no en la Historia), se cuenta que un tal Guifred Estruc, caballero del otro lado de los Pirineos, combatió como cruzado junto al rey de Aragón, Alfonso II, con éxito contra los almohades, en aquel tiempo verdadero castigo para los reinos cristianos. Alfonso premió por su apoyo y valor a Guifred con el título de Conde y con la posesión del término de Llers, en el Alto Ampurdán. Zona al parecer donde el paganismo aún no se había eliminado y tierra de brujas desde siempre, a las que  Guifred persiguió como antes había combatido a los almohades.
Las distintas versiones de la leyenda se entretejen y se hacen confusas, pero al parecer Guifred, ya Conde de Estruc, murió asesinado en 1173 en su castillo de Llers. Pero tras morir y por sus muchos pecados, su vida disoluta (y por haber sido abandonado en el castillo sin enterramiento cristiano tras el asesinato), el conde se convirtió al morir en vampiro que sembró el terror en el lugar, hasta que una anciana monja (según otros, un ermitaño judío, y según otros ambos juntos en comandita) consiguió acabar con él.
La leyenda, como suele suceder, se enrevesa: algunos dicen que Estruc era apellido judío, por esa razón sólo el ermitaño judío, con ayuda de la Cábala, consiguió darle descanso, acabando con la maldición. Sólo añadir que no hay testimonios escritos (aparte de la novela de Salvador Sáinz) sobre el Conde, tan sólo testimonios orales sobre este caso aislado de vampiro español…bueno, en España, porque ni siquiera era natural de aquí. Además del legendario Conde Estruch, hay tres personajes históricos de los cuales dos, si bien no inspiraron leyendas vampíricas bien pudieran haberlo hecho, como la condesa Elisabeth Báthory o Gilles de Rais, el aristócrata francés. Y un tercero que sí inspiró: Vlad Tepes
-Erzsébet Báthory o la Condesa Sangrienta
Erzsébet, o Isabel en castellano, o Elisabeth Báthory fue una aristócrata perteneciente a una de las más rancias y poderosas familias de la nobleza de Hungría, con conexiones con otras familias de la aristocracia europea central, e incluso relacionada con algunas casas reales. Uno de sus antepasados fue Vlad Tepes, el inspirador de Drácula, e incluso sus antepasados directos tuvieron amplias posesiones en Transilvania, tierra de vampiros, con un importante condado.
Según los retratos que le hicieron Elisabeth fue una mujer de una gran belleza, belleza que quiso conservar al acercarse a la madurez. Ya viuda y a los 44 años «inventó» un método consistente en secuestrar, torturar y desangrar a numerosas doncellas en sus numerosas posesiones, con cuya sangre se bañaba, para conservar su tersura y su lozanía. Aunque la leyenda de los baños en sangre no aparece hasta un siglo después de su muerte, y de hecho no aparece en las acusaciones ni en los documentos procesales de su causa. En 1817 se reavivó la leyenda al publicarse los relatos de los testigos, aparecidos décadas antes, en 1765.
baño de sangre de elisabeth bathory
Representación imaginaria de los ficticios «baños de sangre» de Elisabeth Báthory, según un grabado del siglo XIX. Lo de los baños apareció por primera vez en 1729, en un grabado del libro Trágica historia, escrito por el jesuíta Laszlo Turóczi, la primera narración escrita sobre la Báthory. Más tarde, en 1767 el historiador húngaro Matthias Bel lo desmintió en su libro de historia (Notitia Hungariae…), pero paradójicamente contribuyó a propagar la leyenda
Se calcula que Elisabeth pudo asesinar por estos métodos durante seis largos años un total de 612 muchachas, entre los 9 y los 16 años, ayudada por un par de criados de confianza y algunas brujas. Pero mientras fueron jóvenes campesinas no hubo problemas. Lo malo es que, al escasear las campesinas, Elisabeth pudo haber secuestrado a jóvenes de la nobleza rural y ahí no, ¡hasta ahí podíamos llegar!…con la nobleza no se juega.
Ya se sospechaba por la gente de la zona que veía desaparecer a tanta muchacha, e incluso algún clérigo informó al rey Matías II de Hungría de que «algo» raro estaba pasando en el castillo de Catchice, donde residía habitualmente. Matías nombró como investigador general a Jorge Thurzó, primo y rival de Elisabeth, que entró con sus soldados en el castillo (la condesa carecía de guardia armada) encontrando de todo: mujeres agonizantes con los huesos rotos, doncellas desangradas, mutiladas, llenas de cortes y heridas, y cadáveres por todos lados. Un espectáculo, como se suele decir, dantesco.
Jorge Thurzó encontró el diario de Elisabeth (actualmente en paradero desconocido) donde narraba pormenorizadamente, día a día, lo que les pasaba a sus víctimas con todo lujo de detalles. No hablaba de los «baños de sangre», pero sí que bebía la sangre de sus víctimas a las que mordía en las mejillas, los hombros o los pechos. El proceso fue rápido y acabó el 7 de Enero de 1611 con la condena de la «condesa sangrienta». Pero gracias a su condición aristocrática a Elisabeth «solo» la condenaron a vivir emparedada en uno de los aposentos de su castillo de Catchice, de donde no volvería a salir. El aposento en cuestión quedó totalmente tapiado, excepto por un pequeño hueco por donde le introducían la comida, hasta que un día, el 21 de Agosto de 1614, la encontraron muerta. Tenía 54 años.
Por contra, a sus cómplices, aquellos que le proporcionaron toda esa multitud de víctimas, plebeyos al fin y al cabo, se les aplicó la tortura para que confesasen (ya se sabe: con una buena tortura se confiesa todo lo que haga falta) y, tras la confesión, la muerte en la hoguera o decapitados, acusados de brujería y asesinato. No se descarta que las ambiciones políticas de Elisabeth la estuviesen volviendo un tanto «peligrosa» para la nobleza húngara. Como solía suceder, a su muerte Matías II de Hungría se apropió de las numerosas posesiones de Elisabeth Báthory.
Gilles de Rais
Gilles de Rais fue el poderoso mariscal de campo, el comandante supremo de las tropas francesas durante la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra, guerra que se extendió desde el año 1337 hasta 1453 (116 años más exactamente, duró la tal guerra). Pero además fue el hombre más rico de Europa, riqueza que ya le venía de familia. Y riqueza que acrecentó más todavía tras su boda con una rica heredera: Catherine de Thouars, prima suya a la que «raptó», aunque al parecer había consentimiento por parte de la secuestrada. Gilles tenía 16 años por aquel entonces, y ya apuntaba maneras su impetuosidad.
En aquella larga Guerra de los Cien Años en la que fue comandante supremo, Gilles conoció a Juana de Arco, llegando incluso a combatir juntos en el asedio y la conquista de Orléans. Se especula si pudo intentar rescatarla, una vez hecha prisionera, en la ciudad de Rouan donde la «doncella de Orléans» al final moriría en la hoguera, ya que Gilles tuvo campamento y tropas a tan sólo 25  kilómetros de allí. Al parecer Gilles y Juana se llevaron bien, pero aquellos eran tiempos muy movidos y al final tan sólo son especulaciones.
Tras la coronación de Carlos VII como rey de Francia, el 21 de Octubre del año 1422, Gilles de Rais continuó a sus órdenes como mariscal de campo hasta 1432, pero fué desligándose de sus responsabilidades hasta acabar retirándose a sus dominios donde vivía como un príncipe, rotando por sus castillos de Champtocé, el de Machecoul o su favorito, el de Tiffauges, rodeado por su guardia personal de 200 soldados de caballería y de 50 clérigos. Pero, pese a su enorme fortuna, Gilles era un despilfarrador.
Gastó grandes sumas organizando fiestas y obras teatrales. Muy culto y amante de la música, se extasiaba escuchando cantos gregorianos y música de órgano, del que llegó a encargar alguno portátil que le acompañaba en sus desplazamientos. Para intentar recuperar fortuna, Gilles de Rais comenzó a recurrir a la alquimia, buscando la piedra filosofal que le permitiese fabricar oro.
Su biblioteca al parecer era fantástica y muy bien provista de todo tipo de obras científicas, de alquimia (que era la química de su época), de astrología y de magia negra, pero entre su corte se movieron brujos y alquimistas que le fueron convenciendo de intentar unos u otros experimentos, e incluso de hacer pactos con el demonio a cuyas sesiones, Gilles de Rais, muy supersticioso y temeroso del diablo, prefería no asistir, con lo que los brujos tenían carta blanca para contarle todo aquello que se les ocurriese, con tal de sacarle el dinero…
Lo de la magia negra, por supuesto, venía de antes. Un investigador del tema, José Rodriguez Guerrero, en su obra Un repaso a la Alquimia del Midi Francés en el S. XIV, nos cuenta:
está documentado que durante el año 1326 un clérigo de Toulouse llamado Pere Ramón Esparnieri, junto a un tal Pere Gilbert, fundieron en plomo tres cabezas parlantes o «caput phitonicum», con la esperanza de que pudieran relatar las claves para fabricar oro o, en su defecto, el emplazamiento exacto de algún tesoro oculto…
Los dos hombres pensaban que las imágenes podían encerrar a espíritus reveladores si se confeccionaban en una fecha determinada, bajo una constelación concreta, marcándolas con el signo de un escorpión y grabando en ellas una serie de letras. Su experiencia no funcionó y fueron sentenciados a prisión por emplear magia con fines maléficos y no por practicar alquimia.
Tomás de Aquino destruye la cabeza parlante de Alberto Magno
Grabado de la imagen de Tomás de Aquino destruyendo la cabeza parlante de San Alberto Magno ante la sospecha de estar endemoniada
Esparneri y Gilbert confesaron haber caído en tales conjuros tras muchos años perdidos en su laboratorio alquímico. Hubo prácticas nigrománticas similares en el entorno occitano aragonés y catalán. Se conserva un breve cuestionario en el que cierto canónico ilerdense lanza a un espíritu diabólico todo tipo de preguntas sobre la piedra filosofal:
¿por qué la llaman La Piedra?…¿cómo se confecciona?…¿cuánto tiempo se necesita para fabricarla?…¿qué virtud y poder tiene?…
No obstante, la condena contra los alquimistas no era tanto por actos de magia en sí, sino por falsificación de moneda (costumbre muy extendida, incluso por la monarquía) así como la venta de falsos sellos oficiales, pecado ya condenado por el Papa Juan XXII en 1317 en su bula De crimine falsi y, más posteriormente, por el inquisidor catalán Nicolás Eymerich, en su Tractatus contra alchimistas, de 1396. La Iglesia se ha sentido muy amenazada por las herejías de cátaros y albigenses que prosperaron en el sur de Francia y a los que ya ha vencido, pero ve enemigos por todos lados.
Al otro lado de los Pirineos, en Francia, comienzan los primeros procesos para perseguir herejes, amparándose en una bula fechada el 22 de Agosto de 1320, y en la que el Papa Juan XXII (volvemos a encontrárnoslo) concedió potestad al inquisidor de Carcasonne para procesar a quienes adorasen a los demonios o firmaran un pacto con ellos. A partir de esa fecha se desató la carnicería, que se extendió por toda Europa durante tres siglos muriendo decenas, cuando no cientos de miles de condenados.
Curiosamente en España y pese a tanta Leyenda Negra los procesos contra brujas fueron casi inexistentes. Pero como lo de la brujería sobrepasa el tema de esta entrada, si tenéis interés sobre las persecuciones en Europa y el caso concreto de la Inquisición española os aconsejo que leáis en este blog, la entrada: Brujería e Inquisición. Tres siglos de torturas en Europa.
Pero volvamos a Gilles de Rais. De unas cosas fue pasando a las otras. De la astrología y de buscar la piedra filosofal, a matar niños, como le habían aconsejado sus «asesores». Todavía existen los detallados textos del juicio a Gilles de Rais, donde él mismo atestigua que bebía la sangre de los niños, aún vivos, o que…
había actuado según la naturaleza que le habían impuesto los astros, y que no podía controlar…
Durante 8 años y en su castillo de Tiffauges pudo matar al menos a 300 niños y jóvenes, con una edades comprendidas entre los 7 y los 20 años. Jóvenes que degollaba o apuñalaba lentamente, a los que gustaba ver desangrándose, sobre cuyos cadáveres eyaculaba y cuyas cabezas cortaba para exponerlas en fila, y decidir cual era el más bello o el más hermoso… Muchas veces tras el crímen lloraba y se arrepentía amargamente, pidiendo perdón a Dios y jurando no repetirlo…pero le duraba poco el arrepentimiento y volvía una y otra vez…
Pudiendo haberse rebelado, Gilles de Rais aceptó presentarse mansamente ante el obispo de Nantes, Jéan de Malestroit, acusado de necromancia y alquimia. Una vez en los calabozos y sometido a tortura, fue confesando sus crímenes siendo acusado de sodomía, de herejía, de asesinatos, de pactos con el diablo y una larga lista de «diabluras»… Porque bajo el tormento difícil es no aceptar los crímenes insinuados por el inquisidor.
De entre ellos los más horrorosos, los de haber torturado y asesinado a más de 300 niños durante aquellos 8 años. Con él, por supuesto y como suele pasar, fueron interrogados y torturados sus criados, aquellos que le ayudaban a conseguir víctimas y que, como corresponde a los herejes, murieron en la hoguera. Gilles de Rais, como aristócrata, se libró del fuego al menos, muriendo en la horca. Hubo quien sacó provecho del proceso: los restos de su fortuna que aún debía ser numerosa se repartió entre el obispo de Nantes Jéan de Malestroit, entre el inquisidor Jéan Blouyn y el duque Juan V.
-Vlad III
vlad tepes
Retrato de Vlad III, de 1560, copia de un original realizado en vida del príncipe. Actualmente en la Cámara de Arte y Curiosidades del Palacio de Ambras, en Innsbruck
Si ha habido un personaje histórico inspirador de vampiros, éste ha sido sin duda el príncipe valaco Vlad III, más conocido como Vlad Tepes («el empalador») o Vlad Draculea, considerado hoy día como héroe nacional en Rumanía. Vlad III nació aproximadamente en 1430, en una época de contínuas guerras y sangrientos conflictos, y en un lugar fronterizo e inestable como era Valaquia, un «far-west» de la época, donde en vez de indios había turcos. Un extenso principado situado al sur de la actual Rumanía, y limitado entre el río Danubio por el sur (fronterizo con Bulgaria, territorio otomano), y los montes Cárpatos por el norte.
Cruzando los Cárpatos ya estaba Transilvania, Moldavia y Hungria, de la que dependía Valaquia indirectamente. Pero si los musulmanes otomanos eran un enemigo constante y peligroso, los vecinos del norte no por cristianos dejaban de ser muy molestos: los sajones de Transilvania o los propios húngaros plantearon conflictos territoriales a menudo. En semejante lugar tuvieron lugar los hechos de Vlad que, como si de la serie Juego de Tronos se tratase, incluyeron alianzas temporales con húngaros y otomanos, estancias en calidad de rehén a los doce años de edad entre los turcos, o prisión durante largos catorce años en Visegrado, por parte de los húngaros.
El sobrenombre de «Draculea» fue una herencia por parte de su padre, conocido como Vlad Dracul = el Dragón, que a su vez recibió este nombre tras ser admitido en la Orden del Dragón, creada por Segismundo, rey de Hungria, y que era la encargada como guardia fronteriza de contener los avances otomanos que venían del sur. Lo de «Tepes» = el empalador, lo recibió por el expeditivo método de ensartarles en un poste que aplicó con generosidad a sus enemigos, sin importarle si eran turcos o sajones. Los empalados de Vlad fueron cientos, y seguramente miles, incluso muchos miles, aunque la historiografía posterior elaborada por sus rivales pudo haber aumentado el número y lo de «Tepes» fue un sobrenombre que comenzaron a aplicarle en el orbe cristiano ya en 1550.
No obstante muchos de los testimonios que nos han llegado sobre sus «métodos» están basados en testimonios oculares directos. Los otomanos hablaban, imagino con aprensión, de los «bosques de empalados». En los alrededores de Targoviste, reconquistada por los turcos tras haber sido inicialmente dominada por Vlad, encontraron unos 20.000 cadáveres, entre hombres, mujeres y niños, todos ensartados en postes. De hecho los otomanos se referían a él bajo el nombre de «Khazikli Bey» = el Señor Empalador.
Del cronista griego Laonico Calcocóndilas, que conoció aquellos territorios, nos ha llegado una única obra: Exposición de la historia en diez libros, aunque fue más conocida posteriormente como Historia de los turcos. Calcocóndilas escribió una carta el 11 de Febrero de 1462 a Matías Corvino, rey de Hungría y rival de Vlad, en la que comentaba que…
más de 23.884 turcos y búlgaros habían sido asesinados por orden suya durante la campaña (de 1462)…
Sin duda Vlad III debió ser todo un personaje de armas tomar, nunca mejor dicho. Las historias sobre Vlad le convirtieron en el gobernante medieval más conocido de las tierras rumanas de Europa. Su fama llegó hasta Roma, donde el Papa Pío II ya incluyó una lista de las crueldades de Vlad, en sus Comentarios, escritos en 1462 e inspirados en lo que Nicolás de Modrus contó al Papa.
Debemos una descripción personal de Vlad al ya mencionado Nicolás de Modrus, legado papal de Pío II, que le conoció en Buda:
no era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía la nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro rojizo y delgado y unas pestañas muy largas que daban sombra a unos grandes ojos grises y bien abiertos; las cejas negras y tupidas le daban aspecto amenazador. Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes hacían que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre unas anchas espaldas una ensortijada melena negra…
Descripción que se ajusta bastante al único retrato que se conserva de Vlad, una copia de un retrato realizado en vida y que se conserva en la «Galería de retratos de monstruos», dentro de la Cámara de Arte y Curiosidades del Palacio de Ambras, en Innsbruck. Hasta Alemania también llegó su fama. El Maestro cantor Miguel Beheim escribió un extenso poema en 1463 titulado Historia de un loco sanguinario llamado Drácula de Valaquia, y que fue representado en la corte de Federico III de Habsburgo. La imprenta no tardaría en hacer su aparición, y los relatos que ya circulaban sobre el «loco sanguinario» se hicieron superventas.
Aunque hoy día y según los criterios modernos Vlad hubiese sido juzgado y condenado como genocida, sólo se puede considerar que le tocó bregar entre guerras e insurrecciones constantes y que la tónica del momento era reprimir y castigar con mano dura no…¡durísima!, para ganarse, si no el respeto de súbditos y enemigos, sí una obediencia ciega…el reinado del terror, en suma. Pero Vlad, en esencia, era un guerrero.
Tras su largo encarcelamiento de 14 años en Visegrado por orden de Matías Corvino, hubo presiones «internacionales» para ser liberado ante los avances de los turcos, porque todos sabían que, si no el único, si era de los primeros en saber plantarles cara y en poder detenerles, y los turcos seguían representando un peligro real. No en vano en 1529, cincuenta y dos años después, los otomanos llegaron hasta las cercanías de Viena, a la que pusieron cerco aunque afortunadamente no llegaron a tomarla.
Los otomanos habían conquistado Valaquia de nuevo y una coalición entre Vlad, una vez liberado, y Esteban de Moldavia reconquistaron la región, coronando a este último como Esteban III, y expulsando a Basarab Laiota, aliado de los turcos. Pero la vida da muchas vueltas, y más en aquellos tiempos tan conflictivos. Basarab contraatacó de nuevo, apoyado esta vez con refuerzos otomanos  y derrotó a Vlad, que fue muerto en el campo de batalla a comienzos de Enero de 1477 (otros investigadores sostienen que fué unos días antes, pero qué mas da) junto a toda su guardia moldava, según relató en una carta posterior Esteban III de Moldavia y Valaquia. Según los cronistas el cadáver fue troceado y la cabeza enviada a Mehmed II, su gran enemigo. Mehmed sin duda respiró aliviado al ver la cabeza de «Khazikli Bey»…bien separada del cuerpo…
Se desconoce el lugar de su entierro. Según la tradición popular, que se registró por primera vez a finales del siglo XIX, Vlad fue enterrado en el monasterio de Snagov, fundado por Mircea el Viejo, abuelo de Vlad Tepes. Sin embargo las excavaciones realizadas en 1933 por el historiador y arqueólogo rumano Dinu V. Rosetti no encontraron bajo la supuesta lápida ninguna tumba. Rosetti informó:
...debajo de la lápida atribuída a Vlad no había una tumba. Sólo muchos huesos y fauces de caballos…
Vlad el Empalador sirvió de inspiración al escritor irlandés Abraham, «Bram» Stoker, el tercero de siete hermanos (como yo, me hizo gracia cuando me enteré). Bram fue todo un «cerebrín» (esta vez no como yo): licenciado con matrícula de honor en Matemáticas y Ciencias por el Trinity College de Cambridge, y más tarde licenciado en Derecho. Trabajó también como crítico literario y de teatro, que compaginó con su trabajo como funcionario y escritor… Pero por lo que ha pasado a la posteridad ha sido por ser el autor de la novela Drácula, publicada en 1897.
Ya hemos visto la difusión que tuvo en Europa a raiz del descubrimiento de la imprenta la figura de Vlad III, algunas de cuyas narraciones sin duda pudieron
despertar la curiosidad de un intelectual como Bram Stoker. Aunque también sabemos que para escribir Drácula, Stoker recurrió a los conocimientos de un erudito orientalista húngaro llamado Arminius Vámbèry, así como al Informe sobre los principados de Valaquia, de Emily Gerard. Para definir el aspecto del ya conocido como Conde Drácula, Bram se inspiró en el actor británico Henry Irving y en el compositor Franz Liszt, austrohúngaro (ciertamente más «vampiresco» Liszt que Irving). Todas estas influencias pergeñaron la historia sobre la lucha entre el bien y el mal, y que se haría famosa a través de los tiempos del Conde Drácula.
Zombis
zombi
«Cualquier persona que intente privar de su voluntad a otro ser humano, por medio de envenenamientos o cualquier otro método, será condenado a prisión con la pena de intento de asesinato, y si en ese intento se llega al enterramiento de la víctima, esta persona será acusada de homicidio»… Artículo 249 del Código Penal de Haití…
…Creo que no hace falta añadir mucho más… La presencia de este artículo en el Código Penal de Haití indica la pervivencia del fenómeno zombi, un fenómeno casi exclusivo de la sociedad y la mentalidad haitiana. Lo único es que -creo, no he podido confirmarlo todavía- este artículo se derogó en sucesivas reformas, como la de 1987 o la última, en el 2012. El primer Código Penal haitiano, tras su independencia (en un proceso que se prolongó desde 1791 hasta 1803) se redactó en el año 1835, modificado poco después, en 1864. En el artículo 241, 246 y siguientes del 27 de Octubre de 1864 se refleja, como se indica:
(punto 1º):…también se califica como atentado a la vida de una persona por envenenamiento, el uso que se haya hecho contra ella de sustancias que, sin producir la muerte, hayan producido un estado letárgico más o menos prolongado…
(punto 2º)…si a consecuencia de este estado letárgico, la persona ha sido enterrada, el atentado será considerado como asesinato…
Pero el fenómeno ya era anterior a la independencia. En fecha tan temprana como 1697 se dió la primera aparición del concepto y de la palabra «zombi» dentro de la novela autobiográfica de Pierre Corneille de Blessebois: Le Zombi du Grand-Perou, ou la contesse de Cocagne. Sólo añadir que el autor, Blessebois, fue un personaje digno de película: de vida azarosa y aventurera, sufrió destierros, prisión e incluso fue condenado a remar en galeras. En alguno de esos destierros tuvo la ocasión de conocer Haití, en aquellas fechas todavía colonia francesa, donde muy posiblemente debió oir hablar de los zombis.
Un tema tan sugerente a la par que «exótico» como el de los zombis despertó atracción por parte de etnólogos y antropólogos. Mencionaré dos de ellos:
En 1937 la folklorista estadounidense Zora Neare Hurston, miembro activo del movimiento «Renacimiento de Harlem», tuvo ocasión de vivir en Haití durante dos años, transcurridos los cuales escribió varios relatos donde contaba que los zombis eran personas sometidas a drogas psicoactivas que los privaban de voluntad. Lo malo es que esos relatos estaban basados nada más que en meros rumores, en confidencias o en «cotilleos», nada contrastado científicamente. Aunque Zora afirmó haber oído hablar del caso de Felicia Félix-Mentor, fallecida y enterrada en 1907 y a quien muchos lugareños aseguraron haber visto viva, treinta años después, convertida en zombi.
Otro caso un tanto diferente fue el del antropólogo y etno-botánico canadiense Wade Davis, que viajó a Haití para investigar el tema. En uno de sus libros: La serpiente y el arco-iris, convertida incluso en película, aventuró la teoría de que se podía convertir a una persona en zombi mediante el uso de dos sustancias en polvo: el «coup de foudre» y el «cocombre zombi». Hablaré luego de estos productos, utilizados por los brujos bokor, los «especialistas» en zombificar.
Davis obtuvo información (aunque no tuvo ocasión de conocerle ni por tanto de hablar con él) del caso de un tal Clairvius Narcisse. Al parecer Clairvius se enemistó con su hermano por un problema de herencias, siendo «eliminado», zombificado por un bokor y enterrado en vida, el 2 de Mayo de 1962. Aquella misma noche fue desenterrado y Clairvius trabajó como esclavo durante dos años en una plantación propiedad del brujo. Para su fortuna, el bokor para el que trabajaba fue asesinado dos años más tarde con lo que, al no suministrarle los productos que le mantenían zombi, Clairvius fue recuperando -nunca del todo- su consciencia, hasta que le encontraron semidesnudo y atontado, vagando por las calles.
Davis había estado varias veces en Colombia investigando el uso de plantas entre los nativos, pero en el caso concreto de Haití sus teorías fueron ampliamente refutadas por otros investigadores. Le achacan que, al parecer estuvo muy poco tiempo en la isla como para profundizar en el tema. Por otra parte desconocía el «créole»: el «criollo», la lengua usada por la mayoría de los haitianos, una mezcla de francés (muy modificado), de español y de términos africanos, y cuando necesitas un traductor la información obtenida puede llegar alterada. Se le achacaron también muy escasos conocimientos en cuanto a la historia y a la particular religión vudú de la isla. Y, para colmo, era blanco.
En Haití, ser blanco podía ser un handicap. En nuestro mundo desarrollado nos podrá parecer ilógico, pero entre la población negra, paupérrima y analfabeta del interior profundo (donde es más creíble el fenómeno zombi), a los blancos se les ve con la natural desconfianza porque, cuando aparecen, siempre es para llevarse algo. Podrás contactar con ellos, siempre con un intermediario (negro), y aún así e incluso ofreciéndoles dinero, es difícil que se confíen. En mi opinión, Wade Davies es el típico investigador occidental prestigioso (es explorador en «plantilla» de la National Geographic) que ha reunido material sobre un tema tan morbosamente interesante para nuestra cultura occidental como es el de los zombis, y que ha conseguido el éxito comercial con sus libros…pero sin profundizar en su cultura.
Por contra, la otra investigadora antes mencionada, Zora Neare Hurston, además de vivir dos años en Haití tuvo dos cosas a sus favor: era negra, y era mujer. Permitidme que os explique. Hace pocas semanas (escribo ésto en Mayo del 2020, en plena pandemia) se ha emitido un documental de la cadena Netflix sobre Michelle Obama, la mujer del 44avo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. En el documental, titulado Becoming (aunque en castellano se le haya titulado Mi historia), Michelle reivindica con orgullo su condición de mujer, y de negra. Y para colmo, procedente de un hogar humilde.
zora nearle jones
                                  La activista y folklorista Zora Neare Hurston
El hecho de ser negra, en una población negra como la haitiana, ya predispuso a Zora Neare Hurston a ser aceptada con más facilidad (en este caso, como un racismo pero a la inversa) que si hubiese sido blanca, la imagen -allí- del explotador. Os recuerdo que fue una activa militante del grupo «Renacimiento de Harlem» y Zora conoció sin duda alguna el fuerte racismo desde niña en su propio país. Al parecer nació a finales del siglo XIX en Eatonville, Florida, aunque otros barajan que pudo ser en Notasulga, Alabama; en todo caso el Sur profundo y racista de los Estados Unidos. Y el hecho de ser mujer era doblemente importante.
En los países subdesarrollados la sociedad es hostil y violenta, y las mujeres tienden a protegerse entre ellas (algo así como pasó con las sociedades secretas haitianas). Y era mucho más fácil que Zora se ganase la confianza y obtuviese información de otras mujeres que si hubiese sido un hombre, ante los que las mujeres muchas veces prefieren estar calladitas, por una mezcla entre desconfianza y miedo. Mujer y negra: doble ventaja en este caso.
-Haití: un país con una historia desgraciada
Para entender el «fenómeno zombi» habría que remontarse a la peculiar y dramática historia de Haití que intentaré resumir lo más posible. Colonia francesa, se convirtió en el principal productor de azúcar, con más de 800 ingenios que procesaban la caña de azúcar. Azúcar que exportaban en su mayoría a su principal cliente, a las recién independizadas colonias que formarían los Estados Unidos, para sus destilerías de ron y licores.
expo vudu 1
Deidad vudú, con sendos cráneos de caimán. Exposición en el Field Museum de Chicago en el año 2015, dedicada a Haití. 
El cultivo y explotación de la caña se sostenía por una abundante mano de obra esclava: aproximadamente 300.000 negros de origen africano frente a doce mil blancos europeos y mulatos libres. Explotó una sangrienta revuelta que, tras grandes matanzas de los antiguos amos, cristalizó en su independencia. A partir de entonces se sucedieron una serie de reyezuelos y dictadores (negros) que siguieron sometiendo a la población, pese a las grandilocuentes proclamas de libertad e igualdad.
El origen étnico de todos estos esclavos era una amalgama de negros procedentes de Angola, de Congo o de los países del Golfo de Guinea, cada cual con los restos de su cultura que trasplantaron a América. Aportaron sus creencias en dioses diversos y una estructura religiosa donde todo cabía: desde una jerarquía de brujos, magos y encantadores a un panteón donde tenían sitio desde sus primitivos dioses africanos a figuras de la iglesia cristiana, en un sincretismo sin igual. De hecho y aunque haya un 45% de cristianos, el vudú haitiano es la religión estatal oficial, practicada por más de un 50% de la población.
iniciacion vudu
                                                Ceremonia de iniciación vudú
Haití sigue siendo el país más pobre de América (y casi del mundo). El 80% de su población vive bajo el umbral de la pobreza, lo que acarrea su gran atraso. Con una economía agraria de susbsistencia, con una alta tasa de analfabetismo y una población dispersa en un país montañoso donde para desplazarse es necesario recorrer caminos de tierra y pistas entre la selva y las plantaciones, con alguna carretera a lo sumo. Un país pobre, atrasado y aislado, sumido en creencias primitivas.
Desde los tiempos de la esclavitud los negros se organizaron a su manera para protegerse formando sociedades secretas, que se mantuvieron tras la independencia. Grupos que formaban feudos que dominaban en sus remotas regiones, tales como los Zobop, le Grand Drop, los Bizango, los Ulibindingue, los San Poel, los Mandingue, los Cochons Gris o los Chanterelle, entre otros…Del poder político y militar no se podía esperar mucho, más allá de su corrupción y su violencia, Se les veía poco y como a extraños. En las aisladas zonas rurales tenían más predicamento las sociedades secretas, y por encima de ellas, las grandes figuras religiosas del vudú, de la antigua religión: el bokor y el oungam.
Mezcla de caciques, de guía espiritual y de sheriff de la zona, las diferencias entre bokor y oungam suelen ser difusas, pero importantes. Mientras que el oungam es un sacerdote vudú que hace generalmente el bien y bendice a las «loas» (=dioses) siempre con la mano derecha (la mano «santa», la mano «buena»), el bokor es un sacerdote vudú más peligroso. En sus ceremonias utiliza tanto la mano derecha, la «buena», como la izquierda: la «mala». Y es precisamente el bokor el encargado de «fabricar» zombis.
-¿cómo se «fabrica» un zombi?
En cierta ocasión el bokor Max Boubard dijo:
es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de esta forma no aporta nada a la comunidad…
En la primitiva y particular religión vudú, cuando algún miembro de la comunidad había cometido un delito, como podía ser un robo, una violación o incluso asesinato se le juzgaba, por supuesto lejos y sin contar con el poder político y militar, en algún lugar apartado por parte de un «tribunal popular» formado por una sociedad secreta, y en el que se le comunicaba la pena que le podía ser aplicada, tal como latigazos, bastonazos, mutilación, la muerte…o la zombificación. Pero esta sentencia no era más que un primer aviso y, una vez avisado, se le dejaba marchar. El condenado podía compensar a su víctima con dinero u otros bienes pero estaba avisado que, en caso de reincidir, el castigo sería inevitable…y la cosa iba muy en serio, como bien sabía el aterrorizado condenado.
muñeco vudú 1
Deidad (o demonio) de la religión vudú. En la esquina inferior izquierda se puede leer: Wangol…de Angola, uno de los lugares de procedencia de aquellos esclavos, que seguían manteniendo en su memoria
No sólo se zombificaba (permitidme utilizar la expresión) por estos delitos sociales, juzgados por tribunal popular, y aceptados por la comunidad como una justicia «natural». Había otros casos en que se procuró la zombificación: rencillas matrimoniales, conflictos familiares, problemas de herencias o de lindes en los campos, o la típica sospecha de que el vecino había hecho (por malas artes brujeriles) enfermar la vaca, producido un mal parto o estropeado la cosecha…aunque en estos casos, paradójicamente, no estaba bien visto y como vimos al repasar el Código Penal haitiano, sujeto a castigo. Había que recurrir tanbién al bokor, en estos casos más de tapadillo, para que proporcionasen todo lo necesario. Y, ¿qué era lo necesario?…
Las drogas psicoactivas que mencionó Zora Nearle, o los productos de los que hablaba Wade Davies tenían una base bioquímica y farmacológica. Por una parte el «cocombre zombi», que podemos traducir como el «pepino zombi», más conocido entre nosotros como el estramonio, del género Datura. El estramonio pertenece a la familia de las Solanáceas, donde se agrupan especies como el beleño o la belladona, entre otras. Usadas de siempre en la medicina popular por su alto contenido en alcaloides, sustancias capaces de alterar la consciencia de las personas.
Sólo como ejemplo: en los procesos por brujería en la Europa de la Edad Media se comprobó que las brujas se frotaban ingles y axilas (donde la piel es más fina y la absorción más rápida), o la escoba donde se subían para «volar» (con lo que se rozaban las ingles) con estos productos, lo que les provocaba alucinaciones de vuelos y desplazamientos a los akelarres, donde aseguraban haber estado aunque no se hubiesen movido de la cama. En los procesos, las pobres mujeres que solían acabar condenadas a la hoguera, confesaban bajo las torturas que había que frotarse «…hasta enrojecer la piel…»
Por otra parte, el «coup de foudre» , que podemos traducir literalmente como «golpe de polvo» o «golpe de pólvora», aunque su traducción más correcta en castellano sería el «polvazo»…Pero como «polvazo» tiene otra acepción más sicalíptica, casi mejor que lo dejamos en su francés original… El ingrediente principal del «coup de foudre» era una sustancia conocida como la TTX: la Tetradotoxina, 60.000 (sesenta mil) veces más potente que la cocaína, o 500 veces más potente que el cianuro…Tremendo, ¿no?…La TTX se encuentra en unos peces de la familia Tetraodontidae, la de los peces conocidos como pez-erizo y pez-globo. Hay varios géneros, para el que quiera profundizar, como el Diodon (especies histrix y holocanthus) o el Spheroides testudineus, que es el nombre científico del «fugu» japonés, pez sumamente venenoso pero bocado de lujo en Japón y al que muy pocos cocineros saben preparar para no intoxicar a sus selectos comensales.
pez fugu
Pez globo tigre, el fugu torafugu japonés. En el año 1958 murieron por envenenamiento al consumirlo 176 personas en Japón. A partir de esa fecha el gobierno reguló su preparación y consumo. El principal productor de TTX
Se concede al pez-globo el triste honor de ser el tercer vertebrado más venenoso, por detrás de la rana dorada (o rana dardo): Phyllobates terribilis, y del pez-piedra: Synancea horrida (con esos nombres de especie ya nos podemos ir haciendo una idea). La TTX es más abundante en la piel y sobre todo en vísceras como el hígado y las glándulas sexuales (ovarios y testículos). Había que ser muy hábil para saber preparar estas sustancias pero sin duda los bokor lo eran, depositarios de una tradición de herboristas y conocedores de las propiedades de las plantas.
La TTX (en dosis no mortales) produce la «anexia», o encefalopatía letárgica hipertensiva. La TTX  interfiere en la conectividad neuromuscular. Más concretamente bloquea los canales de sodio en la membrana de las neuronas (las células nerviosas), lo que en última instancia bloquea la transmisión nerviosa. De esta forma, en presencia de TTX las neuronas no son capaces de producir impulsos que permitan a los músculos contraerse.
La víctima permanecía viva aunque paralizada, con un ritmo cardiaco y respiratorio apenas perceptible, pero con un componente extra más terrible si cabe: manteniendo la consciencia, aunque no se pudiese mover. Cabe imaginar el terror que para una víctima de zombificación supondría el darse cuenta de cómo, una vez paralizado, le metían en una caja, le bajaban a un foso e incluso cómo podía escuchar las paletadas de tierra sobre él…
Había varios trucos para que la víctima ingiriese el «coup de foudre»: cuentan que incluso espolvoreándolo por el camino por donde iba a pasar, pero es más dudoso el efecto. Generalmente por vía oral, aunque era más arriesgado. A veces y sin que se diese cuenta, sobre la piel. Unido a sustancias irritantes como el veneno de sapo, la víctima se rascaba (como decían las brujas: «hasta enrojecer la piel») con lo que el producto se absorbía.
Una vez enterrado, tocaba desenterrarle. Esa misma noche o a más tardar a la siguiente, el bokor le sacaba de la caja y le hacía ingerir, ésta vez, el «cocombre zombi», la Datura stramonium, que revertía el efecto de la TTX con lo que le reanimaba físicamente. Había que darle masajes y flexionar sus extremidades para eliminar la rigidez, pero le dejaba emocionalmente destruído. Una vez esclavizado le hacían ingerir diariamente el «cocombre zombi» mezclado con otras plantas, con lo que se quedaba, esta vez y coloquialmente, zombi. Resultaba el trabajador perfecto: no sólo un esclavo, sino además un esclavo sin voluntad, soportando las duras horas de trabajo en la plantación sin ninguna queja.
 -el alma dual: las dos almas
Es importante destacar que el concepto de zombi en Haití está fuertemente anclado a la creencia del «alma dual», ya que esta forma de concebir el alma ya estaba presente en algunas religiones africanas presentes en la Costa de los Esclavos (Benín, Camerún, Ghana, Nigeria, Togo, etc). Según esta creencia, existen por lo menos dos tipos de alma: en el dialecto «créole», el «Gros Bon Ange» (o «Gran Buen Ángel») y el «Ti Bon Ange» (o «Pequeño Buen Ángel»). El primero, el «Gros Bon Ange», es un concepto espiritual al que se atribuye la memoria, los sentimientos y la personalidad. Esta alma está en relación directa con el cuerpo. Perder el «Gros Bon Ange» equivalía a perder la vida. El segundo tipo de alma, el «Ti Bon Ange», está ligado al cerebro, a la cabeza y a la conciencia del hombre. Se ha llegado a aceptar que el «Ti Bon Ange» es el que está directamente relacionado con lo que los creyentes llaman el proceso de zombificación.
Esta división del alma en la religión vudú es importante para comprender el proceso del zombi, pues es a partir de esta forma de alma (el «Ti Bon Ange») que se desenvuelven los dos tipos de zombi que han sido estudiados: el zombi corpóreo o el incorpóreo o, como los llaman en Haití: el «cuerpo sin alma» y el «alma sin cuerpo», aunque en la creencia popular haitiana la distinción no es definitiva ni total. Aunque las «almas sin cuerpo» tienen mucha importancia en el folklore popular haitiano, quizá estamos más acostumbrados a la figuración del «cuerpo sin alma».
Responde a la idea de una criatura que ha sido «regresada» de la muerte por el hechicero bokor a través de distintos medios y con el propósito de esclavizarle. Desde la tradición oral haitiana, se dice que una vez enterrada la persona en cuestión, ésta es exhumada y llamada tres veces por su nombre por el bokor.
¿Existen todavía zombis en Haití?….¡quién sabe!. En un país castigado por terremotos, pobreza extrema, atraso, hambre, corrupción y supersticiones, cualquier cosa es posible. Nos gustaría pensar que ya no, pero los haitianos siguen fieles a su vudú y los brujos siguen proporcionando ayuda o consuelo a la gente…o castigos, cuando hace falta. Mucha miseria, en suma…
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Los zombis han invadido hasta el mundo del merchandising. A la izquierda muñeco vudú «ex lover», y a la derecha muñeca «ex wife», con sus agujitas y todo. En el del «ex lover» se pueden leer textos como : «deja de llamarme», o «espero que tengas un mal acné»…
En nuestro cómodo y «fácil» mundo desarrollado nos ha gustado más la visión comercial y cinematográfica del vídeo Thriller de Michael Jackson, o serie exitosas como The Walking Dead, o la película que abrió camino en 1968: La noche de los muertos vivientes. Todas con su parafernalia de seres demacrados, cuando no semipodridos y llenos de llagas, vestidos de harapos, ansiosos por comerse a los vivos. Y de ahí a disfraces tipo Halloween sólo hay un paso…Sustitos, pero sin pasarse.

 

Brujería e Inquisición. Tres siglos de torturas en Europa

brujería. brujas de goya,
Linda maestra, de Goya, Capricho nº 68. Serie de aguafuertes de las Pinturas Negras, 1799
 
AVISO: esta entrada puede resultar muy desagradable, por lo duro de algunos pasajes
 
Introducción. Los orígenes de las persecuciones
Dos ejemplos de persecuciones religiosas con trasfondo económico
   -los Templarios
   -Gilles de Rais
   -la Chambre Ardente
Juana de Arco: una ejecución en la hoguera por causas políticas
Cálculo aproximado de víctimas acusadas de brujería
El protocolo de los procesos por brujería
   -acusadores y delatores
   -el interrogatorio. El Malleus Maleficarum
   -la tortura
Las brujas de Salem y el sexo asociado a la brujería. Íncubos y súcubos
El millonario negocio de las expropiaciones a los procesados
Un remedio contra la brujería: los exorcismos
Inquisición en España
   -el caso de las brujas de Zugarramurdi y el ecuánime inquisidor Alonso Salazar de Frías
 
Introducción. Los orígenes de las persecuciones
 
Durante trescientos largos años (aproximadamente entre 1450 y 1750), los procesos contra la brujería en Europa Occidental se convirtieron en una maquinaria organizada del horror, causa de cientos de miles de víctimas sometidas a las peores torturas, acabando casi siempre con la muerte en la hoguera. Pero aunque las acusaciones de los tribunales se fundamentaban en la herejía de los pactos con el Diablo, en la mayoría de los casos parecía que el motor principal consistió en una fuente de expropiaciones y de robos, expoliando a las víctimas, lo que convirtió en millonarios a muchos (jueces, príncipes, inquisidores, verdugos…) de los que se ocuparon de semejante «cruzada».
De hecho, según fueron prohibiéndose las expropiaciones, fueron desapareciendo los procesos por brujería. Es muy significativo que en los lugares donde no se permitía la confiscación de bienes, como era el caso del estado alemán de Jülichs-Berg, no hubo juicios por esta causa…No obstante, la oposición creciente por parte de los racionalistas hizo que en donde estos personajes dejaron su huella, inicialmente en países como Holanda o algunos principados alemanes, los procesos por brujería fueron perdiendo fuerza, aunque no fuese un proceso rápido ni fácil.
La brujería se mencionaba ya desde los tiempos de la Biblia, en la que hay numerosas menciones -y condenas- al respecto. De hecho, los inquisidores fundamentaron sus actuaciones sobre los testimonios bíblicos. Desde el episodio de «la bruja de Endor», (citada en el Primer Libro de Samuel -28, 13-14, que, convocada por el rey Saúl, hace aparecer al espectro del profeta Samuel), hasta una mención muy recurrida por ellos, la del versículo:…a la bruja no la dejarás con vida…(Éxodo, 22: 18-28)…aunque los expertos lingüistas aducen que, tras la palabra hebrea kaskagh, debería traducirse más correctamente como «envenenadora» que como bruja. Pero tras las «hechicerías» (que no «herejías») mencionadas por griegos y romanos, la acusación de pactar con el Diablo tomó forma y, más progresivamente a partir de las persecuciones contra las herejías en el sur de Francia contra los cátaros o albigenses, muy implantadas en esta área.
En el año 430 el derecho civil romano había establecido la pena de muerte para los herejes, secundando una disposición de la Iglesia cristiana del año 382 donde se decretaba que cualquier persona procesada por herejía debía ser ejecutada:
ningún hereje es cristiano. Pero si no es cristiano, todo hereje es demonio: reses para el matadero del infierno… (San Jerónimo, Padre de la Iglesia. Siglo IV).
Hay que tener en cuenta que en los comienzos del cristianismo hubo más de 300 sectas diferentes, cada cual con su planteamiento teológico, enfrentadas -a veces a muerte- las unas con las otras, cruzándose acusaciones mutuas de herejía y repartidas en todo el orbe cristiano. Y contra todas ellas combate la Iglesia «oficial» en su intento por fijar una ortodoxia.
Las herejías, pese a la persecución oficial, se resistían a desaparecer, convencidas cada una de ellas de que eran las únicas depositarias de la «Verdad». A finales del siglo XII se crea el Tribunal de la Inquisición en Roma ante la creciente inseguridad y debilidad de la misma, circunstancias que favorecieron la apostasía en las zonas más civilizadas de Europa, sobre todo en el sur de Francia, en las ciudades ricas del centro de este país, y de la Renania alemana. Para controlarla, la Inquisición se implantó en primer lugar en el Languedoc, en 1184, centro del catarismo. Poco después en Toulouse en 1233 (donde fue inquisidor célebre Bernardo de Gui, un «cazador» de albigenses) y en el reino de Aragón en 1249. Cabe comentar que en el reino de Castilla se implantaría en 1478, bajo el control de los Reyes Católicos, independiente de Roma.
 Las sectas heréticas son el blanco de la Inquisición, que inició los primeros procesos amparándose en una bula fechada el 22 de Agosto de 1320, por la que el papa Juan XXII concedía potestad al inquisidor de Carcasonne para procesar a quienes adorasen a los demonios o firmaran un pacto con ellos. La acusación era clara: rechazo voluntario de Dios y de la Iglesia. Antes de esa fecha las tropas reales habían preparado el terreno, combatiendo para eliminar a los albigenses, muy extendidos en la zona. Una vez conquistada la plaza de Béziers, en Julio de 1209, es célebre la frase con la que el legado papal, Arnaldo Amalric, aclaró las dudas del general sobre cómo distinguir a los prisioneros: ¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!…No podemos saber si los reconoció entre tanto muerto…las bajas en Béziers ascendieron a un total de 30.000 personas…
Así, una vez pacificada la región y apoyados en la bula papal, es a partir del año 1321 cuando se sucedieron los procesos eclesiásticos en el sur de Francia. Entre los años 1321 y 1350 doscientas personas acusadas de hechicería herética, es decir, de brujería, murieron sólo en Carcasonne, y unos cuatrocientos en Toulouse. Tras esos primeros pasos, en los que las purgas de la Inquisición habían erradicado a los cátaros y albigenses, no quedó un solo hereje en el sur de Francia.
Pero tras esos procesos y una vez creada la máquina, se desencadenó la primera oleada de ataques inquisitoriales. En 1350 la Inquisición juzgó por hechicería a unas mil personas entre Carcasonne y Toulouse, quemando en la hoguera a más de seiscientos. La caza de la bruja ya es imparable: los inquisidores le han cogido gusto a los procesos, que se extendieron por el Béarn (país vasco-francés, en la costa atlántica) y, desde el sur de Francia, hasta la Saboya francesa y el sur y el oeste de Suiza.
El norte de Italia tampoco se libró. En su tratado Questio de Strigibus (que podemos traducir del latín como «Dudas sobre las brujas») el inquisidor dominico Bartolommeo Spina, en 1523, dice que en la región de la ciudad de Como se quemaron al menos cien personas al año, y en ocasiones a más de mil… De ahí se extendió al resto de Europa occidental con sus debidas variantes, como veremos.
Fue a partir de 1390 y en especial en Alemania donde mayor proporción alcanzó la matanza de brujos, con la particularidad de que Alemania no existía como tal país unificado, sino que estaba formada por unos trescientos territorios autónomos en los que cada estado administraba la justicia a su capricho, aunque donde mayores proporciones alcanzó la matanza de brujas fue en las zonas dominadas por los príncipes-obispos, tales como Tréveris, Estrasburgo, Breslau y Fulda, y en especial en Würzburg y Bamberg, como luego detallaré.
Hubo varios factores que favorecieron el ambiente para la caza de brujas, como fue la pugna entre el catolicismo y el protestantismo al hilo de la Reforma de Lutero, en toda Europa Occidental, aunque en ambas zonas hubiese largas persecuciones. Por otro lado la Guerra de los 30 Años que dividió a Alemania y países cercanos en multitud de pequeños estados. Por éstas y otras circunstancias el apogeo se produjo sobre todo en la época del Renacimiento, en el momento de la transición del feudalismo al capitalismo. Todo ello produjo una inestabilidad social y crisis económicas (con la consecuencia de miserias en la población), lo que condujo a un sentimiento religioso exacerbado del que se aprovechó la Iglesia.
Y, siguiendo en Alemania, es muy significativo que en los lugares donde no se permitía la confiscación de bienes, como ya mencioné el ejemplo del estado alemán de Jülichs-Berg, no hubo procesos por brujería. Pero en este lugar tuvo mucho que ver la experiencia (beneficiosa) de Johan Weyer (1515-1588), médico personal del duque Guillermo al que además asesoraba y donde, gracias a su influencia moderada, el ducado fue un oasis de relativa tranquilidad en una Alemania estragada por las persecuciones de los inocentes. Como médico, Weyer comprendió que las historias de aquelarres y de posesión demoníaca eran frutos de mentes perturbadas:
las disputas entre vecinos, las riñas entre campesinos, los conflictos entre ciudades y el frecuente sacrificio del inocente son, muchas veces, consecuencia de la más fructífera de las desgracias, la creencia en la brujería…
El enemigo principal era el Diablo. Los teólogos y jueces eclesiásticos rizaban el rizo con sus disquisiciones flosóficas, intentando clasificar el mundo de la demonología. A tal fin elaboraron algunas clasificaciones de los demonios que podríamos tachar de surrealistas, ordenadas al estilo de las descritas para los ángeles y arcángeles, pero en su versión «demonios», enfrentadas muchas veces tal demonio con tal arcángel o con tal santo. Todos dentro de una jerarquía, cada cual con su nombre particular y su especialidad. Para los teólogos tenían su importancia en los procesos: si sabían qué demonio en concreto era el que estaba dominando y atormentando a las personas, sería más fácil conjurarle y vencerle. Los exorcistas, de los que hablaré más adelante, interrogaban a los poseídos preguntándoles por el nombre de su demonio y a qué rango pertenecía.
El 16 de Noviembre de 1618 un grupo de dominicos, jesuítas y capuchinos, exorcizaron a una aristócrata en la capilla de Notre-Dame-de-Guérison, en la diócesis de Auch, en Francia, expulsando a un demonio llamado Magot. Cuatro días después reanudaron el exorcismo contra un segundo demonio:
el espíritu comenzó a hablar con gran dificultad por boca de la paciente y nosotros iniciamos el interrogatorio de la siguiente manera: cómo se llamaba, de dónde era y de qué región. A esta orden que se le había dado en nombre de Dios contestó que se llamaba Mahonin, de la tercera jerarquía y el segundo orden de arcángeles, y que antes de entrar en el cuerpo del poseído, vivía en el agua…
…instado a que dijera qué santo del cielo era su adversario, respondió que San Marcos el Evangelista…
 
Una de las listas más completas de demonios y sus funciones aparece en Historia admirable (1612), del famoso exorcista padre Sebastien Michaëlis. En uno de los interrogatorios Balberith, un demonio que poseía a sor Madeleine, del convento de Aix-en-Provence, tuvo el detalle de contarle al sacerdote no sólo qué otros demonios poseían a la monja, sino el nombre de los santos cuya tarea consistía en luchar contra ellos…
Como los demonios eran ángeles que habían caído tras la rebelión celestial, mantenían su rango como tales. Sólo recordar que la Corte Angelical era un invento del evangelio apócrifo Seudo-Dionisio del siglo IV, basado en los escritos de Pablo (Efesios, I, 21; Colosenses, I, 16), y que constaba de nueve órdenes de ángeles, tres jerarquías cada tres órdenes. En la Historia admirable Michaëlis se extiende largamente hablando de jerarquías y responsabilidades demoníacas. Así, otro de los demonólogos más conocidos, Binsfield , confeccionó en 1589 la siguiente lista, responsabilizándoles de los siete pecados capitales:
-Lucifer: el orgullo
-Mammón: la avaricia
-Asmodeo: la lujuria
-Satanás: la ira
-Belcebú: la gula
-Leviatán: la envidia
-Belfegor: la pereza
Dictionaire infernal (1863) de Collin de Plancy
 
Representación del demonio Buer, presidente de la 2ª orden de los infiernos y que manda sobre 50 legiones de demonios…según el escritor y ocultista Collin de Plancy, en su Dictionaire Infernal (1863). Una de las 67 ilustraciones, a cada cual más fantasiosa, por Louis le Breton
 
Listas como éstas eran muy corrientes en las obras de teólogos y demonólogos, sesudos varones sin duda, a los que semejante tema se ve que preocupaba sobremanera, llegando a conclusiones, como dije antes, bastante surrealistas. En 1459 Alfonso de Spina pensó que una tercera parte de los ángeles se habían transformado en demonios: concretamente 133, 306 y 668. Un «experto en cibernética» del siglo XVI dió la siguiente cifra: 66 príncipes al mando de 6.600.000 demonios. Otro precisó aún más el número: 7.409.127 demonios capitaneados por 79 príncipes infernales. A Johan Weyer no debió parecerle bien y corrigió tales cifras: 7.405.926 demonios y 72 príncipes del infierno…¿Acaso no eran surrealistas?…
Dos ejemplos de persecuciones religiosas con trasfondo económico: el proceso contra los Templarios, y Gilles de Rais
 
-los Templarios:
Hablaré después del expolio sistemático que se organizó en los procesos por brujería, pero un buen ejemplo de esa línea nos lo da el proceso contra los Caballeros de la Orden del Temple, más conocidos como los Templarios. Fundada en 1118 por 9 caballeros franceses tras la Primera Cruzada, su intención era proteger a los peregrinos que, desde la costa, marchaban a Jerusalén, asaltados a menudo por los bandidos. Tras dos siglos de actividad, la Orden se había convertido en una de las más poderosas órdenes militares cristianas de la Edad Media. Hacia el año 1220 se había extendido por toda Europa, contando con más de 9.000 encomiendas, unos 30.000 caballeros, más de 50 castillos y fortalezas, con una flota propia y, sobre todo, inmensas riquezas, gracias a una compleja estructura económica que incluyó un precursor de la banca.
En 1307, el rey Felipe IV el Hermoso de Francia estaba en bancarrota, fuertemente endeudado con la Orden (que le había financiado el fuerte rescate de su padre Luis IX, prisionero en Egipto durante la VIIª Cruzada), y temeroso además del gran poder que ésta había alcanzado. Convenció -o más bien amenazó- al papa Clemente V y, tras acusaciones de hechicería y secretas ceremonias de iniciación donde insinuaron todo lo inimaginable, detuvieron al Gran Maestre, Jacques de Molay junto a 140 caballeros que, bajo tortura, admitieron todas y cada una de las acusaciones que les presentaron.
Durante siete años les persiguieron por todos los rincones de Francia, haciendo prisioneros -y ejecutando-  a 15.000 caballeros templarios, aunque muchos pudieron huir salvando su vida, estableciéndose como tal orden del Temple o bajo otro nombre en otras cortes europeas, como en España. Podemos imaginárnoslos como duros guerreros, habituados al dolor y a las privaciones, pero ante su capacidad de resistencia los métodos de los verdugos eran el mejor aliciente para confesar. Una vez obtenida tan «voluntaria» confesión, el 18 de Marzo de 1314 fueron quemados el Gran Maestre y dos caballeros más ante la catedral de Nôtre-Dame de París. Fue una jugada perfecta: el rey se libró de un competidor muy peligroso, y además se quedó con todas sus riquezas.
-Gilles de Rais:
El caso de Gilles de Rais (1404-1440) fue más o menos parecido. Se trataba del comandante supremo de las fuerzas francesas durante la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra. En el punto culminante de su poder, llegó a ser el noble más acaudalado de Europa, sumando a su fortuna la que adquirió al casarse en 1420 con Catalina de Thouars, heredera de una inmensa riqueza. Tras la coronación de Carlos VII de Francia se retiró a sus posesiones, donde vivía como un emperador, con una guardia personal integrada por doscientos caballeros, una capilla privada con treinta canónigos y una enorme librería, llena de manuscritos raros donde abundaban los de alquimia. Pero semejante tren de vida y sus despilfarros le obligaron a vender tierras.
Gilles de Rais volvió sus ojos hacia la alquimia y se puso a buscar la piedra filosofal, que supuestamente transformaba los metales en oro. Entre estas «rarezas» y su gran soberbia, que le enemistó con el alto clero francés, le fueron cerrando el cerco. Le acusaron de 47 delitos diferentes, entre ellos malos tratos al clero (había apaleado y encarcelado a algún sacerdote bien emparentado) y, sobre todo, pactos con el demonio, magia negra y, ya metidos en danza, le acusaron de: …hereje, apóstata, invocador de demonios, crímenes y vicios contra natura, sodomía, sacrilegio y violación de la inmunidad de la Santa Iglesia… (seguramente por lo de las palizas a curas impertinentes). Añadiendo por si ésto fuera poco, perversiones sexuales con niños a los que torturaba, o invocación de espíritus con sacrificios humanos… no se dejaron nada…
El 13 de Septiembre de 1440 el obispo hizo comparecer ante su tribunal a Gilles, que no opuso resistencia. Al cabo de seis sesiones, el 19 de Octubre sometieron a tortura a Gilles de Rais, pero no sólo a él: para obtener las pruebas necesarias para su condena torturaron también a sus criados. El 21 de Octubre confesó -supongo que «convencido» por los tormentos- de todo lo que le acusaban. El 26 de Octubre fue ahorcado, pero hay a quien le salió el negocio redondo: todas sus numerosas riquezas, que eran muchas, fueron expoliadas y repartidas entre el obispo de Nantes Jean de Malestroit, el duque Juan V y el inquisidor Jean Blouyn.
-La Chambre Ardente:
Sin movernos de Francia, pero muy posterior a los procesos contra los templarios y Gilles de Rais, hubo un caso curioso en 1673, si no de brujería sí de misas negras por parte de aristócratas franceses, un poco al estilo retorcido del marqués de Sade. Ante el escándalo, Luis XIV creó en 1679 la Comission de l’Arsenal, tribunal especial a puerta cerrada y que no admitió apelaciones, y que recibió su nombre de la Chambre Ardente (la Cámara Ardiente) al celebrarse en un local tapizado de negro e iluminado por velas.
Todo comenzó a raíz de la investigación de una serie de envenenamientos, consumados sobre todo para deshacerse de rivales amorosos, frecuentes en el mundillo de adulterios, amantes y favoritas de la corte francesa, lo que a menudo suponían contactos de poder y privilegios. El comisario de policía de París, Nicholas de la Reynie, descubrió una red internacional de envenenadores con conexiones en Portugal, Italia e Inglaterra, dirigida por varios nobles, un abogado y un banquero, que distribuían los venenos por toda Francia.
Tirando del hilo fueron destapándose en el mundillo un tanto ¿decadente, degenerado? de la corte,  una red de adivinos, celestinas, abortistas, alcahuetes y hechiceras que vendían tanto venenos como abortivos, afrodisíacos, filtros de amor o pociones hechas con ingredientes tan exóticos tales como arsénico, azufre y vitriolo mezclado con sapos y murciélagos secos, semen y sangre menstrual. Una de las adivinas, Marie Bosse exclamó en una ocasión:
¡Qué profesión tan buena!. Todos mis clientes son de alta alcurnia. Nada por debajo de duquesas, marquesas, príncipes y señores. Tres envenenamientos más y me retiraré con una gran fortuna…
 
Tras un año de investigaciones fueron acusados innumerables cortesanos, todos miembros de la nobleza, encarcelados en Vincennes y en la Bastilla. La alta sociedad francesa se asustó y muchos huyeron del país. Comenzaron a acusar a varios sacerdotes de toda Francia de celebrar misas negras, con ceremonias reales o inventadas de degollar recién nacidos sobre muchachas desnudas tendidas sobre los altares, con las que después fornicaban. Lo dicho: Sade en estado puro.
La tortura y las hogueras hicieron su aparición, pero durante los cuatro años que duró el proceso, se torturó y quemó a muchos hombres y mujeres de las clases bajas acusados de vender veneno o colaborar en las hechicerías, pero no se ejecutó ni torturó a ningún noble, aunque una de las investigadas fuese Madame de Montespan, antigua amante de Luis XIV, de la que se encontraron pruebas inculpatorias de que había intentado envenenar al rey y a su joven amante, Mademoiselle Fontanges. Perder el favor real suponía perder muchísimas prebendas, pero en el resto de la corte la situación era parecida: sexo, si no por dinero (que también), por influencias.
En el transcurso de las investigaciones detuvieron a 319 personas, y se dictó sentencia contra 104: 36 condenadas a muerte, 4 a galeras, 34 al destierro y 30 fueron absueltas. En 1709, a la edad de setenta años, Luis XIV decidió destruir las actas y el 13 de Julio las quemaron, pero algunas copias de las actas oficiales y las notas del comisario de policía se libraron de la destrucción, y así fracasó el intento del rey de borrar una página de la historia.
 Juana de Arco: una ejecución en la hoguera por causas políticas
brujería. carta de Juana de Arco
 
Retractación de la confesión de Juana de Arco, causa final de su condena a la hoguera. Bibliothèque Nationale de París
 
Una opinión todavía muy extendida fue que a Juana de Arco, Jehanne D’arc o la «doncella de Orléans» como también se la conoció, es que la quemaron por bruja, pero oficialmente no fue así: fue condenada por hereje y quemada legalmente por hereje relapsa o, lo que es lo mismo, por insistir en sus opiniones sin arrepentirse (aunque creo que a la víctima le diese igual el matiz). Existe un texto con la retractación de Juana ante su confesión inicial, causa de su definitiva condena a muerte. El proceso fue largo, y en esta ocasión y por lo delicado del proceso al final no se utilizó la tortura (de éso se libró, al menos). En él intervinieron hasta sesenta jueces y la Universidad de París, pro-inglesa. Quedan actas de los interrogatorios donde los jueces sostienen que:
existen vehementes sospechas contra ella… Ha sido denunciada por hechicera, bruja, adivina, seudoprofetisa, invocadora de espíritus malignos, conjuradora, supersticiosa, dedicada a las artes de la magia, que duda de la fe católica, cismática…que blasfema contra Dios y los santos, escandalosa y sediciosa, perturbadora de la paz, incitadora de la guerra…indecente y desvergonzada, seductora de príncipes y de pueblos…hereje o al menos con vehementes sospechas de herejía… ¡vamos, que no se dejaron nada en el tintero!…o aquellos en los que Juana habla de sus visiones y las conversaciones que dijo tener con los santos y arcángeles, testimonios que tampoco la ayudaron mucho.
Hay que considerar que el proceso tuvo lugar durante la Guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia, pero en la que ducados como el de Borgoña o ciudades como París se posicionaron junto a los ingleses. Jehanne, movida por su fervor, combate junto a las tropas francesas obteniendo victorias y para los ingleses es muy mala propaganda. Se pretendió dar la apariencia de un proceso justo, pero el objetivo final estaba claro: eliminar a Juana. Una vez capturada los soldados esperaban grandes rescates por parte del rey de Francia, Carlos VII, un rey supersticioso e indeciso que se inhibió, pero los ingleses pujaron por ella ante sus captores, no la podían dejar escapar. El 30 de Mayo de 1431 murió en la hoguera, a los veinte años de edad.
Cálculo aproximado de víctimas acusadas de brujería
 
Podemos conocer los detalles de numerosos procesos, gracias a la burocracia que en sus actas registraba nombres, acusaciones, confesiones, condenas o los detallados pasos de las torturas. Conocer el número exacto de los ajusticiados ya sería más complicado, primero por la gran cantidad de cientos de miles de condenados. Y segundo, porque en muchas ocasiones se los ajusticiaba en masa, sin más: gentes humildes o muy humildes del campo cuyo único delito podía haber sido estar en el lugar equivocado en el momento incorrecto. De los acaudalados ciudadanos a los que iban a robarles todo, solían guardar las actas. El resto, la mayoría, no merecían ni el recuerdo. Pero bajo su anonimato, bajo todos y cada uno de aquellos pobres desgraciados hubo una persona, aterrorizada, roto el cuerpo y el alma por las torturas, sabiendo que aunque confesasen todo lo que los verdugos le insinuasen, nada iba a librarles de una muerte espantosa.
En Agosto de 2017 apareció en la revista Economic Journal, un gráfico que adjunto titulado Witch Trials (procesos por brujería) sobre un artículo anterior de Peter Leeson y Jacob Russ. Ignoro de dónde sacaron sus datos, el trabajo parece muy elaborado pero, personalmente, creo que «suavizan» bastante las cifras si las comparamos con las que expondré más adelante, obtenidas por Rossell Hope tras investigar cientos o miles de actas. Por ejemplo, como cifra total, dicen que en 150 años fueron condenados y acabaron en la hoguera unos 43.000 brujos…Continúa diciendo que entre los años 1300 y 1850 se ejecutaron a 16.000 personas en Alemania o 10.000 en Suiza…siguen pareciendo cifras muy bajas al lado de las que van a continuación. Sí calcula, y me parece interesante, hacer las ratios (proporciones) entre juicios y población. Así, de los 10.000 ejecutados en Suiza el ratio de juicios según población calculaba 980 por cada 100.000 habitantes, mientras que en Escocia, de los 3000 acusados calcula una ratio de 509 por cada 100.000 habitantes.
Witch trials
Witch Trials (procesos por brujería). Cuadro con cálculos proporcionales de víctimas aparecido en Agosto de 2017, en el Economic Journal, según un trabajo anterior de los economistas norteamericanos Peter Leeson y Jacob Russ
Curiosamente, los porcentajes más bajos los calcula en Francia, España e Italia, con 22, 23 y 5 por cada 100.000 habitantes, respectivamente (aunque en Francia las ejecuciones fueron muy numerosas). La explicación la ofrece por los grandes traumas que supusieron durante los siglos XVI y XVII las luchas de religión. No por casualidad, cuenta, el grueso de las ejecuciones se produjeron durante la Reforma y Contrarreforma en aquellos siglos.
Efectivamente en España e Italia se produjeron muy pocos avances del protestantismo, pero en Francia no fue el caso. En España, y como veremos en el capítulo correspondiente a la Inquisición española, las persecuciones se dirigieron más al objetivo de la conversión de judíos, moriscos y protestantes, mientras que los inquisidores españoles dieron muy poco crédito a la «parafernalia brujeril» de los aquelarres, los vuelos nocturnos y demás, al contrario que en el resto de Europa, donde constituyeron la base de las acusaciones.
Contradiciendo las cifras anteriores, las siguientes las he obtenido principalmente del libro Enciclopedia de la brujería y demonología, del británico Rossell Hope Robbins, erudito que durante largos años investigó en las actas de los procesos conservadas en numerosos archivos y bibliotecas de toda Europa. Sólo como una pequeña muestra, entresaco ejemplos de las víctimas, según vamos viendo, en diferentes localidades:
-entre Francia y Alemania se calcula que en 200 años se quemaron a 200.000 brujos.
-según el inquisidor Ludovico  Páramo, se quemaron 30.000 brujos en Francia a lo largo de 150 años, entre 1450 y 1598
-en Alemania se calcula que hubo en total al menos 100.000 ejecuciones
-en Neisse (Silesia), el verdugo construyó un horno en el que en un solo año (1651) quemó a 42 mujeres y muchachos sospechosos de brujería. Al cabo de 9 años había ejecutado a más de mil personas, incluyendo niños de dos y cuatro años.
-en Tréveris ejecutaron a 368 brujos entre 1587 y 1594, quedando dos pueblos barridos del mapa, mientras que en otros dos, sólo quedaron con vida dos mujeres.
-entre Toulouse y Carcassonne, en 1350, 600 ajusticiados
-en Estrasburgo quemaron a 5.000 entre 1615 y 1635
-en Quedlimburg (Sajonia) en un solo día quemaron a 133, de una población total de 12.000 personas…éso sí: el verdugo perdonó a cuatro muchachas muy guapas asegurando que el diablo las había hecho desaparecer…(tuvieron suerte, contra la imagen habitual no todas las brujas eran viejas feas y encorvadas)
-Nicolas Rémy, fiscal del Tribunal Supremo de Lorena, se jactaba de haber condenado personalmente a 900 brujas entre 1581 y 1591. Boguet, por testimonio personal dijo en 1600:
Alemania se dedica casi exclusivamente a encender hogueras para brujas. En Suiza han desaparecido pueblos enteros por su culpa. Los viajeros que pasan por Lorena pueden ver miles y miles de estacas a los que atan a las brujas…
-el juez Pierre de Lancre, por encargo de Enrique IV en 1608, se enorgullecía de haber quemado a 600 brujas en cuatro meses, en el Béarn (vasco-francés), sacerdotes incluídos. Enrique IV le eligió para realizar una investigación en el Labourd. De Lancre descubrió que toda la población, unas 30.000 personas, estaba contaminada por la brujería. De hecho De Lancre llegó a decir que, en España, «eran demasiado benévolos», lo que condujo a que muchos desesperados cruzaron la frontera, por salvar su vida.
-Franz Buirmann, juez itinerante, de los peores entre los alemanes. Entre 1631 y 1636 quemó vivas a unas 150 personas de entre las 300 familias que vivían en tres pequeños pueblos. Llegó a quemar por brujo hasta el verdugo que trabajaba para él.
-Benedict Carpzov, al que se le atribuyeron más de 20.000 sentencias de muerte. Carpzov se quejaba de que la mayoría de los jueces de Sajonia eran medio analfabetos, aunque él nunca fue un intelectual ni aportó obras nuevas. Simplemente interpretó las crueles leyes que había impuesto en Sajonia el elector Augusto, en 1579.
-un cazador de brujas profesional (volveremos sobre estos personajes) que, procesado por estafa y ya en el patíbulo, confesó que había sido el responsable de la muerte de más de 220 mujeres en Inglaterra y Escocia, y que había ganado 20 chelines por cada una.
-el príncipe obispo Philipp Adolf von Ehremberg, de Wünzburg, que quemó a 900 personas entre 1623 y 1631
-su primo, el Hexenbischof Gottfried Johann Georg II Fuchs von Dorheim, de Bamberg, que quemó como mínimo a 600 entre los años 1623 y 1633
-su antecesor en Bamberg, el obispo Johann Gottfried von Aschhausen, quemó a unos 300. Según el mismo obispo, 1617 fue un mal año, «sólo» quemaron a 102
-en su libro Biblioteca mágica (1738) Hauber incluye una lista con fecha del 16 de Febrero de 1629, en la que cuenta que en Wünzburg se celebraron ese día 29 ejecuciones multitudinarias en las que murieron 157 personas, tanto hombres como mujeres, muchos de ellos adinerados y de alto rango, y entre ellos 13 niños de doce años de edad, e incluso menores (de 9 y de 10 años).
Un caso especial fue el de Inglaterra (Escocia era reino independiente y tuvo sus propias normas). Pese a episodios temporales, la cuestión no fue tan grave como en Francia o Alemania. En primer lugar el derecho común no permitía la tortura, y en los casos en que se aplicó nunca fue tan dura y violenta. En Inglaterra nunca se condenó a los brujos a la hoguera (morían en la horca, un procedimiento mucho menos cruel), que quedaba reservada para los delitos de traición. Se calcula que el número de brujos condenados en Inglaterra durante todo este periodo, llegó como máximo a 1000 personas.
El protocolo de los procesos por brujería: acusación, interrogatorio, tortura y muerte.
 
-acusadores y delatores:
 
Reginald Scot en su Demonología (1584) nos cuenta:
se coloca un arcón en la iglesia, de modo que cualquiera pueda arrojar libremente un rollo de papel en el que esté escrito el nombre de la bruja, el momento, el lugar, etc…Y este arcón, que está cerrado con tres llaves, lo abren tres inquisidores o funcionarios designados para tal propósito cada quince días, y ellos guardan las tres llaves, y así no se sabe quién es el delator, que no tiene que sufrir la vergüenza de que le reprochen que calumnia o actúa de mala fe contra su pobre vecino… 
 
El juez especial Balthasar Ross, nombrado en 1603 por el príncipe abad de Fulda, obtenía nuevas víctimas con el siguiente interrogatorio:
...¡Refresca tu memoria!. ¿Acaso no has visto en el aquelarre a tal y cual persona que viven en tal y tal calle?. No tengas miedo de decirlo: de tí no han tenido piedad. Y los ricos recibirán también su merecido, igual que los pobres…
 
En 1628, el burgomaestre de Bamberg, Johannes Junius, acusado de brujería, en el interrogatorio declaró que no sabía los nombres de los que habían asistido con él al aquelarre. Los jueces ordenaron que lo llevaran por las calles para reconocer a los hechiceros. En una sola calle le obligaron a acusar a ocho personas. El mismo Johannes Junius ya en el calabozo, entre tortura y tortura, consiguió hacer llegar una larga carta a su hija sobornando al carcelero, documento que ha llegado hasta nuestros días, en la que se despide de ella sabiendo que no volverá a verla, y excusándose «por su mala letra», consecuencia de la tortura en sus manos. En ella, le aconseja que reúna todo el dinero que pueda y se marche de la ciudad, alegando que se va a peregrinar. Transcribo parte del comienzo y del final, el testimonio es estremecedor:
brujería. carta de Johannes Junius
Primera hoja de la carta de Johannes Junius a su hija, el 24 de Junio de 1628
Buenas noches cientos de miles de veces, queridísima hija Verónica. Entré en prisión inocente, inocente he permanecido mientras me torturaban e inocente moriré. Pues quien entra en la prisión de los brujos, o se hace brujo o lo atormentan hasta que se inventa algo y -Dios tenga misericordia- se le ocurre cualquier cosa…
…Querida hija, mantén esta carta en secreto, con el fin de que nadie la descubra, pues en otro caso me atormentarán sin piedad y decapitarán a los carceleros, ya que está terminantemente prohibido… Querida hija, dale a este hombre un tálero… He tardado varios días en escribir ésto… Tengo las manos destrozadas. Me encuentro en un estado lamentable… Buenas noches, hija mía, pues tu padre, Johannes Junius, no volverá a verte jamás…
brujería. empulgueras
 
Empulgueras, instrumento para aplastar los dedos de los acusados, como los que se usaron (entre otros) con Johannes Junius
Por su parte George L. Burr (1886), tras consultar los manuscritos de las actas judiciales extrae los métodos más utilizados:
la confesión no estaba completa ni se libraba al prisionero de la tortura hasta que decía el nombre de sus cómplices, y los jueces no se quedaban satisfechos con sólo uno o dos. He leído una lista de no menos de ciento cincuenta cómplices de una sola bruja; y sé de muchos otros casos en que un prisionero acusó a cien. En el archivo de un tribunal local en que se guardaban las confesiones de siete años…se encuentran unas seis mil acusaciones de trescientas brujas, es decir, una media de veinte por persona. En estas circunstancias es fácil comprender cómo se multiplicaban los procesos por brujería, como una bola de nieve…Pero en aquellos días bastaba con ser envidiado. La mala fe y la envidia eran los sentimientos que normalmente dictaban los nombres que se denunciaban en la cámara de tortura. Las condiciones para que se diera una acusación eran muchas veces la riqueza, la cultura, la belleza o la bondad…
 
Ésto es una pequeña muestra para conocer el mecanismo de la delación, que no podía ser más eficaz: o bien bajo el anonimato no se revelaba la identidad de los testigos que, por lo general, no se ponían en conocimiento de los acusados, al igual que los cargos presentados por aquellos, o bien bajo la amenaza (o directamente bajo ella) de tortura, el aterrorizado acusado acusaba a su vez a todo el que hiciera falta.
Por otra parte no se permitía que ningún testigo declarase a favor del acusado, ni se permitía a éste ningún tipo de asesoramiento legal, puesto que el abogado sería acusado a su vez de defender la herejía. La sospecha, el rumor o la denuncia eran indicio suficiente de culpabilidad para llevar a una persona hasta la Inquisición, y se consideraba culpable al acusado hasta que éste demostrase su inocencia, aunque en cuestión de creencias y dado que el Diablo no podía testificar (argumento éste mencionado en ocasiones por los propios inquisidores), la defensa era prácticamente imposible.
Unas de las pruebas incriminatorias más efectivas, era el encontrar en el cuerpo de los acusados la «Marca de la Bruja», o la «Marca del Diablo». A tal fin se rapaba todo el cuerpo (a veces quemando el pelo de la cabeza, axilas y el vello púbico con alcohol o azufre), y se buscaba incluso en las partes íntimas marcas, cicatrices, antojos, tatuajes o excrecencias, que podían ser simples verrugas sin más, pero consideradas como «pezones anormales», que podían aparecer en cualquier parte del cuerpo y con los que se supone que amamantaban a sus demonios. ¡Desgraciada de la que se le encontrase semejante «Marca del Diablo», porque su suerte estaba echada!….
Especialmente peligrosos eran los cazadores profesionales de brujas. Uno de éstos escribió a su mujer:
Liza, deberías dar gracias a Dios por ser mi esposa, pues no podrías ocupar un puesto más elevado. Tengo plenos poderes sobre ricos y pobres, sobre jóvenes y viejos, hombres y mujeres, muchachos y muchachas, sirvientes y amos, campesinos y burgueses, caballeros y nobles, médicos, licenciados y bachilleres. Conozco todas las trampas y deberías dar gracias a Dios por ello…
 
Los cazadores de brujas fueron más activos sobre todo en Inglaterra y Escocia, aunque también actuaron en Francia, Alemania e Italia. Iban recorriendo los territorios, preguntando y recogiendo acusaciones por parte de unos y de otros, hasta detener a los sospechosos. Antes de entregarles a la Inquisición, buscaban las «Marcas de Bruja» y en esas marcas o bien en el resto del cuerpo les pinchaban: si no les dolía o no sangraban, ya era una prueba incriminatoria…aunque si les dolía, también. Para que sus pinchazos no hiciesen sangre ni doliesen utilizaban a menudo punzones falsos, de hoja retráctil, con lo que la prueba de la brujería quedaba demostrada.  Más tarde les entregaban a la justicia, cobrando por ello. Mencioné el caso de un cazador de brujas que acabó procesado por estafa y ya en el patíbulo confesó haber sido el responsable de la muerte de más de 220 mujeres en Inglaterra y Escocia, y por las que había cobrado 20 chelines por cada una.
Uno de los cazadores de brujas más nombrado fue Matthew Hopkins. Entre 1645 y 1646 adquirió la mala reputación de ser un delator pagado por las autoridades para cometer perjurio. Junto a John Stearne, su colega
en sólo catorce meses envió al patíbulo a más personas que todos los demás cazadores de brujas ingleses ahorcaron en los ciento sesenta años que duró la persecución en Inglaterra…
brujería. Matthew Hopkins. Pepsyan Library, Magdalene College,
 
Retrato de Matthews Hopkins, 1646. En la Pepsyan Library, del Magdalene College, Cambridge
 
A Hopkins le favoreció la inestabilidad política que supuso en Inglaterra la lucha entre el catolicismo y el protestantismo, y como en todas las épocas de cambio, la población estaba desquiciada. Como muchos otros hombres sin escrúpulos logró poner el dedo en la llaga de la conciencia pública para su propio beneficio. Como ejemplo, Hopkins ganaba seis libras por hacer un viaje a Aldeburgh y ventitrés por ir a Stowmarket, cuando el sueldo medio de la época eran seis peniques diarios.
Incitaba a los vecinos a denunciar a otros, ideó métodos de tortura que no dejaban mutilaciones delatoras y comenzó a presentar víctimas. De la primera pasó a seis y, una vez asociado a John Stearne, los sospechosos llegaron en poco tiempo a treinta y dos. La mayoría de «sus» brujas confesaron, habida cuenta que había desarrollado una serie de técnicas para asegurarse de que dijeran lo que él quisiera. La más empleada era la «prueba del agua», arrojando a mujeres atadas a los estanques  para ver si se hundían, lo que se consideraba una prueba de culpabilidad (si flotaban, se suponía que eran inocentes).
Pero utilizó otros métodos: confinarles en celdas de aislamiento, no darles de comer ni de beber, atarles mucho tiempo con las piernas ceñidas a un taburete, no dejarles dormir u obligarles a caminar durante tres días ininterrumpidamente, hasta que se les ulceraban los pies…Para las audiencias de 1645 de Bury St. Edmunds, Hopkins y sus ayudantes detuvieron a casi doscientas personas acusadas de brujería, entre ellas un pastor protestante de 70 años llamado John Lowes, al que…
mantuvieron despierto varias noches seguidas y le hicieron correr por la habitación hasta que perdía el aliento y hasta que, agotado, apenas era consciente de lo que decía o hacía… 
 
En estas circunstancias el pastor John Lowes confesó que había firmado un pacto con el Diablo, que había mantenido demonios familiares durante cinco años y que había hechizado reses. Además confesó que había provocado el hundimiento de un barco frente a las costas de Harwich en el que se habían ahogado catorce personas… Murió ahorcado. A ningún juez se le ocurrió comprobar si había naufragado algún barco en esa fecha… Matthew Hopkins no paraba de ir a ciudades y aldeas en su búsqueda de brujas.
Sólo en Suffolk fue responsable de la detención de 124 personas acusadas de brujería, de las cuales ahorcaron al menos a 68. Pero la gente y los jueces comenzaron a sospechar de su integridad. Llevado por su ambición había acusado a demasiadas personas, fue interrogado por los jueces sobre sus métodos de tortura y acabó retirándose a su casa. Se calcula que junto a su ayudante John Stearne, pudo ganar en un año y medio la fortuna, para la época, de más de mil libras.
La lista de acusaciones, indemostrables a la luz de la razón, entre las que se contaban asistir a aquelarres, el vuelo nocturno, la posesión demoníaca, perjudicar a personas o al ganado, el juramento al Diablo o relaciones sexuales con éste, podía ser infinita. Se buscaba en las casas de las condenadas botes o calderos conteniendo pócimas, usadas bien para envenenar, bien para transformarse en diversos seres (por ejemplo, los hombres-lobo) o, sobre todo, para volar a los aquelarres. Uno de los ingredientes más empleados era la grasa de recién nacido, ya bautizados o no, según «necesidades». Uno de los autores que mencionaba listas más completas de ungüentos fue Jéan de Nynauld, en su obra De la Lycantropie (1615): trozos de sapo, de serpiente, de erizo, lobo, zorro y sangre humana…Nynauld insiste que, cuando se empleaba para volar, era necesario frotar el cuerpo con intensidad…hasta enrojecer…
brujería. aquelarre
 
Ilustración de un aquelarre, según la 2ª edición del Tableau de l’inconstance des mauvais anges (París, 1613), de Pierre de Lancre
Pero había más. Jéan Lenormant de Chiremont, en su Exorcismes de trois filles possedées (1623) hace relaciones de ingredientes que parecen sacadas de la escena inicial de las brujas de Macbeth, de Shakespeare: hostias y vino consagrado, polvos de cabra, huesos humanos, calaveras de niño, pelos, uñas y semen de hechicero… Muchos de estos ingredientes dignos de una película gore, solían mezclarse además con numerosas plantas. El pensador inglés Francis Bacon, padre del empirismo filosófico y científico, en su Sylva Sylvarum (1626) ya nos adelanta que…
las medicinas soporíferas pueden drogar a las brujas y hacerlas creer que vuelan…lo que produce tal alucinación no son los encantamientos, sino los ungüentos con que se embadurnan el cuerpo…
 
Bacon andaba acertado. Muchas de las plantas empleadas en estas pócimas pertenecen a la familia de las Solanáceas, muy frecuentes en la flora europea y en la farmacopea popular, tales como el acónito, el heléboro o la belladona. Plantas que contienen alcaloides cuyo efecto es el de producir sopor y alucinaciones. Su forma de uso era, o bien frotar zonas como axilas e ingles, donde la piel es más fina y donde se absorben con más facilidad (como recomendaba Nynauld, …hasta enrojecer…), o bien frotando el palo sobre el que supuestamente volaban las brujas, con lo que al colocar la escoba entre las piernas, el ungüento se frotaba sobre estas zonas y los alcaloides se absorbían por la piel.
Muchos testimonios en los procesos por brujería dicen que, tras frotarse, las mujeres quedaban adormecidas y sin moverse de casa, pero que bajo el efecto de los alcaloides «imaginaban» y testificaban que habían estado volando. El que los jueces pensasen que, efectivamente, habían volado, suponía la diferencia entre la vida y la muerte. Lo malo es que estas acusaciones, pese a su falta de demostración objetiva, solían conducir al acusado directamente a la tortura (donde la víctima las admitiría todas) y a la muerte en la hoguera. Sólo como ejemplo «surrealista» de lo que podía ser una acusación os pongo ésta, sacada del acta de uno de los procesos:
conversar amistosamente con el demonio en forma de gato
Me imagino a alguna buena mujer diciéndole cosas al gato apoyado en la ventana, y contemplada para su desgracia por algún vecino envidioso…sería hasta gracioso…si no consideramos que consta como parte de un interrogatorio real y que, casi seguro, «la que hablaba amistosamente con un gato» murió en la hoguera por bruja. Yo hablo «amistosamente» con mis gatos y, como yo, millones y millones de personas en el mundo. Afortunadamente los tiempos han cambiado, de lo más que nos podrían acusar hoy sería de «locos». Pero, visto lo visto, quizá en la Edad Media hubiésemos acabado en la pira…
Se admitió como testigos a personas a las que, de ordinario, no se permitía testificar en tribunales civiles, tales como convictos, perjuros, excomulgados, vagabundos o dementes. Y aunque la edad mínima legal para declarar era de 14 años, hubo numerosos casos en los que se reconoció como válido el testimonio de menores. Un ejemplo fue el de los procesos de Saint Osyth, celebrado en 1582: con siete años de edad la hija ilegítima de una mujer declaró contra su madre, Agnes Heard. Otro niño de ocho años acusó a su madre, Úrsula Kemp. Otro niño de siete años y otro de nueve  acusaron a su madre, Cicely Celles. En el tercer proceso de Chelmsford (1589), dos muchachos declararon contra su abuela y su madre, que era soltera, y que fue ahorcada «gracias» al testimonio de sus hijos, quienes recibieron las felicitaciones del juez.
En Francia, el juez e inquisidor Boguet alentaba a niños muy pequeños a declarar como testigos pues, como decía:…se han descubierto y castigado justamente a muchas brujas gracias a un niño… También Bodin tenía en gran estima a los testigos infantiles porque, debido a sus pocos años, se les podía convencer fácilmente de que presentaran denuncias u obligarles a hacerlo. Pero no siempre los jueces eran tan benevolentes con los niños. En Würzburg, en Enero de 1628, condenaron a tres chavales (de 12, 11 y 8 años), por confesar que habían tenido relaciones sexuales con los demonios. A los dos mayores los condenaron a muerte.
Casos hubo de niños ajusticiados con su familia, de edades comprendidas entre los 2, 4 y 6 años, aunque en teoría la edad mínima para condenarles eran los 14 años, pero hubo otros casos de condena como el de una niña de 9 años procesada por «copular con el Diablo», en Rinteln, a la que condenaron a ser azotada mientras contemplaba cómo quemaban a su abuela. El implacable juez Remy se lamentaba en 1595 de haber sentenciado a los niños «sólo» a ser azotados mientras veían cómo quemaban a sus padres, en lugar de haberles quemado a ellos también….
-el interrogatorio. El Malleus Maleficarum:
 
¿Quién se atrevería a acusar de error e injusticia a los jueces, que combaten a fuego y hierro la plaga de la brujería?…¿Acaso no ordena la Ley de Dios:…no permitiréis que una hechicera viva…?. Y ante el divino mandato, yo les grito a obispos, príncipes y reyes: ¡no permitireís que las brujas vivan. Exterminad esta plaga a fuego y hierro!… (Jeremías Drexel, jesuíta alemán. 1637). Pero antes, en 1580, el temible inquisidor Jean Bodin en su Démonomanie ya había recomendado: …castigar a las brujas con el máximo rigor…
A lo largo de este período de trescientos años hubo numerosos tratados (más de treinta) sobre como detectar a las brujas o conducir los interrogatorios, tales como el Tractatus de hereticis et sortilegiis (Tratado de herejes y brujas, 1536) de Paulo Grillandi, o el Compendium Maleficarum (Compendio de las brujas, 1608), de Francesco María Guazzo. Pero entre todos ellos destaca la «Biblia» de los perseguidores: el Malleus Maleficarum, que podemos traducir del latín como «Martillo de herejes», auténtico best-seller de la época y guía de inquisidores. Publicado en 1486, se reeditó una y otra vez: 13 ediciones en 1520 y 16 entre 1574 y 1669. Entre ellas, 16 ediciones en alemán, 11 en francés, dos en italiano y 6 en inglés. En el Malleus… se codificó la herejía de la brujería, incluyendo el pacto diabólico, el aquelarre y el vuelo nocturno.
brujería. el Malleus Maleficarum
Portada del Malleus Maleficarum. Edición de Lyon, 1669. Un best-seller de la época
El éxito del Malleus Maleficarum se debió a tres factores. Por un lado la gran erudición de sus autores: Jakob Sprengler, deán de la Universidad de Colonia, y el prior Heinrich Kramer. Por otro lado, Kramer logró del papa Inocencio VIII una bula para acallar la oposición a la caza de brujas. Y, por otro lado, un detallado procedimiento de los procesos
con el fin de que tanto los jueces eclesiásticos como los civiles conozcan perfectamente los métodos para procesar, juzgar y sentenciar… Asímismo, aseguran…no creer en la brujería es una herejía, al contrario de lo que señala el Canon Episcopi...
La tercera parte del Malleus Maleficarum finaliza con el tema de los testigos y el arresto, encarcelamiento, interrogatorio y tortura de los supuestos brujos, y asuntos prácticos para lograr que confesaran. En este libro, manual más bien, se dan instrucciones detalladas para la tortura preparatoria:
El método para iniciar un interrogatorio con tortura es el siguiente. En primer lugar, los carceleros preparan los instrumentos, desnudan al prisionero (si se trata de una mujer, ya la habrán desnudado otras mujeres decentes y de buena reputación). Se le desnuda con el fin de descubrir si lleva objetos de brujería cosidos a las ropas, pues muchas veces, siguiendo las instrucciones del demonio, los fabrican con los cadáveres de niños sin bautizar. Y una vez preparados los instrumentos de tortura, el juez, personalmente, o por mediación de otros hombres, celosos guardianes de la fe, intenta convencer al prisionero de que confiese la verdad libremente, pero si éste se niega a hacerlo, ordena a sus ayudantes que preparen al reo para la estrapada (colgarle con las manos atadas a la espalda) u otro tormento. Los ayudantes obedecen, pero con diligencia fingida. Después, mientras los allí presentes rezan, sueltan al prisionero y vuelven a intentar convencerlo de que confiese, haciéndole creer que en tal caso no lo condenarán a muerte… Pero si el brujo no se decide a decir la verdad ni con amenazas ni promesas, los carceleros deben ejecutar la sentencia y torturarlo según los métodos aceptados, con mayor o menor dureza, según corresponda al delito cometido. Y, mientras lo torturan, lo interrogarán acerca de las acusaciones, con frecuencia e insistencia, empezando por los cargos menos graves, pues mostrará más disposición a admitir éstos que los más graves…
Una vez detenido el acusado, una vez llevado ante el tribunal, sólo faltaba hacerle confesar. No había salida. El hecho de que el acusado no admitiera su culpa se consideraba prueba presuntiva de que el demonio lo dominaba, y se le sometía a tortura hasta que cedía y confesaba cuanto le pidieran. O bien confesaba casi inmediatamente ante el temor a la tortura y lo ejecutaban, o bien lo torturaban hasta que confesaba, y lo ejecutaban igualmente. Como demuestran los documentos de las actas era que, una vez acusado, el reo no tenía prácticamente ninguna posibilidad de librarse de la muerte.
Muy, muy raramente se produjo algún caso de absolución pura y simple. Donde sí se dieron, pese a la Leyenda Negra, fue precisamente en España, en los procesos de Logroño y Zugarramurdi, como veremos más adelante. El jesuíta alemán Friedrich von Spee, un hombre benevolente, no muy partidario (en la medida de lo que se podía) de los procesos, confesor de cientos de brujas antes de que murieran en la hoguera, nos ofrece una descripción detallada de cómo se extraían las declaraciones en la Alemania de la primera mitad del siglo XVII:
confiese o no la acusada, el resultado es el mismo. Si confiesa, su culpabilidad es clara y la ejecutan. El arrepentimiento es vano. Si no confiesa, se repite la tortura, dos, tres, cuatro veces. Cuando de delitos «excepcionales» se trata, la tortura no tiene límites ni en la duración, ni en la severidad, ni en la frecuencia…Es imposible librarse. Los investigadores caerían en desgracia si absolvieran a una mujer, pues una vez detenida y encadenada, la prisionera tiene que ser culpable, por las buenas o por las malas…
 
Existían unos protocolos para los interrogatorios, con un cuestionario común de al menos 36 preguntas, con pocas variaciones según los países y donde se iba anotando junto a la pregunta, las respuestas obtenidas. Preguntas del tipo de dónde, cómo y cuándo habían acudido al aquelarre, a qué personas habían visto allí, cómo habían demostrado su fidelidad al Diablo, si preparaban hechizos y qué daños y a quienes habían perjudicado, o si habían tenido relaciones sexuales con los demonios, entre otras. En las actas se refleja que a menudo se asentía con un simple movimiento de cabeza ya que muchas veces, recordemos, las preguntas se les hacían mientras les estaban torturando…difícil no aceptar las acusaciones…
Pero frente a todos estos «forofos» de la caza de brujas, hubo algunas pocas mentes racionalistas que se oponían, al menos intelectualmente, a la barbarie. Fueron sobre todo católicos, aunque del lado protestante también hubo «mentes claras». Personajes como el monje franciscano Samuel de Cassini que, en 1505, condenó la creencia en el vuelo nocturno de las brujas. O Pedro Ciruelo, inquisidor (de los moderados) de Zaragoza durante 30 años y autor de Reprobación de las supersticiones y hechicerías, en 1538. O el escéptico Francisco de Vitoria (1540). O Martín Antoine del Río (1551-1608), nacido en Amberes de padres españoles, un gran erudito jesuíta conocedor de los clásicos, dominador del hebreo y el caldeo más cinco lenguas modernas y muy versado en leyes. O el ya citado jesuíta alemán Friedrich von Spee. Por supuesto fueron todos muy atacados en su momento por los antibrujas, llegando a plantearse contra algunos de ellos acusaciones de herejía. Aunque de entre todos habría que destacar al inquisidor Alonso Salazar de Frías, autor de Normas para la Inquisición española (1611), hombre superracionalista, justo y ecuánime y del que ya hablaré cuando toque en el proceso de las brujas de Zugarramurdi.
Mencioné hace unas pocas líneas la crítica que desde el Malleus Maleficarum lanzaron contra el Canon Episcopi. Se trata de un documento eclesiástico medieval, una guía pensada para orientación de los obispos y elaborada por Regino de Prüm, por encargo del arzobispo de Tréveris en el año 906, donde se niega la existencia de las brujas como realidades físicas existentes, considerando que se trata de imaginaciones impías:
¿habrá alguien tan estúpido que piense que todas estas cosas que ocurren únicamente en el espíritu realmente suceden en el cuerpo?…
 
Los tiempos iban cambiando, y la tormenta que se adivinaba en ciernes, iba a peor, a mucho peor. En el año 1000 se prohibíó por la Iglesia la creencia de que los vuelos nocturnos de las brujas ocurrían en la realidad. Después de 1480, la cosa se invirtió: se prohibió la creencia de que NO ocurrían. Apoyando esta línea antibrujeril, el papa Inocencio VIII derogó el Canon Episcopi el 5 de Diciembre de 1484, eliminando de esa forma los argumentos de los que se atrevían a discutir la caza de las brujas. De hecho, uno de los argumentos para rebatir el Canon Episcopi es que en su tiempo valió, pero desde entonces las brujas habían «mutado» en unas categorías nuevas, que era necesario combatir.
  -la tortura:
 
Hay una frase en la obra Ricardo III, de William Shakespeare, que define el cinismo y la crueldad del protagonista:
puedo sonreír y asesinar mientras sonrío…puedo mojar mis mejillas con lágrimas hipócritas y arreglar mi cara según las circunstancias…
Me recuerda un poco a lo que Heinrich von Schultheis, secretario de varios obispos cazadores de brujas en la Renania alemana, decía a un acusado en 1650:
el torturarte me inspira igual o mayor indiferencia que arrancar un hierbajo del camino con mi bastón. Mas, cuando te torturo, con los severos métodos que proporciona la ley, y te obligo a confesar, realizo una tarea que agrada a Dios y sí me beneficia…
Porque decir «interrogatorio» equivalía a decir «tortura». La confesión voluntaria no era suficiente: había que hacerlo bajo tormento, pues sólo entonces podía suponerse que era sincera y verdadera. La tortura, según los procedimientos «legales» podían continuarse hasta un total de tres veces, aunque hubo numerosos casos, como veremos, en que se repetían una y otra vez durante períodos de muchos días. El jesuíta Gregorio de Valentia afirmó en 1595 que la mejor prueba en los juicios por brujería era la confesión del reo sometido a tortura.
brujería. torturas de la Inquisición, 1
brujería. torturas de la inquisición, 2
Horrores de la Inquisición, según Martirology, de Samuel Clark (1651)
Los reos a veces intentaban argucias que los jueces solventaban de forma expeditiva: si un prisionero decía que estaba demasiado enfermo para soportar la tortura, el método era verter agua hirviendo en las axilas, lo que devolvía la salud con tal rapidez que, según los jueces…parecía un milagro… Si a causa de los tormentos el prisionero se desmayaba, había que echarle agua fría en la cara o meterle vinagre por la nariz. De todas formas, se instaba a los jueces a que, en los interrogatorios, tendiesen trampas dialécticas a los acusados para evitar que mintiesen y que confesaran los delitos.
Hacía falta tener muchos arrestos y mucho valor, pero así y todo hubo quien supo mantener el tipo y negar las acusaciones. Las actas de los juicios nos muestran algunos ejemplos: en 1594 María Hollin, propietaria de una taberna en Nördlingen defendió su inocencia durante los 11 meses que estuvo enclaustrada en una mazmorra, siendo torturada no una, ni dos, ni tres…56 veces. Dentro de lo que cabe tuvo suerte: sobrevivió, no confesó, y quedó libre por la intervención de la ciudad de Ulm que abogó en su favor. En 1673 un juez de Gutemberg, en Austria, tuvo a una mujer de 57 años en el banco de tortura, dotado de púas afiladas durante 11 días con sus noches, quemándole los pies con azufre porque se negaba a admitir que hubiera firmado un pacto con el Diablo. Y, como último ejemplo, en 1630 una mujer llamada Bárbara Schwartz fue torturada 8 veces sin que confesara, y permaneció tres años en la cárcel de Bamberg.
Fueron excepciones a la regla porque prácticamente nadie podía resistir los tormentos y más bien temprano que tarde acababan por confesar. El teólogo Friedrich von Spee, experto en torturas y crítico con ellas, publicó en 1631 un opúsculo de forma anónima (más le valía no correr riesgos), el Cautio Criminalis, donde nos cuenta:
personas muy fuertes que han sufrido estos tormentos me han asegurado que hubieran confesado cualquier crimen que pueda imaginarse con tal de recibir un poco de alivio, y que preferirían morir diez veces a repetir los tormentos…
La estancia en prisión también suponía un duro castigo. Muchos morían en las mazmorras, sin siquiera un poco de paja donde poder echarse y protegerse de la humedad y la frialdad de la piedra, con una dieta a base de un poco de pan y agua, con lo que las enfermedades eran frecuentes. Podemos suponer también las ínfimas condiciones higiénicas de suciedad, ratas, pulgas y chinches…Si a éso añadimos que eran arrojados allí entre sesión y sesión de tortura, podemos imaginar su mal estado. En Inglaterra se calcula que el 12% de los prisioneros acababan por morir en la cárcel, como ocurrió en el castillo de Guilford. Casi 100 prisioneros murieron por contagios diversos entre 1573 y 1579.
 
En los procesos de Würzburg, una de las zonas más «duras» de las cazas de brujas, en Octubre de 1628 un muchacho llamado Johann Philipp Schuck fue sometido a latigazos. Hasta el azote 44 siguió negando su culpabilidad. A partir del 45 ya fue admitiendo parte. Los latigazos siguieron hasta un total de 77 en que ya se derrumbó e hizo una confesión completa. Lo mataron el 9 de Noviembre. En el mismo proceso otro muchacho de 12 años hizo una confesión tras repetidas flagelaciones. Murió el 10 de Noviembre.
Los métodos de tortura variaban de un lugar a otro, de un siglo a otro, o de un verdugo a otro. Alemania se llevó la palma, empleando los peores tormentos a principios del siglo XVII, cuando Bamberg era sinónimo de horror. Pero los procedimientos básicos se mantuvieron constantes durante más de tres siglos. En el Malleus Maleficarum se describen unas condiciones de tortura que, sobre el libro, podrían calificarse de ideales, porque en la práctica, y como demuestran claramente las actas judiciales, los procesos eran verdaderas válvulas de escape para el sadismo de los jueces, empezando por la preparación. El comentario que hace Philip Limbarch en su History of the Inquisition (1692) coincide más con los hechos que revelaban los manuscritos de las actas judiciales:
los desnudan sin respetar la humanidad ni el honor, no sólo a los hombres, sino a las mujeres y a las vírgenes, pues ordenan que las desnuden hasta dejarlas en paños menores, que también acaban por quitarles…
brujería. instrumentos de tortura de Bamberg
Ilustración de los métodos de tortura empleados en Bamberg, según Bambergische Halsgerichtsordnung (1508)
 
Lo más probable es que los ayudantes del verdugo aprovechasen la ocasión para violar a la prisionera mientras la desnudaban, como le ocurrió a la señora Peller, esposa de un funcionario del tribunal durante su procesamiento, que tuvo lugar en Reinbach en 1631, a cargo del temido juez itinerante Franz Buirmann, designado por el príncipe arzobispo de Colonia. La señora Peller fue declarada culpable, acusada de brujería por asociación con su hermana, y el marido fue expulsado de la sala de juicios donde acudió a protestar. El «delito» de la hermana fue haberse negado a acostarse con el juez Buirmann. A la señora Peller la exorcizaron, afeitaron todas sus partes para buscar «marcas del diablo», la examinaron -momento que aprovechó el ayudante del verdugo para violarla- y la torturaron para obtener su confesión. Tras confesar, la condenaron de inmediato y la quemaron viva dentro de una choza de paja.
En 1657 la Inquisición dictó una serie de normas sobre el interrogatorio de las brujas con las que reconocía que en los últimos 200 años los jueces habían empleado la tortura con demasiada ligereza y precipitación, y habían dictado sentencias de muerte sin haber examinado y estudiado las pruebas cuidadosamente. Antes de esta declaración de «buenas intenciones»:
la mera sospecha pasó a ser delito real, pues una vez que se aplicaba la tortura, se desvanecía la posibilidad de demostrar la inocencia. Ningún poder bajo el cielo podía salvar al prisionero: su destino estaba escrito…(Liberty and Persecution, 1931. Lois Oliphant Gibbons).
Quien dio el visto bueno a la tortura como medio para descubrir la brujería fue el papa Inocencio IV en 1527, en la bula As extirpanda, que no se abolió hasta 1816, bajo Pío VII. Aunque técnicamente sólo se permitía como último recurso, en la práctica se utilizaba y se podía aplicar a cualquier acusado. De la misma forma, legalmente no se podía repetir la tortura más de una vez, pero sí que podía «continuarse» hasta que el acusado confesara lo que le exigieran. Por lo general se aplicaban tres sesiones, en tres grados crecientes, con tormentos cada vez peores hasta obtener la confesión. Una vez obtenida ésta, se llevaba al acusado hasta la cámara donde tenía que repetir la confesión «libre y espontáneamente». De este modo se hacía constar en las actas judiciales que el procesado había admitido su culpa «sin tortura».
brujería. instrumentos de tortura
                                                     Instrumentos de tortura
La tortura constaba de varias fases: la primera etapa, llamada tortura preparatoria o también, como se solía denominar, la «question préparatoire», consistía en obligar a la víctima a confesar. A tal fin se llevaba al acusado a la cámara de tortura donde el verdugo le explicaba al reo las aplicaciones de cada instrumento y los dolores que le iban a causar. A menudo esta etapa concluía llevando al prisionero casi siempre al potro, donde le desnudaban y lo ataban con cuerdas que iban tensando progresivamente. Se concedía tan poca importancia a esta tortura preliminar que en muchas actas judiciales ni siquiera se la mencionaba, y simplemente se dejaba constancia de que…el prisionero confesó sin necesidad de torturarlo…
 
En 1635 el pastor protestante Johann Meyfarth contó, basándose en estas experiencias personales que:
…(el tiempo que están en prisión)…sólo dan a los prisioneros alimentos muy salados y todo lo que beben está mezclado con adobo de arenques, y no les permiten tomar ni una gota de agua…de modo que les hacen padecer una sed espantosa… 
Prosigue Meyfarth:
a Margaret, que ya había confesado bajo tortura, el verdugo le dijo: «Ya has confesado, ¿volverás a negarlo?. Dímelo mientras estoy aquí, pues de ser así , volveré a hacer lo mismo contigo. Si te desdices mañana o pasado mañana volverás a caer en mis manos y comprenderás que lo que he hecho hasta ahora ha sido jugar contigo»…al comparecer ante el tribunal, con el cuerpo cargado de cadenas, el verdugo lee en voz alta la declaración y pregunta a Margaret si lo confirma o no, para saber cómo ha de proceder. Margaret corrobora su declaración. ¿Es una confesión voluntaria, es un testimonio libre?…
Pero obligar a confesar no era el objetivo único ni primordial de la tortura. Los auténticos tormentos, los realmente duros, se reservaban para lo que se conocía como la «question définitive», la tortura final, destinada a que el reo denunciase a sus cómplices, muchas veces insinuados por el propio juez durante los tormentos, obteniendo de esta forma una sucesión de más y más víctimas. En 1597 a Clara Geissler, una viuda de 69 años de Gelnhausen…
le aplastaron los dedos con las empulgueras, los pies con una prensa y la estiraron en el potro, para acabar diciendo que todo lo que le habían preguntado era cierto: bebía la sangre de los niños que robaba en sus vuelos nocturnos y que había asesinado a unas 60 criaturas. Denunció a otras 20 mujeres que habían estado con ella en los aquelarres…
Al soltarla del potro se retractó de sus confesiones. La volvieron a torturar, y volvió a confesar. Al soltarla por segunda vez, volvió a retractarse. Al torturarla por tercera vez durante varias horas, admitió todo lo que querían oir los jueces. Por último, se desmayó y murió. El 27 de Agosto de 1597 quemaron su cadáver.
La tortura final se dividía en dos fases: la tortura ordinaria o «question définitive», y la segunda o extraordinaria: la «question extraordinaire», y se hacía respectivamente con la estrapada (colgarle con las manos atadas a la espalda) o con la garrucha: igual que la estrapada pero atando grandes pesos en los pies, lo que producía un descoyuntamiento de todas las articulaciones. Un paso más en el sadismo consistía en atarle por los pulgares, tanto en la garrucha como en el potro, lo que a veces conducía a que resultasen arrancados.
Pero había otras variantes: hacer profundos cortes donde vertían aceite hirviendo, cortar la lengua y después quemar la boca con hierros al rojo, inmersión en agua hirviendo con cal, diversos tipos de potros, atar al reo en una silla de hierro con pinchos bajo la que se encendían hogueras (…confiesan a los quince minutos…), calzar al reo con grandes botas de cuero o metal en las que se vertía agua hirviendo o plomo fundido, o las empulgueras (pinzas con la que se aplastaba los dedos), así como arrancar trozos de carne con tenazas al rojo, o sacar los ojos…El sadismo (disfrazado de fe religiosa) no tenía límites…
El siguiente texto no lo pongo por morbo, sino sólo como ejemplo de la forma en que se procedía. Podemos suponer que era lo habitual. He aquí el informe del primer día de tortura a una mujer acusada de brujería en Prossneck, Alemania, en 1629, recogido según las actas por Wilhelm Pressel, en su Hexen und Hexenmeistert («Brujas y hechiceros», 1860):
1. El verdugo la maniató, le cortó el pelo y la colocó en el potro. Le vertió alcohol sobre la cabeza y le prendió fuego para quemar el pelo hasta la raíz.
2. Le puso tiras de azufre en las axilas  y alrededor del cuello y les prendió fuego.
3. Le ató las manos a la espalda y tiró de ella hasta el techo.
4. La dejó colgando entre 3 y 4 horas mientras se iba a desayunar.
5. Al volver, le roció la espalda con alcohol y le prendió fuego.
6. Le ató grandes pesos en el cuerpo y volvió a tirar de ella hasta el techo. A continuación la llevó de nuevo al potro y le puso una plancha con púas afiladas        pegada al cuerpo. Volvió a subirla hasta el techo.
7. Le apretó los pulgares y los dedos gordos de los pies con las empulgueras y le sujetó los brazos a un palo. La tuvo colgada en esta postura un cuarto de hora, hasta que se desmayó.
8. Le apretó las piernas con unos tornos, alternando el tormento con el interrogatorio.
9. La azotó con un látigo de cuero sin curtir hasta que quedó ensangrentada (previamente le habían quemado la espalda con alcohol)..
10. Volvió a colocarle las empulgueras y la dejó en el potro desde las 10 de la mañana hasta la una de la tarde, mientras él salía a comer algo con los funcionarios del tribunal.
Por la tarde llegó un funcionario que no aprobaba estos métodos, pero volvieron a azotarla despiadadamente. Así terminó el primer día de tortura.
Al día siguiente lo repitieron todo, pero con menor dureza…
brujería. tortura en Alemania
 
Grabado de la Cornell University Library, fechado en 1527, sobre formas de tortura empleadas en Alemania 
 
Antes de quemarles vivos en la hoguera el reo tenía una opción: si no se retractaban de su confesión los estrangulaban antes, pero si se retractaban se los quemaba vivos. Pero había aún una peor variante: quemarles con madera verde como recomendaba el juez Jean Bodin en Francia en su Démonomanie, para que ardiesen más lentamente y que la agonía durase más. Algo así le sucedió al español Miguel Servet, quemado en Ginebra por orden de Calvino el 27 de Octubre de 1553: ordenó que la pira tuviese solamente madera verde, con lo que el tormento duró unas dos horas, en vez de la media hora habitual como cuando se empleaba leña seca. A tal punto resultó desagradable para los asistentes (las ejecuciones siempre eran públicas) que, muchos de ellos, movidos por la compasión, empezaron a amontonar en la hoguera madera seca y que aquello acabase de una vez…
La acusación final y la condena, esta vez no fue por brujería sino por herejía, al haber combatido en sus libros el concepto de la (Santísima) Trinidad. Miguel Servet, médico (descubridor de la «circulación menor: la cardíaca-pulmonar), escritor, editor, filósofo y, sobre todo, un humanista. Tuvo una vida accidentada, y hubo de cambiar de residencia y de nombre varias veces para intentar pasar desapercibido, al pisarle los talones tanto la inquisición católica como la protestante, debido a sus opiniones heterodoxas. Con Calvino había intercambiado numerosa correspondencia y éste le había ido cogiendo bastante odio. Servet en su huída a Italia desde Francia, paró en Ginebra, y en un acto de ingenuidad (al fin y al cabo era un idealista) cometió la imprudencia de acudir a una iglesia donde sabía que Calvino predicaba para escucharle, con la mala suerte que éste le reconoció, mandándole detener. El final, ya lo sabemos.
 
Las brujas de Salem, y el sexo asociado a la brujería. Íncubos y súcubos
 
Situada en el estado de Massachusetts, en la costa Este de lo que después serían los Estados Unidos, el proceso de las brujas de Salem, que tuvo lugar en 1692, tuvo varios desencadenantes. Eran tiempos duros para la colonia, aún dependiente de Inglaterra. Había indios por todos lados en pie de guerra permanente. Combates frecuentes contra los franceses, a lo que se añadían impuestos exorbitantes por el gobierno colonial inglés. Fue un invierno muy frío, con epidemias de viruela y piratas amenazando por la costa. La mayoría de la población era de religión puritana, muy estricta, y Massachusetts no se podía considerar ni una monarquía ni una república, sino una teocracia con interpretaciones estrictas de la Biblia, y un control religioso por parte de un clero integrista y todopoderoso.
Todo comenzó con un grupo de muchachas aburridas y provincianas que empezaron a manifestar un cuadro de histerias, de ataques, sollozos y convulsiones. Tras la histeria, comenzaron a acusar a alguno de sus vecinos de haberlas hechizado. Rápidamente los jueces, fervientes puritanos, encontraron sospechosos responsables de la locura de las muchachas, de forma que lo que había empezado como una travesura de adolescentes se convirtió en un caso público con cruces de acusaciones y testimonios (falsos) de brujería.
Las muchachas testigo causaron muertes sin ningún motivo; una de ellas añadió poco después que…con algo tenían que entretenerse…Ann Putham, la más joven, declaró 14 años después que fueron todo invenciones…Otra testigo, Sarah Ingersoll, reconoció llorando que admitió haber puesto una mano en el Libro del Diablo bajo la amenaza del juez de encerrarla en una mazmorra. Y añadió que…si le contaba al juez una sola vez que había puesto la mano en ese libro, él la creería, pero si le decía la verdad, que no había puesto la mano en el libro incluso cien veces, no la creería… No obstante de los cerca de 150 acusados, confesaron 55, con el fin de obtener el perdón. No ahorcaron a los que admitieron que eran brujos, sino a los que lo negaron.
El caso de las brujas de Salem fue un episodio aislado en los Estados Unidos, en una comunidad puritana como era Massachusetts. Alguna denuncia similar en Nueva York no pasó de ahí, de denuncia, porque la importante colonia holandesa, mucho más racionalista, no concedió crédito a semejantes historias. Pero en la vieja Europa las denuncias por posesión diabólica que se desarrollaron en conventos de monjas fueron mucho más numerosos, y se les concedió credibilidad. Hay que considerar que las novicias, a menudo, eran ingresadas en los conventos de clausura por sus familias desde su más tierna niñez, sin conocer otro mundo mas que el que se encerraba entre aquellas venerables -y siniestras- paredes. Adolescentes que iban creciendo, aisladas, en comunidades muy pequeñas. Y donde no hay que descartar las «tormentas hormonales» y emocionales propias de la adolescencia, unido a una formación religiosa muy severa, con un mundo limitado a imágenes de santos, de mártires y de demonios.
Los síntomas manifestados en el caso de las novicias «poseídas» no tenían nada que envidiar a los de la película de «la niña del exorcista»: blasfemias, violentas convulsiones, rechazo a las reliquias, aullar ante la presencia de la cruz, vómitos, aspecto terrible o exhibicionismo lascivo…Burton en su Anatomía de la melancolía, escrito en 1621, ya sugirió que, a menudo, las pesadillas por posesión típicas de las muchachas desaparecían con el matrimonio… En un convento de clausura donde las monjas crecían, envejecían y morían sin salir de allí, tal remedio no era posible.
brujería. posesión
                                                      Imagen de posesión diabólica
Los procesos por posesión diabólica no fueron exclusivos de las mujeres. A lo largo de la historia, sobran ejemplos de muchachos, siempre muy jóvenes, que fingieron posesión con la habitual parafernalia de convulsiones, aullidos y demás. En muchos casos se sospecha del «efecto llamada», ya que las ejecuciones eran públicas con gran asistencia de espectadores, los verdugos leían las acusaciones-confesiones antes de la ejecución, y es de suponer que estos muchachos podían ser o bien, muy influenciables, o incluso que querían llamar la atención. Los jueces, que tampoco eran tontos, desenmascararon a algunos con sus interrogatorios. Nos han llegado unos cuantos ejemplos, como el de William Perry, en 1620, conocido como «el muchacho de Bilson», o el de Thomas Deling, en 1596, conocido como «el muchacho de Burton», los chicos de la familia Throckmorton, en el proceso de las brujas de Salem. O John Smith (1616), alias «el muchacho de Leicester», o John Darrell, alias «el muchacho de Nottingham».
Los fenómenos por posesión diabólica fueron una plaga sobre todo en Francia, aunque se dieron en conventos de toda Europa: Cambrai, 1491. Lyon, 1526. Wertet, 1550. Kentorp, 1522. Roma, 1554 y 1555. Gante, 1560. Colonia, 1565. Amsterdam, 1566. Oderheim, 1577. Mons, 1585. Milán, 1590. Aix-en-Provence, 1611. Lille, 1613. Madrid, 1628. Loudun, 1634. Chinon, 1640. Louviers, 1642. Paderborn, 1656. Auxonne, 1662. Mora, 1669. Hoorn, 1670. Toulouse, 1681. Salem, 1682. Las Landas, 1744. Unterzell, 1749…
En todos estos lugares se acusó a personas de la localidad de haber endemoniado a las monjas, pero en otros se acusó directamente a sacerdotes, padres confesores que podían entrar libremente en los conventos e «intimar» con las novicias, habiendo acusaciones de relaciones sexuales, consentidas o no, a veces con una parafernalia que, según las actas judiciales, incluían relaciones sado-masoquistas. Así, en 1611 murió en la hoguera (con madera verde, para mayor crueldad) el padre Gaufridi, confesor en Aix-en-Provence, tras largo proceso con las inevitables torturas incluídas,  o el padre Urban Grandier, quemado tras el juicio en 1630, en Loudon. No hay que excluir un fenómeno de «contagio»: al fin y al cabo y aún siendo de clausura, había una fluída comunicación entre los diferentes conventos, y las noticias de las posesiones y de los escándalos corrían como la pólvora.
brujeria. Sadomaso
Grabado sobre las relaciones sadomasoquistas del padre Girard y Catherine Cadière. 1731
Los íncubos y súcubos eran las personificaciones de los demonios sexuales. «Íncubo»: del latín «ponerse sobre», también llamado «efialtes»: del griego «saltar encima». El «íncubo» era la personificación de un diablo masculino que se colocaba sobre las mujeres por las noches. En algunos casos las víctimas describen que el íncubo se sentaba sobre su pecho produciéndole ahogos…¿podía ser una explicación para ataques de asma, me pregunto?…
Muchas acusadas describieron sus relaciones sexuales con el Diablo, bien bajo la forma del íncubo, bien en los aquelarres, insistiendo casi todas ellas que eran relaciones muy dolorosas y que tanto el miembro como el semen eran «fríos como el hielo». No hay que negar cierta imaginación, posiblemente avivada por la tortura. De todas formas, el historiador norteamericano Henry C. Lea, especializado en la historia de la Iglesia en la Edad media, ya apuntó:
la curiosidad de los jueces en los procesos por brujería era insaciable a la hora de conocer todos los detalles posibles de la relación sexual, y su diligencia y celo en los interrogatorios recibieron cumplida recompensa, la de las imaginaciones más sucias…
Brujería. La pesadilla, 1781, de Johann Heinrich Füssli
 
Imagen de un íncubo, según el cuadro del pintor suizo Johann Heinrich Füssli, «La pesadilla«, 1781
 
La mezcla de inquisidores lascivos y mujeres histéricas dio como fruto una gran parte de los relatos sobre el tema, todos ellos producto de fantasías eróticas y neuróticas. Otra cuestión que se planteó fue que más de una (y más de diez) gestaciones indeseadas por adulterio o en mujeres solteras (y en monjas), fueron muy oportunamente atribuídas por las mujeres a un íncubo en vez de a un amante, aunque en teoría las relaciones sexuales con el Diablo no eran fértiles. En contraposición a los íncubos, los demonios masculinos, teníamos los súcubos: los demonios femeninos.
Se los-las describe como mujeres de gran atractivo, que se aparecían por las noches seduciendo a los varones. Las visiones de santos, tentados por mujeres de gran belleza, como las famosas tentaciones de San Antonio, podrían asimilarse a súcubos, pero tampoco hay que descartar que muchos santos varones guardando castidad podían ser presa, en sueños o en la vigilia, de fantasias eróticas. Los súcubos solían personificarse bajo la apariencia de mujeres muy hermosas y atractivas. Y hubo múltiples testimonios en los procesos de la Inquisición en los que muchos hombres declararon que no les gustaría prescindir de sus súcubos, con los-las que, aseguraban, obtenían mucho más placer que con mujeres de carne y hueso.
 
El millonario negocio de las expropiaciones a los procesados, y los cazadores de brujas
 
Tanto si se ejecutaba al acusado como si no, la Inquisición confiscaba sus bienes. Todos los gastos de los procesos celebrados en Alemania, Francia y Escocia se cubrían con el patrimonio de los condenados o de sus familiares. Incluso de su aldea, si el acusado no tenía con qué pagar. En las raras ocasiones en que el acusado quedase absuelto, debía pagar los gastos de su estancia en la cárcel, y hubo casos en que alguno de ellos siguieron en prisión por falta de dinero, hasta que alguien se hiciese cargo del importe (que iba aumentando). La caza de brujas se autofinanciaba y llegó a ser una actividad comercial importante.
Sus propiedades se repartían entre clérigos, jueces, médicos, guardianes, escribanos, funcionarios, verdugos, recaderos e incluso entre los trabajadores que cortaban la leña para la hoguera y erigían el patíbulo. A veces el botín se repartía entre el tribunal episcopal y el gobierno civil. En otros casos el inquisidor local se apropiaba de todo. Ya mencioné en el proceso contra Gilles de Rais cómo se repartieron su inmensa fortuna entre el obispo de Nantes, el duque Juan V y el inquisidor jefe. Pero siempre había para repartir, y eran muchos los que participaban y sacaban beneficio, entre ellos los cazadores profesionales de brujas.
En los procesos por brujería se suele detallar a menudo y de forma muy burocrática, los costes que llevaba aparejada la tortura y la ejecución. Por poner un sólo ejemplo de los muchos que hay, en 1597 se detalló el coste de la quema en la hoguera de una tal Janet Wishart en Aberdeen, Escocia, una anciana acusada de haber hechizado a Alexander Thomson, produciéndole sudores y escalofríos. La quemaron junto a otra bruja, Isabel Crocker por once libras y diez chelines, importe de:
20 cargas de turba para la hoguera. 40 chelines.
-6 medidas de carbón. 24 chelines.
4 barriles de brea. 26 chelines y 8 peniques.
-por barriles de madera e hierro. 16 chelines y 8 peniques.
-por el patíbulo y su preparación. 16 chelines.
-por llevar la turba, el carbón y los barriles a la colina. 8 chelines y 4 peniques. 
-a un juez por la ejecución. 13 chelines y 4 peniques.
más los honorarios del verdugo.
Y hablando de los costes del verdugo…como ha sucedido siempre a lo largo de la historia en cualquier relación contractual, los verdugos intentaban sacar más dinero. A tal fin el Arzobispado de Colonia hubo de redactar una detallada tabla de tarifas por tortura que adjunto, para dejar las cosas claras y evitar abusos:
como son muchas las quejas que se han recibido sobre ciertas ejecuciones presididas por funcionarios de este Arzobispado, según las cuales el verdugo, además de aceptar su paga, o en lugar de ella, ha osado pedir ciertas cantidades de dinero, y como tales peticiones se consideran abusivas, quedan prohibidas de una vez por todas. Por consiguiente, ordenamos que de aquí en adelante todos los funcionarios cumplan las órdenes y paguen a los verdugos únicamente las cantidades estipuladas por cada ejecución realizada y les rogamos que entreguen posteriormente todas las cuentas y facturas al tesorero del Arzobispo. En Bonn, a 15 de Enero de 1575…
 
Y aquí va la lista. Si no fuera por lo que conlleva de terror, de dolor y de dramatismo, podríamos bromear diciendo que no tiene desperdicio:
brujería. tarifas 2
… Resulta muy significativo que en los lugares en que no se permitía la confiscación de bienes, como ya vimos el caso del estado alemán de Jülichs-Berg, no hubo procesos por brujería. Todos los papas alabaron esta medida considerándola una de las armas más poderosas en la lucha contra la herejía. Inocencio IV decía que…pendía como una espada sobre las cabezas de los herejes y de los príncipes… 
 
Fue en Alemania donde mayor proporción alcanzaron los procesos contra las brujas y, dentro de Alemania, destacaron por sus matanzas las zonas dominadas por los príncipes-obispos, como fueron Tréveris, Estrasburgo, Breslau y Fulda, y en especial en Wünzburg y Bamberg, como ya comenté en el capítulo donde expuse el cálculo aproximado de víctimas de la hoguera. Pero entre los acusados no hubo sólo pobres viejas o campesinos. Se puso especial cuidado en acusar a ciudadanos destacados y, por ende, ricos, entre ellos el caso del tesorero del obispo de Bamberg, Johann Gottfried von Aschausen. Las riquezas confiscadas ascendieron a 220.000 florines, y todo ese dinero fue a engrosar las nutridas arcas del obispo…
Pero con la persecución de las brujas y su correspondiente tortura se cumplía un objetivo: por un lado obtener confesiones de culpabilidad, para que la ejecución fuese legal (si no confesaba tampoco importaba, iba a morir de todas formas) y sobre todo conocer los nombres de sus cómplices, generalmente sugeridos por los propios jueces bajo el segundo y tercer grado de tortura, para que hubiese sospechosos de forma permanente y que los tribunales siguieran en funcionamiento…y ganando dinero…
En Agosto de 1629 el canciller del príncipe-obispo de Würzburg escribió una desoladora carta a un amigo, en la que, entre otras cosas, exponía:
es cierto que serán ejecutados muchos de los hombres del príncipe obispo, de todos los oficios y estamentos: clérigos, consejeros electorales y médicos, funcionarios de la ciudad y asesores del tribunal…han detenido a varios estudiantes de derecho. Mi señor, el príncipe obispo, tiene más de cuarenta pupilos que pronto deberían ser sacerdotes. Se dice que trece o catorce de ellos son brujos. Hace unos días apresaron a un deán. Ayer detuvieron y torturaron a un notario del consistorio catedralicio, un hombre muy culto. En pocas palabras, está implicada la tercera parte de la ciudad. Ya han ejecutado a los clérigos más ricos y destacados. Hace una semana quemaron a una muchacha de diecinueve años, de la que todos dicen que era la más hermosa de la ciudad y a la que todos consideraban doncella de modestia y pureza excepcionales…y así queman a muchos por renunciar a Dios y asistir a aquelarres, algo contra lo que nadie ha dicho una palabra jamás…
…para acabar con este terrible asunto, hay trescientos niños de tres y cuatro años de edad de los que se dice que han copulado con el demonio. He visto morir a niños de siete años y a valientes estudiantes de diez, doce, catorce y quince años, entre los más nobles. Aún perecerán personas de más elevado rango, a las que vos conocéis y admiráis y no podréis creer que sea cierto…
 
Las listas de los ajusticiados tanto en Würzburg como en Bamberg incluyen tanto hombres como mujeres, muchos de ellos personas adineradas y de alto rango, y también niños (de los que sus familiares debían pagar las costas del proceso y ejecución). Uno de los procesados y ajusticiados, en Wünzburg, fue Ernest von Ehremberg, un joven con un futuro muy prometedor, pariente y único heredero del príncipe obispo Philipp Adolf von Ehremberg, al que se le torció la suerte al ser acusado por los jesuítas que actuaban de consejeros para el príncipe obispo de asistir a aquelarres. Nadie estaba a salvo, no se libraba nadie…
El ambiente de terror que se debió vivir en ambas ciudades en aquella época debió ser espantoso, y seguramente no tuvo nada que envidiar a los ghettos judíos en la época del Tercer Reich. Los nazis, es cierto, también expropiaban, detenían, fusilaban, mandaban a los campos y exterminaban gaseando a los judíos, pero en los procesos por brujería de Francia o Alemania se añadían ineludiblemente los tormentos más crueles, y la muerte en la hoguera. Personalmente, creo que si me hubiesen dado a escoger entre ser procesado por brujo o ser mandado a Auschwitz hubiese dicho: ¡Auschwitz, prefiero Auschwitz!…a los judíos les sonará a herejía pero, por lo menos, muchos sobrevivieron…
El lento avance del racionalismo y de personajes destacados opuestos a estos procesos, y el cambio del mapa político en Europa, fueron poco a poco arrinconando a los procesos por brujería. Así, uno de los factores fue el paso del feudalismo (con su difícil control de los territorios bajo un gobierno inestable) al Renacimiento y a los estados capitalistas, que no podían desarrollar un buen comercio con semejante inseguridad social. La Guerra de los 30 Años que sacudió a Europa Central desestabilizó mucho la estructura y los controles políticos. Las últimas ejecuciones por brujería que se produjeron en Holanda, donde hubo un ambiente y un gobierno bastante racional, fueron en el año 1610. En Inglaterra, el último fue en 1684. En los Estados Unidos, en 1692. En Escocia, 1720. En Francia en 1745, aunque Luis XIV decretó un edicto, pese a las protestas, por el que acabó con los procesos en 1682. En Alemania en 1775, en Suiza en 1782, o en Polonia en 1793.
No obstante la creencia en la brujería aún coleaba, sobre todo en zonas rurales, siempre más supersticiosas. En 1879, en el pueblo de Wratschewe, en la jurisdicción de Novgorod (Rusia), a una mujer de 50 años llamada Agrafena Ignatjewa, los vecinos la encerraron en su casa y le pegaron fuego, acusándola de hechizar al ganado. El jurado sólo les condenó a una leve penitencia eclesiástica. Más reciente fue un caso en Gran Bretaña: apareció una noticia en el News Chronicle de Londres, el 6 de Enero de 1947. Se acusó a un anciano de haber agredido a una anciana, acusándola de haberle estado hechizando:   no me atrevo a contar todas las cosas terribles que me ha hecho. Me ha torturado durante cinco años…, dijo en su descargo.
Una variante de la posesión demoníaca: la licantropía
El fenómeno de hombres que se transformaban en lobos, atacando y devorando a la gente, lo que se conoce como la licantropía, ya se mencionaba desde la Antigüedad. Tenemos testimonios en obras de Platón, de Virgilio o, uno de los más famosos y repetido por los demonólogos medievales, el que cuenta Petronio en su Cena Trimalchionis. Pero en una época tan fanatizada y supersticiosa como la que estamos considerando, se produjo una verdadera epidemia de hombres-lobo en toda Europa aunque donde más casos se registraron fue en Francia y, sobre todo, en el sur. Está claro que la existencia de los hombres-lobo no era real. Algunos racionalistas como Reginal Scot, en 1584, sostenían que
la licantropía es un transtorno mental y no una transformación…
 
En 1621 Robert Burton, en su Anatomía de la melancolía ya aseguraba que la licantropía era una enfermedad mental:
algunos la llaman una especie de melancolía, pero yo prefiero denominarla locura, como la mayoría…
 
No obstante hubo los que sostuvieron que sí, que la licantropía era un fenómeno de posesión demoníaca, y una persona tan culta como el filósofo inglés Henry More, teósofo de la escuela de Cambridge, en 1670 escribió sobre este tema lo siguiente:
pues yo opino que el diablo se introduce en su cuerpo…
brujería. tratado de licantropia de Jean de Nyault
 
Portada del tratado de Licantropía de Jean de Nynauld. Cornell University Library
 
Hubo numerosos procesos por licantropía, algunos de los cuales tuvieron bastante fama en su momento, como el de Jacques Roulet, llamado el Licántropo de Agners. Roulet era un mendigo retrasado mental y epiléptico del que se demostró que había matado y comido parte de un muchacho de 15 años llamado Cornier, en 1598. Fue condenado a muerte pero se conmutó la sentencia por internamiento en el manicomio de Saint Germain-des-Près, El 14 de Diciembre del mismo año se condenó a un sastre de Châlons por licantropía, acusado de llevar niños a su taller, asesinarlos y comerse su carne. A éste sí lo ajusticiaron.
Otros casos conocidos fueron el de los Hombres-Lobo de Poligny, en 1522, el de Peter Stubb en 1589, los Hombres-Lobo de Saint Claude, en 1598, el de Jéan Grenier, en 1603, o el de Gilles Garnier, en 1573.
El caso de Gilles Garnier también refleja la influencia de la marginalidad en estos casos. Garnier vivía en una casucha aislada con su mujer, donde no se relacionaban con nadie, pobres e insociables. Tras un par de casos de niños aparecidos muertos y semidevorados cerca de su vivienda, fue detenido e interrogado. No sabemos si por efectos de la más que posible tortura, acabó reconociendo que había matado a cuatro niños. El 18 de Enero de 1574 fue quemado vivo, sin concederle la gracia de ser estrangulado previamente.
La brujería como tal herejía en sí, preocupaba  relativamente poco a la pobre gente del campo, gente humilde, más preocupados en todo caso de que les hubiesen hechizado a la vaca, agriado la leche o hecho caer granizo en sus cosechas. Lo normal en el mundo rural, atrasado, inculto y supersticioso, era que siguiesen acudiendo a curanderas o personajes que les resolviesen sus problemas de salud, mujeres que conocían el uso de las hierbas sin pensar si eran herejes o no. Los realmente «preocupados» por las brujas fueron los inquisidores, cuya tarea era definir y vigilar las herejías, aunque el aumento del número de procesos por brujería influyó en el número de procesos por licantropía. Pero estos casos de hombres-lobo, a los que se conocía en Francia como loup-garou, sí produjeron gran alarma en las zonas rurales.
Un caso que demuestra la pervivencia de estos miedos fue conocido como el de la Bestia de Gévaudan, en la Occitania francesa. Entre 1764 y 1767 se produjeron numerosos ataques a mujeres y niños en el campo por «algo» que describían como un enorme lobo o algo parecido, negro y peludo, capaz de sostenerse sobre las patas de atrás y que atacaba a veces en pleno día, con un total de entre 60 y 100 muertes descritas, hasta 113 según otras fuentes, y más de 30 heridos. La zona de Gévaudan es una comarca aislada, semimontañosa, de bosques espesos y población muy dispersa. A tal punto fue creciendo la alarma, reflejada en periódicos de toda Francia, que hasta el rey Luis XV creó un cuerpo especial de monteros prometiendo una gran recompensa al que lo matara, organizándose batidas que cazaron muchos lobos en la región, pero las muertes seguían en goteo.
Dado el fracaso en la operación, el rey fue nombrando diferentes comandantes al cuerpo de loberos: el capitán Duhemel, el Señor D’Enneval (un noble normando con gran experiencia en la caza de lobos) y por fin a Sieur François Antoine de Beauterre que, oficialmente, lo mató en una de las batidas. El animal, un lobo de gran tamaño, de 50 kg (el peso de un lobo macho en España alcanza si acaso los 40kg), fue disecado y llevado a Versalles para regocijo y asombro de la corte, cobrando Beauterre la recompensa…pero poco después, la Bestia de Gévaudan prosiguió matando con sus métodos habituales: degollando a las víctimas, devorando sus vísceras e incluso, en el caso de los niños, arrancándoles la cabeza. Los campesinos estaban aterrorizados, nadie se atrevía a salir de noche ni casi a pastorear sus vacas, pero como «oficialmente» la Bestia había sido cazada, el rey se desinteresó del tema y no volvió a enviar nadie más.
Como es normal, y aparte de las numerosas misas que se celebraban por toda la comarca, se desataron muchísimas teorías sobre la naturaleza de la Bestia: desde sádicos (humanos) que mataban gente en el campo a los que después devoraban los lobos, a personificaciones del demonio o a animales del infierno, aunque la más frecuente fue la de un hombre-lobo, un loup-garou: por su tamaño, por su crueldad, por su osadía, por la forma de destrozar a sus víctimas o por la capacidad descrita por los testigos de mantenerse en pie… Al final tuvo que ser un cazador furtivo de la zona, Jean Chastel (recién salido de presidio) el que esperó rezando una noche a la Bestia a la que mató disparando dos balas de plata, que había obtenido fundiendo tres medallas de la Vírgen…
El animal, un lobo, era muy grande, de 65 kg, y presentaba cicatrices de bala y otras que habían descrito algunas víctimas al defenderse. La Bestia murió el 19 de Junio de 1767, y aunque Chastel la llevó a Versalles el calor y el largo trayecto provocó que se pudriese durante el camino, y al no ser Chastel ni aristócrata ni militar sino un triste campesino, en la corte se desentendieron de tan maloliente carroña, nadie le quiso recibir y hubo de marcharse sin merecer la menor recompensa. Lo cierto es que a partir de entonces no volvió a reportarse ningún ataque.
A su muerte, Jean Chastel fue enterrado en la modesta iglesia de la modestísima población de La Besseyre-Saint-Mary. Al ser un personaje de ninguna relevancia le dieron sepultura en el lado izquierdo de la nave. Por supuesto, sin lápida.
 
Un remedio contra la brujería: los exorcismos.
 
…Señor, hasta los demonios se nos someten a tu nombre…(Evangelio de Lucas, 10, 17)
En los países protestantes no se utilizaba el exorcismo. Fue y es un remedio utilizado solo en los países católicos. En los evangelios se citan ya maniobras y técnicas de expulsión de los demonios que realizó Jesucristo en varias ocasiones. Esta práctica se introdujo en la Iglesia cristiana en época muy temprana, siendo los exorcistas una de las cuatro órdenes menores de la Iglesia, y su reputación ayudó a la propagación de la nueva fe. Poco a poco se fue ritualizando el procedimiento y, de esta manera, el primer «manual» con fórmulas de exorcismo se recoge en la obra Statua Ecclesiae Latinae, redactada a finales de los años 500.
En los siglos que estamos considerando y en medio de la época culminante de la brujomanía, se publicaron numerosas antologías de ritos para exorcismos. La más conocida es la de Girolamo Menghi: Flagellum Demonum: Exorcismos Terribeles, Potentissimos et Efficaces (creo que no es necesario traducir), publicada en 1582, donde explicaba siete exorcismos diferentes. Más adelante se incorporaría en un solo volumen junto a las obras de otros cuatro expertos (Valderio Polidoro, Zacarías Vicecomes, Pietro Antonio Stampa y Maximilian von Eynatten) en el Thesaurus Exorcismorum, publicado en 1626. Libro de 1232 páginas que, curiosamente, durante una breve temporada estuvo incluído en el Index de libros prohibidos por Roma.
brujería. exorcismo a una monja posesa de Hainaut, 1589
Exorcismo de una monja posesa en Hainaut, expulsando los demonios por la boca. 1583
El Thesaurus Exorcismorum valía para todo: además de expulsar demonios, hasta que las vacas siguieran dando leche o contra las plagas de langostas, pasando por devolver las «ganas» a matrimonios desganados o proporcionar hijos a los estériles. En obras de otros especialistas, tales como el Enchiridium quadripartitum, completo manual de exorcismos del franciscano Vincentius van Berg, en 1748, incluía…remedio espiritual contra los íncubos y los súcubos…(recordemos: los demonios sexuales). Otros, para no extenderme, fueron el ritual de Maximilian von Eynetter, en 1619, y que la Iglesia católica mantuvo con pocos cambios hasta la actualidad, bajo el nombre de Rituale Romanum…
Tal y como lo presentan los manuales, el rito para exorcizar a una persona poseída por el espíritu del mal era largo e impresionante, no podía tomarse a la ligera y se recomendaban ciertas precauciones… al fin y al cabo se estaba luchando contra el mismísimo Diablo… El ritual incluía la repetición constante de oraciones y órdenes de expulsión, y el uso de objetos tales como crucifijos, agua bendita o reliquias sagradas. El uso que se impuso desde la Edad Media y que aún pervive de portar un crucifijo, en lugar visible y cuanto más grande mejor, no dejaba de ser un escudo ante Satanás.
Parecería que lo de los exorcismos es una cosa de la antigüedad, ya obsoleta, pero lo cierto es que todavía se utiliza. Mencioné hace pocas líneas que desde 1614 la Iglesia Católica ha seguido utilizando el Rituale Romanum como guía para realizar exorcismos. El Rituale Romanum se elaboró como compendio de todos los ritos de la Iglesia Católica (excepto la celebración de la Eucaristía, que se encuentra en el Misal Romano). En concreto y para el tema que estamos tratando, el enunciado de su capítulo o Titulus XII dice: De exorcizandis Obsessis a Daemonio. Su última edición fue en 1952, aunque en 1999 se publicó uno nuevo, renovado, a instancias de Juan Pablo II. No obstante esta última edición fue duramente criticada por algunos exorcistas de renombre, como el sacerdote Gabriele Amorth o monseñor Carlos Alberto Mancuso debido a sus supuesta ineficacia. El argumento, decían, es que si ha funcionado tan bien durante tantos siglos, ¿para qué cambiarlo?…
Se planteó un debate a comienzos del siglo XX con el nacimiento de la psiquiatría en contra del exorcismo «clásico», y el debate continúa. Los psiquiatras  sostienen que todo aquel cuadro tan alarmante en los endemoniados de convulsiones, gritos y reacciones violentas, bien puede encuadrarse dentro de las enfermedades de la mente, como la esquizofrenia. Hubo numerosas denuncias de psiquiatras contra exorcistas ante casos concretos, que mantuvieron un exorcismo durante meses o años. Hay que tener en cuenta que, cuando se solicitaba la ayuda de un exorcista, el problema ya venía de lejos, y tanto el poseído como la familia estaban, como mínimo, angustiados.
A la luz de los avances de la psiquiatría y sobre todo de la neurofisiología, se han barajado incluso enfermedades como la encefalitis autoinmune por anticuerpos antireceptor NMDA, como causa de todos esos cuadros. Los exorcistas alegan que no todas las enfermedades de índole psiquiátrica se resuelven con los tratamientos convencionales, mientras que por su parte los psiquiatras sostienen que no todos los exorcismos funcionaban. No obstante hoy día muchas veces, tanto exorcistas como psiquiatras (muchos exorcistas lo son) trabajan a la par.
En España sigue habiendo exorcistas: el 26% de las 69 diócesis tienen uno, según el sacerdote Antonio Doñoro, citando su libro Exorcismos. Fuentes y Teología del Ritual de 1952, editado en fecha tan reciente como el año 2011. En concreto en Madrid hay ocho, uno por cada vicaría. Hoy día 15 sacerdotes en toda España cuentan con la autorización eclesiástica. Y aunque nos pueda parecer que ya no, siguen enfrentándose a «posesiones diabólicas».
Inquisición en España.
 
El tribunal de la Inquisición fue creado en Roma a finales del siglo XII por el papa Lucio III mediante la bula Ad abolendam, con el fin de combatir a la herejía albigense, extendida en el sur de Francia. En el Reino de Castilla no se implantó hasta el 1 de Noviembre de 1478, ya bajo el mandato de los Reyes Católicos (siendo abolida en las Cortes de Cádiz en 1812), manteniéndose independiente de la de Roma. Si el propósito de la Inquisición en Europa siempre fue el de velar por la fe y exterminar las herejías, en España, aunque estuviese camuflado bajo el barniz de mantener la ortodoxia católica, tuvo un propósito claramente político y, por tanto, unificar el poder real en sus reinos, sin permitir desviaciones. Siempre se enfocó contra las disensiones políticas: en un comienzo contra las prácticas judaizantes que los judeoconversos podían seguir manteniendo, lo que se llamó el criptojudaísmo. Más adelante y en la misma línea, contra los moriscos obligados a convertirse al cristianismo que en la intimidad mantenían sus ritos musulmanes, y más adelante contra los «alumbrados», núcleos de proto-protestantes.
Los «alumbrados», personas cultas de inspiración intelectual y erasmista, surgieron en varias ciudades de España (Sevilla, Guadalajara, Valladolid…), al hilo de la Reforma de Lutero, pero que en aquel periodo convulso no se podían tolerar y que, como las otras dos anteriormente citadas, se consideraba que podían atentar contra la unidad del poder real. Entre los «alumbrados» hubo muchos judíos conversos, pero cabe añadir que tanto Carlos V como su hijo Felipe II fueron admiradores reconocidos de las ideas progresistas de Erasmo de Rotterdam. En el primer proceso contra los «alumbrados» celebrado en Guadalajara y Valladolid se dictaron penas de prisión, pero ninguno fue ejecutado. Sería más tarde, entre 1558 y 1562, cuando se celebraron autos de fe en Valladolid y Sevilla donde sí se ejecutaron a cerca de cien condenados.
Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, de Francisco Rizi. 1683. Museo del Prado
Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, de Francisco Rizi. 1683. Museo del Prado
La famosa «Leyenda Negra», que todavía continúa, nació inicialmente con los procesos contra los «alumbrados», y en la que se exageró la actuación de la Inquisición española con fines propagandísticos. El primero en escribir sobre el tema fue el inglés John Foxe (1516-1587) que le dedicó un capítulo entero de su libro The Book of Martyrs. Pero el que más difusión tuvo fue otro libro cuyo título traduzco: Algunas artes de la Santa Inquisición española, publicado en Heidelberg en 1567 bajo el seudónimo de Reginaldus Gonsalvius Montanus, y probablemente escrito por dos protestantes españoles exilados: Casiodoro de la Reina y Antonio del Corro. Este libro fue otro best-seller (como el Malleus Maleficarum), y fue traducido al inglés, francés, holandés, alemán y húngaro, contribuyendo a cimentar la imagen negativa que en Europa se tenía de la Inquisición española.
El primero de ellos, Casiodoro de la Reina (1520-1594), fue uno de esos personajes de la época de vida atribulada. Religioso de la orden de los Jerónimos, vivió gran parte de su vida en el convento de San Isidoro del Campo, en Santiponce, Sevilla, muy cerca de las ruinas de Itálica. En San Isidoro se formó un grupo de «alumbrados» en los que rápidamente se fijó la Inquisición. De la Reina anduvo listo y en 1557 huyó a Ginebra como se suele decir «a uña de caballo», junto a Cipriano de Valera, otro «alumbrado». Del resto de monjes, no tan rápidos, prácticamente todos acabaron en la hoguera, en un auto de fe celebrado en Sevilla en Abril de 1562 y en la que Casiodoro fue quemado «en imagen».
Cabe añadir que, ya en Ginebra, donde Calvino acababa de quemar a Miguel Servet (esta vez no «en imagen» sino en carne y hueso) cuatro años antes, Casiodoro expuso su disconformidad al no estar de acuerdo, por razones de conciencia, con las ejecuciones. Su vida fue un ir y venir por toda Europa pasando todo tipo de necesidades y donde sus ideas a veces chocaban con el espíritu de los gobernantes, muy dados a quemar brujas a diestro y siniestro. De su seudónimo (Reginaldus Gonsalvius Montanus) sólo imaginar que fue un pequeño homenaje a su amigo y paisano Benito Arias Montano, con el que compartió estudios en Sevilla y que, pese a sus tendencias heterodoxas, lo que le situaron en el siempre peligroso punto de mira de la Inquisición, le salvó siempre la íntima colaboración que le unió a Felipe II, al que sirvió de traductor del árabe y de consejero, lo que sin duda le evitó la hoguera.
La Inquisición española contó con un organismo, el Consejo de la Suprema y General Inquisición, más conocido como «la Suprema», creado en 1488, y que tenía bajo su supervisión los diferentes tribunales locales. Formado generalmente por seis miembros nombrados directamente por el rey (nunca fueron más de diez), y cuya máxima autoridad fue siempre el Inquisidor General. La Suprema, contra lo que cabe pensar, muchas veces actuó como un árbitro justo, solventando procesos que tendían al extremismo. El historiador hispanista Henry Kamen, basándose en la documentación de los autos de fe, calcula un total de entre 2.000 y 3.000 personas ejecutadas, desde 1478 hasta 1812, en que supuestamente se disolvió, aunque el último ejecutado por la Inquisición lo fue el 31 de Julio de 1826, un maestro de escuela catalán llamado Cayetano Ripoll, ahorcado en Valencia acusado de hereje.
El pobre hombre tan sólo era liberal y deísta, y uno de los argumentos en su contra fue el de no llevar sus alumnos a misa. Lo cito aquí porque la sede del Colegio de Veterinarios de Madrid, al que pertenezco, está ubicado en una calle dedicada a su nombre (la de «Maestro Ripoll»). Los procesos contra las brujas como tal fueron muy pocos y bastante tolerantes, como veremos pese a la Leyenda Negra, y aunque aquí se cometiera la infamia de matar a 2.000 personas…incluso aunque sólo hubiera sido uno como el pobre maestro Ripoll, comparados con los cientos de miles de ejecutados por brujería en el resto de Europa, no fueron más que una gota de agua en el océano…
Como muestra del racionalismo y la tolerancia practicada en España contra el tema de la brujería, y antes de la implantación de la Inquisición oficialmente en el año 1478, ya en 1436 el obispo de Ávila, el erudito Alfonso Tostado, decía que el aquelarre era una ilusión producida por las drogas, mientras que ya en Francia y Alemania se quemaba sin miramientos a las mujeres acusadas de asistir a los aquelarres. En 1526 los tribunales seculares celebraron procesos multitudinarios en Navarra, a raíz de los cuales la Suprema examinó las acusaciones. La actitud escéptica y racionalista de los diez miembros de la Suprema explica que en España no apareciera el oscurantismo de la brujomanía.
Como muestra de su objetividad, para erradicar aquellos casos juzgados en Navarra, 7 de los 10 integrantes recomendaron tan sólo los sermones de los sacerdotes. Valdés, futuro inquisidor general, dijo que (al contrario de lo que sucedía en el resto de Europa) no debían aceptarse las acusaciones de unas brujas contra otras. Asímismo, Valdés sostenía que la autoacusación sólo era prueba suficiente para castigos menores. En 1530, de hecho, la Suprema logró detener una persecución que se preparaba en Navarra y en otras ocasiones detuvo a sus propios inquisidores en Barcelona (1537), Navarra (1538) y Galicia (1551).
 
-El caso español de las brujas de Zugarramurdi y el ecuánime inquisidor Alonso Salazar de Frías  
 
Los días 7 y 8 de Noviembre de 1610 se celebró un auto de fe en la ciudad de Logroño. Diez y ocho mujeres fueron reconciliadas porque confesaron sus culpas, apelando a la misericordia del tribunal. Seis que se resistieron fueron quemadas vivas, y cinco lo fueron en efigie, porque habían muerto antes de la sentencia. El desencadenante fue la masiva caza de brujas en las comarcas de Labort, o Labourd, situado al sudoeste de Francia, justo al otro lado de la frontera. El rey francés Enrique IV y a petición de los señores D’Amou y D’Uturbie, comisionó al juez del parlamento de Burdeos Pierre de Lancre para investigar, ante la «plaga» de brujas que, según ellos, asolaba el país.
Lancre actuó con tanto celo que obtuvo declaraciones de niños, viejos y adultos sometidos a tortura (necesitando traductores al no entender el euskera), procesando y quemando incluso a sacerdotes sospechosos. Lancre a lo largo de sus inquisiciones (nunca mejor dicho) dedujo que en el país de Labort había más de 3000 brujos, quemando en la hoguera en una primera fase más de 80, que serían 600 en una segunda fase que duró cuatro meses. Según Pierre de Lancre, en el Labort la brujería estaba tan extendida que los aquelarres, en contra de lo que se creía en el resto de Europa, se celebraban cualquier día de la semana, e incluso de día… Ante los excesos de Lancre y llevados por el pánico de una más que probable muerte, muchas familias escaparon de la quema (y otra vez nunca mejor dicho) cruzando la frontera y poniéndose a salvo en Navarra.
A principios del siglo XVII Zugarramurdi era una pequeña aldea de 200 habitantes dedicados a la agricultura y a la ganadería. Situada al extremo norte de Navarra, en las estribaciones de los Pirineos y a poco más de dos kilómetros de la frontera con Francia. Zona montañosa, muy escasamente poblada y con una población dispersa. Hoy día la población apenas ha crecido: 230 habitantes según el censo de 2017. En las faldas de la montaña y a unos 500 metros escasos del pueblo, unas grandes cuevas donde se figura que las brujas celebraban los aquelarres… lo que les ha venido muy bien en estos tiempos de turismo masivo para aprovechar el renombre que le proporcionó el proceso y celebrar en las cuevas festivales folklóricos y romerías «brujeriles», donde los asistentes se disfrazan con sombreros puntiagudos y hacen queimadas mientras recitan conjuros (totalmente inofensivos, por otra parte, más allá del abuso del aguardiente), un poco en la línea de la fiesta de Halloween.
El norte de Navarra, al igual que sus vecinos franceses del Labort son vascoparlantes y, por tanto, una comunidad más cerrada que sus vecinos al norte y al sur, y con una cultura ancestral mantenida desde los tiempos precristianos. Incluso la cristianización llegó tarde y mal a tan remotas localidades. Pamplona es ciudad de fundación romana, la antigua «Pompaelo» (fundada por Pompeyo), y se cita en el Tercer Concilio de Toledo (año 589) a Liliolo como primer obispo de Pamplona.
Pero los territorios pirenaicos, más lejanos y «salvajes» (como ya mencionan los romanos a los habitantes de los Alpes o los Cárpatos), comenzaron a cristianizarse según las fuentes más optimistas en el siglo X, en un proceso que supongo fue lento y paulatino. Hay citas que cuentan que en el año 653, tribus de vascones ayudaron al rebelde visigodo Froya a hacer incursiones por el valle del Ebro, donde destruyeron iglesias, altares y objetos religiosos…de lo que podemos deducir que aún no estaban cristianizados (Hispania Sacra, del obispo Tajón, de ZaragozaO la Chronica, de Isidoro de Beja, llamado el Pacense).
Con estos mimbres podemos imaginar el atraso cultural respecto a los territorios más evangelizados de Francia, Navarra, Castilla o Aragón. Todo comenzó tras la denuncia a una vecina, a la que aseguraban habían visto dirigirse a un akelarre. Siete mujeres y tres hombres fueron detenidos pero, tras hacer confesión pública y arrepentirse ante el vicario, fueron perdonados. Pero lo de Zugarramurdi llegó a oídos del tribunal de la Inquisición de Logroño, bajo cuya jurisdicción estaba Navarra, y a comienzos de Enero de 1609 mandó un comisario para informarse, deteniendo a cuatro de aquellas brujas que habían confesado.
El 9 de Febrero de 1609 se presentaron voluntariamente ante el tribunal de Logroño una mujer y sus dos hijos de aquel primer grupo de detenidos, con un guía-traductor (sólo hablaban euskera) para exponer ante el tribunal lo que realmente había sucedido. El guía tradujo que acudían a pedir justicia porque no eran brujos, y si lo habían confesado al vicario de Zugarramurdi era…porque los apretaron y amenazaron mucho si no los dezían… El problema vino cuando el propio guía testifico diciendo que sí, que eran brujos, y la Inquisición decidió encarcelarles. Tras cinco meses de interrogatorios acabaron por confesar, delatando además a otras personas, incluyendo listas de niños menores de catorce años como participantes de los aquelarres.
Ante el problema planteado, la Inquisición designó a un miembro del tribunal, Juan Valle Alvarado que, acompañado de un traductor, recorrió durante varios meses diversas localidades como Zugarramurdi, Vera, Lesaca, Tolosa y San Sebastián, inculpando hasta 300 personas (excluyendo a los niños). De estos 300, los 40 que le parecieron más culpables fueron conducidos a Logroño. Incluso el obispo de Pamplona visitó la zona asegurando que allí nunca había habido secta de brujas, hasta que comenzaron a llegar noticias de Francia. No podemos descartar el «efecto llamada»: muchos cruzaban la frontera para presenciar la quema de brujas en el Labourd, donde se leían públicamente las acusaciones.
En Junio de 1610 los inquisidores del tribunal de Logroño acordaron la sentencia de culpabilidad de 29 de los acusados, y el 7 de Noviembre se celebró un multitudinario acto de fe, al que se calcula que acudieron 30.000 personas, más todo el cortejo de la Inquisición y los penitentes. Como comenté al principio, 18 de los acusados fueron reconciliados al admitir sus culpas apelando a la misericordia del Tribunal. Los seis que se resistieron, fueron quemados vivos. Debido a la dureza de las penas, el proceso de Zugarramurdi se convirtió en el proceso más grave de la Inquisición española contra la brujería.
Según el hispanista Henry Kamen, esta excepción a la relativamente benigna trayectoria de la Inquisición en relación con el tema de la brujería, se explica por la influencia que tuvo la caza de brujas llevada a cabo en 1609 al otro lado de la frontera por el riguroso juez Pierre de Lancre. La sentencia fue bastante benigna comparada con los cientos y miles de condenados que por las mismas fechas morían en Europa occidental: «sólo» seis condenados a la hoguera, y ello por su obstinación al mantenerse en su herejía.
Pero aquí aparece en escena el inquisidor Alonso de Salazar y Frías, incorporado al tribunal en Julio del año anterior (no había participado en los interrogatorios), y que votó en contra de la condena a la hoguera de María de Arburu por falta de pruebas. Tras la celebración del ya citado auto de fe de Noviembre de 1610, el mismo inquisidor dudó también de la culpabilidad del resto, y tras una revisión a fondo del caso ordenada por el Consejo de la Suprema Inquisición (la «Suprema»), que incluyó una investigación exhaustiva en Zugarramurdi y alrededores, Salazar de Frías manifestó su arrepentimiento diciendo que se había cometido…una tremenda injusticia…
 
Unos meses más tarde, en Abril de 1611, el humanista Pedro de Valencia presentó un informe que le había pedido el Inquisidor General, adelantándose a la psiquiatría del siglo XX y afirmando entre otras cosas que había un fuerte componente de enfermedad mental, aconsejando buscar…en los hechos cuerpo manifiesto de delito conforme a derecho y no se vaya a probar caso de muerte ni daño que no ha acontecido…
 
Las dudas que manifestó el inquisidor Salazar de Frías eran compartidas al menos por otros tres eclesiásticos que habían manifestado que…era cosa de risa la materia de brujos… El Consejo de la Suprema Inquisición encargó a Alonso de Salazar y Frías que visitara las comarcas del norte de Navarra. Iba acompañado de un edicto de gracia en el que se invitaba a los supuestos brujos a arrepentirse de sus errores sin que fueran castigados…
Con el edicto de gracia en la mano y acompañado de dos intérpretes para entenderse con los vascoparlantes, Salazar recorrió en ocho meses (de Mayo a Diciembre de 1611) el norte de Navarra, de Guipuzcoa y de Vizcaya. El escritor y etnólogo vasco Julio Caro Baroja, en su libro Las brujas y su mundo (1961), escribió acerca de Salazar:
a medida que fue observando los casos, interrogando a los acusados y haciendo hablar a la gente de modo liso y llano, su criterio fue perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las actuaciones atribuídas a los brujos, en aquel caso concreto…
 
En Marzo de 1612 Salazar redactó un primer memorial, al que siguió un segundo. En esos informes Salazar afirma haber absuelto ad cautelam a 1384 niños y niñas de entre 6 y 14 años de edad y a 41 adultos, y reconciliado a 290. De estas personas, 81 revocaron sus confesiones anteriores.  Salazar prestó atención especial a los testigos, muchos de ellos testificando por…sobornos, enemistades o respetos indebidos…, como fue el caso de muchos niños que confesaron haber mentido.
La conclusión del informe de Salazar es que los fenómenos de brujería investigados son historias inverosímiles y ridículas. De todos los casos investigados, citando su informe…no sale dello cosa comprovada… Estudió además el contenido de ollas con brebajes, los…potages, ungüentos o polvos…con que supuestamente se frotaban las brujas para volar a los aquelarres, o que utilizaban en sus maleficios, pidiendo con método científico a médicos y hombres peritos que comprobaran su eficacia sobre animales, a los que no pasó nada. Demostró también a los supuestos brujos y brujas que las cosas que decían no habían ocurrido en realidad, como el caso de mujeres jóvenes que afirmaban que habían sido amantes del Diablo, pero que al ser examinadas por matronas comprobaron que seguían siendo vírgenes…sueño o flaqueza de corazón…, escribe.
Salazar asegura que son los libros y los sermones sobre la brujería lo que hacía que ésta se extendiera, por lo que recomendaba que no se le diera publicidad, convencido de que la brujería acabaría por desaparecer si se dejaba de hablar de ella: …no hubo brujas ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y escribir de ellas… Como ejemplo de racionalidad valga uno de sus escritos:
…volar a cada paso una persona por el aire, andar cien leguas en una hora, salir una mujer por donde no cabe una mosca, hacerse invisible a los presentes, no mojarse en el río ni en el mar, estar al tiempo en la cama y en el aquelarre, luchar las imágenes como personas sensibles, las apariciones contínuas y que cada bruja vuelva en la figura que se le antoja y alguna vez en cuerpo o en mosca con lo demás referido, es superior a cualquier discurso…
 
Mientras en la «civilizada» Europa seguían muriendo a miles en la hoguera, el 29 de Agosto de 1614 la Suprema asumió las tesis del informe de Salazar. Un resultado concreto fue que se revisaron los procesos y se intentó reparar a las víctimas del auto de fe de Logroño.
Aunque he buscado en Google no he encontrado referencias a ninguna calle en España que lleve su nombre, ni siquiera en su Burgos natal. Y no sé si lo tiene, pero este hombre se merece un monumento.
El inquisidor Alonso Salazar de Frías
                                                            Alonso Salazar de Frías 

Índice general (27/07/2019)

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Historia:                                                                                                                                                        -El largo peregrinar de los manuscritos árabes. 1ª parte: la Biblioteca de El Escorial.             -El largo  peregrinar de los manuscritos árabes. 2ª parte: la Fundación Kati.                           -Españoles en Viet Nam: la guerra secreta.                                                                                       -El velatorio de Franco.                                                                                                                         -Eulogio, el obispo cordobés que no sabía quien era Mahoma.                                                   -Una de romanos: Titulcia, la vía XXIX y Gonzalo Arias.                                                               -La Sierra de Guadarrama en la Edad Media. 1ª parte: el dominio árabe.                                 -La Sierra de Guadarrama en la Edad Media. 2ª parte: la Reconquista.                                     -Prisciliano: ¿quién está enterrado en Compostela?.                                                                      -Héroes y viajeros.                                                                                                                                  -Sobre Reyes Magos, reliquias y evangelios.                                                                                     -De Toledo a Tombuctú. Unitarios, trinitarios y los descendientes de Witiza.                          -El perro Paco. Un héroe y martir castizo en el Madrid de 1.882.                                                  -El Holocausto y el horror nazi en Polonia (1º parte)                                                                     -El Holocausto y el horror nazi en Polonia (2ª parte)                                                                      -El Holocausto y el horror nazi en Polonia (3ª parte)                                                                     -Balleneros vascos en la antigüedad. Ballenas, bacalao y piratería                                              -Hambre: canibalismo e infanticidio, dos estrategias de supervivencia                                    -Rocadragón, los cachalotes de Franco y el rodaballo                                                                   -El Cid y Almanzor: dos grandes guerreros que no llegaron a enfrentarse                               -Sirenas, dragones, San Jorge y otros seres imaginarios                                                              -Suicidio y eutanasia: «en las manos, las llaves de mi cárcel»

Cosas de perros:                                                                                                                                    -La domesticación del lobo y el origen del perro.                                                                           -El mastín y la Mesta de Castilla.                                                                                                         -Los molosos, antepasados de los mastines.                                                                                     -El lobo: pesadilla de pastores. La Bestia de Gévaudan.                                                                 -La intensa vida social del dueño de perro (pendiente de redacción).                                        -El perro Paco. Un héroe y martir castizo en el Madrid de 1.882.

Cosas de gatos:                                                                                                                                        -¿Sienten dolor los gatos?.                                                                                                                     -Adoptando un gato adulto.                                                                                                                 -El estrés: el gran problema.                                                                                                                  -Castrar o no castrar, he aquí el dilema.                                                                                            -Cómo mejorar el entorno del gato.                                                                                                    -Los Cat-Café: una moda muy felina.                                                                                                  -Evitando accidentes: stop a los gatos paracaidistas.                                                                     -Las uñas del gato. Tres alternativas a la deungulación.                                                                -La domesticación del gato.                                                                                                                  -Cómo darle una pastilla a tu gato.                                                                                                      -El difícil trago de llevar el gato al veterinario.                                                                                -El control de las colonias callejeras de gatos.                                                                                  -Clipnosis: emulando la relajación natural del gato.                                                                       -¿Hablamos?. El maullido.                                                                                                                    -Controversias en la alimentación felina (y canina).                                                                      -Una palabra muy rara: «Flehmen»: el mundo de las emociones en los gatos.                          -El gato negro.                                                                                                                                         -Los colmillos del gato.                                                                                                                          -El imparable ascenso social de los gatos.                                                                                          -La aventura de cruzar a la gatita.                                                                                                      -La llegada de un bebé a casa (pendiente redacción).

Suicidio y eutanasia: «en las manos, las llaves de mi cárcel»

suiocidio por amor, Leonardo Alenza
Cuadro de Leonardo Alenza, Sátira del suicidio, pintado en 1839, y en el que ridiculiza la imagen y la actitud del suicida
SUICIDIO
El suicidio en el mundo. Estadísticas
Motivaciones y tipos de suicidio 
El suicidio asociado a transtornos psico-patológicos. La locura, la bilis negra y el demonio
   -influencia de la «melancolía» en el suicidio de artistas y pensadores
Los pioneros: John Donne y Émile Durkheim 
   -la importancia de la religión
   -otros factores sociales
El suicidio juzgado bajo el prisma de la religión y del Estado
El suicidio en Japón. 
   -el suicidio entre los estudiantes
   -los hikikomoris o el «suicidio social»
   -el suicidio colectivo
   -el bosque de los suicidas
El suicidio en España
   -un ejemplo particular: el suicidio entre los veterinarios
   -el Viaducto madrileño
   -los «tumbaos», nuestra versión patria de los hikikomoris
EUTANASIA
La eutanasia en el mundo actual
La eutanasia en España. «Derecho a Morir Dignamente»
 

SUICIDIO

en las manos, las llaves de mi cárcel… Esta cita, sacada del Biathánatos, escrito por el diácono inglés John Donne en 1600 y del que hablaré más adelante, ya nos da una pista de lo que el suicidio, como acto voluntario, suponía para todos aquellos desesperados que querían poner fin a su vida. La palabra «suicidio» no se utilizó hasta tarde: es un neologismo aparecido en la Inglaterra del siglo XVII, en el tratado Religio medici, escrito por el médico Thomas Brown. Se fue implantando poco a poco en Occidente, donde se utilizaba sobre todo el término griego autocheir = «por propia mano», o el equivalente latino sponte sua = «por propia voluntad».
El suicidio en el mundo. Estadísticas
Desde muy antiguo aparecen testimonios del suicidio. Así, en la Epopeya de Gilgamesh, aparecida escrita en tablillas de arcilla, en Irak (datada aproximadamente en el 2000 a.C.), ya figura el autosacrificio del héroe. Anterior al Gilgamesh apareció un papiro en Egipto con el epígrafe de Discusión entre un desesperado y su alma, en la época de la XIIª Dinastía, datado entre los años 2250 y 2160 a.C. Después de éstos, vendrían muchos más.
Se calcula que se produce un suicidio en el mundo cada 40 segundos. Según datos de la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, cada año y en todo el globo intentan quitarse la vida entre 20 y 30 millones de personas, y lo consiguen 1 millón. Hay que considerar que el suicidio es la primera causa de muertes violentas, aproximadamente un 50% del total, seguidas por los homicidios (un 31%) y por delante de las guerras (19%).
Detallaré más adelante en los capítulos correspondientes los casos particulares de los suicidios realizados en España y en Japón pero, para irnos haciendo una idea, la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud) nos ofrece datos sobre los suicidios por cada 100.000 habitantes en el mundo acontecidos en 2002, sobre una lista de los 100 primeros países. El país que encabeza (¡triste honor!) el ranking es Groenlandia, con 83 suicidios por cada 100.000 personas. Para mi sorpresa, que consideraba que los países escandinavos le seguían en la lista, no son Noruega, Islandia o Suecia los siguientes, sino Rusia, con 34’3 por cada 100.000, seguido por Lituania (31 por cada 100.000), y ya por detrás de éstos, otros países del Este, como Bielorusia o Ucrania.
El caso de Japón va en el puesto duodécimo, con 21’7 suicidios por cada 100.000 habitantes, aunque en 2006 el gobierno japonés admitió que había «ascendido» al 9º puesto, con un total de 30.000 suicidios. España, afortunadamente, va en el puesto 59, con 8’2 por cada 100.000 personas. Y, muy por detrás, en los últimos lugares de esta lista de cien nacionalidades, algunos países musulmanes como Egipto y Siria, con tasas de 0’1 por cada 100.000… Ya veremos más adelante cómo la religión influye y, en el caso del Islam, el control sobre la vida de las personas es muy riguroso. Aunque habrá que considerar que en el caso de Siria, la situación de guerra y desplazamientos en los que se halla inmersa en la actualidad, con toda seguridad le habrá hecho aumentar mucho esa cifra del 2002, fecha en que el país estaba en paz, con un nivel de vida bastante aceptable y una clase media muy consolidada.
Motivaciones y tipos de suicidio
El suicidio siempre ha estado muy debatido por su moralidad o conveniencia. Entre los antiguos filósofos griegos ya se produjo una escisión, entre los que consideraban el suicidio como una cobardía (Aristóteles y seguidores) o entre los que lo veían como una salida digna al dolor y al deshonor, como la escuela de los estoicos.
Formas de suicidio hay muchas, y han sido estudiadas según los especialistas, viendo la variación del método según sea en medio rural o urbano, e incluso según las variantes entre hombres y mujeres. No voy a explicarlas con detalle, no quiero entrar en el «morbo» de describirlas, de la misma manera que no quiero ilustrar esta entrada con las abundantísimas imágenes de suicidas, tanto los más famosos como los anónimos. Sólo avanzar que el ser humano ha buscado muy diferentes vías para quitarse la vida: desde ahorcamientos a heridas con armas (blancas y de fuego), precipitarse desde las alturas o ahogarse en el mar o en los ríos, desde envenenarse con diferentes sustancias, hasta arrojarse directamente al fuego… La desesperación no conoce límites.
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Una de las páginas del libro El suicidio, de Émile Durkheim, en este caso con porcentajes de los métodos empleados según años y países
Las motivaciones se han mantenido constantes a lo largo de los tiempos. Según testimonios y estadísticas, una causa puede ser el deshonor: violaciones, la vergüenza por diversas causas, alteraciones en la familia, militares derrotados y, en los tiempos modernos (caso del Japón que veremos luego con detalle) el fracaso en los estudios y en el trabajo (el desempleo, arruinarse, no «cumplir»…). Aunque uno de los motivos fundamentales es el dolor: el dolor físico, debido a una enfermedad crónica grave, a una incapacidad o al que acarrea los achaques de la vejez. Dolor que muchas personas, directamente, se niegan a asumir. Pero si hay un desencadenante común ligado a todas estas causas, éste es la depresión.
El suicidio asociado a transtornos psico-patológicos. La locura, la bilis negra y el demonio
Ya el médico griego Galeno definió la locura como una «intemperancia fría de la mente». Según Galeno, los locos habrían perdido su condición humana, asimilables por tanto a los animales y, de hecho, en varias legislaciones, se consideró a la locura como un eximente para las penas aplicables a los suicidas. Otra explicación esgrimida de antiguo por la iglesia cristiana era la «posesión diabólica»: el demonio se apropiaba del alma y de la razón de los débiles, empujándoles a la autodestrucción. De esta manera, casi todo lo que más tarde estudió la psiquiatría como enfermedades mentales y similares (depresión, retrasados, esquizofrenia, epilepsia, histeria, neurosis maníaco-depresivos, crisis de angustia…), se englobaba sin más como «locura» y que en el caso del cristianismo se atribuía por ende esta locura a la posesión demoníaca.
Pero anterior a Galeno, el médico griego Hipócrates (460-377 a.C.) ya defendió la teoría «humoral» para explicar el funcionamiento del cuerpo humano, teoría que se mantuvo vigente en Europa hasta prácticamente el siglo XIX, en que los progresos de la medicina pudieron ofrecernos unas teorías más acertadas. Esta explicación «científica» proponía que, en el cuerpo, había cuatro «humores»: la bilis amarilla, la bilis negra, la flema y la sangre. Había una estrecha relación entre los cuatro humores y los cuatro elementos (aire, fuego, agua y tierra), correspondientes a otras cuatro cualidades (caliente, frío, húmedo y seco), que regían los órganos.
los cuatro tipos
Imagen medieval de los cuatro «humores» y su relación con los signos astrológicos
El filósofo griego Teofrasto  (371-287 a.C.), el sucesor de Aristóteles como director de la escuela ateniense del Liceo, fue el que propuso la relación entre los humores y el carácter según estuviesen equilibrados o desequilibrados. Así, explicó el origen de la diferente personalidad en el «sanguíneo» («exceso» de sangre), por ejemplo, o el «atrabiliario» (por exceso de bilis amarilla). El «melancólico» (del griego melanos = negro), era aquel donde había un exceso de «bilis negra». Se definía al «melancólico» como inquieto, muy reflexivo, inestable y ansioso, amante del silencio y de la soledad.
Una imagen clásica del «melancólico» desde la antigüedad y que ha llegado hasta nuestros días es la de un hombre o mujer, sentados, con la cara apoyada casi siempre sobre la mano izquierda y con expresión ausente. Una explicación «científica» entre aquellos pioneros griegos de la medicina, buscando las causas de la depresión, fue la de la «melancolía». Y pongo «melancolía» entre comillas porque no era lo que entendemos hoy como un estado de tristeza sino que, según aquellos proto-médicos, se debía a un desequilibrio de los «humores» que regían nuestra naturaleza y nuestra mente y, en este caso, con preponderancia de la «bilis negra».
Melancholiae, Durero
Melancolía I, grabado de Alberto Durero. Este grabado fue comentado por Raymond Klibousky et al. en su libro Saturno y la melancolía con el siguiente texto: …un genio con alas que no va a desplegar, con una llave que no usará para abrir, con laureles en la frente pero sin sonrisa de la victoria…
Una variante de la «melancolía» floreció en el siglo XVIII, a partir de la Ilustración, y sobre todo en los países protestantes, en los que aumentó la libertad de opinión, la desinhibición social y donde la Iglesia perdió parte -sólo parte- de su control espiritual sobre los fieles. Aunque los racionalistas, los seguidores de lo que se llamó el Siglo de la Razón o de Las Luces, no admitían que un acto de estricta voluntad íntima como era el suicidio debiera someterse a la opinión pública. Según los estudios de Émile Durkheim, en aquella época la tasa de suicidios aumentó hasta un 500%. Como respuesta a este movimiento «laico» y al «ateísmo» de la Ilustración, la iglesia católica se renovó con fuerza, en aquellos lugares donde estaba implantada.
Como ejemplo de lo que supuso esta liberación  de la mente frente a los corsés religiosos y sociales pudo ser, en pleno Romanticismo, la publicación de la novela Las tribulaciones del joven Werther, del escritor alemán Goethe, publicada en 1774. Goethe fue uno de los fundadores del movimiento artístico Sturm und Drang (en alemán, «tormenta e ímpetu», ¡vaya nombrecito!, ya nos iba dando una idea de por dónde iba), y se inspiró en el suicidio real por amor, en unas circunstancias que luego reflejó en su novela, de su amigo Carl Wilhelm Jerusalen. La trama de la novela es la siguiente: el joven Werther se enamora en un baile de una joven, Lotte (Charlotte, una muchacha de la que en la vida real Goethe estuvo enamorado), pero ésta ya está prometida de Albert, con el que se casa. En sucesivas visitas Werther se desespera al ver su amor imposible hasta que al final, con unas pistolas que pide prestadas a Albert, se suicida.
En pleno Romanticismo, el éxito de la novela fue instantáneo, produciendo un fenómeno que se conoció como Werther-Fieber = la fiebre de Werther. Muchos jóvenes tras leer la novela viajaban hasta Weimar, donde vivía Goethe, para conocer personalmente al genio, y se puso de moda en Europa vestir de negro (recordemos: el color de la melancolía), como el protagonista de la novela. El problema fue que, por un efecto imitativo o inspirador, se suicidaron hasta 40 jóvenes aquejados de «penas de amor», lo que condujo a que durante varios años, se prohibiese la venta del libro en Italia, Dinamarca y Alemania.
Suicidio romántico por amor, Leonardo Alenza
Cuadro de Leonardo Alenza, de 1.839 (en pleno Romanticismo), titulado Sátira del suicidio romántico por amor. En él, Alenza ridiculiza la idea del suicidio romántico con las figuras de un par de viejos, nada románticos aunque aparentemente muy desesperados, a punto de matarse
Hoy día, y superada la antigua explicación del suicidio por la melancolía, tenemos ahora unas explicaciones mucho más científicas. Por diferentes estudios se ha comprobado que niveles bajos de serotonina (un neurotransmisor) influyen en la ansiedad, la agresividad y la depresión. Por esta razón, los medicamentos serotoninérgicos (que estimulan el aumento de serotonina, como el popular Prozac
), inhiben la conducta agresiva. Siguiendo con estos estudios, se ha constatado que niveles bajos en el líquido cefaloraquídeo del ácido 5-hidroxiindolacético (abreviado como el 5-HIAA, el principal metabolito de la serotonina) aparecen con mayor frecuencia en delincuentes de especial virulencia y agresividad. Y en estudios postmortem del cerebro de algunos suicidas, se ha encontrado una reducción del acoplamiento del tiriato de imipramina (un antidepresivo del grupo de las benzodiacepinas) a sus receptores de la corteza prefrontal. Se ha comprobado que existe una menor entrada de serotonina a la corteza frontal del cerebro en individuos que se suicidaron, o con tendencias suicidas.
Psiquiatras europeos y norteamericanos perciben la presencia inequívoca de una patología psíquica severa en, al menos, un 90 o un 95% de los casos: esquizofrenia, neurosis maníaco-depresiva, transtornos de personalidad, depresivos, bipolares, crisis de angustia… Los depresivos dependientes de medicamentos sedantes, ansiolíticos o neurolépticos, presentan una probabilidad de suicidio veinte veces mayor que el resto de la población, y quince veces los aquejados específicamente de neurosis maníaco-depresivas.Tengamos en cuenta que el uso de estos fármacos implican al 22% de la población, que alcanza el 24% en la población mayor de 65 años.
El hecho es que cada vez hay más población, en España y en todo el mundo, con tratamientos antidepresivos y, como estamos viendo, está directamente asociado a la tasa de suicidios. En 2002, en un congreso de psiquiatría celebrado en Madrid, se señaló que en ese mismo año se comprobó que la muerte voluntaria había aumentado cuatro veces durante los últimos cinco años entre los hombres, y que en los Estados Unidos esta conducta se había constituído en la tercera causa de muerte entre los varones de 15 a 35 años. En Europa fue la segunda causa.
Hay un sector de población, como ya constató Émile Durkheim, donde la tasa de suicidios es mayor que en la población civil: dentro del ejército y de las fuerzas del orden, más en contacto con la violencia y por ende con más riesgo de inestabilidad psíquica e, ¡importante!, con acceso a las armas de fuego, pudiendo convertir el «celo» en su trabajo en un peligro público. La agencia Europa Press informó que en 1993 causaron baja psiquiátrica 1.245 guardias civiles, según datos facilitados por la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Según la misma Asociación, hubo 12 suicidios de policías y guardias civiles en 1999. Debemos tener en cuenta que en esos años, la lucha contra el grupo terrorista ETA estaba en pleno apogeo, con todo lo que implicaba de estrés.
Para terminar, y englobándolos por lo que suponen de transtorno psicológico, considerar que a lo largo de la historia tanto el alcoholismo como, más modernamente, las drogodependencias, han sido un factor determinante al 30% de los suicidios, pensando que siempre han estado ligados a situaciones de depresión, marginalidad y transtornos personales. ¿Quién sabe si incluso a la «melancolía»?…
-influencia de la «melancolía» en el suicidio de los artistas y pensadores
¿por qué razón todos los que han sobresalido en filosofía, política, poesía o las artes eran manifiestamente melancólicos, y algunos al punto de ser tomados por las enfermedades oriundas de la bilis negra, como se dice de Heracles en los mitos heroicos?…(Aristóteles, Problema XXX, recopilado en los Problemata según las notas tomadas por su discípulo y sucesor Teofrasto).
 
Hasta el mismo Aristóteles lo contempló de esta manera… La «melancolía» se consideraba una condición inherente al espíritu sensible y elevado, pero por otra parte ligada a la abulia: una falta de energía y voluntad, fértil en pensamiento pero improductiva para la acción concreta. Propicia a la creatividad, pero extremadamente susceptible a recibir las variaciones  de los estados de ánimo, de los colores y de las palabras. Lo que se definió en la Edad media como el Ars melancholiae (el Arte de la melancolía) o, en palabras del escritor Víctor Hugo, …el placer de estar triste… 
Domenico Feti (1589-1623), Melancolia
Melancolía, de Domenico Feti (1589-1623), en pleno periodo Barroco. Vuelve a verse la iconografía clásica de la cabeza descansando sobre la mano izquierda
Aquí vendría la supuesta relación entre los «melancólicos», los artistas e intelectuales, y su mayor propensión al suicidio que en el resto de la población…pero, estadísticamente, no es verdad. No se puede negar la especial sensibilidad de los artistas (poetas, pintores, escritores…) para captar la realidad, para expresar los sentimientos, o para percibir cosas que los que no somos artistas no somos capaces de descubrir, y que en algunos casos les puede deprimir. Pero los artistas, ¡ay!, si se caracterizan por algo además de sus obras, es por un gran narcisismo, y nada les gusta más que creerse superiores al resto. Y no es opinión mía (aunque la comparta). Sigmund Freud, el «padre de la psicología» escribió entre sus muchas obras un libro titulado: Introducción al narcisismo, donde estudió la asociación de ideas entre la «melancolía» y la personalidad narcisista.
Entre los miles de artistas con una personalidad normal que en el mundo ha habido, hay y habrá, es cierto que destacan entre ellos los «genios incomprendidos», los huraños, los de personalidad «difícil», los directamente maniáticos, incluso los agresivos…ejemplos hay a cientos en la Historia del Arte: Caravaggio, Miguel Ángel, Van Gogh, Bukowsky… Rodin, Baudelaire, Poe…Salinger, Larra (un suicida), Mishima (otro suicida más)
… ¡para qué seguir!..
Los críticos literarios y la industria editorial, buscando mejorar sus ventas, han creado un eficaz marketing calificando periódicamente a algunos de «poetas malditos», o de «escritores atormentados»…cuando en muchas ocasiones no sean más que unos «pijos» o unos «niños de papá», a los que les encanta que los demás les consideren unos «malotes». Aunque es cierto que muchos podrían encuadrarse en lo que los antiguos denominaban «melancólicos».
¿Se suicidan los artistas?…¡por supuesto!…pero, y aquí viene la cruda realidad de las estadísticas: no más que, por ejemplo, los campesinos, o las clases míseras, donde el suicidio está mucho más extendido.
Los pìoneros: John Donne y Émile Durkheim
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Otra de las páginas del libro El suicidio, de Émile Durkheim, con uno de los cuadros estadísticos, en este caso referidos a los porcentajes de suicidios en Suiza, según la religión dominante en los cantones
Desde el mundo clásico hasta la actualidad, multitud de tratados se han escrito intentando explicar el por qué millones de personas se han sentido obligados a quitarse la vida. Abundando en la historia clásica, tenemos cientos de ejemplos en la mitología. Ya en el mundo real, ejemplos como los de Séneca, Catón, Sócrates, Lucrecia o Judas -sólo por citar algunos- han servido tanto para condenar el hecho, como para servir de ejemplo, sirviendo a su vez de inspiración para numerosos artistas, tanto antiguos como modernos.
Fueron sobre todo los filósofos, tanto creyentes como no creyentes, los que más vueltas le han dado a un hecho tan extendido, bien condenando el «delito contra Dios y el Estado», bien intentando justificar la desesperación de los suicidas. Tratados sobre el suicidio los hay a cientos. Pero quisiera mencionar especialmente a dos: John Donne y Émile Durkheim.
John Donne (1572-1631), poeta metafísico inglés (muy próximo al Conceptismo de nuestro Siglo de Oro). Tras una juventud descrita como «licenciosa» durante la que escribió numerosos poemas de corte sensual, en su madurez cedió a las presiones del rey James estudiando Teología y convirtiéndose al anglicanismo, acabando por ser ordenado deán en la catedral de San Pablo, donde está enterrado y venerado oficialmente como santo. Algo parecido a nuestro Lope de Vega, escritor teatral muy prolífico y celebrado en su tiempo que, tras una vida erótica bastante movidita entre actrices del teatro, su mujer «legal» o su querida (su domicilio conyugal estaba muy próximo al de su «querida» de toda la vida, ambas con numerosos hijos), en su vejez debió verle las orejas al lobo y, como ya no le daba el cuerpo para tanta pasión tomó la prudente decisión de ordenarse sacerdote, haciendo méritos al final de su vida para salvar su alma.
La vida de John Donne estuvo plagada de dificultades, incluyendo bodas secretas contra los deseos de su suegro, penurias de todo tipo e incluso estancias en la cárcel. Entre sus obras quiero destacar la titulada como Biathánatos (que podemos traducir del griego como la «muerte violenta»), escrita en 1.600. Pese a su formación anglicana, religión que juzgaba con mucha severidad el suicidio, Donne hace una defensa del auto-homicidio: …en las manos, las llaves de mi cárcel…, juzgando con bastante ecuanimidad y tolerancia este hecho, justificando el suicidio por la desesperación, al margen de criterios morales y religiosos:
este acto tal vez esté libre no sólo de esos enormes grados de pecado, sino de todo pecado… 
El francés Émile Durkheim (1858-1917), dos siglos posterior a Donne, fue uno de los fundadores de la sociología como ciencia, junto a Karl Marx y Max Weber. En su obra El suicidio (Ed. Akal), escrita en 1897, Durkheim contempla el suicidio como un fenómeno social, no estrictamente individual. Utilizando censos y estudios en diferentes países europeos desde comienzos del siglo XIX, clasifica los diferentes tipos de suicidio (que no las formas, a las que también describe), y la influencia que las religiones, el lugar geográfico, el momento histórico, la profesión, la edad e incluso el estado civil (solteros, casados, viudos) han tenido en los suicidas. Durkheim clasificó el suicidio en cuatro tipos:
el suicidio egoísta:
Lo llama así cuando los vínculos sociales son demasiado débiles como para comprometer al suicida con su propia vida social. Su excesivo individualismo no le permite realizarse en cuanto «individuo social». En ausencia de la integración en la sociedad, el suicida queda libre para llevar a cabo su voluntad. Es el caso de los marginales: mendigos, alcohólicos, vagabundos…
-el suicidio altruísta:
Por una baja importancia de la individualidad. El ejemplo es el de muchos pueblos primitivos entre los que llegó a ser moralmente obligatorio el suicidio de los impedidos o de los ancianos, al no poder ya valerse por sí mismos. Así, menciona a los antiguos guerreros daneses, godos, visigodos, tracios o los hérulos, entre los que se consideraba un deshonor morir en la vejez y no en la guerra. El cronista romano Silvio Itálico, hablando de los celtas españoles nos cuenta:
es una nación pródiga de su sangre y muy dada a apresurar la muerte. Luego que el celta ha franqueado los años de la fuerza floreciente, soporta con impaciencia el muro del tiempo y desdeña conocer la vejez; el término de su destino está en su mano… (Púnica, I).
 En algunas ciudades-estado griegas, se recomendaba «quitarse de en medio» al llegar a los setenta años, al no valer ya para el trabajo o para la guerra……lo que me recuerda el «consejo» que Taro Aso, el ministro japonés de Finanzas hizo en el 2013 a los viejos de aquel país (la cuarta parte de la población de 128 millones de japoneses tienen más de 60 años), diciendo…que se den prisa y que se mueran… Aclarar que el tal Taro Aso en aquel 2013 no era ningún niño, ya tenía 72 años. Pero ya apuntaba maneras. En 2008 y siendo Primer Ministro llamó a los pensionistas…chochos…(sic) y se refería a los ancianos hospitalizados que no se podían alimentar por sí mismos como la…gente de tubo… No sé el efecto que la declaración de Taro Aso tuvo sobre los viejos japoneses, apelando a su «honor». Desde luego, si algún anciano movido por semejantes palabras se suicidó, habríamos podido encuadrarles entre los «suicidas altruístas»…
-el suicidio anómico:
En sociedades cuyos lazos de convivencia se hallan en situación de desintegración o «anomía», y por tanto en las que los límites sociales y naturales son más flexibles. Es la situación típica en momentos de fuertes crisis políticas y económicas, en las que aumentan las tasas de suicidio. Casos como los de pueblos desplazados por las guerras, o incluso catástrofes como las de Fukushima o Chernobil. Como estudios recientes, correspondientes al periodo de la crisis de 2008, se incrementaron los suicidios un 37% en Grecia, un 16% en Irlanda y un 52% en Italia.
-el suicidio fatalista:
Allí donde las reglas sociales son tan férreas, que el suicida sólo concibe esa forma como la posibilidad de abandonar la situación donde se halla. Es el caso de sociedades muy jerarquizadas o con religiones muy controladoras que, en teoría, no permiten que el individuo decida por sí mismo. Ya hemos visto en los censos del suicidio cómo en las sociedades bajo cultura musulmana las tasas de suicidio son muy bajas. El suicidio se plantea como una forma de liberación. Podría parecer el caso de las «viudas hindúes», donde las mujeres se arrojaban a la pira donde ardía su difunto marido, en el ritual conocido como Satí. Según las autoridades británicas, en 1817 se suicidaron de esta manera 706 sólo en la región de Bengala, llegando a 2.366 en toda La India, aunque los ingleses prohibiesen esta costumbre en 1829, consiguiendo que desapareciese casi del todo (hubo un caso reciente, en 1987, por parte de una joven viuda de 18 años). Pero hay que considerar que no era un suicidio voluntario, sino impelido por la obligación social y la tradición religiosa. La viudedad en La India estaba considerada de «mal fario», y las viudas obligadas a mantener castidad el resto de sus vidas, viviendo apartadas.
El libro de Durkheim, como corresponde a un sociólogo, está lleno de tablas estadísticas donde expone los diferentes porcentajes en cada situación, analizándolos después. Sin meterme en honduras y sin pretender saturaros con cifras, me parece interesante resaltar varios datos de los que nos ofrece Durkheim, insistiendo como haré a menudo, que son estudios correspondientes al siglo XIX:
-la importancia de la religión:
La aceptación social o no del suicidio, depende en un alto grado de la religión. Religiones monoteístas como el judaísmo, el cristianismo (con sus variantes como veremos) o el islamismo, dictaminan que la vida no es propiedad del individuo, sino de Dios, y por tanto no tenemos ningún derecho a disponer de ella. No es que sea un delito: es que es un grave pecado y, como tal, severamente condenable. Los musulmanes, por una parte, bajo la férrea moral social que el Islam (en árabe=»la sumisión») impone, nos cuentan:
el hombre –dice Mahoma– no muere sino por la voluntad de Alá, según el libro que fija el término de su vida… (El Corán, III).
Por otra parte y como ejemplo, los judíos han tenido una historia casi constante de persecuciones, lo que ha favorecido en ciertas épocas (el Holocausto, los campos de exterminio nazis, los progroms a lo largo de la Historia) cierta tendencia al suicidio «a la desesperada». Sería un caso de «suicidio anómico». Pero por esa misma razón han sido una sociedad muy cohesionada para protegerse, y los lazos sociales han servido y sirven a los judíos para sentir el apoyo de sus iguales.
En el caso del cristianismo, la situación varía según  las sociedades católicas o las protestantes y, dentro de éstas, la anglicana. El catolicismo era -y sigue siendo- una religión mucho más centralizadora, con más control sobre el individuo. Como ejemplo, en Italia había (seguimos en el siglo XIX) un sacerdote por cada 267 fieles, mientras que en España había uno por cada 419 fieles (en Portugal, uno por cada 536, mientras que en los cantones católicos suizos, uno por cada 540).
Por contra, en los países protestantes había un número mucho menor de pastores: así, en 1876 se contabilizaban 908 fieles por cada ministro del culto en Inglaterra, frente a 932 en Hungría, 1.100 en Holanda, 1.300 en Dinamarca, 1.440 en los cantones protestantes de Suiza o 1.600 en Alemania. La Iglesia Anglicana controlaba más a sus fieles que en el resto de los países protestantes sancionando muchas prescripciones religiosas, tales como podían ser la observación del domingo como día festivo, el respeto «sagrado» a las tradiciones, o incluso la profesión pública de fe de los políticos. Además, de todo el clero protestante, el anglicano es el único que está jerarquizado.
Pero esa «escasez» de sacerdotes en los países protestantes frente a los países católicos, no fue el factor decisivo para las estadísticas del suicidio: a raíz de la Ilustración, el individualismo abrió las puertas a la posibilidad del suicidio como acto voluntario al restar el control de la sociedad y de la religión sobre los individuos. Por este y otros factores, a partir de mediados del siglo XIX la tasa del suicidio aumentó en algunos países hasta un 500% sobre la tasa habitual.
Sólo como información, en los estados protestantes (con su «libre examen» de las conciencias) se produjo como nos cuenta Durkheim una media de 190 suicidios por millón de habitantes, mientras que en los países mixtos (católicos y protestantes) se produjeron sólo 90 -por millón de habitantes- , frente a 58 por millón en los países católicos (creencias más controladas) y ya, en una escala menor, 40 suicidios por cada millón entre los católicos griegos. En Inglaterra, y gracias en parte a ese control por parte de la iglesia anglicana, la tasa era de 80 suicidas por millón de habitantes. La parte de Europa con más suicidas estaba comprendida entre Dinamarca y Alemania central. En Sajonia, la zona con más suicidios, la tasa alcanzaba 311 por millón de habitantes…
Curiosamente y según los estudios de Durkheim, en los países católicos (Francia, Portugal, Irlanda y sobre todo España e Italia) la tasa de homicidios era mayor a la de los suicidios, quizá por aquello del mayor control psicológico sobre el pecado de quitarse la vida…lo que no quitaba que, en casos de conflictos interpersonales, se acudiese al viejo remedio de ajustar cuentas con el vecino. En España y entre 1885 y 1889 se produjeron 1.484 homicidios frente a sólo 514 suicidios.
-otros factores sociales:
Pero Émile Durkheim,  consideró muchos otros factores bajo el punto de vista sociológico. Las periódicas crisis políticas y económicas aumentaban visiblemente las tasas del suicidio. Ejemplos como el crak en la Bolsa de París o las crisis financieras en Viena de 1873, elevaron los índices del suicidio desde 141 por millón de habitantes en 1.872, hasta 216 (por millón) en 1.874. Entre las clases sociales no había excesivas diferencias entre el campesinado, pese a sus condiciones de miseria, y los burgueses e ilustrados (funcionarios, administrativos, profesores, médicos), que solían trabajar bajo más exigencias y, por ende, con una mayor tasa de frustración, lo que repercutía en su desánimo y se suicidaban más. Sobre la supuesta -y falsa- mayor incidencia entre los artistas e intelectuales, lo expliqué con más detalle cuando hablé antes de los «melancólicos» suicidas.
Los militares presentaban una tasa de suicidios muy superior a la población civil de igual edad, llegando a unas tasas desde el 25 hasta el 90% más que los civiles. Pero no había diferencia entre los soldados rasos: la clase de tropa, de extracción muy humilde, reclutados a la fuerza y obligados a abandonar el trabajo durante años, supuestamente más sometidos a estrés, tensión y explotación, y sus oficiales, que se suicidaban en igual proporción. No valía considerar en el ejército esa supuesta «gran familia» donde se integraban, en amor y camaradería. Sin embargo y curiosamente, lo hacían mayoritariamente en tiempos de paz: en situaciones de guerra los suicidios disminuían muchísimo. Aunque estuviesen viviendo bajo el miedo no tenían tiempo para «comerse el coco», bastante tenían con esquivar las balas ajenas…
El estado civil también influía. Los solteros -o los casados muy jóvenes, antes de los 20 años, más inmaduros y posiblemente obligados a casarse por las circunstancias- se suicidaban más que los casados. Durkheim atribuye esta circunstancia en el hecho de que al hombre que se casaba, se le suponía una mayor madurez física y psicológica, sobre todo si tenía hijos, siempre un factor de «responsabilidad» (a veces en exceso, lo que no les libraba del suicidio). Los solteros, y sobre todo los «solterones», de más de 40 años, eran considerados más asociales, incapaces de establecer compromisos matrimoniales, con trabajos más inestables, algunos con taras físicas y, en un porcentaje muy grande, alcohólicos.
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Del libro El suicidio, de Émile Durkheim, porcentajes de suicidios entre hombres y mujeres y según edad, en la comarca francesa del Sena
Dentro del matrimonio había también variaciones, según se tratase de mujeres o de hombres. En general la proporción ha sido siempre de 3 a 1, a «favor» de los hombres, y en el matrimonio se mantenía esa ratio, llegando a una proporción de 4 a 5 veces más suicidios masculinos que femeninos. Es cierto, y sigo insistiendo en ello, que los estudios de Durkheim se centraron en el siglo XIX, periodo en el que la situación de las mujeres en Europa era bastante más desfavorable que en la actualidad, aunque hoy día en el Tercer Mundo la situación siga siendo penosa. Como ejemplo del atraso de las mujeres, un censo realizado en Italia, en el periodo entre 1898-1899 evidenció que, de cada 10.000 matrimonios, 4.808 de los hombres no sabían firmar su contrato matrimonial, frente a 7.029 de las mujeres. La situación en España no debía ser muy diferente…
En razón de esa situación desfavorable (sometimientos, malos tratos, malos matrimonios, pobreza…) se suicidaban más las casadas que las solteras, y se llevaban la palma las casadas sin hijos. La situación se invertía al enviudar: sin duda las mujeres se sentían «liberadas» de soportar lo que, sin duda para ellas, era la carga del matrimonio. Aunque en muchos casos las viudas, al quedar sin los recursos económicos del marido, eran arrastradas a un estado económico muy difícil de soportar. No había pensiones, no había paro, no había ayudas…por no haber, no había ni Cáritas ni comedores sociales… Hoy día quizá nos parezca demasiado exagerada esa situación de precariedad, pero no hay que olvidar que, hasta hace prácticamente un siglo, las clases humildes en Europa vivían sumidas, tanto campesinos como obreros, en una situación de miseria difícil de imaginar.
El suicidio juzgado bajo el prisma de la religión y del Estado:
Los suicidas siempre han estado mal vistos, pero el criterio bajo el que han sido juzgados ha variado a lo largo de la historia. Incluso en algunas épocas recientes y en algunos países llegó a verse como algo positivo, al librar a la sociedad, de una forma «barata» y fácil, de eliminar a lo que se consideraba como «escoria»: delincuentes, borrachos, mendigos, vagabundos…más dados por su propia marginalidad a quitarse la vida.
En la cultura clásica de Grecia y Roma, pese a la tradición casi mitológica de las muertes heroicas, puestas muchas veces como ejemplos por los filósofos (los casos de Catón, Lucrecia, Séneca, o los generales y estrategos caídos en desgracia al ser vencidos en el campo de batalla), el suicidio se consideraba una cobardía, e incluso una traición a la sociedad y al Estado, al que pertenecía el individuo. Bajo su óptica, el hombre que se mataba, se consideraba que había cometido una injusticia contra la ciudad. Le eran rehusados los honores de un entierro y una sepultura regular, y la mano derecha (la «responsable» del crimen) era cortada y enterrada lejos del cadáver. Sencillamente, no tenía derecho a disponer de la propia vida, de la misma manera que se consideraba grave delito asesinar al esclavo de otro ciudadano, no por el hecho del homicidio en sí, sino por privarle de su propiedad, de la misma manera que si matasen a una vaca o a un cerdo.
Había otra posibilidad: si el ciudadano exponía su causa ante el Senado haciendo valer las razones que le hacían la vida intolerable entonces sí, los senadores podían autorizarle y se consideraba el suicidio como algo legítimo:
que igual que no quiera ya vivir más largo tiempo, exponga sus razones al Senado y, después de haber obtenido licencia, se quite la vida… 
El propio Senado, a veces como sucedía en «el Consejo de los 600» de la colonia de Massilia, la antigua Marsella, facilitaba al autorizado suicida la cicuta necesaria para envenenarse y acabar con su vida.
Cicuta
 
La cicuta, Conium maculatum, es una planta de la familia de las Umbelíferas muy común en el hemisferio norte, creciendo sobre todo en zonas húmedas y sombrías. Los alcaloides que contiene la convierten en una planta muy tóxica. En la antigüedad se mezclaba sobre todo con vino, e iba produciendo una laxitud en los miembros que acababa con parálisis respiratoria en muy pocas horas. La condena a muerte de Sócrates, en la antigua Atenas, se realizó por el método de beber la cicuta.
Bajo el cristianismo, y considerando la vida y el alma del hombre como un don de Dios, se reguló, no ya el acto, sino el mero intento de suicidio como un grave pecado, equiparable al homicidio. Cualquier desarreglo psíquico se atribuía a una posesión por Satanás, y achacaban a todo tipo de perversos, marginales y locos, seguir las «huellas de Caín». Pero hay que considerar un hecho: la prohibición del suicidio en la Edad Media, época en la que a causa de guerras, de pestes y de desgracias varias, la población disminuyó alarmantemente, se debió a que se necesitaban las vidas tanto para la defensa de los reinos como para recomponer la economía. La prohibición, por tanto, no se debió al altruísmo de la sociedad para salvar sus vidas, sino porque llegó a ser interpretado como una deserción.
Por poner algunos ejemplos, ya en el 452, el Concilio de Arlès decidió que el suicidio era un crimen y efecto de un furor diabólico. Un siglo más tarde, en el Concilio de Orleans (en 533) se publicó un edicto por el que se prohibía el funeral del que se quitase la vida. En el Concilio de Praga del 563, se promulgó una sanción para los suicidas: no se les podían dedicar misas ni cantar salmos junto a sus tumbas. En el Consejo de Hereford (en  673) se condenaba legalmente al suicida, y en el Concilio de Toledo de 693, se declaraba culpable a quien intentara quitarse la vida.
Según avanzó la moral condenatoria, se hicieron procesos al cadáver del suicida, y los bienes del fallecido se sustraían en favor del estado. En Burdeos se les dejaba colgados de los pies. En varios países de Europa se les sacaba de casa arrastrados, boca abajo, sobre unas andas y se les arrojaba a un vertedero o se les tiraba a una ciénaga, quemando además sus ropas. En el mejor de los casos se les enterraba en los caminos, generalmente en una bifurcación, tanto para ser pisoteados por los viandantes, como -en un acto de esoterismo- para que el alma no supiese volver a su lugar de origen. El Lille y en otras ciudades de Francia, así como de España e Italia, si era un hombre se colgaba el cadáver varios días hasta su putrefacción o, si era mujer, se quemaba en una hoguera.
En Inglaterra y desde el siglo X, el rey Edgardo asimiló los suicidas a los ladrones, a los asesinos y a los criminales, enterrándoles en un camino, sin ceremonias. En Rusia se declaraba nulo su testamento y se le negaba la sepultura cristiana. El Código español, aparte de las penas religiosas y morales, prescribe la confiscación de los bienes y el castigo a cualquier forma de complicidad. Por no extenderme, un último ejemplo: por Real Ordenanza de Luis XIV en 1670, se pronunciaba una condena ad perpetuam rei memoriam = «para perpetuar el recuerdo de las cosas». El cuerpo, arrastrado por las calles, era luego colgado varios días para, más tarde, ser arrojado a un estercolero y sus bienes confiscados. Un castigo ejemplar estaba reservado a los miembros de la nobleza que se suicidasen (se supone que debían «dar ejemplo»): en primer lugar incurrían en degradación y eran declarados plebeyos, sus bosques eran talados, sus castillos eran demolidos y sus escudos nobiliarios, destrozados.
En el 1493 llovió tan torrencialmente en Basilea que la ciudad sufrió graves inundaciones. Sus habitantes atribuyeron la desgracia al hecho de que una mujer, que se había suicidado hacía poco, había sido enterrada en lugar sagrado, contraviniendo la costumbre. Ante la presión popular, el consejo municipal decidió desenterrar el cuerpo y arrojarlo al Rhin. En Metz, la costumbre era meter el cuerpo del suicida en un tonel y arrojarlo al río Mosela, para que la corriente lo arrastrase cuanto más lejos mejor.
Sólo se admitía un atenuante: la locura. Ya mencioné más arriba al hablar de Galeno, que el médico griego consideraba que los locos habían perdido su condición humana, equiparándose a los animales. En el cristianismo, además, se pensaba que la locura era causa de una posesión diabólica (y, englobados en la locura, padecimientos como la esquizofrenia, la histeria y las manías depresivas) . Si el suicidio se cometía por desesperación, era equiparable a la cobardía. Los locos, en cambio, eran irresponsables de sus actos, no se les podía exigir que reconociesen la autoridad del estado ni el conocimiento de Dios. Los tribunales solían juzgar entonces que si el suicida había obrado en un momento de locura, se hacían inaplicables las sanciones (enterramiento aparte, incorporación de los bienes a la corona) que sí llevaba aparejado el suicidio.
El suicidio en Japón. El «suicidio social»: los hikikomoris
Tendemos, desde la distancia y de una forma un tanto cursi, a idealizar a Japón viéndolo como un país muy espiritual, muy «zen», con sus haikus, sus bonsais, su ceremonia del te, sus jardines de arena cuidados pacientemente por monjes budistas, o su poesía escrita con bellos pictogramas. Es cierto que los japoneses son supereducados y que pasear a las dos de la madrugada por calles solitarias resulta muy seguro. Tienen sus delincuentes y sus mafias (la famosa yakuza), pero que se dedican a sus negocios de casinos y prostitución, sin molestar a la gente.
Pero aparte de ese aspecto tan «zen», Japón es un país «duro»: familias muy patriarcales, muy machista, muy nacionalista, muy militarista  siempre que han podido , muy racista con los extranjeros y con sus países vecinos  a los que desprecian, sumamente competitivo, con un exigente estandar en el modelo de vida, y con un sentido del «honor» que impregna todas sus actividades, desde los estudiantes hasta el trabajo, «honor» al que resulta muy arriesgado faltar, de cara a la opinión que la sociedad tendrá de aquellos que fracasen.
Unos datos: sobre su censo de más de ciento veinte millones de habitantes (126.800.00 en 2017), el número de suicidas supera cada año los veinte mil… En 2017, por ejemplo, fueron 21.321, pero en  2.003 alcanzaron la cifra de 34.427 suicidios. Principal causa de la muerte entre los hombres de 20 a 44 años de edad. Del total de suicidas, aproximadamente el 22%, jóvenes menores de 19 años.
Una de las explicaciones del «suicidio a la japonesa» es fallar al «honor» de cumplir su obligación, lo que implica vergüenza para él y para su familia. La religión dominante es Japón es el shintoísmo, muy rígida, muy confuciana, cuyos preceptos marcan, por ejemplo, que hay que «seguir el camino marcado «, o las cosas «que se deben hacer en cada momento». Pero no hay que confundir el suicidio por depresión actual con aquellos ejemplos antiguos que tan bien nos han llegado a Occidente, como el de los pilotos suicidas kamikazes (del japonés: «el viento divino», de cuando un tifón desbarató la flota de Kublai Khan con la que pretendió invadir Japón), llevados por un sentido de honor militar, o el famoso harakiri (en realidad el hecho de abrirse el vientre se conocía como el sepuku; el harakiri como tal era toda la ceremonia aparejada) que realizaban los samurais caídos en desgracia o para evitar ser capturados.
 Tras las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, Japón se rindió al final de la Segunda Guerra Mundial. Ante lo que supuso para ellos semejante «deshonor y vergüenza», hubo bastantes harakiris entre los militares, entre cuyos oficiales muchos eran continuadores de dinastías de antiguos guerreros samurais. Pero gracias a la desmilitarización obligada por sus vencedores y con lo que se ahorraron en armas, se produjo un rapidísimo desarrollo económico que alcanzó a gran parte de la población (la misma situación que se produjo en Alemania). Aparentemente todo marchaba bien: empleos de por vida en una industria pujante…pero a principios de 2009 Japón experimentó la peor recesión desde que acabó la guerra. El desempleo alcanzó un nivel record (para Japón) del 5’7% en Julio del 2009, lo que significó el desastre para muchas familias y especialmente para los hombres, tradicionalmente los encargados de sustentar a sus familias. En aquel mismo año, los desempleados representaron el 57% de todos los suicidios, la tasa más alta de cualquier otro grupo.
Pese a una progresiva recuperación económica, las tasas del suicidio seguían siendo muy altas, al punto que en 2009 el gobierno japonés lanzó un plan de nueve pasos: «El Libro Blanco de la lucha contra el suicidio», con el que esperaban frenar el índice hasta un 20% para el 2017…hasta la fecha, sólo se ha reducido un 9%… El problema es serio. Entre los trabajadores se debe considerar la creciente presión en los puestos de trabajo, que añaden por su cuenta más horas a las horas extraordinarias, reduciendo voluntariamente el tiempo de sus vacaciones e incluso renunciando a cogerse una baja médica. Es famosa la imagen de trabajadores en huelga…que siguen trabajando. Llevando, ¡éso sí!, un brazalete azul para que todo el mundo sepa que, aunque estén trabajando, están en huelga. Las cosas claras.
Cuando se plantean jubilaciones obligatorias anticipadas, el estado está ofreciendo actividades y clases para la «tercera edad» con el fin de  que no se sientan inútiles, intentando reducir las tasas del suicidio que las jubilaciones acarrean. Los japoneses, que a todo le ponen nombre, tienen una palabra que designa la muerte por exceso de trabajo: karoshi. En 2016 se contabilizaron más de 2.000 suicidios por causas relacionadas con el trabajo. Pero antes de llegar a la edad laboral, está la edad estudiantil, y los estudiantes japoneses son otro grupo de víctimas propiciatorias.
-el suicidio entre los estudiantes
Japón -ya lo sabemos- es un país muy civilizado. En el caso de los estudiantes, desde pequeños la sociedad y los profesores -muy bien considerados, respetados y muy bien pagados- les enseñan a ser cooperativos, solidarios y respetuosos. Los niños desde pequeños son los responsables de mantener limpias las clases y el material escolar, y los alumnos mayores son los encargados de ayudar a los pequeños, tanto en sus estudios como en sus tareas académicas. Aunque desde pequeños cogen el metro ellos solos para ir desde su hogar hasta el colegio, en los barrios grupos de madres -voluntarias- esperan a los buses escolares para vigilar a los colegiales e incluso repartirlos por sus casas. Todo un modelo de sociedad. Y, sin embargo, las tasas de suicidio siguen siendo altas. ¿Qué es lo que falla?…
 El suicidio escolar se contempla en el rango de edades que oscilan entre los 13 y los 19 años. En el periodo comprendido entre 1972 y 2013, se quitaron la vida 18.048 estudiantes menores de 18 años. La media más o menos se mantiene: en el año 1.986 fueron 268. En el 2018, más de 250. La causa del suicidio entre los estudiantes es doble: por un lado las expectativas académicas que detallaré ahora. Y por otro, lo que se ha dado en llamar «bullying»…hablando en «cristiano», el acoso escolar por los típicos «matones» de clase. Ya hemos visto que Japón es un país muy competitivo, muy agresivo, podríamos decir. Y en los colegios el «bullying» está a la orden del día. Cualquier «rareza» (ropa, pelos, actitud, aspecto físico), signos de debilidad o, simplemente, porque sí, pueden centrar el acoso y la violencia. No es casualidad que, en Japón, el día álgido para el suicidio de los estudiantes sea el 1º de Septiembre: fecha en la que se reanudan las clases y, para muchos, el momento de angustia para volver a enfrentarse a los exámenes y a los «matones».
Los «matones» de clase han existido siempre, como ya nos detallan testimonios de los antiguos griegos y romanos. Y pasando desde los colegios hasta el servicio militar, de las «novatadas» no se libran ni las mas selectas universidades…éso en un plano normal, sin hablar de casos extremos como cárceles y similares. Las «novatadas» podrán oscilar desde pagarles algún capricho a los más veteranos, hasta la extorsión o incluso castigos físicos…a veces muy duros. Tan duros que, saliéndonos por un momento de Japón y viajando hasta Rusia, se está debatiendo en suprimir el servicio militar obligatorio donde, entre otras cosas, impera la dedovschina, en ruso: «la norma de los abuelos»… En  2.006 el diario New York Times informó que en Rusia 292 soldados habían muerto a consecuencia de «novatadas», suponemos que bastante extremas. El ejército ruso lo negó diciendo que habían sido «sólo» 16, el resto habían sido suicidios… Recordemos que Rusia es el 2º país del mundo en porcentaje de suicidios…otro país de los «duros»…
En cuanto a las expectativas académicas, el alto nivel de exigencia de los japoneses se marca desde la escuela. Los estudiantes están moralmente obligados a obtener muy buenas notas porque, a mejores notas, podrán acceder a mejores centros y a mejores universidades, lo que a su vez les dará acceso a mejores puestos de trabajo. Muchas horas de estudio para conseguir buenos resultados, con lo que supone de estrés. El no alcanzar buenas notas o, lo que es mucho peor, suspender exámenes, es un deshonor tanto para ellos como para las familias. La depresión es un fantasma que les ronda a menudo y, en Japón, está muy mal visto reconocer que tienes problemas mentales o emocionales que te obligarían a acudir al psicólogo. En Japón, acudir al psicólogo, es casi un signo de cobardía. Y ahora es el momento de hablar de los hikikomoris.
 
-los hikikomoris o el «suicidio social»
Hikikomoris: del japonés, «estar recluídos». Sería la antítesis del sekentei: la obligación moral debida a tu familia y a tu entorno. Podríamos definirlos en términos psicológicos como «fobia social» o «aporafobia» o, en lenguaje más de la calle, por una timidez extrema y, más coloquialmente aún, como «solteros parásitos»… La cifra es alta y al estar protegidos, ocultos por la familia no hay datos exactos, aunque en el  2.011 se consideró un número aproximado de 2.500.000 (dos millones y medio) en todo Japón de hikikomoris.
Los hikikomoris son varones (en una proporción de un 86% frente a un 14% de las chicas), generalmente hijos únicos o primogénitos, de familias de nivel medio e incluso alto, que empiezan a encerrarse cada vez más en su dormitorio para acabar enclaustrándose y para no salir -de noche- más que para ir al baño y raramente para asearse. La edad oscila entre los 18 y los 25 años, y se consideran ya hikikomoris cuando se han encerrado un mínimo de seis meses (por debajo de ese tiempo no se consideran aún como tal), llegando a estar temporadas largas, siendo lo habitual más de cinco años. Usualmente duermen de día y es por la noche cuando se dedican a ver televisión y a conectarse al ordenador.
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Imagen de un manga (cómic japonés) donde aparece la típica imagen de un hikikomori en sus horas de actividad nocturna, «enganchado» a sus aparatos
El problema es que en los hogares se considera un problema interno y sólo en encierros muy prolongados y en último extremo, a veces buscan el auxilio de psicólogos y especialistas. En Japón la educación familiar corre a cargo de la madre (la obligación del padre es conseguir el dinero con el que sustentar a la familia sin implicarse en sus problemas), madre que sobre protege al niño, dejándole cada noche comida frente a la puerta, comida que el «encerrado» ya se encargará de meter a su habitación entreabriendo la puerta cuando nadie le vea.
Es frecuente que, al cabo de los años, el hikikomori acabe superando sus fobias y empiece a salir de su encierro poco a poco. Algunos se reintegran -porque lo superan o quizá porque la familia ya no pueden mantenerlos- a su truncada vida estudiantil o se buscan algún trabajo, aunque siempre les quedará la tara de ser unos solitarios, difícilmente acomodables a una vida normal. Durante su encierro los hikikomoris es raro que se suiciden, por la dificultad de conseguir los medios para ello, aunque a veces se escapan a la calle por la noche, pero sí es más frecuente que lo hagan al salir a la vida «normal» al no conseguir asimilarse a la sociedad.
Las causas son variadas: un círculo vicioso de inseguridad, culpabilidad y bajada de autoestima sumadas a una personalidad depresiva, por no cumplir con las altas exigencias que la sociedad espera de ellos. Las palabras clave podrían ser vergüenza y conflicto, para ellos y para sus familias. Hay incluso una variante en los últimos años: estudiantes con miedo a desenvolverse en la vida social y laboral que se llevan un disgusto si consiguen los créditos necesarios para graduarse y hacen lo posible para suspender, incluso no se presentan a los exámenes.
El fenómeno de los hikikomoris se ha extendido por el mundo, aunque no con la intensidad que en Japón. En los países orientales como Taiwan o Corea del Sur es algo más frecuente. Se van detectando casos en los Estados Unidos, en Alemania o en los países escandinavos. En España se han reportado unos 200 casos en los últimos años, y van en aumento. De hecho se calculan entre 800 y 1.000 casos sin diagnosticar. El rango de edad también oscila entre los 18 y los 25 años aunque aquí, el máximo de encierro oscila entre el año o los dos años. En  2014 se estudiaron 164 casos, sólo en Cataluña. Como ejemplo de lo que es esta patología, uno de los últimos casos reportados, en Octubre del 2013, fue el de un varón de 25 años de edad que estuvo más de 4 (años) encerrado en su habitación. Dejó las clases a los 16 años, comenzó a trabajar a los 18 pero le duró muy poco: abandonó el trabajo para recluirse. Con 21 años ya prácticamente no salía de su habitación.
-el suicidio colectivo
Con semejantes «mimbres» y con su sentido social, en Japón va proliferando el suicidio colectivo, y no me estoy refiriendo a esos casos que nos llegan de sectas religiosas que, en un momento dado, se inmolan todos juntos, sino por una depresión que gracias a las redes sociales hace que sea mucho más fácil comunicarse unos con otros y, como todo, va en aumento. De 34.427 japoneses suicidados en 2003, 34 lo hicieron en grupo. En 2004 fueron 54 casos, según datos de la policía nipona, reconociendo que posiblemente el número real era más elevado. En 2006 se registraron más de 100 casos. De Enero a Septiembre de 2008, la cifra ascendió a 867.
Todo suele comenzar por Internet donde aparecen mensajes del tipo de: Todo es horrible, quiero morir. ¿Quién quiere morir conmigo?…(mensaje real captado en una sala de chat en Internet)… Un grupo de desconocidos pactan suicidarse apoyados los unos en los otros, encontrando en grupo la fuerza que quizá les faltaría estando solos. Y de esa forma quedan en un punto concreto, bien hikikomoris que se escapan de casa por la noche, ex-hikikomoris que han intentado vanamente reintegrarse en la sociedad, estudiantes que todavía van a clase o trabajadores, generalmente jóvenes. Los grupos pueden ser de solamente dos, de cuatro, de diez o de pocos más. El método suele ser encerrase dentro de un coche o furgoneta que aparcan en algún lugar solitario, sellando cuidadosamente con cinta todos los resquicios, o bien en una tienda de campaña igualmente sellada. Después, encienden una estufa de carbón, de venta en cualquier comercio de artículos para el hogar, y esperar a que el monóxido de carbono haga el resto…
-el bosque de los suicidas
Los japoneses, sumamente educados y cuya principal norma es no molestar, hasta han escogido un lugar donde se ha convertido en costumbre acudir para»quitarse de en medio», éso sí, sin molestar a nadie: el Aokigahara Jukai (del japonés Jukai: «el mar de árboles«), un bosque espeso y húmedo que cubre las laderas al N.O. del icónico monte Fuji cubriendo un área de unos 35 km. cuadrados. A tal punto que las autoridades han colocado unos carteles en las entradas al bosque donde dice algo así como: …tu vida es un hermoso regalo de tus padres. Por favor, piensa en tus padres, hermanos o hijos. No te lo guardes. Habla de tus problemas… o…no sufras solo, antes, contacta con alguien… junto a un número de teléfono de una línea de ayuda psicológica.
Bosque de los suicidios
Cartel de aviso en uno  de los caminos de entrada al Aokigahara Jukai
Este oscuro e intrincado lugar ya cuenta con una tradición histórica como sede de los demonios de la mitología japonesa, y hay poemas de más de mil años que indican que el bosque está maldito. En la época feudal del siglo XIX, cuando las hambrunas y epidemias azotaban a la población, fue uno de los lugares escogidos para abandonar a su suerte a los niños y a los ancianos que no podían alimentar. Pero su fama actual se incrementó tras la publicación en 1960 del libro Kuroi Jukai (en japonés: «El negro mar de árboles»), del escritor Seicho Matsumoto, en el que al final dos amantes se suicidan en el bosque. Ya en 1993 se publicó El completo manual del suicidio, de Wataru Tsurumi, una guía para suicidarse, donde se recomendaba este bosque como un lugar idóneo para quitarse la vida. Al poco tiempo el gobierno japonés prohibió su edición y venta al pensar que podía crear el efecto de inducción al suicidio.
De hecho, es el segundo lugar en el mundo (tras el puente Golden Gate de San Francisco, que luego comentaré) en número de suicidios. Desde la década de 1950 se han hallado en  Aokigahara alrededor de 500 cadáveres de suicidas, generalmente ahorcados. Edad media: 30 años. Desde 1988 la cifra ha aumentado a partir de la cifra de 73 muertes cada año. En  2002 se encontraron 78 cadáveres. En 2003 ya fueron 100 personas, por lo que en los últimos años el gobierno ha decidido no dar cifras para evitar el «efecto llamada». Brigadas de unos 300 voluntarios recorren los intrincados senderos del bosque para localizar los cadáveres que no hayan sido encontrados por los guardas forestales o para intentar, hablando con solitarios que acampan allí, disuadirles y que les acompañen otra vez a casa. Asímismo el gobierno ha limitado el turismo únicamente a zonas vigiladas. Un mito popular, no contrastado, afirma que los yacimientos de hierro magnético que se encuentran en la zona hacen que las brújulas y los GPS dejen de funcionar, provocando el extravío de los viajeros.
Un último apunte sobre los vecinos de Japón: Corea del Sur. Ocupa el 10º lugar en el ranking de suicidios y, por tanto, superior a Japón. Mientras que en Japón la tasa es aproximadamente de 18’5 por cada 100.000 habitantes, en Corea alcanza el 26’9 por cada 100.000. Los problemas de alta exigencia para los estudiantes y trabajadores son muy similares en ambos países pero, aunque en Occidente tenemos la idea de Corea como un país muy desarrollado y con una alta tecnología, la realidad es que siempre fue un país muy pobre, de economía agrícola, y la pobreza aún «colea».
Casi la mitad del país y un alto porcentaje de la llamada «tercera edad» están viviendo por debajo del nivel de pobreza. El país quizá sea rico, pero la desigualdad social es notoria y la riqueza está mal repartida. El nivel de corrupción es muy alto y las crisis económicas globales golpean a menudo. Para colmo, el alcoholismo está muy extendido. Para las personas mayores de 60 años, que aún tienen muy reciente en la memoria su pasado campesino, con una economía de subsistencia, el panorama es desalentador. El mayor porcentaje de suicidios se da, precisamente, en esta «tercera edad».
El suicidio en España.
Entre 1859 y 1862 el entonces llamado Ministerio de Gracia y Justicia estableció que el 32% de los suicidios se cometieron bajo el efecto de una  enfermedad mental. A partir de  1906 y hasta 2006 el I.N.E. (Instituto Nacional de Estadística) recogió los datos anuales de suicidios, pero fue a partir de 2007 y, siguiendo los criterios y estándares internacionales, cuando se adoptó la decisión de suprimir los boletines del suicidio. No obstante, tenemos cifras: desde 2000 y hasta 2017 y, según las estadísticas oficiales del I.N.E., la cifra anual osciló entre los 3.158 y los 3.910. Así en 2010 hubo 3.145 casos y al año siguiente (2011) fueron 3.180, y ya en 2015 subieron hasta los 3.602. En 2017 el aumento se cifró en un 3’1% frente a los casos anteriores. La relación entre los suicidios de hombres y mujeres es la habitual en muchos países del mundo: un caso de mujer frente a cada tres casos, en los hombres. Y, aunque escasos, se reportan también suicidios entre los muy jóvenes: en  2016 hubo 12 casos (8 chicos  y 4 chicas) menores de 14 años, sobre todo debido a fracasos escolares y al «bullying» en la escuela.
La media en España, con sus naturales oscilaciones, es de unos 3.500 suicidios cada año*. Prácticamente el doble que las víctimas mortales en accidentes de tráfico que, según datos facilitados por la D.G.T. (Dirección General de Tráfico) fueron 1.830 en 2017.  Si estudiamos por zonas la incidencia del suicidio, el porcentaje más alto se produce en las grandes capitales y en las comunidades de la cornisa cantábrica: Galicia, Cantabria y, sobre todo Asturias, que se lleva la palma, con unos 300 suicidios al año, casi el 10% del total nacional. Si consideramos que de una población total española de 46.700.000 (cuarenta y seis millones setecientos mil) habitantes, Asturias cuenta con 1.028.000 (un millón ventiocho mil) habitantes, éso supone un 2’17% del total de la población. Sobre ese porcentaje, una tasa de suicidios de un 10% sobre el total nacional es una tasa alta. Se tiende a explicar este incremento al tratarse de zonas rurales con mucho aislamiento y con un clima donde son más frecuentes las lluvias, la niebla y otros factores meteorológicos que «ayuden» a la depresión, unido a reconversiones industriales, como la crisis del carbón.
*Según mis últimos datos actualizados, en los últimos dos-tres años se han sumado al efecto de la pandemia de coronavirus (confinamiento obligatorio, el miedo a enfermar, el fallecimiento de familiares y conocidos con lo que supone de depresión), la crisis económica galopante (pérdida de empleos, aumento constante del coste de la vida, los límites de la pobreza) y demás inseguridades. Todo ello ha desembocado en un aumento de los suicidios en España: de los 3.504 en 2018, pasaron a 3.625 en el 2019 y a 3.914 en el 2020. No tengo datos concretos, pero en el 2021 ya sobrepasaron los 4000.
-un ejemplo particular: el suicidio entre los veterinarios.
Una vez publicada esta entrada descubrí unos estudios que pueden servir de ejemplo para explicar lo que son los desencadenantes del suicidio centrados en el mundo laboral. Y pongo este ejemplo especial al incluirme yo en este colectivo…el de los veterinarios, que no el de los suicidas. Aunque las circunstancias que voy a detallar sean extrapolables a otras profesiones (mecánicos, médicos, fontaneros, arquitectos…), contemplo como ejemplo el de la veterinaria al tocarme más de cerca.
Hasta hace unos veinte años, se consideraba a la profesión de veterinario como una de las más «privilegiadas», por dos factores (pese a estar comparativamente peor remunerados que otros profesionales, tales como médicos, abogados, ingenieros…): alta vocación, y contacto con la «vida», ésto es, tratando directamente con animales. De hecho, la figura del veterinario tiene «buen rollo» al vérsele desde fuera curando animales: salvajes, de zoo o al perrito de casa. Pero pese a ese «buen rollo» la cosa ha ido cambiando…a peor.
En los últimos diez años y, ante mi asombro, han ido publicándose datos inicialmente de Gran Bretaña y los Estados Unidos, relacionando el nivel de estrés y el incremento de suicidios entre mis colegas británicos y norteamericanos. En concreto, un estudio realizado en el Reino Unido en 2010 mostraba que la incidencia del suicidio en la profesión veterinaria era de 3 a 4 veces mayor que en la población general, y el doble que en otros profesionales de la salud. También en esta década, y creo que no es casualidad, comento con los colegas con cierta sorna que en las revistas clínicas veterinarias son casi más los artículos dedicados al marketing o al coaching que a los artículos en los que se estudian patologías o nuevas técnicas quirúrgicas. Por algo será, digo yo, que inquiete más «orientarse» en el mercado que saber curar…
Ésto se explica por lo que ahora se conoce como el síndrome del burnout o, menos finamente y en el idioma de la calle, el «estar quemado». La gran cantidad de factores estresantes a que se enfrentan tanto veterinarios como auxiliares, conlleva una alta probabilidad de sufrir estrés, cansancio emocional y, en un estadio más avanzado, el ya citado síndrome de burnout. Entre estos factores se encuentran los frecuentes cambios, la adaptación forzosa a las nuevas tecnologías, el ritmo vertiginoso, la alta competitividad en la búsqueda de clientes y del producto o servicio que nos haga destacar, la contínua necesidad de reciclarse y ponerse al día en los conocimientos referentes a la especialidad, el tener que atender a clientes difíciles y lidiar con los conflictos que surgen con las personas de nuestro entorno laboral, el temor a cometer errores en el diagnóstico o tratamiento de los pacientes y, algunas veces, tener que mantenernos firmes a nuestros principios y valores frente a las decisiones de los clientes…
Cualquier circunstancia puede desencadenar un estrés puntual. Pero cuando esa situación se prolonga, además de producir una sintomatología nerviosa (tensión, insomnio, dolores de cabeza, cambios de humor, agotamiento, cansancio emocional…), acaba por acarrear una situación de ansiedad. Hay varios estudios que han analizado el síndrome del burnout, en los que se consideran dedicación, edad, sexo y horas de trabajo semanal. Y las respuestas analizan situaciones desde el estar emocionalmente cansado del trabajo, a las pocas ganas de ir a trabajar por las mañanas, o a estar al límite de las posibilidades, entre otras. A todas éstas se suma en España la saturación de veterinarios en el mercado profesional, lo que acarrea el agravante de situaciones laborales irregulares con largas jornadas y con bajos sueldos, generando no ya el «buen rollo» sino al revés, el «hartazgo» en muchos de mis colegas. Del «hartazgo» a la depresión hay un paso, y ya hemos visto que ésta sea uno de los desencadenantes del suicidio.
Pero, dejemos el mundo veterinario y sigamos: hoy día la medicina forense ha avanzado mucho, y es capaz de dictaminar con mucha exactitud la causa de la muerte, la fecha y casi la hora. Pero hasta hace pocos años, me comentan médicos y abogados, en las zonas rurales se intentaba disimular una cosa tan vergonzosa como el suicidio, y la inevitable autopsia que exigía la ley (con lo que se añadía de escándalo, imposible de tapar) alegando que el difunto en cuestión había aparecido muerto en el campo o en la huerta, atribuyéndolo a causas naturales: un infarto o cualquier otra causa de muerte súbita. En nuestros tiempos tal «disimulo» sería imposible.
Las causas del suicidio en España son similares a los de Occidente: enfermedades mentales (esquizofrenia, depresión, angustia, crisis maníaco-depresivas, etc.) ligadas a enfermedades crónicas de difícil sobrellevar, o en algunos casos a crisis económicas, familiares o de pareja. El alcoholismo y la drogodependencia, causa o efecto de la depresión, ayuda a tomar decisiones de este tipo. Las formas de suicidarse también son similares: ahorcamiento, envenenamiento, uso de armas blancas o de fuego. Y un caso que la D.G.T. y la Guardia Civil sospecha, es el de algunos accidentes de coche que en realidad son suicidios simulados: típico caso del pilar de un puente junto a la carretera contra el que los coches se estrellan más de lo que sería normal, o caídas por un barranco en una curva…incluso en una carretera recta…  o precipitarse al vacío desde las alturas. Y aquí tenemos -o por lo menos los madrileños- nuestra forma más «castiza» para acabar con la vida: tirarse desde el Viaducto.
-el Viaducto madrileño
viaducto 2
 
                                             El Viaducto, desde la calle de Segovia
Para los que no conozcan Madrid, el Viaducto es un gran puente de hormigón de un solo arco central que permite continuar la calle de Bailén (desde la iglesia de San Francisco el Grande hasta el Palacio Real y un poco más allá, la plaza de España), salvando el gran desnivel que supone la calle de Segovia, 23 metros en ese punto. Para facilitar el paso el Viaducto se inauguró en Agosto de 1876, construído con hierro y madera. Pronto los madrileños le encontraron otra utilidad: el primer «salto al vacío» se produjo a la semana de su inauguración. El segundo, 8 días más tarde.
Tras los desperfectos sufridos en la Guerra Civil hubo que rehacerlo en 1940, empleándose en esta ocasión un material por entonces novedoso: el hormigón, aunque fue necesario reforzarlo en 1970. No he conseguido encontrar datos fiables sobre el total de suicidios en el Viaducto, aunque desde los años 60 se calcula una media de 4 a 6 suicidios al mes. A tal punto se temió el «efecto llamada» que, durante el franquismo, hubo un pacto -o una orden- con los medios de comunicación de entonces (prensa y radio), llegándose a tomar la resolución de no facilitar cifras ni publicidad, para no «dar ideas» a los dudosos. Pero el problema seguía, hasta que en 1998 el entonces alcalde de Madrid, don Jose María Álvarez del Manzano, ordenó colocar unas mamparas de metacrilato para dificultar el acceso a las barandillas. Pese a las inevitables críticas que cualquier decisión municipal acarrea (algunas, como que quedaba «feo»), los suicidios desde el Viaducto prácticamente desaparecieron, salvo algún caso muy aislado.
El caso del Viaducto no es único. Los tres puentes con mayor índice de suicidios en el mundo son, respectivamente, el Golden Gate de San Francisco, el viaducto del Príncipe Eduardo de Toronto y el Aurora Bridge, de Seattle, aunque el Golden Gate se lleva la palma de ser el lugar con mayor número de suicidios en el mundo: unos 1.500 hasta la fecha (edad media: 41 años). Si la caída desde el Viaducto con sus 23 metros de altura contra el duro suelo es muerte segura, la caída desde el Golden Gate, con 73 metros hasta la superficie del mar, debería ser todavía más eficaz. Se calcula que la aceleración que experimentan los cuerpos en ese trayecto les confiere una velocidad final de 120 kilómetros por hora.
Golden Gate
El Golden Gate de San Francisco. Récord en el mundo como lugar para suicidarse
Los nadadores profesionales o los que se tiran desde altos trampolines ya saben caer haciendo «clavadas» sobre sus manos, e incluso cayendo sobre los pies, abriendo la superficie acuática, pero cualquiera que haya ido a una piscina y haya caído de plano sabe lo doloroso que es «pegarse un tripazo» contra el agua… Los forenses distinguen sin dificultad los cuerpos de los ahogados en la Bahía de San Francisco del de los suicidas: a consecuencia del choque contra la tabla del agua y a esa velocidad, se producen tantas fracturas que comparan los cuerpos a un muñeco de trapo relleno de serrín… Pero para nuestro asombro (al menos el mío) y como prueba de la increíble capacidad de resistencia del ser humano, de esos aproximadamente 1.500 suicidas, han salvado la vida hasta ahora 28 personas…lo que no puedo dejar de preguntarme es, cómo quedaron de «perjudicados»…
-los «tumbaos», nuestra versión patria de los hikikomoris
Hasta los años 60-70 del pasado siglo hubo en el sur de España una figura conocida coloquialmente como los «tumbaos»…eran hombres de extracción humilde, padres de familia de espíritu ejemplar y laborioso, trabajadores del campo o de la construcción y que, un buen día, con la cara triste, decidían que no se querían levantar de la cama…ni hoy, ni mañana, ni pasado…y así durante mucho tiempo.La media de reclusión fue de 39 meses: más de tres años, aunque el caso conocido más largo, estuvo sin salir de la cama 30 años.  No he conseguido encontrar datos concretos en cuanto al número de «tumbaos», aunque tampoco debió ser muy frecuente. Hace años esta patología no se estudiaba clínicamente, hay que considerar que eran familias muy humildes, casos aislados en el medio rural. Los «tumbaos» no salían en los periódicos, era cosa del vecindario, y donde ni se contemplaba ni se conocía la figura del psicólogo. Los psiquiatras, los «médicos de locos» estaban para éso: para los locos de los manicomios y los «tumbaos» eran gente pacífica que no hacían daño a nadie…
Al contrario de los hikikomoris, los «tumbaos» no producían desprecio, rechazo, vergüenza social ni familiar, hasta podríamos decir que despertaban sentimientos de adhesión y solidaridad entre sus vecinos y allegados al considerarlo, más que como una enfermedad, una desgracia que había que aceptar resignadamente. Al fin y al cabo, a cualquiera podía tocarle en suerte. Recuerdo en mi lejana infancia comentarios en la familia -andaluza- de mi madre sobre algún caso de «tumbaos». El escritor Luis Landero, nacido en 1948 en Extremadura (por situar la anécdota en el tiempo y el lugar) recuerda de su infancia el caso de una mujer vestida de medio luto que iba pidiendo limosna de puerta en puerta con el estribillo…una caridad para esta pobre mujer que tiene seis hijos y un marido tumbao desde hace diez años… y a la que los vecinos ayudaban.
Cuando, en un momento dado, alguien preguntaba por un vecino al que hacía tiempo que no veían la respuesta podía ser: …nada, que Fulano se ha tumbao… a lo que se respondía con un …¡vaya por Dios!… Y era frecuente ir a visitarle, como se hacía con los enfermos, reuniéndose a su alrededor, dándole ánimos, y consolando a la apesadumbrada familia. Algunos, un día cualquiera y al cabo de 2, 4 o 12 años, se levantaban y reanudaban su actividad normal, para alegría de la comunidad y sobre todo de la familia.
La moderna psicología estudia el caso de los «tumbaos» con un término concreto: la clinofilia…que podemos traducir de su raiz griega como el «amor a la cama»…pero no era un caso de «vagancia», sino que los «tumbaos» padecían lo que se conoce más técnicamente como un caso de «indefensión aprendida». Al no levantarse, se impide la exposición a la causa directa del malestar. ¿Y qué malestar podía ser ése?…pues cualquiera: no tanto el trabajo duro, que también, sino la precariedad, los colegas, el jefe, el ambiente, el mundo hostil…o lo que llamaríamos ahora el «hartazgo». Los «tumbaos» necesitaban «pasar de todo». Se acompañaba de una sensación de culpa por la falta de acción (la familia dependía de ellos) y una inevitable baja de la autoestima (al fin y al cabo habían sido buenos trabajadores). Añadido a una sensación de apatía, tristeza, fatiga mental y física, y dificultades para encontrar estímulos y belleza en el día a día. Si todo éso no es depresión, se le parece mucho.
Habría, si lo miramos muy por encima, una variante de los «tumbaos» en el mundo de los escritores. Podemos citar los casos más conocidos de Proust, Voltaire, Truman Capote, Vicente Aleixandre, Valle-Inclán o Pío Baroja. Pienso que, sencillamente, por comodidad (Voltaire escribía hasta 18 horas al día, es lógico que acabase cansado). El escritor George Orwell acabó su famoso libro 1984 en la cama pero, en su descargo, habría que alegar que ya estaba enfermo. En el caso de estos escritores habría en todo caso clinofilia (en el sentido de «amor a la cama») pero en ningún caso podríamos hablar de la «indefensión aprendida» achacada a los «tumbaos». Pero por mencionar a un par de ellos más, podemos hablar del poeta  Juan Ramón Jiménez, un tremendo hipocondríaco que sólo viajaba para conocer sanatorios de Francia (¡éso sí: de los de 5 estrellas!) y donde no salía de la cama de las mejores suites.
Juan ramón Jiménez y Zenobia Camprubí
Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de literatura en 1956 y su mujer, Zenobia Camprubí. Un Nobel muy hipocondríaco y «melancólico»
El otro caso sería el del uruguayo Juan Carlos Onetti. Exiliado de la dictadura militar uruguaya, pasó sus últimos veinte años en Madrid, en su departamento del número 31 de la madrileña Avenida de América. De esos 20 años, los últimos 12 apenas se levantó de la cama, donde escribió sus últimos tres libros, donde recibía a sus escasas visitas: algunos pocos amigos y periodistas, y siempre leyendo, fumando y bebiendo whisky. Éso sí: solícitamente atendido por su mujer, que cuidaba de sus necesidades (Juan Ramón Jiménez siempre dependió también de la suya, Zenobia Camprubí).  Onetti padeció siempre una extrema timidez. Un ejemplo ilustrativo puede ser que en el Primer Congreso Internacional de Escritores en Lengua Española, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria y para el que había sido designado presidente, se pasó todo el tiempo sin salir del hotel, negándose a participar en ninguna de las actividades previstas. ¿Timidez, clinofilia, «melancolía»?…
EUTANASIA
pentotal
Tiobarbital sódico, también conocido popularmente como «el suero de la verdad». Antiguamente se utilizaba como anestésico aunque ha sido desplazado por otros productos, si no más eficaces, mucho más seguros. En mi actividad como  veterinario se utiliza casi en exclusiva para la eutanasia de animales enfermos. Afortunadamente en el campo de la veterinaria,la eutanasia está legalmente admitida. En los «cócteles» que se preparan para el suicidio asistido de las personas, suele formar parte
La eutanasia en el mundo actual.
La eutanasia, traduciendo de su raiz griega como la «buena muerte», se define como un
… procedimiento voluntario, intencionado, estudiado y consciente que realiza un médico para acelerar la muerte de un paciente terminal de algún padecimiento incurable, a solicitud consciente, estudiada y deliberada del enfermo y familiares… 
Muy claro, ¿no?. Pero la eutanasia, como ayuda a la «buena muerte», a la luz de la consideración de la libertad y la autonomía de la visión de la dignidad humana, ha sido y sigue siendo muy debatida en las sociedades occidentales.
Ya Hipócrates, considerado «el padre de la medicina» y famoso por el juramento hipocrático que todos los médicos del mundo deben suscribir escribió:
no prescribiré una droga mortal para complacer a alguien, ni dar consejos que puedan causar su muerte…,
Aunque en la Grecia Clásica autores como Sócrates, Platón o ya en Roma, el filósofo estoico Séneca, apoyaron el concepto de la eutanasia. En la Europa moderna el término «eutanasia» fue utilizado por primera vez por el inglés Francis Bacon (1561-1626). Anteriormente a él, Tomás Moro (1478-1535) en su obra Utopía escribió que si los médicos y sacerdotes lo consideran, puede practicarse aunque
más si alguno se mata sin el consentimiento de los sacerdotes y el Magistrado, no le den sepultura y arrojen su cuerpo a una laguna…
Misma consideración que se contemplaba entre griegos y romanos, solicitando la autorización de las «altas esferas». De todas formas en nuestra civilización europea, con su tradición judeo-cristiana, se combatió la idea de ayudar a la muerte al considerar que iba…contra las leyes de Dios y de Natura…
Todavía en el 2002 el Comité de Derechos Humanos de la ONU dudó en dictaminar una sentencia a favor de la eutanasia, en aplicación del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, solicitada precisamente por el español Ramón Sampedro, cuyo caso se hizo popular gracias a la película Mar adentro, del director Amenábar, y que luego comentaré.
Según se considere la acción médica, se contemplan dos tipos de eutanasia:
-la activa o positiva, cuando hay un despliegue médico (administración de ciertos medicamentos), o la
-pasiva o negativa, por omisión de los medios concretos para mantener artificialmente la vida, detalle que centra muchas solicitudes.
Hay que considerar que, mientras el suicidio parte de un acto voluntario realizado por el propio suicida, la eutanasia a menudo ha de ser aplicada por otra persona al carecer el «aspirante» de una capacidad física mínima como para permitirle actuar.
Hay varios conceptos en torno al debate sobre la eutanasia, algunos de los cuales se mencionarán más adelante:
suicidio asistido: el paciente es el que, voluntaria y activamente, termina con su vida. Por ejemplo, tomando alguna sustancia que otros le han facilitado.
cacotanasia (del griego kakós: malo. La «muerte mala»). Sin consentimiento del afectado. Por un impulso, digamos, humanitario ante su sufrimiento…en el caso de que hubiere esa justificación. Obviamente cuando es por interés (para heredar, o por «quitar de en medio» a una pareja que nos ata y que ya no queremos), se podría considerar un asesinato.
ortotanasia (o «muerte digna»): dejar morir a tiempo sin emplear medios extraordinarios y desproporcionados para el mantenimiento de la vida.
distanasia: se pospone el momento de la muerte recurriendo a cualquier medio artificial, prolongando la vida a toda costa, aun en estados vegetativos. Es lo que a veces se denomina como el «ensañamiento terapéutico».
medicina paliativa: ni acelera ni pospone la muerte, se limita a proporcionar alivio del dolor, en caso de enfermedades terminales y dolorosas.
La eutanasia, poco a poco, se va abriendo camino. Es lógico que se planteen pegas en aquellos casos con conflictos de intereses. Típico ejemplo del abuelito comatoso que no se acaba de morir, y al que rodea una nube de parientes deseosos de heredar fincas, casas o propiedades. Pero, regulando esos conflictos, la eutanasia se comenzó a aplicar de formar legal en países como Holanda (desde el 2001), Bélgica (desde el 2002), Luxemburgo (desde el 2009) o Colombia (país muy avanzado en muchos aspectos, y  donde se la denomina «homicidio pietístico o eutanásico»). Bajo el concepto de «suicidio asistido», es legal en Suiza y seis estados de los Estados Unidos (cada estado tiene legislatura propia, no es común para todos): Oregón, Washington, Montana, Vermont, el distrito de Columbia y California.
En el caso concreto de España, a finales de los 90 un informe del C.I.S. (Centro de Investigaciones Sociológicas) revelaba que el 67% de la población defendía la eutanasia y el suicidio asistido. En los últimos 5 años y según diferentes encuestas el porcentaje subió: del 78 al 88% de la población apoya la eutanasia activa voluntaria, mientras que del 72 al 85% apoyan el caso del suicidio médicamente asistido. Pero aunque muchas veces ha estado a punto de aprobarse, la eutanasia es una «patata caliente» que casi nadie se atrevía a coger. No somos los únicos: en los Países Bajos y hasta finales de los 80, el 88% de la población era partidaria de aprobarlo. Pero en 1984, cuando la Real Asociación Médica Holandesa propugnó por una eutanasia más abierta, el Parlamento rebatió dicha ley.
Las leyes en España han ido, poco a poco, muy prudentemente, empezando a «considerar» la situación. Citaré de aquí en adelante en cursivas y  literalmente, los textos legales que se refieran a esta cuestión. Así, el Código Penal de 1928, en su artículo 517, dice:
el que prestare auxilio o indujere a otro para que se suicide será castigado con la pena de cuatro a ocho años de prisión. Si se lo prestare hasta el grado de ejecutar él mismo la muerte, la prisión será de 6 a 15 años… 
Este Código Penal se modificó en 1932, permaneciendo vigente hasta finales del siglo XX. Siguiendo en España y según el Código Penal de 1995 (artículo 143, apartados 1, 2, 3 y 4), se ha dejado de penalizar tanto la eutanasia activa indirecta como la eutanasia pasiva, aunque aquí chocan la Constitución y el Código Penal, cuyo artículo 143 no respeta lo propugnado constitucionalmente (artículo 15 de la Constitución).
Una de las últimas propuestas se hizo en Mayo del 2018 desde el Parlament de Cataluña, presentando al Congreso un proyecto de Ley para despenalizar la eutanasia. El texto contaba con el respaldo de los partidos Junts-pel-Sí, el P.S.C. (Partido Socialista de Cataluña), CatComú y la CUP, con la abstención de Ciudadanos y el voto en contra del Partido Popular. Esta propuesta pretendía únicamente modificar el apartado 4 del artículo 143 del Código Penal para que pudiesen quedar exentos de responsabilidad los que ayuden a morir…de manera segura, pacífica y sin dolor… a una persona que lo pida de forma…libre, expresa e inequívoca…
Este artículo, prácticamente copiado del ya comentado antes del Código Penal de 1928, prevé varios escenarios:
-penas de 4 a 8 años de cárcel para los que…induzcan al suicidio…a otra persona.
-penas de 2 a 5 años de cárcel a los que cooperen…con actos necesarios al suicidio de una persona…
penas de 6 a 10  años de cárcel en el caso de que esta cooperación llegue al punto de…ejecutar la muerte…
penas inferiores en uno o dos grados a las señaladas en los dos apartados anteriores para los que cooperen de forma activa con…actos necesarios y directos a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad permanente y difícil de soportar…
El Congreso admitió a trámite esta proposición de Ley de la Eutanasia, que pasó a estar impulsada por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y apoyada por la mayoría del Congreso. Pero, ¡ay!, como dice el refrán: las cosas de palacio van despacio. El final de la legislatura y la convocatoria de elecciones para el 28 de Abril del 2019 paralizaron el trámite sin que la proposición hubiese entrado tan siquiera en la fase de ponencia. Lo que se supone no está penado en España es una especie de «eutanasia pasiva», regulada por la Ley de Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica, que establece que el paciente tiene derecho...a decidir libremente, después de recibir la información adecuada, entre las opciones clínicas disponibles… así como a…negarse al tratamiento, excepto los casos determinados por la Ley… Ésto último se refiere, por ejemplo, a la negativa a recibir transfusiones de sangre en comunidades como los Testigos de Jehová por sus tabús religiosos, tema especialmente delicado en el caso de los menores cuyos padres se nieguen a transfundir en caso de extrema necesidad vital.
La eutanasia en España. «Derecho a Morir Dignamente»
Con estos precedentes, entramos en el delicado tema de la eutanasia en España. Periódicamente asistimos a casos que sensibilizan mucho a la opinión pública. El último, el 3 de Mayo del 2019, el suicidio asistido de Maria José Carrasco, una mujer aquejada desde hacía 30 años de una esclerosis múltiple progresiva, que había pedido públicamente varias veces a que la ayudasen a morir y a la que su marido, Ángel Hernández, facilitó una mezcla de barbitúricos (según ellos, comprados por Internet) que bebió ante las cámaras y que la ayudó, por fin, a descansar en paz. No obstante y pese a todas esas premisas, el marido ha sido acusado según la legislación que acabamos de ver por el suicidio asistido, solicitando la juez que lleva el caso, Raquel Robles, de un delito de «violencia machista»… Hasta la Fiscalía ha dicho que, bueno, que en este caso habría que considerar las circunstancias…Pero lo cierto es que, en puridad y mientras no se modifique la actual legislación, ése es el delito cometido.
Pero el caso no es nuevo. El 12 de Enero de 1988 el gallego Ramón Sampedro, aquejado de una tetraplejia tras un accidente, tras veinte años de estar postrado en cama y solicitar inútilmente su derecho a «descansar» (vimos que en el 2002 lo había solicitado al Comité de Derechos Humanos de la ONU, que lo denegó), tomó antes las cámaras (y en este caso sin que se pudiera ver a los ayudantes) una mezcla de cianuro que sorbió con una pajita. Aunque en este caso no debía estar lo suficientemente preparado y Sampedro aún estuvo media hora agonizando, asfixiándose debido a los efectos paralizantes sobre el aparato respiratorio producido por el cianuro. Años después, cuando el delito hubo prescrito, su amiga Ramona Maneiro, «Moncha», confesó haber sido ella la que le acercó el bebedizo letal. El caso se hizo famoso gracias a la película Mar adentro, dirigida en el año 2004 por el director Alejandro Amenábar y sensibilizó a la opinión pública sobre los derechos de los que querían suicidarse.
Casos de suicido asistido por causas similares de tetraplejia o enfermedades en fase terminal ha habido unos cuantos más en España: Madeleine Z (Enero/2007), Inmaculada Echevarría (Marzo/2007), Pedro Martínez (Diciembre/2011), Jose Luis Sagüés (Enero/2014), Andrea (Octubre/2015), Jose Antonio Arrabal (Abril/2017), Luis de Marcos (Agosto/2017), Maru Chamizo (Diciembre/2018), Maribel Tellaetxe (marzo/2019)….
En Junio de 2005 un anónimo denunció un caso de «cacotanasia» (recordemos: sin consentimiento del enfermo) en el Hospital Severo Ocho de Leganés, localidad muy próxima a Madrid. Hay que tener en cuenta que, según un estudio realizado en 1.999, las muertes en los hospitales representaban apenas un 34’6% del total de los fallecimientos en la sociedad. Desde entonces no han dejado de aumentar, hasta alcanzar casi una de cada dos muertes: el 47’26% en el 2008… La causa es que, al contrario de lo que pasaba hace años, en que la «abuela» (como la mía) morían en casa, ya casi nadie fallece en su domicilio, salvo los casos de los viejos que viven solos y a los que se encuentran tiempo después. Lo habitual es que fallezcan tras ser ingresados en el hospital. Hoy se ha perdido la naturalidad con la que antes se veía la muerte de cerca y a los viejos, a los no productivos, se les manda a los asilos o a los hospitales. Existe casi miedo para hablar de la muerte, no hablemos ya de la visión de la sangre, con la repulsa a las corridas de toros o a las antaño populares matanzas del cerdo en los pueblos.
En el caso del Hospital Severo Ochoa, se llegaron a calcular 400 muertes, muy por encima de lo normal, atribuídas a una sedación «irregular». Según la prensa, las muertes en el servicio de urgencias prácticamente triplicaban la media del resto de los hospitales españoles. Como es lógico, el caso levantó una gran polvareda. Se acusó como responsable al doctor Luis Montes, anestesista y coordinador del servicio de urgencias del hospital. Al investigar, supongo que «con lupa» los historiales médicos, la Consejería de Sanidad identificó 73 casos de sedación realizadas, bajo el criterio de la Consejería de forma incorrecta, entre el 1 de Septiembre del 2003 y el 8 de Marzo del 2005, aunque llegaron a acusarle (sin poder probarlo) de las 400 muertes. En ese año el doctor Montes fue cesado como director del servicio de urgencias y las muertes en ese servicio se redujeron a la mitad. Me imagino que, tras el cese, los responsables «hilaron fino» con cada caso.
No voy a aventurar mi opinión personal, quiero mantenerme objetivo, pero ante semejante escándalo los partidos políticos no se cortaron a la hora de aprovechar la ocasión para exigir responsabilidades e intentar sacar partido de la situación. El Partido Popular (de derechas) a través de Manuel Lamela, consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, puso una querella al hospital. Hay que considerar también que en aquel momento y bajo la presidencia de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre (del Partido Popular) a cuyas órdenes estaba Manuel Lamela, se estaban intentando privatizar varios hospitales públicos. Por otra parte, Miguel Ángel Rodriguez, ex-portavoz del gobierno de Jose María Aznar (presidente del Partido Popular), fue condenado a pagar 30.000€ como autor de un…delito continuado de injuria grave realizado con publicidad…contra el doctor  Luis Montes, por todas las cosas que sobre él dijo en los medios.
Y mientras la «patata caliente» de la eutanasia saltaba de mano en mano, se aprobó el Documento de Instrucciones Previas, también llamado Testamento de Voluntades Anticipadas, más coloquialmente conocido como el «testamento vital». Ya se había aprobado un documento similar en los Estados Unidos, pero en España adquirió status legal con la publicación de la Ley 41/2002 del 14 de Noviembre de 2002, publicada en el B.O.E (Boletín Oficial del Estado) al día siguiente, 15 de Noviembre de 2002. En el 2013 habían firmado el «testamento vital» la cifra de 150.000 personas. En Abril de 2018, ya eran 254.181.
Hay algunas variantes según la Comunidad Autónoma correspondiente, e incluso la Conferencia Episcopal redactó el suyo propio, pero casi todos coinciden en señalar que se trata de un …documento escrito por el que un ciudadano manifiesta anticipadamente su voluntad -con objeto de que se cumpla en el momento que no sea capaz de expresarse personalmente- sobre los cuidados y el tratamiento de su salud…
Para que sea efectivo, este documento deberá incorporarse al Registro de Instrucciones Previas y a la historia clínica del paciente, tanto para facilitar su acceso a los profesionales médicos como para su revocación, caso que el paciente quisiera anularlo o modificarlo. La forma de hacerlo es sencilla. Antes había tres formas: o bien ante notario, o ante tres testigos (dos de ellos no pueden ser parientes ni tener relación patrimonial con el interesado -por ejemplo, socios-) y la mejor forma es ante la Administración. En cualquier hospital estatal o en los centros de salud habilitados para ello se podrá rellenar y firmar el impreso, detallando los diferentes grados de sostenimiento vital que deseemos…si es que deseamos alguno, así como el destino de nuestros restos: donaciones de órganos para trasplantes -aunque oficialmente todos somos donantes-, o para la investigación o en facultades de Medicina.
Si digo «había» es porque la posibilidad de hacerlo ante notario ha desaparecido. El 3 de Noviembre del 2017 y por la entrada en vigor de la Ley de Derechos y Garantías de las Personas en el Proceso de Morir (ley 4/2017 del 2 de Marzo), suprimió esta forma. Pero siguen quedando las otras dos opciones: ante tres testigos, y ante la Administración. Personas cercanas a mí y colaboradores de DMD me han insistido en la importancia de nombrar, en los protocolos firmados del «testamento vital», la figura de uno o más representantes. El motivo, dicen, es por la posibilidad de que nos toque en esos momentos finales algún médico «anti-eutanasia», y que por la potestad que el cargo le otorga, se negase a ejecutar nuestras últimas voluntades, por más que conste en nuestro historial clínico. El representante sería en este caso el encargado de hacerlas cumplir legalmente, por encima de la opinión del médico.
Los motivos que han impulsado a tantas miles de personas a suscribir el «testamento vital» podrían parecerse en principio a alguno de los mismos que impulsaron a millones de personas a suicidarse, pero dejando claro que, en este caso, no se van a considerar las múltiples formas de la depresión, del honor perdido, de las penas de amor o de el alcoholismo, cuestiones que incluso pueden ser son pasajeras (como las penas de amor, pasaron los tiempos del Werther)…todo éso, aún siendo serio, no es el caso. Lo que sí contempla el «testamento vital» son sobre todo las causas que impulsaron al suicidio a muchos otros: el dolor y el deterioro físico.
Ejemplos como el daño cerebral, demencias tipo Alzheimer, tumores, enfermedades crónicas y degenerativas, estados vegetativos, accidentes cerebro-vasculares o cualquier otro tipo de padecimientos graves e irreversibles. Ante la perspectiva que este tipo de pacientes sean ingresados en hospitales, prolongando de manera dolorosa e inútil su vida por medios artificiales (soporte vital, respiración asistida, fluídos intravenosos, fármacos o alimentación artificial), muchos se niegan a lo que se ha venido llamando el «ensañamiento terapéutico», capaz de mantener con vida artificialmente durante mucho tiempo a lo que ya son seres sin voluntad, consciencia ni posibilidad de curación. Hay que considerar que los estados vegetativos no existen en la naturaleza, es una creación de la reanimación, un «logro» de la medicina. Salvo que tengamos unos principios religiosos muy fuertes, creo que todos los que hemos podido ver familiares o conocidos en ese estado, comatosos y llenos de tubos, hemos pensado: ¡yo no quiero acabar así!...
En 1984 se fundó en Barcelona la asociación DMD (Derecho a Morir Dignamente) por Antonio de Lerma. DMD proponía evitar el «ensañamiento terapéutico» mediante una muerte asistida por médicos. Su primer presidente fue Salvador Pániker y el siguiente el doctor Luis Montes, del que ya hemos hablado cuando el escándalo del Hospital Severo Ochoa. Actualmente es el doctor Fernando Marín, coordinador también de su «filial» «Morir en Casa». Los pacientes que deseen asociarse a DMD, deben hacer previamente el «testamento vital» aunque, pese a las voluntades previas escritas, de vez en cuando aparece alguna demanda de algún pariente acusando a la asociación de asesinato.
En el año 1999 un médico y una enfermera fundaron otro organismo: la «Asociación ENCASA: Cuidados Paliativos», más conocida como «Morir en Casa». Actualmente forma parte de DMD. Cada día mueren en España un millar de personas. La tercera parte lo hacen de forma inesperada. El resto, dos terceras partes, tras meses o años de deterioro que anuncia que el final está cerca. Casi todos, ingresados en algún hospital con toda la parafernalia que conlleva, entre otras estar sometidos a los horarios hospitalarios (comidas, levantarse, tomas de medicación, de temperatura, etc.) que descontrolan aún más a los aturdidos pacientes. Y, sin embargo, la mayoría de los españoles siguen prefiriendo morir en casa, en un entorno conocido, rodeado de sus cosas familiares o de sus parientes más próximos. Para la gran mayoría de los pacientes, ésto sería una prioridad.
«Morir en Casa»/DMD propugna el derecho a morir con paz y con dignidad, morir sin dolor y sin el «ensañamiento terapéutico». Porque morir -y no debemos huir de esa palabra- no depende tanto del dónde, sino del cómo. El problema para morir en casa (ahora sin entrecomillar) es por una parte el tabú de la muerte y por otro la falta de recursos. Muchos viejos viven solos y, los que están con la familia, lo más frecuente es que ésta tiene que ir a trabajar y no pueden estar todo el rato con ellos. Pero sin embargo la alta longevidad de los españoles se debe a que todavía un alto porcentaje vive con la familia.
Según datos facilitados por el I.N.E. (Instituto Nacional de Estadística) casi un 20% (exactamente el 19,1%, un millón ochocientos cincuenta y nueve mil personas) de personas mayores de 65 años viven solos, siendo ya uno de cada tres en el caso de los mayores de 85. Según el C.S.I.C. (Centro Superior de Investigaciones Sociológicas) en España hay 4,7 millones de hogares unipersonales, de los que 2 millones (el 42%) corresponden a mayores de 65 años. Y, sin embargo, según datos de la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud), de todos los países de la Unión Europea, España (sólo por debajo de Grecia) es el país con menor porcentaje de mayores de 65 años que vivan solos: un 19’1%, siendo la media europea del 31’8%.
Un reciente estudio hecho por la Universidad de Washington y publicado en la revista médica The Lancet («El bisturí»), financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, predice que España será líder en la esperanza de vida en el mundo para el 2040, considerando 195 países y territorios. El estudio ha sido muy complejo, considerando hasta 250 causas de muerte y 79 factores protectores (la dieta, por ejemplo) y de riesgo para la salud (consumo de alcohol, tabaco, obesidad, hipertensión…), dejando un espacio de duda ante el imprevisible azar en escenarios de vida, por la posibilidad de guerras o epidemias.
Actualmente la esperanza de vida en España está superada por Japón, Suiza y Singapur. Según estudios anteriores de la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud), la esperanza de vida en nuestro país aumentó en 14 años desde 1960. En 2013 ya alcanzó el 6º puesto. En 2014 ascendió al 5º, hasta llegar al 4º en 2015. La previsión de la Universidad de Washington es la de alcanzar en pocos años una expectativa de vida de 85’8 años de edad (casi tres años la media actual). Con los pronósticos más optimistas, esta cifra se elevaría hasta los 87’4 años.
Uno de los factores protectores más importantes es nuestra famosa dieta mediterránea, el clima templado, nuestra bendita y envidiada siesta y, sobre todo, que todavía muchos mayores viven en el seno familiar, arropados por «su gente». La convivencia no siempre es fácil y requiere una alta tolerancia y respeto, pero es una importante fuente de satisfacción. De hecho, es la 3ª condición más importante para la calidad de vida. Aquellos que viven solos tienen peor estado de salud, una vida menos activa y más «insatisfacción vital», según señala la U.I.C. (Universidad Internacional de Cataluña). De hecho y como señalan las estadísticas, el 87% de los viejos prefieren vivir en su casa, aunque sea solos.
Ante todos estos datos no es difícil darse cuenta de lo importante que es para los viejos «sentirse en casa», aunque sea ya en sus fases finales. El planteamiento de «Morir en Casa»/DMD (ahora sí, entre comillas) es, siempre previo «testamento vital», sacar a los viejos del hospital o la residencia y llevarlos a su hogar. Allí serán atendidos por personal especializado y por médicos que, en esos casos  que nos ocupan, irán administrando sedaciones paliativas a estos pacientes terminales para poder acabar sus días, insisto, sin dolor, con paz y con dignidad, en las mejores condiciones posibles. Aunque la sedación paliativa no se considera delito, mientras no se termine de regularizar en nuestro país la eutanasia la Administración seguirá contemplando bajo el prisma del Derecho Penal a DMD como posibles criminales. Estamos en Junio de 2019…esperamos que se consiga pronto.
PostData: el 17 de Diciembre del 2020 se dió, por fin, luz verde en el Congreso a la Ley Orgánica de la Regulación de la Eutanasia…aunque se calcula que aún tardará unos tres meses para su total aprobación. España sería el 6º país del mundo, tras Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Canadá y Colombia en implantarse.
Por cierto: la votación en el Congreso se hizo con 198 votos a favor, 138 en contra y dos abstenciones…

El Cid y Almanzor: dos grandes guerreros que no llegaron a enfrentarse

estatua del Cid en Burgos

Monumento al Cid en Burgos. Inaugurado junto a la reforma de la plaza con la asistencia personal del generalísimo Francisco Franco el 24 de Julio de 1955. El autor, el almeriense Juan Cristobal Gonzalez Quesada, curiosamente estuvo afiliado en 1933 como «amigo de la Unión Soviética».

ALMANZOR.                                                                                                                                     Sus orígenes.                                                                                                                                     La esclava navarra Subh, madre de califas.                                                                                 Sus contactos: el general Gálib.                                                                                                       El califa Al-Hakén II.                                                                                                              La familia de Almanzor.                                                                                                              Los «despoblados» del Duero.                                                                                                    Las campañas de Almanzor. Compostela.                                                                                     Sus ejércitos.                                                                                                                                     EL CID                                                                                                                                                Sus orígenes.                                                                                                                                          Sancho II el Fuerte, rey de Castilla.                                                                                  Alfonso VI de León.                                                                                                                          Los almorávides.                                                                                                                              Segundo destierro y Valencia.                                                                                                          La muerte del Cid.

 
Para cuando Almanzor murió, en Agosto del año 1.002, aún faltaban casi 50 años para el nacimiento de Rodrigo Díaz, que pasaría a la historia como el Cid Campeador. Pero no puedo por menos de preguntarme cuan diferente hubiese sido la historia de Castilla de haber coincidido en el tiempo tan grandes guerreros. Almanzor hubiese sido un digno protagonista para algunos de los dramas de Shakespeare, con sus intrigas palaciegas, el sexo como estrategia política, la frialdad a la hora de eliminar a los rivales o su fervor guerrero. Por el otro lado, los avatares de los reinos cristianos en la época del Cid con su mismo juego de intrigas, sexo, ejecuciones, pactos y batallas no desmerecerían de la serie Juego de Tronos. La figura del Cid, al igual que otros guerreros en aquella atropellada época, dio origen a multitud de romances y cantares de gesta donde reflejaban vidas y hazañas, dando ejemplo a otros caballeros y nobles. Pero, para entenderlos mejor, vamos a ver qué fue de sus vidas.
 

ALMANZOR

busto de Almanzor en Medinaceli

                                                   Busto de Almanzor en Medinaceli
…pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos pues en el año decimotercero de su reino, después de muchas y horribles matanzas de cristianos, fue arrebatado en Medinaceli, gran ciudad, por el demonio que le había poseído en vida y sepultado en el infierno… (Crónica Silense).
 
La Crónica Silense, también conocida como Historia Legionensis (biografía inconclusa de Alfonso VI)fue escrita en latín en el primer tercio del siglo XII, más de cien años tras la muerte de Almanzor. Pero nos da una idea del terror que había dejado en la memoria de los cristianos. Nada que ver, por supuesto, con la gloria que representó para sus coetáneos del Islam, según reflejan los siguientes versos que, según el historiador Ibn Idari, fueron grabados sobre el mármol, en su tumba:
 
Sus hazañas te enseñarán sobre él, como si lo vieras con tus propios ojos. Por Dios, que jamás volverá a dar el mundo nadie como él, ni defenderá las fronteras otro que se le pueda comparar…
 
Sus orígenes
 
Abu Amir Muhammad ibn’Abd-Allah ibn Abu Amir al Ma’afiri… Los largos nombres árabes pueden resultarnos un tanto liosos a los occidentales pero, tras ellos, los árabo-parlantes saben la genealogía (padre, abuelo, tribu…), la procedencia y el oficio, o ambos. Como breve aclaración, lo que se conoce como la nisba (=del árabe «atribución») se refiere al lugar de origen, tribu o ascendencia, precedida por el artículo al. En este caso: al Ma’afiri («los Ma’afir», su tribu, de origen yemení). No confundir con la nasba (o nasab), el patronímico, precedido por ibn ben = «hijo», aunque también puede indicar «nieto» o algún personaje principal de la familia.
En este caso: ben (o ibn) Abi Amir: el hijo, o nieto, o descendiente de Abu Amir, ibn (o ben) Abd-Allah. En el caso de los personajes aristocráticos, de amplia raigambre, suelen encadenar varios nasba por aquello de «lucir» su genealogía, para que quede constancia de su rancio abolengo. Y otro concepto es el de kunia: «paternidad», comenzando por Abu: «padre» (para hombre) seguido del nombre del primer hijo, en este caso Muhammad (= Mahoma, el más frecuente para el primogénito). De esta forma y conociéndolo podemos leer su nombre como «Muhammad, hijo de Abd-Allah, descendiente de Amir, de la tribu de los Ma’afir)…Lioso para nosotros, aclaratorio para ellos.
 
Aunque todos los personajes musulmanes citados tienen estos largos nombres, para mayor sencillez los citaré sólo por el que fueron más conocidos. Algunos como éste y para mayor claridad, lo mencionaré por el apodo que, más tarde, le haría famoso: Almanzor. Hay quien dice que fue en Algeciras, pero nació en una alquería cerca de Torrox, en la actual comarca de La Axarquía malagueña, en el año 938. El clima siempre templado de La Axarquía permite hoy cultivos subtropicales como el mango, chirimoyas, aguacate o nísperos. Pero en tiempos de Almanzor ya se cultivaba allí la caña de azúcar, importada de Asia a través de Almería, el primer puerto en importancia del Mediterráneo occidental y, sobre todo, la morera, fundamental como alimento para el gusano de seda, cuya industria se exportaba a todo el mundo islámico y a Europa.
 
Torrox, además de su producción agrícola, tuvo la gloria de acoger en el año 755 a Abd al-Rahman ibn Mu’awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik ibn Marwan…(¡perdón: resumo!)el futuro Abderramán I, donde permaneció un par de años mientras se organizaba con sus partidarios antes de  reinstaurar en Córdoba la dinastía Omeya. Había nacido el año 731 en Palmira pero, antes de cumplir los 20 años, una conspiración encabezada por la dinastía rival de los Abbasíes eliminó a la casi totalidad de su familia Omeya en Damasco. Tras una complicada huida durante la que perdió a su hijo y a sus hermanos, y seguido muy cerca por sus enemigos, acabó refugiándose en Mauritania, de la que era procedente su madre, Ra’ha, una concubina bereber cristiana de la tribu Nafza. Desde allí llegó a Ceuta, desembarcando en la península en Almuñecar, y de allí a la cercana Torrox, donde se refugió dos años mientras establecía sus alianzas aunque, una vez instaurado en Córdoba, aún tuvo que luchar durante años contra el anterior gobernador cordobés Yusuf al-Fihri y sus partidarios sirios, partidarios de los Abbasíes, que le pusieron el nombre un tanto peyorativo de al-Dajil: «el emigrado».
 
La familia de Almanzor llevaba asentada en Torrox desde los tiempos de la invasión musulmana. Un antepasado suyo, Abd al-Malik, había acompañado al general bereber Tariq ibn Ziyad cruzando el Estrecho de Gibraltar, una de cuyas «Columnas de Hércules», el Peñón de Gibraltar, recibe precisamente su nombre del general: Yebel al-Tarik: la montaña de Tariq. Abd al-Malik fue recompensado por el propio general en el reparto de tierras que siguió a la conquista con sus posesiones en Torrox. Sabemos que el padre de Almanzor, Abd-Allah (en árabe: el «siervo de Alá»),»hombre bondadoso y piadoso» según sus coetáneos, había fallecido en Trípoli al regresar de la peregrinación a La Meca, lo que supuso un quebranto económico a la familia, y de lo que deducimos que, aunque propietarios de tierras, su situación tampoco era boyante en exceso.
Alfaquí dando clase
 
                                                    Alfaquí dando clase a sus alumnos
Los «Almanzores» pertenecían a la tribu Ma’afir, de origen yemení. Aunque muy apreciados por su valor como guerreros, los nativos de Yemen, aun situados geográficamente al sur de la península arábiga, eran vistos como «árabes de segunda». Hubo frecuentes conflictos, cuando no enfrentamientos armados, entre árabes «de pura cepa» y los yemeníes. Esta condición de yemení en la superclasista sociedad árabe de Córdoba, siempre supuso a Almanzor un aura de arribista, lo que le causó al principio cierto «desprecio» social.
Seguramente fue una de las causas por las que en su ejército fuesen mayoría los aún peor vistos bereberes del Magreb, musulmanes como ellos, sí, pero sin el «pedigrí» árabe, y que a él le resultaban mucho más dignos de confianza que los clasistas árabes, más interesados en sus privilegios de clase y casta que en la fidelidad al jefe. E incluso puede que fuese el factor por el que se supo relacionar con Subh, la madre del sultán, navarra de nacimiento, o con el general Galib, de origen eslavo. Aunque hablaré de ellos más adelante, lo que está claro es que supo jugar sus bazas.
 
Abu Amir Muhammad, el futuro Almanzor, marcha muy joven a Córdoba con la intención de estudiar Derecho y Letras y poder ingresar en la administración estatal, puesto que las clases altas del ejército estaban reservadas a los árabes con «pedigrí». Se formó en materias tales como interpretación del Corán, tradición profética y aplicación de la ley islámica, educándose como alfaquí (experto en jurisprudencia islámica) para acabar como cadí, como juez. Pero la muerte de su padre truncó sus planes y se vió obligado a trabajar de escribano para poder vivir. No obstante,  su talento le permitió destacar e ir ascendiendo a pequeños cargos en la corte. El todopoderoso hayib (chambelán, una especie de ministro plenipotenciario) Yafar al-Mushafi se fija en él y le apoya, y es el trampolín que necesita para su despegue.
 
Sus contactos: la esclava navarra Subh, madre de califas
píxide de Zamora
 
El conocido como «vaso de Subh» o «píxide de Zamora». Regalo del califa Al-Hakem II a su esclava Subh y madre de sus hijos, según consta en la inscripción. Tallado en marfil de elefante y firmado por el «Maestro de Zamora» en Toledo, en el año 964. Actualmente en el Museo Arqueológico de Madrid.
El 22 de Febrero del año 967, con 29 años de edad, y apoyado por el chambelán, Almanzor se instala en palacio, comenzando una brillante carrera y acumulando fortuna: se convirtió en supervisor de la ceca, tesorero y juez de sucesiones, cadí de Sevilla y Niebla, y administrador de la casa del príncipe heredero Hisham II. El que sería príncipe heredero nació el 11 de Junio del año 965. Su hermano mayor Abderramán moriría en el 980 a los 8 años de edad. Ante la minoría de edad de ambos, Almanzor se convierte en el administrador de sus bienes y en los de su madre, esclava y por tanto sin derechos de posesión.
 
Y aquí entra en escena uno de sus principales apoyos: Subh, la madre del futuro Hisham II, conocida en la corte como al-baskunsiyya: «la esclava vascona». Subh es una joven sayyida:  una esclava, de origen navarro y quizá -solo quizá- de noble cuna, secuestrada y vendida de niña en Córdoba por una familia rival. En las crónicas cristianas figura como «Aurora», posiblemente su nombre real  cristiano, aunque en árabe Subh se puede traducir tanto como «Aurora» y como la oración que se reza en las mezquitas antes del amanecer. Subh es descrita como «rubia y hermosa», del tipo de las que más gustaban en los harenes. Inicialmente su papel en la corte califal del padre de Hisham era el de gawari: esclava cantora, educada en canto, poesía y tradiciones. Pero Subh, al igual que Almanzor y consciente de una situación de inferioridad, supo jugar sus cartas.
 
El padre del futuro califa Hisham II fue Al Hakam, hijo a su vez de Abderramán III. Abderraman una vez eliminados sus rivales hizo «ascender» a Córdoba de simple emirato a califato, para hacer peso frente a los otros dos califatos del Islam: el de El Cairo (regido por los fatimíes)y el de Bagdad (regido por los abassíes). Su hijo Al Hakam fue un buen gobernador, buen administrador y amante de la cultura, aunque se mantuvo siempre la sospecha de su homosexualidad. De hecho y por intereses de estado se casó con su mujer, Radhia, con la que no tuvo hijos. Por lo que cuentan las crónicas no tuvo relaciones -ni hijos- con las mujeres de su harén. Pero aquí intervino la astuta Subh que, para seducir a Al Hakam, recurrió a añagazas tales como cortarse el pelo, disfrazarse de muchacho, e incluso se hizo llamar Yafar, nombre de varón. Y con tales trucos le dió dos hijos al califa
Al Hakam: Abderramán (muerto a los 8 años) y el que sería su heredero: el futuro califa Hisham, ascendiendo con ello de ser simplemente la al-baskunsiyya, «la esclava vascona», a ostentar el mucho más honorífico título de Umm Walad: «la madre del hijo». 
 
Subh y Almanzor seguramente se hicieron amantes y, aunque no lo fueran, mantuvieron una estrecha colaboración de mutuo apoyo durante casi treinta años, hasta que en el año 996 la confianza de Subh se rompió, al comprobar cómo su hijo Hisham II era desplazado de toda función propia de su título, prácticamente secuestrado por Almanzor en su palacio-fortaleza de Medina al-Zahira («la ciudad resplandeciente»), a la que había desplazado la administración y donde vivía rodeado de sus tropas más fieles, ante las envidias (quizá ayudadas por su condición de yemení) que su protagonismo despertaba en la corte califal de Córdoba. Para intentar recuperar poder, Subh robó del tesoro real, sobornando a la guardia, 80.000 dinares de oro que escondió en cien cántaros bajo miel y frutas, con la intención de levantar una sublevación en el Magreb junto al virrey de África, Ziri Ben Atiya. Informado Almanzor por sus espías descabezó a los partidarios de Subh a la que encerró junto con su hijo en Medina al-Zahira y donde murió el 11 de Diciembre del año 999, a los 59 años de edad.
Medina Azahara
 
No quedan restos de Medina Al-Zahira y su localización aún se discute. Los arcos de la fotografía son de Medina Azahara, «la ciudad brillante», palacio omeya próximo a Córdoba y que debió servir de inspiración a Almanzor para construir el suyo.
Sus contactos: el general Gálib
 
Gálib Abu Temman al-Nasir…Esclavo de origen eslavo, fue liberado por Abderramán III al que servía en sus ejércitosaunque gozó de su mayor prestigio como guerrero bajo su sucesor Hisham que le nombró «alcaide supremo» y el «poseedor de las dos espadas»Excelente militar, sin duda, desde el año 942 lucha con éxito en las «marcas» (las fronteras) del norte contra los cristianos, en las del Magreb contra los fatimíes de Túnez, e incluso al mando de la flota califal contra los normandos, que han atacado la cristiana Compostela y las musulmanas Sevilla y Lisboa. Es en esta ciudad donde les arrinconan en el estuario del Tajo (otras crónicas dicen que fue en el Algarbe), destruyendo sus temidos drakkar y quitándoles las ganas de incordiar a tan peligroso enemigo. 
 
Pese al hostigamiento a que sometió a los reinos cristianos éstos, en sus crónicas, le reconocen su «buen natural» y un comportamiento caballeroso con los vencidos. Gálib posee el nombramiento como «alcaide» (general) del ejército del califato y Almanzor, por su parte, ha sido designado como alcaide de las tropas acantonadas en la ciudad. Ambos se necesitan: Almanzor de la gran experiencia militar de Gálib, y éste de la seguridad de su cargo en el ambiente movedizo de la corte. Durante varios años colaboran en las campañas.
Almanzor, en una de sus «jugadas» consigue la mano de Asma, una de las hijas de Gálib, con la que celebra el 16 de Agosto del año 977 una suntuosa boda, de las que marcó época, de «las que se recuerdan» y que hoy hubiera salido en todas las revistas del corazón. Pero su «jugada» consistió en quitársela como prometida a uno de los hijos del gran chambelán y que tanto le apoyó, Yafar al-Mushafi, cuyo papel en la corte se ha visto reducido por el protagonismo creciente de Almanzor y que, por esa razón, ahora necesita del apoyo del general Gálib. Almanzor no sólo le «quita la novia» (o mejor dicho: la nuera) a al-Mushafi: le acaba usurpando el cargo de chambelán, expropia sus bienes y le encarcela, a él y a sus hijos, donde moriría a los cinco años.
 
Pero Gálib, pese a su condición de suegro de Almanzor, ve con malos ojos la acaparación de cargos por parte de su yerno, convertido como diríamos ahora en un auténtico «trepa». Asímismo ve mal la incorporación creciente de bereberes al ejército (recordemos que él es de origen eslavo) y el aislamiento al que tiene sometido al joven e inepto califa. En una comida que suponemos tensa, Gálib ataca a Almanzor espada en mano, de la que escapa herido librándose por los pelos. Coaligado el general con cristianos y navarros (eran muy frecuentes estas coaliciones temporales de conveniencia) plantan batalla a Almanzor, de las que le ganan las primeras escaramuzas. Aunque Almanzor toma Medinaceli donde Gálib guarda sus tesoros, lo tiene francamente mal y la guerra, pese al decisivo apoyo de su general bereber Chafar ben Hamrun (al que eliminará años después, cuando se vuelva «molesto») parece perdida. 
 
Pero su baraka, su «buena estrella» vuelve a protegerle. Cerca de la actual localidad soriana de Torrevieja donde se enfrentan los ejércitos, Gálib aparece muerto, al parecer de muerte natural (pudo caer del caballo pero tiene ya 80 años). Los cristianos huyen mientras que las huestes musulmanas de Gálib se unen a Almanzor. Para que quede constancia de su victoria, ordena rellenar la piel de su ex-suegro con serrín y coloca el cadáver bien a la vista de todos: crucificado sobre la Bab al-Fatah: la Puerta de la Victoria, en su palacio-fortaleza de Medina al-Zahira. Será a partir de ahora y no antes cuando comience a conocérsele entre los suyos como al-Mansur bi-Allah: «el que recibe la victoria de Dios». Almanzor  ha conseguido deshacerse de sus enemigos, su triunfo es imparable.
 
El califa Al-Hakén II
 
Con la inestimable ayuda del chambelán Yafar al-Mushafi, Almanzor fue escalando puestos y acumulando riquezas en Córdoba. Pero, pese a su eficiencia, Al-Hakén no dejaba de sospechar ante tanta influencia acumulada. Hubo un momento en que el califa, un tanto celoso, dijo de él:
 
¿es un mago o sólo un siervo inteligente?. Aunque posean todo el oro del mundo, las mujeres de mi harén no tienen más ojos que para sus regalos: domina sus corazones y sólo él parece satisfacerlas. ¡Tiemblo si pienso en lo que está en sus manos!…
 
…creo que no se lo podía ni imaginar… Al-Hakén muere el lunes 1 de Octubre del año 976 y se plantea un problema con su sucesión. Hisham, el heredero, tiene sólo once años, y la guardia eslava de palacio, los saqalibah, proponen como regente al hermano del difunto, Abu-l-Mutarrif al-Mughira. El problema es que se sospecha que el candidato a regente es ambicioso y se plantea prolongar la regencia para quedarse él con el poder. Almanzor, conchabado con Subh (que quiere proteger a su hijo) y con el chambelán al-Mushafi, deciden cortar por lo sano: Almanzor, al frente de cien de sus fieles bereberes, rodea la casa del candidato a regente colgándole de una viga, delante de todas sus mujeres para después eliminar a los saqalibah, a los que en parte asesina y en parte expulsa, sustituyéndolos por un ejército fiel de 20.000 bereberes. Otro problema resuelto. El 8 de Octubre del año 976, una semana más tarde de la muerte de su padre, Hisham es coronado como califa, bajo la regencia del eficaz chambelán al-Mushafi.
 
Hisham vivió durante su corta vida en una jaula dorada, rodeado de lujos, en el palacio de Medina al-Zahira. Las crónicas le describen cierta torpeza o incapacidad, pero es muy posible que se debiese a que siempre se le tuvo aislado y nunca se le dejó participar en la administración del estado. Sus últimos años los pasó rodeado de banquetes, de concubinas y de vino al que, al parecer, era muy aficionado. Muy entretenido sin duda, pero separado del mundo real, cual el típico príncipe encerrado en una burbuja. Tras la caída en desgracia de la vascona Subh compartieron encierro, aunque su madre murió en el año 999, dejando al «califa honorífico» aún más aislado. Las crónicas no lo detallan, pero seguramente sería asesinado por los bereberes tras las revueltas y el saqueo que se produjo en Córdoba pocos años tras la muerte de Almanzor.  
 
Su familia
Almanzor ha ido «enchufando» en la corte cordobesa a amigos y parientes, asegurándose de esta forma la fidelidad de la administración. Ante la incapacidad, real o creada del joven califa Hisham que no tiene hijos, comienza a plantear su sucesión con el fin de crear su propia dinastía: la Amirí. Para ello cuenta con tres de sus hijos, aunque en este caso le falló la baraka, la buena suerte que hasta ahora le había protegido: 
 
Abd Allah, el mayor, nacido en el año 969, le traicionó en una de las campañas aliándose en unas de esas coaliciones contra natura tan frecuentes, en este caso con cristianos de Castilla y de Navarra. Derrotados, Almanzor exigió que se lo entregasen y, una vez entregado, ordenó que fuera degollado. Murió decapitado el 8 de Septiembre del año 990.
 
-Abd al-Malik, por sobrenombre al-Muzafar: «el triunfador», al estilo de su padre. Nacido en 975, a su madre se la conoció en la corte como la influyente al-Dalfa: «la chata». Buen guerrero y favorito de su padre en las campañas y en la administración, donde fue nombrado chambelán. Enfermó joven, falleciendo súbitamente el año 1008. hay quien sugiere que envenenado por «Sanchuelo».
 
Abd al-Rahman ibn Sanchul, más conocido en las crónicas cristianas como «Sanchuelo». Nacido en el año 978, es hijo de Almanzor y de Abda, la hija del rey Sancho II Garcés o Sancho Abarca de Navarra (otra vascona más para su «colección») y Urraca Fernández de Castilla. Tras ser derrotado Sancho en la «batalla de las tres naciones» (una coalición entre castellanos, navarros y francos carolingios asentados desde el 785 en Gerona), el rey se vio obligado a enviar a Córdoba como rehenes a sus hijos Fernando y Urraca. Ésta se convirtió al Islam cambiando su nombre castellano por el árabe de Abda, casándose con Almanzor con el que tuvo a «Sanchuelo». Cuentan las crónicas que, en una visita que hizo Sancho II a Córdoba, pudo conocer a su nieto con el que, al parecer, guardaba un gran parecido.
 
«Sanchuelo» no heredó la gran capacidad militar ni de intrigas palaciegas de su padre. Bajo su cargo heredado de hiyab, sus detractores le acusaron entre otras cosas de que, bajo la amistad que al parecer le unía al «pseudocalifa» Hisham, le diese al vino con afición…pero quitando su posible afición enológica, es muy posible que fuese uno de tantos infundios palaciegos. Una vez muerto Almanzor y en unas campañas comenzadas en el Magreb sus partidarios le fueron abandonando hasta que, el 3 de Marzo del año 1009, fue decapitado, embalsamado y crucificado en la Puerta de la Corte, de Córdoba. Muy parecido al final que tuvo el gran general Gálib.
Mapas Almanzor
 
Mapa de la magnífica serie «Atlas Histórico de la Península Ibérica», volumen I (no hubo más, ni se pueden encontrar) dibujados por Gonzalo Arias y publicados como suplemento del boletín El Miliario Extravagante entre 1993 y 1999. El que aquí figura es el 33, correspondiente a la Época de Almanzor. Se puede apreciar, sobre lo que era el Califato de Córdoba, la zona de los «despoblados del Duero», entre el contorno rosa del Califato y el contorno verde de los reinos cristianos.
Los «despoblados» del Duero
 
Si por algo ha pasado Almanzor a la historia no fue por sus intrigas palaciegas ni por sus «vasconas». Si por algo mereció la devoción de los musulmanes y la condena de los cristianos, fue por su innegable capacidad militar y por sus campañas. Desde el año 977 hasta el de su muerte, en el 1002, llegó a organizar 56 aceifas (literalmente, «campañas de verano» aunque a veces fuesen dos, que fueron incluso cinco en el año 981), que sumieron a Castilla y al resto de la España cristiana en el terror. El objetivo no fue tanto el de conquistar nuevas tierras, sino el de sembrar el miedo, dificultar la repoblación cristiana de campos y ciudades, exigir el pago de tributos o el de conseguir botín, principalmente esclavos.
 
Tras la invasión musulmana en el 711 estos nuevos colonos habían comenzado a repoblar las tierras de Castilla. Alfonso I el Católico (739-766) decidió despoblar el sur del Duero y hacer de esta tierra de nadie un desierto protector donde los musulmanes no pudiesen obtener rehenes, botín ni ganado con el que aprovisionarse. Para ello aprovechó la hambruna y la peste que una larga sequía, del año 750 al 755, produjo en los colonos bereberes de la meseta norte. Tras la invasión, se han repartido las ricas tierras del sur entre árabes y yemeníes, dejando para los bereberes las pobres tierras de Castilla, lo que conduce a enfrentamientos entre bereberes y árabes, situación que aprovecha Alfonso. Bajó de sus montañas exterminando a los que quedaban pero, como carecía de fuerzas para dominar la zona, se llevó a los cristianos que encontró para repoblar al norte del Duero, quedando el río como frontera real, aunque un siglo más tarde comenzaron los intentos de repoblación:

…en el año 852 de la Era Hispánica salieron de Malacoria (actual Mazcuerras en Cantabria) los foramontanos y vinieron a Castilla… (Anales castellanos).

Alfonso II el Casto, facilita que los foramontanos (siervos de Cantabria, los que pagan los «fueros de los montes» al señor de la tierra) bajen de las montañas como colonos libres a Castilla a los que se adjudican tierras. La mentalidad de «propietarios de la tierra» castellanos frente a la de siervos en el reino de León es la principal causa de la mentalidad conservadora actual -y su tendencia política-. Nada como ser dueño de tu tierra para querer que nada cambie.

A su vez los intentos cristianos de repoblar con los llamados «foramontanos» las tierras del valle del Duero fueron dificultadas por las constantes incursiones árabes. Ello condujo a lo que se conoce como los «despoblados del Duero»: grandes extensiones de tierra con muy escasa población que no podían asegurarse la suficiente estabilidad en el tiempo como para sembrar y recoger las cosechas. En el lado musulmán, al sur de la sierra de Guadarrama y hasta el Tajo, e incluso hasta el Guadiana, la situación fue similar. 
Los territorios al norte del Guadiana pertenecientes a Al Ándalus y sin guarnición militar fija, se regían por las capitulaciones con estatutos especiales, gozando de un régimen de autonomía local y, en muchos casos, el reconocimiento de la autoridad de Córdoba sería más formal que real. Esta situación tan especial produjo frecuentes conflictos con ciudades tan importantes como Mérida, Zaragoza y, especialmente, la levantisca Toledo, contra la que menudearon expediciones de castigo en los años 797, 807 y 814 (esta última, con incendio de la ciudad incluído), o la «Jornada del Foso», en la que 700 notables de la ciudad fueron decapitados como escarmiento a su rebeldía. 
 
Toledo, Talavera y Guadalajara constituyen las tres plazas fuertes que defienden la Marca Media (la Norte estaba más o menos en Aragón, la Sur en Extremadura) de los cristianos, siempre amenazando desde el otro lado de las sierras. Entre el Tajo y el Guadiana, un territorio controlado que sirve como colchón de protección para la población estable y las prósperas ciudades de Al Ándalus: Jaén, Sevilla, Córdoba, Almería, Murcia… Y entre el Tajo y la Sierra de Guadarrama, la «tierra de nadie», casi despoblada, difícil de defender ante las frecuentes incursiones de «infieles», y donde el dominio musulmán sólo se reconoce en un puñado de plazas fuertes, castillos que sufren una y otra vez asedios por parte de los cristianos, o desde las que parten aceifas, expediciones de castigo, contra Castilla. Son fortalezas como las de Atienza, Talamanca del Jarama, Alcalá de Henares, Castejón, el muy fortificado Madrid, Peñahora, Calatalifa o, más al norte, Medinaceli, comparado por un cronista árabe a: 

 …espolón contra Castilla y un nudo en la garganta de los infieles…

Pero es en plena Sierra de Guadarrama donde se encuentra la primera línea de fuego, la frontera, el último campamento tras el cual ya sólo hay tierra cristiana: el Fagg Humaid (o Puerto de Humaid), identificado también como Balat Humaid (Camino de Humaid), el «Balatomé» mencionado en las fuentes cristianas:

…se exime de todo pecho (impuesto) a las alberguerías de los puertos de Valathomé, Fuenfría e de Manzanares e de Malangosto… (Carta de Alfonso X El Sabio, fechada el 26 de Junio de 1273).

Las fuentes árabes confirman que la frontera siempre estuvo ahí, desde el Siglo VIII al X. Se llegaba a él subiendo el curso del río Guadarrama hasta la altura de Tablada, camino del Puerto del León (o de Los Leones, rebautizado así por el frente mantenido aunque, esta vez, en la Guerra Civil), paso natural entre ambas Castillas. Pero que a los árabes no les asustaba cruzar la montaña, lo demuestra la misma existencia del Puerto y, sobre todo, el frecuente uso del mismo para dirigir desde allí sus aceifas por territorio cristiano:

-Abderramán I, casi recién llegado, huído de Damasco para restaurar la dinastía Omeya en Córdoba, cruzó el Puerto el año 755 para atacar Segovia.

-Abderramán II organizó una expedición de castigo contra Castilla por la ayuda prestada a los rebeldes toledanos, el mes de Julio del año 838. Partiendo de Toledo, subió el curso del río Guadarrama hasta llegar al Balatomé. En el año 840 repitió la expedición, llegando casi hasta Galicia.

-En el año 943, Abderramán III invitó a un príncipe idrisí, norteafricano, que quería participar en una aceifa, y le aseguró que sería regiamente atendido en cada uno de los treinta campamentos reales, desde el primero en Algeciras, hasta el de Humaid, en el confín de la frontera. Por supuesto, Almanzor lo usó muchas veces, así como a Medinaceli, como cabeza de puente.

También se produjeron incursiones por parte de los cristianos, aunque menos numerosas y sin tanta tropa al ser organizadas por ciudades mucho más pequeñas que las musulmanas. La Chronica Adefonsis Imperatoris (Crónica del emperador Alfonso) menciona con mal disimulado orgullo algunas de estas incursiones. Pero si las huestes de reyes y nobles, más fuertes, asedian las ricas ciudades de Al Ándalus, codiciosos de oro y plata, las milicias concejiles, paramilitares, encuadradas por campesinos armados, se dedican al abigeato. Más cuatreros que guerreros, buscan sobre todo ganado que llevarse a sus tierras. 

Estas razzias cristianas no siempre tenían un final feliz. El riesgo de ser alcanzados por la caballería que salía en pos de los ladrones era alto, entorpecidos en su fuga por la lentitud de los rebaños. Un «comando» que regresaba, feliz, a Salamanca con rico botín de oro, plata y ganado obtenido en Badajoz, fue sorprendido y derrotado por las tropas que en su busca mandó Yusuf Ben Tasufin, emir almorávide. Sahib al-Sala, cronista árabe, cuenta que los musulmanes rescataron en Ávila un botín de, nada menos, 50.000 ovejas y 200 vacas. O, para terminar, la crónica conocida como el Anónimo de Madrid nos cuenta que, en 1117, un destacamento de ochenta cristianos a su regreso de Talavera, fueron sorprendidos a la vuelta de una razzia por los almohades, rescatando un botín de ovejas y vacas, y esclavizando a los cristianos.

Las campañas de Almanzor. Compostela

campañas de Almanzor

Mapa con algunas de las campañas de Almanzor. En verde claro, el califato. En verde oscuro, los despoblados del Duero. Y sobre él, en sepia, los reinos cristianos

Salamanca (destruída tres veces), Clunia, Cuellar, Osma, Toro, León (tres veces), Astorga (tres veces), Zamora (cinco veces), Coimbra (tres veces)…podría seguir… Las campañas de Almanzor pusieron a prueba la paciencia y el tesón de los cristianos. Sepúlveda, por ejemplo, fue arrasada, vuelta a poblar, vuelta a arrasar, vuelta a poblar y arrasada una tercera vez. Hay ciudades castellanas, hoy de importancia, que no existían durante esta dura etapa de razzias. Un ejemplo es el de Valladolid, fundada más tarde, en el año 1072 por orden del rey Alfonso VI, gran protagonista en la expansión del reino, durante su plan de repoblación del valle del Duero.

No siempre fue «culpa» de Almanzor: ciudades hubo fuera de la zona del Duero que quedaron despobladas durante más de un siglo, como Tarragona. De fundación romana, fue arrasada por los musulmanes entre los años 714 y 716 y aunque hubo intentos de recuperación en el siglo IX bajo el dominio por parte de Carlomagno de la Marca Hispánica, la ciudad no levantó cabeza. Las contínuas algaradas musulmanas y la fragmentación de los condados catalanes -muy al norte, lejos de ella- no ayudaron a su mantenimiento. De hecho, durante un par de siglos, Tarragona queda no sólo en la frontera entre cristianos y musulmanes, sino en una cuña despoblada de «tierra de nadie», que nadie reivindica y que nadie defiende, pero donde vivir puede ser muy peligroso.

Al igual que en el caso de los «despoblados» del Duero, no significa que no hubiese absolutamente nadie. Seguramente siempre quedaría algún pequeño núcleo de población aislado o algún grupo de familias, aunque sin la organización de tipo político y administrativo que supone incluso una aldea. En el caso de Tarragona, el conde Borrell II se autoproclamó «príncipe de Tarragona» en el año 960, pero los sucesivos intentos de consolidación bajo el supuesto dominio cristiano demuestran su precariedad, al menos hasta el siglo XI.

Almanzor no se limitó al valle del Duero. Extendió sus razzias hasta Pamplona (tres veces), Barcelona o Compostela… Los cristianos no podían sentirse seguros en ningún lado.  Pero, para Almanzor, Compostela suponía todo un desafío. Los musulmanes en su conquista inicial nunca habían sobrepasado Lugo, dejando a los cristianos «tranquilos» en sus montañas del norte o en Galicia. Pero, además, Compostela era todo un símbolo para la Cristiandad.

Según la crónica conocida como la Concordia de Antealtares (escrita en 1077), en el año 814 un eremita llamado Pelagio vió luces en el campo…el obispo Teodomiro le hizo caso, y el rey Alfonso, de sobrenombre el Casto, encontró en aquellas luces portentosas un estupendo argumento para su lucha contra los sarracenos… Que en Compostela esté enterrado el apóstol Santiago o el «hereje» Prisciliano no es el objeto de esta entrada, y para quien tenga curiosidad le recomiendo consultar en mi blog DersuLee la entrada tituladaPrisciliano. ¿Quién está enterrado en Compostela?.

En el verano de 997 una expedición mixta alcanzó Compostela. Parte de las tropas fueron por mar hasta Oporto, donde se reunieron con el resto de las tropas que habían ido por tierra, vía Coria y Viseo, donde se le reunieron algunos condes cristianos de la región que actuaban como vasallos de Córdoba y de los que conocemos sus nombres: Gonzalo y Rudesindo Menéndez o Suero Gundemáriz, rebeldes contra la autoridad de Bermudo II y ávidos de riquezas. Fueron estos nobles cristianos los que, una vez reagrupado el ejército de Almanzor en Oporto, condujeron a las tropas por un terreno hasta ahora desconocido para los musulmanes.

Desde Oporto cruzaron el Miño arrasándolo todo a su paso hasta llegar a Padrón, y de ahí a Compostela. Antes que Almanzor están llegando a la ciudad grupos de cristianos que huyen con los musulmanes pegados a sus talones, y a los que no hace falta exagerar sobre los horrores que cometen los bereberes para terminar de aterrorizar a los compostelanos. Saben que será imposible resistir, y abandonan en masa la ciudad, con su obispo Pedro de Mezonzo al frente (igual que hizo el obispo Próspero de Tarragona en su momento), que confía más en poner tierra por medio que en la intervención divina o, en lo que es igual, la «superioridad» de su fe cristiana frente a la «herejía» de estos moros. Ya decía un romance medieval que actualizó Juan Eugenio de Hartzenbusch en 1860:

llegaron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos…

Los musulmanes saquearon las riquezas de la desierta Compostela a capricho durante una semana, arramblando un buen botín…¿Desierta?…excepto por un viejo monje que Almanzor encontró orando ante el sepulcro del apóstol. Cuenta el cronista árabe Ibn Idari al-Marrakutti (recordemos: «el de Marrakesh») en su Kitab al-Bayan al-Mugrib, que podemos traducir como «El libro de la increíble historia de los reyes de Al Andalus y del Magreb«…más resumido por los investigadores como el «Bayán», que Almanzor le preguntó:… ¿Por qué estás ahí?…a lo que el monje respondió:… Para honrar a Santiago… 

Bien sea porque quedase impresionado por su valentía, porque Almanzor ya estaba viejo (contaba 60 años) y menos «fogoso» a la hora de cortar cabezas, o porque para los musulmanes Yaqub, como llamaban a Santiago, fue ayudante de Jesús (para ellos muy respetado como el penúltimo profeta antes de Mahoma), Almanzor no sólo respetó su vida sino que incluso dispuso una guardia permanente para que nadie le molestase, ni destruyese el sepulcro. La consecuencia fue que, reconstruída la ciudad en un año tras su destrucción, continuasen aún con más fervor las peregrinaciones desde toda Europa, aunque durante aquellos años inestables solían utilizar la «Vía del Norte» (bordeando el Cantábrico) en vez de «el Camino Francés» (el actual y más conocido, más al sur) que, desde Jaca, transcurría hasta Burgos-León-Astorga y de ahí a Galicia por el Puerto del Cebreiro, más dado a repentinas aceifas que sorprendiesen a los peregrinos.

Almanzor aún asoló durante unos días territorios más al norte de Compostela, pero estaba muy lejos de Córdoba y decidió volverse, hostigado en su retirada por tropas cristianas, deseosas de venganza. Antes, quemó el templo pre-románico edificado en el año 899 y, como episodio más recordado, ordenó transportar las once campanas del templo hasta Córdoba a lomos de cristianos, para convertirlas en lámparas de aceite que iluminasen la ampliación que hizo en la mezquita de Córdoba. Había capturado, aparte del botín, más de cuatro mil prisioneros, no le faltó mano de obra para acarrear las campanas…

Campanas de Compostela

En esta representación moderna del saqueo de Compostela el autor (Jose Luis Serrano Silva, alias «Arteaga») se ha permitido licencias, como la del guerrero que aparece a la derecha, con la cara enturbantada al estilo de los almorávides, que llegarían a la península más de un siglo después de las campañas de Almanzor.

El objetivo de sus razzias como ya hemos comentado, era múltiple. El botín en oro y joyas podía ser muy rico, pero el principal fue el de capturar prisioneros para venderlos como esclavos, aunque lo más valioso en los mercados eran las mujeres, destinadas a los harenes, como esclavas o concubinas, y de las que las más apreciadas eran las de tipo «nórdico» (como las suecas míticas de las películas de Alfredo Landa): rubias o pelirojas, de amplios senos y caderas, muy al gusto de los musulmanes de entonces…y de ahora. Gallegas, leonesas, «vasconas» (las navarras como Subh) o catalanas…

En su primera campaña, la de Salamanca, capturó unos 2.000 prisioneros. En Simancas, algo más: 17.000, mujeres en su mayoría. Y en la campaña en la que asoló Barcelona y su comarca, se dice que capturó la nada despreciable cantidad de 70.000. Los hombres eran destinados a trabajar como esclavos y en un porcentaje alto eran castrados, para «trabajar» como eunucos en los harenes. Hay que señalar que los «mayoristas» solían ser judíos, que los compraban en el mercado de esclavos y luego los exportaban a otros países musulmanes, con gran demanda de «carne humana».

Almanzor. Sus ejércitos

Una de las bazas principales de Almanzor fue su ejército. Las tropas califales estaban formadas inicialmente por árabes, yemeníes y sirios, a los que se añadieron un siglo antes un fuerte contingente de eslavos: originalmente soldados esclavos de origen eslavo, comprados para aumentar la fuerza de las tropas, aunque con el tiempo llegarían a tener gran peso sobre todo como guardia personal de los califas…los saqalibah, a los que tuvo que eliminar Almanzor en su momento cuando instauró a Hisham en el trono… Para Almanzor, poco dignas de confianza, por lo que suponían de más sujetas a lealtades tribales (heredada de sus orígenes nómadas) que a sus gobernantes. De hecho, la principal «debilidad» de los árabes siempre ha sido su desunión. Me contaba un amigo marroquí:

...lucho contra mi hermano. Pero me junto con él para luchar contra nuestro primo. Pero nos aliaremos con nuestro primo para luchar contra nuestro vecino. Pero nos juntaremos con el vecino para luchar contra la aldea de al lado…

Si a este planteamiento le añadimos clanes, tribus, regiones y países, podemos ver que los musulmanes siempre han estado envueltos en constantes enfrentamientos. El precavido Almanzor poco a poco las fue sustituyendo, no sin resistencia, por tropas bereberes del Magreb, mucho más fiables para él. Sus soldados estaban muy bien pagados, a los que proveía además de montura, armas y pertrechos. A «sus» fieles bereberes podía sumar mercenarios ávidos de paga y botín, tales como cristianos renegados, negros (los suddan africanos) o musulmanes de otras procedencias, incluso soldados-esclavos, algo frecuente en aquellos momentos.

Y sin despreciar un contingente de musulmanes exaltados, venidos de todas partes, voluntarios a la par que voluntariosos, deseosos de combatir por su fe contra los infieles y que encontraban en las razzias de Almanzor, que se habían hecho famosas en todo el Islam su oportunidad, justo lo que estaban deseando, lo que hizo que en su momento Al Andalus fuese conocido como Dar Yihad: «el país del esfuerzo»…del árabe yihad: «esfuerzo» o, más acertadamente, «compromiso». No lo confundían con qital, que es el término usado para definir «guerra»… La guerra era otra cosa: podías desertar o cambiar de bando, o hacer las paces…la yihad era -y sigue siendo- como un juramento personal. En todo caso, era un ejército altamente profesionalizado, con gran experiencia, y que seguramente idolatraban a su jefe Almanzor, el Invicto.

Tropas de Almanzor, cantigas de Alfonso X

Representación de los ejércitos de Almanzor que figura en las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio (en la Biblioteca de El Escorial), unos doscientos años posterior. El ilustrador se ha permitido aquí la licencia de mostrar a uno de los soldados con yelmo al estilo cristiano, aunque no se puede discutir que pudiese haber sido un cristiano renegado, o un yelmo cogido a un enemigo vencido, pero creo que se trata más bien de una licencia del ilustrador.

El ejército califal osciló entre un número de 35.000 a 75.000 combatientes, según periodos. Estaban inscritos dentro de la escalilla militar para una mejor organización. Respecto a su estructura militar, el ejército se dividía en unidades basadas en el número cinco y sus múltiplos. Así, la unidad de mayores dimensiones estaba basada en cinco mil hombres a cuyo frente iría un general. Esos cinco mil hombres estarían encuadrados  en cinco cuerpos menores de mil soldados al mando de un oficial o al-qaid. A su vez, cada una de estas unidades de mil hombres se componía de cinco grupos de doscientos bajo las órdenes de un capitán. Cada uno de ellos tenía cinco secciones de cuarenta hombres divididas en cinco unidades de ocho soldados. El general al mando de todo el ejército era el hayib.

Para sus aceifas reunía un mínimo de 20.000 soldados (hasta 60.000 como pudo ser la de Compostela). Normalmente unos 12.000 jinetes, de caballería ligera, a los que daba gran importancia por su capacidad de movilización y, el resto, peones, en una proporción de tres jinetes por cada dos infantes, proporción que aumentó con la incorporación de los batallones norteafricanos. Para abastecerse de buenos caballos organizó su cría monopolizando para ello las marismas del Guadalquivir.

Los caballos utilizados por los musulmanes eran caballos pequeños, ligeros y ágiles, aunque muy resistentes, principalmente de las razas árabe o bereber. Más que capaces para los soldados de caballería, que llevaban un armamento ligero. No solían llevar pesados yelmos -si acaso un casco ligero- ni armaduras, si acaso una cota de malla, aunque hubo pequeños destacamentos de caballería acorazada. Sus armas eran sables curvos -sus famosas cimitarras-, un escudo redondo y pequeño y una lanza. Por contra, los jinetes cristianos iban más pertrechados, con armadura o cotas de malla, yelmos que cubrían toda la cabeza, grandes escudos, grandes espadas y lanzas de embestida para lo cual y para sostener tanto peso, utilizaban caballos grandes y fuertes, haciendo menos ágiles sus cabalgadas.

Otro cuerpo de ejército desarrollado a partir de Abderramán III fue la marina, con bases en Algeciras, Alcácer do Sal, Almería, Denia, Tortosa, Ceuta y Melilla. Sólo el número de naves con base en Almería durante el reinado de al-Hakam II ascendía a 300. Bajo el mandato de Almanzor la flota rondaría las 500 naves, lo que permitió empresas tales como los castigos a los puertos catalanes y del sur de Francia, patrullar el Mediterráneo y el Atlántico en busca de naves cristianas, combatir a los normandos o campañas como la de Compostela. La importancia de la flota califal era tal que su almirante estaba considerado como uno de los personajes más notables de la corte cordobesa

Guerreros musulmanes

Representación moderna de tropas norteafricanas del ejército de Almanzor

Para abastecerse de armamento, las fábricas de Córdoba producían cada mes 1.000 arcos, 1.300 escudos y 20.000 flechas… Como ejemplo, en la última campaña de Almanzor, en el año 1002, y según sus listas, llevaron un total de 200.000 flechas… Pero para sostener semejante ejército hacía falta una población no sólo rica, sino floreciente. Se calcula con cierta aproximación que Toledo contaba con una población de 30.000 habitantes, Sevilla con 80.000 o Granada con 50.000. Ciudades más pequeñas como Zaragoza, Badajoz, Valencia, Málaga, Almería o Palma de Mallorca, con unos 20.000 habitantes. Un estudio cuenta que la Córdoba califal pudo contar con 100.000 habitantes, aunque seguramente pudieron ser muchos más. Un recuento censal de su población (capital y arrabales) bajo el «reinado» de Almanzor enumera en Córdoba una cantidad de 213.007 casas de la clase media y del pueblo llano, 60.300 grandes casas, palacios o villas de la aristocracia y de altos funcionarios, 600 baños públicos y 80.455 comercios…

rezo en la mezquita de Córdoba

Oración en la Mezquita de Córdoba. La mezquita se construyó en tiempos de Abderramán I sobre una antigua iglesia consagrada a San Vicente, una basílica paleocristiana del Siglo VI, varios de cuyos restos se descubrieron al hacer excavaciones bajo las naves de la mezquita. El cronista Ibn Idari ya menciona la iglesia de Shant Binyant: San Vicente

Por contra, las ciudades cristianas antes del siglo XI muestran unos censos muy inferiores: Oviedo, León, Zamora, Salamanca, Barcelona, Lugo o Compostela alcanzan si acaso los 5.000 habitantes, pongamos que en sus mejores momentos quizá 10.000… muy por debajo de las ciudades musulmanas. Y sus ejércitos, por tanto, son mucho más reducidos. Las tropas locales pueden alcanzar rara vez los 2.000 combatientes. Para contar con más apoyo, los reyes necesitan a menudo la ayuda de las mesnadas de los nobles, de unos pocos centenares de jinetes y peones. Por esa razón se coaligan a menudo para unir fuerzas: navarros junto a castellanos o aragoneses, juntando con suerte 15.000 soldados. Se entiende ahora la imbatibilidad del Victorioso. 

La muerte de Almanzor

Pero, ¡ay!, al igual que el amor es eterno mientras dura, hasta un hombre como nuestro heroico protagonista acusaba la edad. Hombre piadoso, realizó la cuarta y última ampliación de la Mezquita de Córdoba, y en sus razzias llevaba siempre un ejemplar del Corán que fue copiando pacientemente a mano (recordemos que su primer trabajo fue el de escribano). Padecía hacía más de 20 años de artritis gotosa al punto que en algunas de sus campañas fue necesario transportarle en litera, incapaz de sostenerse sobre el caballo.

Aunque los cristianos presumen que al final le infligieron una derrota (…Calatañazor, donde Almanzor perdió el tambor…), no es totalmente cierto, aunque es verdad que la batalla fue muy comprometida y que posiblemente se salvaron escapando al caer la noche dejando miles de muertos en el campo. Tras volver a vencer, como siempre, el Victorioso estaba ya muy enfermo. Contaba con 65 años, una edad provecta para un hombre de acción como él. Sus acongojadas tropas le llevaron hasta la ciudad de Medinaceli, donde murió la noche del 9 al 10 de Agosto del año 1002. Llevado su cuerpo hasta Córdoba, fue envuelto en telas de lino tejidas por sus hijas y, siguiendo una costumbre musulmana por la que sobre el difunto echan puñados de tierra, sus generales esparcieron sobre la mortaja el polvo que habían ido reuniendo, sacudiendo sus ropas, campaña tras campaña. 

Arco romano de Medinaceli

Arco romano de la ciudad soriana de Medinaceli, donde murió Almanzor

Su hijo favorito y que hubiese podido continuar su dinastía, Abd al-Malik, murió de enfermedad a los pocos años de morir su padre, y «Sanchuelo» acabó decapitado por sus antiguos seguidores un año después de morir Abd al-Malik, el 3 de Marzo del año 1009. Descabezada la dinastía, enfrentados de nuevo árabes, bereberes y mercenarios, un contingente de bereberes saquearon la capital de Córdoba en Mayo del 1.013. Al saquear y destruir el palacio de Medina al-Yazira aún encontraron, supongo que asustado y escondido -o quizá ni se enteró- al califa-pelele Hisham, al que asesinaron. Tras un periodo de luchas para ver quién se podía asegurar el califato, en los años 30 del primer milenio, Al Andalus se fragmentó en una guerra civil:  la fitna (ya no era la qital, la guerra como tal, contra otros reinos), que dio origen a los reinos de taifas dando su oportunidad, ahora sí, desaparecido el Invencible, a su conquista por parte de los reinos cristianos.

EL CID

autógrafo del Cid en diploma de dotación de Valencia

Firma autógrafa del Cid donde consta como ego ruderico: «yo, Rodrigo»

La figura del Cid, bajo su calidad de caballero cristiano, es mucho más popular en nuestra cultura occidental que la de Almanzor. De él nos han llegado los romances medievales y, ya en nuestra época, desde cómics y novelas hasta películas. No obstante y, pese al «peso» de su figura, la historia ofrece muchas lagunas sobre todo en lo que a sus orígenes se refiere, historia que en el caso de Almanzor es bastante más completa, aunque tengamos que acudir como es lógico a los anales musulmanes.

La gran oportunidad de los cristianos, una vez desaparecido Almanzor, fue la descomposición de Al Andalus en los reinos de taifas, lo que posibilitó el dominio de los reinos cristianos y, entre otros, el del Cid. No obstante nadie dijo que fuese fácil: siguió habiendo batallas constantes, enfrentamientos y coaliciones continuas entre los diferentes reinos, tanto islámicos como cristianos, o la irrupción de enemigos potentes como los almorávides, llegados de África y que pusieron en serios apuros a la cristiandad.

El Cid. Sus orígenes

Casi todos los investigadores están de acuerdo en que nació en Vivar, pequeña población a 7 km de Burgos. En lo que no están de acuerdo es en la fecha, barajándose entre los años 1041 y 1057. Para el gran especialista Menéndez Pidal sería en el año 1041. Para otros, como Ubieto Arteta, en el 1057. Aunque las investigaciones más fiables a cargo de Martínez Díez y que se han establecido como más seguras lo sitúan en el año 1048. 

En cuanto a su categoría social, también hay diferentes propuestas. Volviendo a Menéndez Pidal, para él el Cid sería un «infanzón» de humilde origen. Pero ese criterio se basó en una propaganda que propugnaba cómo un burgalés de origen humilde consiguió, gracias a su valor y sus victorias militares, ir ascendiendo en la corte de León y Castilla. Su padre, Diego Laínez, no pasó de ser un «capitán de frontera» de las luchas entre navarros y castellanos. Menéndez Pidal argumenta la …ausencia total de Diego Laínez en todos los documentos otorgados por el rey Fernando I… 

Diego Laínez no perteneció a la corte real, posiblemente por haber sido fruto de un matrimonio ilegítimo, o también por ser hijo segundón y no primogénito (carente de herencia, por tanto, según la tradición visigótico-leonesa). El patrimonio de Diego Laínez y que hereda su hijo, Rodrigo Díaz, es extenso, con propiedades en numerosas localidades de la comarca del valle del río Ubierna…lo que no descarta haber sido adquiridos esos bienes como premios por su vida como guerrero de frontera, y no como herencia familiar.

Pero otras teorías, según los diferentes investigadores, es que Diego Laínez perteneciese a la ilustre familia leonesa de los Flaínez, una de las cuatro familias más poderosas del reino de León desde comienzos del siglo X, mencionando como padre de Diego Laínez (y abuelo, por tanto, de Rodrigo Díaz) a Flaín Muñoz, personaje ya un tanto dudoso como para ser certificado. Estas teorías de «noble origen» se apoyan en la madre del Cid: de apellido Rodríguez aunque se duda si su nombre pudo ser María, Sancha o Teresa, hija a su vez de Rodrigo Álvarez del que sí tenemos datos fiables: perteneciente a la alta nobleza castellana y que, al parecer, formó parte del séquito de Fernando I de León desde el 21 de Junio del año 1038 hasta el 1066.

Estos datos, a veces confusos, tienen su origen en que hasta un siglo después no se documenta la figura del Cid. Así, la primera mención un tanto difusa como Meo Çidi («mi señor») aparece en el Poema de Almería o, más propiamente, el Praefatio Almeriae, poema épico redactado en latín medieval entre los años 1147 y 1149, y que aparece como un añadido al final de la Chronica Adefonsis  imperatoris, crónica sobre el rey Alfonso VII de León. La biografía más antigua como tal del Cid la encontramos en la Historia Roderici, fechada entre los años 1188 y 1190, donde se le menciona como «varón ilustrísimo». Y, por ejemplo, la primera mención como «Cid Campeador», aparece por primera vez en el año 1200 en el códice escrito en el dialecto navarro-aragonés Linaje de Rodrigo Díaz, y que forma parte del Liber regium (escrito entre los años 1194-1209)o «Libro de las generaciones y linajes de los reyes», donde aparece bajo la fórmula de… mio Cit el Campiador…

Historia roderici

La Historia Roderici, en la Real Academia de la Historia

El Cid y Sancho II el Fuerte, rey de Castilla

En el año 1058 y siendo muy joven (al parecer pudo quedar huérfano de padre, pero no está confirmado) entró al servicio de Fernando I, como doncel o paje del príncipe Sancho, futuro Sancho II de Castilla, diez años mayor que él. Sancho nació en Zamora (la ciudad que le verá morir) en el año 1038. Rodrigo es adiestrado, como era costumbre en aquellos tiempos tan revueltos, en el manejo de las armas, pero además en el estudio de las letras, estando documentado por diversos manuscritos de su puño y letra que sabía leer y escribir. Incluso pudo adquirir conocimientos de derecho, pues también está documentado que intervino, al menos en dos ocasiones, para dirimir contenciosos. Pero su actividad principal fue como hombre de armas. 

En el breve reinado de Sancho II -y quizá debido a la brevedad- no se menciona en las crónicas que hubiese en su corte nadie con el cargo de armiger regis spatharius regis, también llamado arma gerens post regem («el que lleva las armas del rey tras él»), cargo honorífico del que portaba en las ceremonias oficiales el escudo y la espada del monarca. En otras ocasiones el alférez porta el pendón real -siempre tras el rey- cuando marchan a caballo. Pero en todo caso Rodrigo y tras la coronación de Sancho como rey de Castilla (que pasa de condado a reino en ese momento) el 27 de Diciembre del año 1065, pasa a ser nombrado como escudero o alférez de Sancho. 

Alfonso y escudero

Esta imagen es una representación no de Sancho, sino de Alfonso II el Casto. Pero en ella podemos ver, tras el rey, y rotulado como tal «armiger regis»(esquina superior derecha), la figura de su escudero

Rodrigo se «estrena» en el año 1063 (con tan sólo 15 años si damos como buena la fecha de nacimiento de 1048) en la batalla de Graus, acompañando a Sancho, al que aún le faltaban dos años para ser coronado rey, para ayudar a su protegido, el rey Al-Muqtadir de Zaragoza contra Ramiro I de Aragón, tío de Sancho. Poco más tarde y en esta espiral de guerras entre reinos cristianos, lucha como escudero junto a Sancho entre otros contra sus hermanos, durante siete largos años. Es durante esta serie de batallas y no en la de Graus (Rodrigo aún era joven y poco «curtido») cuando se le comenzó a llamar el «Campeador»: experto en batallas campales, a campo abierto y no meras escaramuzas. Pero para explicar esta lucha fratricida hay que remontarse al padre de Sancho: Fernando I.

Fernando I de León, llamado el Magno, nació en León en el año 1016, siendo hijo del rey Sancho Garcés III de Pamplona, llamado el Mayor. La Cronica silense Historia legionensis (citada justo al comienzo de esta entrada sobre la memoria de los horrores que en los cristianos aún despertaba la memoria de Almanzor) nos cuenta un poco la sucesión de Sancho III:

mereció también gozar felizmente por mucho tiempo de la compañía de sus hijos, a los cuales el padre dividiendo el reino mientras vivía, puso al frente de los pamploneses a García, el primogénito; la belicosa Castilla por mandato del padre recibió como gobernador a Fernando; y dió a Ramiro, al que había tenido en una concubina, Aragón, pequeña parte desgajada de su reino, para que no pareciese ser heredero del reino entre sus hermanos, ya que era desigual por su origen materno…

Un reparto feliz…aparentemente. Pero, igual que en Juego de Tronos, las envidias y la ambición jugaron su papel. El condado de Castilla que le había tocado en el reparto en el año 1029 a nuestro protagonista -Fernando- era un territorio recortado en gran parte por Navarra y por León. Castilla, paradójicamente, dependía de Navarra aunque nominalmente era parte de León, y como tal conde Fernando rendía vasallaje a su rey, Bermudo III el Mozo, con cuya hermana Sancha se había casado. Pero ante la ambición, no hay cuñados que valgan: Fernando se levantó en armas contra su cuñado, rey y señor al que se enfrentó en la batalla de Tamarón el día 4 de Septiembre del año 1037, miércoles para más exactitud, según cuentan las crónicas. No hizo falta ni pelear. Bermudo, por sobrenombre el Mozo (tenía apenas 20 años recién cumplidos) y llevado por el entusiasmo -o más bien la inconsciencia- de la juventud…

incitó a su caballo, famoso por su ligerezadel que los cronistas han dejado el nombre: Pelayuelo, y se lanzó contra el enemigo adelantándose a sus huestes, siendo derribado del caballo y muerto de diez y seis lanzazos, aseteado y atravesado con espadas y puñales en unas cuarenta ocasiones… 

«Cosido a lanzadas», tal y como detallaron los cronistas del siglo XI. Así nos lo cuenta Lucas de Tuy en 1238 en su Crónica del Tudense o, más propiamente, Chronicon mundi.

El pobre Bermudo fue enterrado, como era costumbre, en el Panteón Real de San Isidoro de León, edificado tras el paso de Almanzor con la intención de prestar eterno descanso a los reyes leoneses durante la Edad Media. Reposan allí 12 reyes, 10 reinas y 8 infantes: 30 en total. Pero el descanso de los muertos no siempre es respetado. Siglos más tarde y durante la invasión napoleónica, las tropas francesas utilizaron la colegiata como caballeriza y pajar, saqueándolo todo, sacando los esqueletos -que tiraron a un lado- de los sepulcros buscando joyas y utilizándolos como abrevaderos para los caballos y, al marcharse, pegándole fuego a todo.

Me contó una amiga que, en el año 1997 y siendo estudiante de Historia Antigua, colaboró con la Sociedad Española de Paleontología para «poner orden» en aquel batiburrillo de huesos: un montón revuelto de los restos de treinta difuntos, todos mezclados, un auténtico puzzle. Un equipo de venticuatro expertos y forenses, a los que dieron un plazo de quince días se puso manos a la obra. Se trataba de intentar identificar los restos reales, una tarea digna de las series del C.S.I. En estos casos se alinean en primer lugar los huesos «largos»: tibias, fémures, húmeros…viendo como se aparejan los derechos y los izquierdos y que correspondan a igual tamaño, calculando por la osificación la edad aproximada y, según las partes del esqueleto, si correspondían a hombres y a mujeres…Una vez aparejados los huesos «largos», tocaba recomponer vértebras, costillas y los huesecillos de manos y pies…tarea ardua, paciente y laboriosa… 

Cráneo de Bermudo III

Radiografía del cráneo de Bermudo III. Podemos apreciar a la izquierda de la imagen (lado derecho de Bermudo) la marca vertical de la lanzada que le atravesó el ojo.

Pues bien, me contó mi amiga que con el único que no tuvieron ningún problema fue con los huesos de Bermudo III, correspondientes a un varón joven de entre 1,70 y 1,74 metros de altura. Mientras que sus parientes habían muerto casi todos apaciblemente en la cama, los de Bermudo se «chivaron» de su triste final. : estaban todos llenos de marcas, producto de aquel «cosido a lanzadas», que no dejaron hueso sano. Los forenses hicieron una relación de sus heridas, determinando -aparte de las leves- un total de diez y seis lances mortales.

Deducen que Bermudo levantó su celada (la visera del casco), joven e impetuoso, por aquello de ver mejor. Así, una de las heridas mortales fue un lanzazo -herida inciso punzante de 47 mm, puntualizaron- que le entró por el ojo derecho, rompiendo la órbita ocular, rasgando el hueso parietal por dentro y arrancando parte de la pared del maxilar, como las radiografías del cráneo demuestran. Pero hubo más: un par de lanzazos en la cadera, un espadazo en la parte delantera del fémur más otro en la posterior, cortes en la mejilla, marcas en las costillas, o una docena de estocadas que le atravesaron la parte inferior del tronco. No, no fue difícil adjudicarle a Bermudo el Mozo la autoría de aquel esqueleto, «cosido a lanzadas»…

Pero estábamos con Fernando, el «cuñicida». Tras morir Bermudo (sin hijos, tuvo un varón que murió a los pocos días) y por su matrimonio con Sancha, hermana de éste y heredera del trono de León, Fernando pasó de ser de sólo conde de Castilla a rey de León en el año 1037, y ungido como tal el 22 de Junio del año 1038. Su ambición no paró ahí. Enfrentado a su hermano García III, de sobrenombre «el de Nájera», rey de Navarra (ferox Garseas, le llaman las crónicas,. también debía ser «fino» el tal Garseas) le dieron muerte en el año 1054 en la batalla de Atapuerca. Ya no era sólo el «cuñicida», ahora era también el «fratricida»…aunque como vemos, en aquellos tiempos, tampoco era tan escandaloso…

A Fernando y una vez coronado rey de León, le supuso diez y seis años de luchas casi constantes para pacificar por la fuerza a los nobles levantiscos de su reino que no le aceptaron como rey en principio, razón que alega para no haber combatido a los musulmanes, debido a estar tan ocupado con sus propios asuntos. A él le debemos la proliferación del románico en Castilla y León y el apoyo -ya iniciado por su padre Sancho III de Navarra- a la orden francesa benedictina de Cluny que acabaría desplazando al rito mozárabe -o de San Isidoro- en la misa sustituyéndolo por el rito latino, en una reforma litúrgica al que su hijo Alfonso VI daría el espaldarazo definitivo…a lo que quizá no fue ajeno que, de las cinco esposas de Alfonso, al menos cuatro fueron francesas. Pero, ya asentado Fernando en su trono y sintiéndose mayor, dispuso su testamento repartiendo, como era la tradición navarra, y como hizo su padre el navarro Sancho Garcés, sus posesiones entre sus hijos lo que (no cuesta trabajo adivinar), al igual que pasó con él y sus hermanos, diese lugar a nuevas luchas.

A finales del año 1063 Fernando convocó la Curia regia y dispuso el reparto. A Sancho, como primogénito y según el derecho visigodo y leonés, le hubiese correspondido heredarlo todo, como él esperaba. Pero aplicando la ley navarra, le adjudicó el condado de Castilla (elevado a la categoría de reino tras su nombramiento) mas las parias sobre el reino taifa de Zaragoza. A Alfonso, el favorito, le tocó en el reparto el reino de León mas los derechos sobre la taifa de Toledo. A García, el reino de Galicia y norte de Portugal, creado a tal efecto, y los derechos sobre las parias cobradas a los reinos taifas de Sevilla y Badajoz. Y a las dos hijas, el señorío sobre la ciudad de Zamora (con título real, y sus rentas) para Urraca, y la ciudad de Toro con iguales privilegios para Elvira.

Sancho debió montar en cólera: no sólo le restringían a un pequeño condado, «mordido» en sus límites por Navarra y León y sólo abierto por el sur a «tierra de moros», sino que le usurpaban el mucho más próspero y extenso reino de León, al que se creía con derecho. No existen documentos que reflejen las tensas conversaciones que debió tener con su padre Fernando, pero por las escasas evidencias debió ser algo así como que, Sancho, muy batallador, sería el más indicado para ganarle tierras a los moros y ampliar de esa manera Castilla, mientras que su hermano Alfonso, buen batallador también pero sobre todo mucho más maquiavélico y capaz de moverse entre las intrigas palaciegas, sería el más capaz para conservar el ya asentado reino de León.

El 27 de Diciembre del año 1065 murió Fernando, siendo enterrado en la colegiata de San Isidoro y dejando coronados sus hijos, entre ellos Sancho, ya como Sancho II de Castilla llamado el Fuerte, y una de cuyas primeras medidas fue nombrar a Rodrigo como Alférez Principal. Descontento con el reparto que hizo su padre, aún le supuso siete años de guerras para hacerse con los reinos de sus hermanos. No voy a detallar las batallas, que fueron muchas. Sólo nombrar que, apoyando a su hermano Alfonso VI, usurparon en primer lugar el reino de Galicia a su hermano García (encarcelado y exiliado a la taifa de Sevilla) aunque poco después se enfrentara al propio Alfonso. Derrotado éste en la batalla de Golpejera, con un ejército a cuyo frente marcha Rodrigo, fue encarcelado tras de lo cual logró huir a la taifa de Toledo. Por fin Sancho entra en León y es coronado como rey -de León- el 12 de Enero de 1072, con lo que vuelve a unificar en su persona el reino que su padre había dividido. Pero…¿estaba ya unificado?…

Toda la Galia está ocupada por los romanos…¿Toda?, ¡no!. Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor…

¿Lo habéis reconocido?…¡En efecto!, esta introducción de los famosos comics del héroe galo Astérix refleja un poco la situación que se encontró Sancho II, tras coronarse rey en León. Su hermana Urraca, dueña y señora de Zamora, partidaria de Alfonso y que le ha ayudado a huir a Toledo, se resiste a entregar la ciudad a Sancho…y éste la asedia, pero la bien fortificada Zamora donde se han refugiado nobles leoneses que no admiten a Sancho, resiste el cerco durante siete largos meses…y aquí llegamos a un punto que ha dado lugar a varias leyendas, no confirmadas por la historia: el asesinato a traición de Sancho y la Jura de Santa Gadea.

…aqui yaze el rey do sacho que mataro iobre zamora… («aquí yace el rey Don Sancho que mataron sobre Zamora»)

Tal inscripción figura a la cabecera del sarcófago, en madera de nogal, que contiene los restos de Sancho II. El 26 de Agosto de 1066 el rey había dispuesto al monasterio de San Salvador de Oña para su sepultura, y no en la colegiata de San Isidoro de León, como sus parientes. Obedeciendo sus órdenes, el sarcófago se situó bajo el baldaquino del lado de la Epístola junto a los de sus abuelos paternos, el rey Sancho Garcés III el Mayor de Pamplona y su esposa, la reina Muniadona de Castilla. Unos años más tarde, el 7 de Octubre del año 1072, Sancho muere mientras mantiene el asedio.

Según la Chronica naierensis (o de Nájera), compuesta entre 1173 y 1194 y supuestamente basada en anteriores romances de gesta, Sancho murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos (nombrado otras veces como Vellido Adolfo) que, fingiéndose desertor de doña Urraca y tras dos meses acompañando a Sancho en su campamento, ganándose su confianza y con la excusa de enseñarle una entrada secreta  en las murallas, le asesinó en un descuido con su propia azagaya, huyendo a «uña de caballo» como se solía decir, o sea, al galope, y refugiándose en Zamora a través una puerta de la muralla.

Quiso el destino que en los años 50 del siglo XX se descubriese en el lienzo noroeste de la muralla una entrada tapiada, a la que se dio en nombre del «Portillo de la Traición». Pero como la historia da esas vueltas y los leoneses ahora reivindican a sus héroes frente a los malvados castellanos, en el año 2009 se le cambió el nombre rebautizándola oficialmente como el «Portillo de la Lealtad», con gran alharaca de fiestas, celebraciones y homenajes al esforzado héroe zamorano.

Puerta de la Lealtad, Zamora

El antiguo «Portillo de la Traición» y actual «Portillo de la Lealtad», en las murallas de Zamora

La anécdota del asesinato se recoge, como dije, en la Chronica naierensis, posterior al menos un siglo al suceso. El que Sancho muriese durante el cerco de Zamora está claro, lo que no queda claro fueron las circunstancias exactas de su muerte. En la Historia roderici, la biografía más antigua del Cid, escrita entre los años 1188 y 1190, no menciona un suceso que se hubiera considerado tan importante. Y en el Cantar del mío Cid, en cuya fecha de composición (año 1200) todos los investigadores están de acuerdo, tampoco se hace mención. Puede que la Chronica naierensis «adornase» el tema de la muerte de Sancho dándole un toque más dramático, más heroico, en el enfrentamiento ya personalizado entre un noble leonés y el rey castellano. De todas formas el personaje de Bellido Dolfos sí que aparece registrado en 1057 (15 años antes de la muerte de Sancho), citando a un noble zamorano, de nombre Vellit Adulfiz, del que no podemos saber si fue inspirador o protagonista del magnicidio. 

El Cid y Alfonso VI de León

Vista ya la más que probable falsedad histórica del asesinato a traición de Sancho, toca revisar otro hecho inventado que se hizo muy célebre: la Jura de Santa Gadea (actualmente, Santa Águeda). Aunque es una historia conocida, conviene recordarlo: en él se narra el juramento que Rodrigo Díaz de Vivar obliga a hacer al rey Alfonso VI de León, antes de ser coronado como rey de Castilla tras el asesinato de su hermano Sancho, en la iglesia burgalesa de Santa Gadea, haciéndole reconocer que no tuvo arte ni parte en la muerte de su hermano… Y siguiendo con la historia Alfonso, tras jurar, destierra a tan rebelde súbdito. 

Jura de santa Gadea

La Jura de Santa Gadea, obra de Armando Menocal, de 1887. Expuesta en el ayuntamiento de Alfafar

Aunque el episodio de la Jura sea falso y hoy día nos pudiese parecer una «chulería» por parte del Cid, el hecho de hacer jurar al rey sí que era posible en casos de duda, como juramento de expurgación antes de reconocerle vasallaje, según se disponía en el Fuero Juzgo. Dicho Fuero Juzgo, traducción romance del Liber Iudiciorum Lex gothica, era un código legal visigodo promulgado ya por Recesvinto en el año 654, basado en códigos visigodos anteriores, en el derecho romano y en aportaciones de eclesiásticos posteriores y que se mantuvo vigente hasta la aprobación del Código Civil en el siglo XIX, constituyendo un total de unas 500 leyes que formaban una norma de justicia común, sometiendo por igual, según refleja en su lengua romance original…

a los barones, cuenno a las mugieres, é a los grandes cuenno á los pequennos…

Como tema, la Jura de Santa Gadea  es muy pintoresca y está muy bien…pero no sucedió nunca. Los investigadores modernos ya apuntan que el episodio…carece de cualquier base histórica o documental… En el Cantar del mío Cid (año 1200) no se refleja, y el primer destierro que el Cantar comenta se produce por otras causas que no son la famosa Jura. Aparece por primera vez en el Romance de la Jura de Santa Gadea, compuesto en el año 1236, bajo el reinado de Fernando III el Santo, artífice de la unión definitiva de los reinos de Castilla y León. Es a partir de entonces cuando tan famoso episodio comenzó a aparecer en romances, obras de teatro y hasta en películas, pero el hecho es que sus coetáneos ni lo mencionaron. Aquí hay que buscar, posiblemente, la «dignidad» de Castilla frente a un usurpador -leonés- del trono que, en aquellos tiempos, se veía casi como un extranjero.

Cantar del mío Cid

Primera página del Cantar del Mío Cid. Biblioteca Nacional. Madrid

Lo cierto es que las relaciones entre el rey Alfonso y el Cid comenzaron siendo excelentes. Rodrigo tenía fama de ser ya un gran guerrero, y para una época de tanta conflictividad el rey de León (y ahora de Castilla) ni siquiera pensó en prescindir de tan valioso «fichaje». Bajo Alfonso, Rodrigo no sólo ostentó cargos de relevancia, como juez en varios pleitos, sino de la propia amistad del rey y algo tan significativo como que le concertase la boda con su prima tercera Jimena, de rancio abolengo, bisnieta del rey Alfonso V de León, y según consta en las cartas de arras, el 19 de Julio del año 1074. Otra prueba de la confianza que Rodrigo despertaba en el rey fue que delegase en él la comisión, en el año 1079, para cobrar las parias o impuestos que el reino de León cobraba al rey Almutamid de Sevilla.

En una de estas comisiones, hubo de defenderle (a Almutamid) de una incursión de la que fue objeto por parte de Abdalah ibn Buluggin, rey de la taifa de Granada, aliado en esta ocasión al noble castellano García Ordoñez, conde de Nájera y amigo personal de Alfonso VI, y que a su vez había ido a cobrar para el rey sus parias a Granada, pero al que capturó e hizo prisionero en la batalla de Cabra. Según cuentan las crónicas y en uno de sus rasgos de «chulería», mantuvo encadenados tres días tanto a García Ordoñez como al rey Buluggin, lo que le hizo merecedor de rencores de por vida por parte del conde castellano por esta doble humillación: ser vencido en batalla por un «plebeyo» como Rodrigo y, para colmo, aherrojado vilmente en una mazmorra. Podemos imaginar su enorme cabreo…

Alfonso VI

Miniatura medieval del rey Alfonso

Tras su vuelta de Sevilla, en la que entregó a Alfonso las parias íntegras, Rodrigo fue blanco de veladas -o no tan veladas- acusaciones por parte de personajes de la corte (el primero, sin duda, el humillado García Ordóñez). León, como toda corte que en el mundo ha sido, debía ser un auténtico avispero, nido de envidias, complots y murmuraciones. Rodrigo nació en Burgos y su carrera la desarrolló en el reino de Castilla, motivo quizá más que suficiente para despertar envidias entre los leoneses. El rey Alfonso sin duda podía estarle muy agradecido, habiendo rescatado íntegras sus parias. Pero Almutamid de Sevilla sin duda más aún, haciéndole valiosos regalos personales, lo que debió despertar las envidias de la corte. Fue una de estas misiones la que condujo (y no la inexistente Jura de Santa Gadea) a su primer destierro.

Los destierros eran penas graves aplicados en caso de desacato a la autoridad real, sólo superados por la condena a muerte. Si el desterrado regresaba sin permiso de su rey, suponía ejecución sumarísima en caso de ser sorprendido. Este primer destierro no fue de los peores: Alfonso no expropió sus posesiones y su mujer, Jimena, continuó viviendo en Castilla. El motivo consistió en que Rodrigo acudió en el año 1080 a Soria al frente de sus mesnadas para repeler unas incursiones de tropas andalusíes. Pero entre escaramuza y escaramuza se adentró en tierras pertenecientes a la taifa de Toledo, propiedad de Al-Qadir, vasallo a su vez del reino de León y saqueando su zona oriental, lo que provocó las iras de Alfonso VI, que acabó expulsándole de su reino. 

ruta del Cid

Fragmento del camino del destierro por tierras sorianas

Los caminos del Cid en sus destierros han sido muy estudiados y se conocen con bastante aproximación. Hoy día hay «Rutas del Cid» por gran parte de su recorrido para su uso turístico pero, ¿por dónde decidió el Cid marchar de Burgos?… Hay que considerar que, ser desterrado y en aquellos tiempos tan revueltos, podía suponer una estupenda ocasión de venganza para sus enemigos…como García Ordóñez, «el humillado»… No he podido encontrar datos acerca de cuántos fieles acompañaron a Rodrigo en su destierro, pero seguramente serían pocos, una pequeña mesnada de incondicionales como mucho.

Con ocasión de un viaje con un grupo de amigos biólogos por Soria, Guadalajara y Teruel (Medinaceli, Layna, Molina de Aragón…) y en el que fuimos atravesando parte de la Ruta del Cid, la profe nos hizo notar que, por las zonas que recorrimos, el camino del destierro transcurrió en su mayor parte por bosquetes de sabina, mucho más despejados que los encinares con mucho monte bajo, en los que una emboscada hubiese sido mucho más fácil, circunstancia que para un guerrero experimentado como Rodrigo sin duda no debió pasar desapercibida.

Sin rey, Rodrigo ofreció sus servicios como mercenario al rey de la taifa de Zaragoza, su viejo amigo y conocido Al-Muqtadir, al que podemos suponer que encantado con semejante refuerzo. En aquellos años de constantes enfrentamientos, no paró quieto desde comienzos del año 1081 hasta el 1086. Durante este lustro y al servicio de los reyes de Zaragoza al-Muqtadir primero, de su sucesor al-Mutamán después y finalmente con al-Musta’in II, Rodrigo mantuvo campañas, siempre victoriosas, comenzando la que mantuvo contra Mundir, gobernador de Lérida y hermano de al-Mutamán al que prestaron ayuda (a Mundir) el conde Berenguer Ramón II de Barcelona o el rey de Aragón, Sancho Ramirez (a su vez hijo de Ramiro, el hermanastro de Fernando I de León y primo por tanto de Alfonso VI…¡qué lío de familias!…). Pero si las genealogías, tanto árabes como cristianas, ya suponen cierto lío, la relación de batallas y sus localidades lo son aún más, con lo que me disculparéis que no haga una relación pormenorizada que sería muy extensa. Sólo comentar que durante el lustro en que actuó como mercenario en Zaragoza, Rodrigo comenzó a ser conocido entre las tropas musulmanas a su servicio como «el Cid», castellanización del árabe sidi = «mi señor», en reconocimiento a su valor.

En el año 1086 el rey Alfonso «decide» perdonar a Rodrigo, o ya al Cid, como prefiramos. No es un noble acto de generosidad. El 23 de Octubre del año 1085 Alfonso pierde la batalla que se conoció como de Sagrajas contra unos poderosos enemigos que acaban de llegar de África: los almorávides, cuando parecía que la cristiandad ya no iba a tener rivales de importancia. Alfonso necesita más que nunca soldados con experiencia, «campeadores», y el Cid continúa siendo, si no el mejor, uno de los mejores. Pero como exigían los protocolos de la corte en aquellos tiempos, el perdón real exige unas formas. Alfonso perdona a Rodrigo en Toledo cumpliendo un viejísimo rito de sumisión: el Cid tomó un puñado de hierba entre sus dientes, postrándose ante su rey…

El Cid y los almorávides

A lo largo de la historia es frecuente la aparición, o el resurgir, de grupos imbuídos de una fe arrolladora. Los almorávides fueron uno de ellos. Nómadas bereberes, habitantes del norte de la actual Mauritania, donde pastoreaban sus rebaños de cabras y camellos. La confederación shanaya (más conocidos en el cristianismo como «zanata» o «cenetes») que formará el grueso de los almorávides, englobó a tribus como los lamtuna o los masmudíes. Los almorávides acaban de ser fuertemente evangelizados por su líder espiritual, Abdalah ibn Yasin, a la vuelta del peregrinaje a La Meca. Hasta entonces y como muchos bereberes han mantenido sus creencias preislámicas o han sido muy superficialmente convertidos, aislados en sus montañas y desiertos, pero Ibn Yasin tiene otros planes para ellos. Ayudado por Yahía Ben Omar, jefe militar, unifica a los bereberes para conquistar nuevos territorios.

Los almorávides recibieron el nombre por el que los conocemos por al morabitum (de ribat: «convento», «los del convento», en este caso), pero con el significado también en árabe de «el que se ata» o, figuradamente, «el que está listo para la batalla», aunque en un principio se los conoció como los al-Mulatamum (del litham: el turbante, «los enturbantados»), por la costumbre nómada de cubrirse la cara dejando libres sólo los ojos, al igual que hacen hoy día otros bereberes como los tuareg de Argelia, y que se acabó implantando como norma exclusiva y reservada sólo para ellos. El «convento» que les dio nombre estuvo situado, según algunos, en la isla de Tidra, situada en el Banc d’Arguin, en la costa norte mauritana, donde se refugiaron inicialmente un grupo de sesenta o setenta seguidores muy austeros, una especie de monjes-soldado, aunque otros la sitúan con más seguridad en el interior, cerca de la localidad de Attar, en su zona de origen del Adrar Tmar: «la Montaña de los Dátiles».

Duros y muy combativos, se repartieron expandiendo sus dominios por el norte hasta España, y por el sur hasta Senegal, controlando el mercado de las caravanas por su ruta más occidental, llevando principalmente sal (hacia el sur) desde las salinas de Iyil, y oro (hacia el norte), desde las minas de Bilat al-Sudan: «el país de los negros». Desde las ciudades marroquíes de Zagora, al sur del ued o río Draa, y Siyilmasa, la gran puerta del norte, cuyas ruinas de adobe todavía podemos ver a las afueras de Rissani, en el extremo sur del palmeral del Tafilalet, a orillas del Ued ZizTras abandonar Marruecos, las caravanas cruzaban el desierto hasta las ciudades mauritanas de Walata, Tishit y Wadan.

Pero antes de controlar el comercio y en su expansión hacia el sur, los almorávides arrasaron hasta los cimientos la gran ciudad de Kumbi Saleh, en el sur de la actual Mauritania, muy cerca de la frontera con Mali. Capital del imperio de Ghana (nada que ver con el actual país del mismo nombre, en el golfo de Guinea), llegó a tener 30.000 habitantes, repartidos en dos distritos: el de los negros Ghana con el palacio real, y el de los comerciantes shanaya (que aún no se habían coaligado con los almorávides, o al menos no los de la ciudad), con doce mezquitas. Una vez eliminados los Ghana, el control del comercio fue suyo durante más de doscientos años.

La expansión hacia el norte desde Mauritania tuvo, lo que es innegable, un añadido espiritual, tras la «evangelización» de los bereberes mauritanos por parte de Abdalah ibn Yasin. Pero hubo otro factor decisivo: un cambio climático. Hacia el siglo X una sequía desertificó aun más la zona tradicional de los pastizales de la Saquía al-Hamra (en árabe: «la acequia roja»), al norte del antiguo Sahara Español, y del Adrar Tmar («la montaña de los dátiles»)al norte de Mauritania, lo que obligó a aquel pueblo de pastores a emigrar al norte buscando el sustento para sus rebaños de ovejas y cabras, de los que dependía su supervivencia. Llegando a la frontera natural del Ued Draa, límite con los dominios del sultán de Marruecos, pidieron permiso para cruzar el río y buscar nuevos pastos, a lo que el sultán se negó.

Al principio acataron la prohibición del sultán pero, según la situación se iba haciendo cada vez más desesperada, acabaron por atravesarlo y a entablar enfrentamientos con los soldados marroquíes, a los que derrotaron en la batalla junto al Ued Draa, pese a sufrir grandes pérdidas. A partir de ahí y mientras una parte de los almorávides avanzaba hacia el sur, la otra parte fue conquistando poco a poco y no sin resistencia el reino marroquí y de esta forma tan elemental comenzó la expansión del imperio almorávide. El fuerte integrismo religioso de sus líderes les añadió los pocos motivos que les faltaban para irse imponiendo a la población, la excusa perfecta.

Él (se refieren al rey Alfonso VI) ha venido pidiéndonos púlpitos, minaretes, mihrabs y mezquitas para levantar en ellas cruces y que sean regidos por sus monjes…Dios os ha concedido un reino en premio a vuestra Guerra Santa y la defensa de sus derechos, por vuestra labor…y ahora contáis con muchos soldados de Dios que, luchando, ganarán la vida en el paraíso…

Con este mensaje, recogido por el cronista al-Tud Banu Abbid, el rey Al-Mutamid de la taifa de Sevilla pidió ayuda a los almorávides en el año 1080. Mensajes parecidos han llegado desde la taifa de Badajoz, después que Alfonso VI haya conquistado Coria en el 1079 y en el 1085 Toledo, cuyos partidarios solicitan el apoyo. Tras ellos Zaragoza, que se siente amenazada y, poco más tarde, Granada. Los almorávides conquistan Ceuta y pactan con la taifa de Sevilla que les sea cedida Algeciras. Desde esta cabeza de puente comienzan su avance que cristalizará en la victoria sobre el rey Alfonso de la batalla de Sagrajas.

De aquel grupo inicial de sesenta o setenta partidarios de monjes-soldados en el ribat mauritano, los almorávides van sumando partidarios hasta alcanzar más de 20.000 efectivos. Su unidad solía estar formada por 1.400-2.000 hombres formados por caballería ligera (han sustituído los camellos por caballos, más ágiles) y por infantería, armados de escudos y largas lanzas. Se mantiene el espíritu austero. Uno de sus líderes, Ibn Tasufin, se vestía con pieles de oveja y se nutría tan sólo de dátiles y leche de cabra, respetando el modo de vida de los nómadas del desierto. Al llegar a las cortes de Granada o de Sevilla les escandalizó el «relajo» de la alta sociedad andalusí: bien vestidos, bien comidos, con gusto por el vino y una religiosidad mucho más tibia, a la que ellos enfrentarán su fe intransigente, lo que despierta simpatías del pueblo llano. Es con estos duros guerreros con los que se va a encontrar el Cid en su segundo destierro.

El Cid y el segundo destierro. Valencia

Antes de terminar el año 1088 se produjo un nuevo y definitivo desencuentro entre el Cid y el rey Alfonso VI. Con motivo de unas campañas hacia Levante, amenazados por las algaradas de las taifas de Murcia, Granada y Sevilla unidos ahora a las fuerzas almorávides, el Cid, por motivos no claros, no acudió al punto de reunión fijado con el rey Alfonso. Es muy posible que en ese momento de batallas, dificultad de comunicación (no había teléfonos móviles aunque ahora nos resulte extraño), ciudades sitiadas, respuestas armadas y movimientos de tropas, el Cid no anduviese muy libre de movimientos. También es muy posible que Rodrigo, habituado por su hábito de guerrero mercenario con capacidad de improvisar y de «ir a su aire» decidiese un movimiento táctico u otro. 

El caso es que Alfonso, suponemos que muy indignado con tan díscolo súbdito, volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro aplicándole esta vez una medida que sólo se ejecutaba en casos de traición, como fue la expropiación de todos sus bienes y la encarcelación de su mujer, Jimena, y de sus tres hijos. El Cid recurrió enviando cuatro formas distintas de juramento de exculpación, lo que demuestra sus conocimientos en materia jurídica y que Alfonso no admitió, consiguiendo únicamente la puesta en libertad de Jimena y de sus hijos.  No volvieron a verse. 

Mapas el Cid

Mapa de la serie «Atlas Histórico de la Península Ibérica» correspondiente al momento del primer destierro del Cid, donde podemos ver ya la descomposición del califato en los reinos de taifas. Aún quedan tierras despobladas en el valle del Duero. En el borde derecho se puede apreciar la posición de Tarragona, de cuyo despoblamiento ya  hablamos antes, justo en la frontera entre la taifa de Zaragoza y los condados catalanes que han avanzado hacia el sur.

Es en este momento cuando Rodrigo se considera desligado de la corona y comienza a actuar como un caudillo independiente, planeando sus campañas en Levante ya como una actividad personal y no como una misión al servicio del rey, convirtiéndose en la figura más poderosa del oriente español, dominando y cobrando impuestos desde Lérida hasta Denia y Sagunto, pasando por Albarracín, Tortosa y, sobre todo, Valencia. Sólo se libró de sus impuestos la ciudad de Zaragoza y su rey al-Musta’in II, a la que agradeció el apoyo que siempre le brindó. Con la conquista de Valencia el Cid se plantea establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente y no sometido a ningún rey cristiano. Desde mediados del año 1093 hasta el 17 de Junio de 1094 en que Valencia capitula, la Crónica anónima de los Reyes de Taifas (donde sólo se menciona a dos cristianos: Alfonso VI y, por supuesto, al Cid Campeador bajo su nombre árabe de  Ludriq al-Qanbiyatur) nos cuenta como transcurrió el cerco de Valencia durante aquel año para sus desgraciados moradores:

les cortó los aprovisionamientos, empleó grandes catapultas y horadó sus muros. Los habitantes, privados de víveres, comieron ratas, perros y carroña, hasta el punto de que la gente comió gente, pues a quien de entre ellos moría se lo comían. Las gentes, en fin, llegaron a sufrimientos tales que no podían soportar. Ibn’Alqama ha escrito un libro relativo a la situación en Valencia y sobre su asedio que hace llorar al que lo lee y espanta al hombre razonable…  

Durante cinco años el Cid y ya señor de Valencia, aún rechazó varios ataques de los almorávides, cobrando las parias a sus ciudades vasallas y combatiendo, ora a los musulmanes, ora a los cristianos, incluyendo a su antiguo señor Alfonso VI de Castilla, pero también estableciendo pactos con reinos como los de Navarra o con el condado de Barcelona, con los que concertó alianzas matrimoniales. Así, casa a su hija Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona, y a María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III, con la «noble» consecuencia de que el rey de Navarra García Ramirez, llamado el Restaurador, era nieto del Cid, y el rey Alfonso VIII de Castilla fue su tataranieto.

En el año 1098 consagró la nueva Catedral de Santa María reformando lo que había sido la mezquita aljama. En el diploma de dotación de la catedral, a finales del año 1098, Rodrigo firma el documento donde consta como princeps Rodericus Campidoctor, considerándose por tanto como «princeps», como soberano autónomo pese a no tener ascendencia real. A todos los efectos, el «rey» de Levante.

Diploma de dotación a la catedral de Valencia

Diploma de dotación de la Catedral de Santa María, en Valencia

El Cid. Su muerte

Se le reconocen según las diferentes crónicas hasta 72 acciones de guerra, en las que siempre salió triunfador, y en las que aplicó muchas veces la «carga tornada» (enfrentamiento en cuña ante un enemigo formado en un frente lineal): un «Victorioso», como Almanzor. Pero, como tal victorioso fue inevitable que, al correr de los años, se tejiese a su alrededor un pasado legendario.

Los cronistas musulmanes y como cabe esperar, se deshicieron en insultos contra él (al igual que los cristianos contra Almanzor cuando le llamaban «azote de Dios»). Así, aparece citado a menudo como «al que Dios maldiga» o la muy pintoresca de «perro gallego», aunque la más frecuente era kalb ala’du: «perro enemigo»… Sólo un cronista del siglo XII, ibn Bassam al-Shantarini («el de Santarem», en Portugal)entre algún inevitable insulto que otro, reconoció sin ningún empacho sus valores militares. También es cierto que ibn Bassam manifestó siempre una visión proalmorávide, despreciando la «blandura» de los reyezuelos taifas, a los que ellos tuvieron que socorrer, admirando por tanto su valor como soldado. Los cronistas árabes, por otro lado, nunca se refirieron a él como «Cid», puesto que Sidi era un tratamiento restringido a dirigentes islámicos, y lo de «Cid» se lo pusieron las tropas musulmanas a su servicio. Cuando hablan de él lo mencionan  siempre como Rudriq Ludriq al-Kambiyatur: Rodrigo el Campeador.

En mi -obsesiva- búsqueda de la verdad siento desengañar a aquellos que siguen disfrutando con las poéticas leyendas que se tejieron alrededor de tan famoso personaje. Basándonos en datos corroborados por la historia, ni es totalmente seguro que naciera en Vivar (no sabemos la fecha exacta), ni hubo asesinato a traición a Sancho II por parte de un tal Vellido Dolfos (dudoso), ni hubo por consiguiente una Jura de Santa Gadea, ni hubo tampoco esa escena, tan querida por el cine, del Cid muerto al frente de sus tropas espantando a los sarracenos…

Por no haber no hubo ni caballo Babieca, enterrado, por cierto (¿sera otro caballo anónimo, como la tumba del soldado ídem?), en el monasterio de Cardeña, que nunca recibió donaciones del Cid -aunque se localizase dentro de sus posesiones- y donde reposó el cuerpo de Rodrigo antes de ser trasladado a la catedral de Burgos. En cuanto a sus famosas espadas: la Colada y la Tizona, de esta última la leyenda nos cuenta que fue forjada en Córdoba y propiedad de un rey de Marruecos…aunque los árabes usaban sobre todo sus curvas cimitarras y no las rectas espadas cristianas. Las espadas sí que pudieron existir, y de hecho las legó como dote a sus hijas, pero lo de sus nombres quizá no es más que leyenda…

Hasta nos faltan datos exactos de la fecha de su muerte, que se sitúa según las diferentes crónicas entre Mayo y Julio del año 1099, aunque se da como fecha más probable y que se ha establecido como oficial la del 10 de Julio del 1099, según las investigaciones de Gonzalo Martínez Díaz. Pero alrededor de la muerte del héroe también (¡cómo no!) se tejieron diferentes mitos. Así, en la Estoria Leyenda de Cardeña, recopilada  por los monjes del monasterio del mismo nombre a mediados del siglo XIII, es donde aparece por primera vez la leyenda o profecía (a toro pasado, éso sí) de que Dios concedería al Cid la victoria en la batalla aún después de su muerte. Es en esta Leyenda donde aparece con su nombre el famoso caballo Babieca… Que el Cid combatiese a caballo nadie lo puede poner en duda, ahora bien, que se llamase Babieca es otro cantar… También aquí es donde se mencionan sus espadas con sus nombres aunque, y como dije, es cierto que legó dos espadas como dote en las bodas de sus dos hijas.

Según la leyenda «heroica» el Cid fue atravesado por flecha enemiga mientras estudiaba el campo moro desde las almenas de Valencia. Una vez muerto, dispuso o bien él mismo, ya agonizante, o fueron su mujer Jimena o sus nobles, que le sujetasen a su caballo (¿Babieca?) vestido con su armadura, lo que condujo que al salir al campo de batalla sus enemigos huyesen espantados creyéndole ya muerto. Pero hay más versiones: según la Estoria de España, redactada entre los años 1282 y 1284…

…el Cid estando en Valencia enfermó y murió en el mes de Mayo, e dió el alma a Dios…

Es en la Crónica de Castilla, refundición elaborada en el año 1300 de la última parte de la Estoria de España (y de la que ha desaparecido casi todo lo referido al Cid), donde se cuenta que dos días antes de morir (no dice nada si por flecha o por enfermedad) dispuso que le colocasen muerto sobre su caballo.

Si murió de enfermedad, Rodrigo era todavía relativamente joven cuando falleció, a los cincuenta y pocos años, aunque al parecer cayó gravemente enfermo un par de años antes, en Daroca, en una de sus campañas. Cuando por fin consiguió entrar en Valencia todos pudieron observar su deterioro físico. Para colmo de desgracias, su único hijo varón, Diego, había muerto en la batalla de Consuegra en el año 1.097, lo que al parecer le dejó bastante hundido.

Su esposa Jimena aún mantuvo Valencia durante tres años a salvo de las incursiones almorávides, ayudada esta vez por su yerno Ramón Berenguer III, conde de Barcelona. Pero la situación fue haciéndose cada vez más difícil. A finales de Agosto del año 1.101 el general almorávide Mazdalí sitió Valencia durante seis meses. Jimena solicitó auxilio al antiguo señor del Cid, el rey Alfonso VI de Castilla, que acudió a socorrerla en persona al frente de sus ejércitos. Pero al final, entre el 1 y el 4 de Mayo de 1.102  abandonaron la ciudad tras llevarse todo lo de valor y quemándola en parte. Al día siguiente entrarían los almorávides en Valencia, de donde ya no saldrían hasta la conquista por Jaime I.

El Cid permitió muchas veces, noblemente, que los sarracenos abandonasen una ciudad ya rendida, sin hacerles daño. Los almorávides y como signo de respeto a su gran rival, permitieron la huida de Jimena con el cortejo fúnebre y a los que quisieron escapar con ella. Pero tampoco puedo asegurar si esto último fue realidad, o tan sólo una leyenda…

capilla derl Cid y Jimena en Cardeña

Capilla del Cid y doña Jimena en San Pedro de Cardeña, donde reposaron durante varios años los restos del Cid de cuerpo presente, hasta que fueron trasladados definitivamente a la Catedral de Burgos

Egipto: impresiones de un viaje arqueológico al país del Nilo

egipto, efecto nubes en el ramesseum

1/ De piedras, piedras y más piedras. Un viaje arqueológico

2/ Un grupo variopinto, pero muy entregado

3/ La locura de El Cairo. ¿Cómo aguantan ésto los egipcios?
4/ Si hoy es martes, ésto es Bélgica. El Síndome de Sthendal
5/ Faraones, más faraones, y algún saqueador.
6/ El Nilo, un río que da para mucho
 
1/ De piedras, piedras y más piedras. Un viaje arqueológico
 
Conocí a Pausanias, agencia especializada en viajes arqueológicos, en Septiembre del 2017 con ocasión de un viaje a Sicilia, al que me apunté con mi hija. Y quedamos tan entusiasmados con todo lo que vimos y aprendimos que, al decirnos que planeaban un viaje a Egipto, cogimos la idea al vuelo. Al final y por problemas laborales mi hija Maya no pudo venir pero, tras pensar inicialmente en no ir sin ella, decidí que semejante viaje no me lo podía perder y así fue como al final me apunté yo sólo.
egipto. las pirámides desde el hotel
 
Una visión sugestiva para abrir boca nada más llegar, desde la habitación del hotel: las tres grandes pirámides en el horizonte
He estado en Egipto tres veces (cuatro, con ésta). La primera en Marzo del 2004 buceando en el Mar Rojo, coincidiendo allí con el famoso atentado de Atocha. La segunda ya fue en el 2005 con mi hija Maya y una amiga de San Lorenzo, en el que recorrrimos el Nilo en un barco-hotel (desde Assuan hasta Luxor) y visitando «lo clásico»: Abu Simbel, las pirámides, el Museo Egipcio y varios de los templos y tumbas más famosos: Karnak, Luxor, los Valles de los Reyes y de las Reinas, el templo de Hatshepstut, etc. En aquel viaje ya nos pudimos hacer una buena idea de todo lo que el valle del Nilo encierra. 
Como anécdota, nos «hermanamos» en aquel viaje con una familia granadina formada por la madre (ya mayor y aficionada a la lectura de libros de pirámides y similares) y tres de sus cuatro hijos. Al final íbamos juntos a todos lados, incluyendo coger taxis en El Cairo, los siete dentro, cediéndole respetuosamente el asiento del copiloto a la madre (los otros seis amontonados atrás) que le daba instrucciones a voces en un perfecto «granaíno» al conductor, el cual por supuesto no se enteraba de nada pero no paraba de troncharse de la risa. Seguimos siendo muy amigos y nos vemos cuando vamos a «Graná» o cuando vienen alguno de ellos a Madrid. Es lo que tienen los viajes, que haces amigos para siempre.
 
Aquel viaje estuvo muy bien, considerado como viaje de «descubrimiento», pero sabiendo lo que Pausanias preparaba y, además, con la incorporación de un egiptólogo curtido, suponíamos que podía ser (como de hecho fue) mucho, mucho más completo. Puedes visitar una catedral, un museo, el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial que tengo a 300 metros de mi casa o pasear por una ciudad como Roma, y admirarte de lo que ves. Pero cuando cuentas con un buen guía, cualquier viaje resultará mucho más rico e interesante. Y Egipto, que no sólo está llena de «piedras», sino con una historia extensa, densa y particular, plagada a lo largo de miles de años de dinastías, conflictos y batallas, se merecía el esfuerzo. Y por si todo ésto fuera poco, con una ciudad como El Cairo, abarrotada, caótica, que merecía la pena ser paseada, aún a costa de resultar abrumado por sus multitudes.  
egipto, orondo cairota
 
                                         Orondo y simpático cairota en Jan el-Jalili
2/ Un grupo variopinto, pero muy entregado
egipto,. grupo en abu simbel
 
Los 25 de la fama frente a Abu Simbel. Falta Ahmed (¡señoreees, por favooor!) que disparó la foto
Éramos 23 viajeros. Si incluíamos a Víctor, el encargado de la agencia, mas José Ramón, el egiptólogo, constituíamos un grupo de 25 personas. Si además añadimos al sufrido de Ahmed, el guía egipcio con su cartel de Pausanias en alto (¡señoreees, por favoooor!), sumábamos 26.
 
Los viajeros, de todo un poco. No voy a enumerarlos, porque esta entrada no pretende ser un diario de viaje sino una memoria de «impresiones», aunque será inevitable hacer alguna mención particular. Jóvenes y menos jóvenes. Parejas estables y viajeros solitarios. De varios puntos de España, e incluso un poquito más lejos: de Puerto Rico. Sólo decir que todos, como es lógico, aficionados a la historia y la arqueología. La mayoría, con experiencias previas de viajes con Pausanias a destinos tan «golosos» como Grecia, Roma, Malta, Líbano o, como yo, a Sicilia. De aquel viaje coincidí en éste con dos conocidas: Resu y Elisa. Pero todos los viajeros (los había profesores, ingenieros, médicos, funcionarios, incluso algún veterinario como yo) muy puestos en arqueología y alguno muy, muy puestos, se ve que traían la lección bien aprendida o se lo habían empollado antes. 
 
Egipto tiene una historia muy atrayente, incluso para el «gran público». Una de las razones, creo, es su exotismo. Por ejemplo: la historia del Imperio Romano también es muy sugestiva, y ha dado origen a películas, series de televisión y multitud de libros, pero Roma nos resulta más «familiar», más próxima. Casi podríamos decir que eran algo así como nuestros tatarabuelos. Nuestro idioma deriva directamente del latín y en muchos lugares de España tenemos todavía monumentos que podemos admirar casi como fueron construídos, tales como el Acueducto de Segovia, las ruinas de Tarraco o Mérida.
Los egipcios, por contra, eran más lejanos, nada que ver con nuestra historia. Situados en otro continente, en un entorno rodeado de desiertos y de palmeras, y con una arquitectura monumental desarrollada a lo largo de un mínimo de tres mil años (los romanos duraron «sólo» un milenio) que se nos muestra, para nuestro asombro, bastante bien conservada. No es de extrañar que hasta los griegos quedasen maravillados, o que los europeos decimonónicos flipasen con todo aquello.
 
Con semejantes mimbres, los europeos y, especialmente, los británicos -los franceses son mucho más eclécticos y los españoles ni te digo, las cosas como son-, decidieron «trasplantar» como suelen hacer cuando salen de la Gran Bretaña, sus clubes, sus hoteles y sus bares. Se ve que, aunque rodeados de negros, de hindúes o de egipcios (o en la Costa del Sol, llegado el caso), les tranquilice sentirse en un reducto de la Pérfida Albión… La «Pérfida Albión», expresión anglófoba que Napoleón Bonaparte popularizó en su constante lucha contra Inglaterra, pero que acuñó el poeta y diplomático francés (de origen aragonés) Augustin Louis Marie de Ximénès, en su poema L’ère des Français, («La era de los franceses»), escrita en 1793, y en la que animaba a sus paisanos a atacar a «la Pérfida Albión» en sus propias aguas…
egipto. oficina de cambio
Oficina de cambio en Luxor. Si queréis cambiar pesetas, aquí todavía se puede. Yo creo que el cartel lleva sin tocarse desde antes de las pirámides…¡Ésto es Egipto!
De todas formas, tanto ingleses como franceses aprovecharon su coyuntura colonialista y la situación inestable del país como pudieron. Un ejemplo que me gusta citar es el del «intercambio» (entre comillas) entre Francia y Egipto, de un gran reloj mural a cambio de un obelisco…un obelisquito de nada…total, dirían los gabachos, ¡con la de ellos que tienen, y lo mono que nos va a quedar!. Espero que no se me acuse de racismo por lo que voy a decir (y si me acusan me da igual), pero al sultán o al jedive de turno seguro que le fascinaban en plan cateto los grandes relojes europeos, se pensaría que iba a quedar tan requetemoderno…y le engañaron no como a un chino, que era egipcio, sino como al del timo de la estampita.
Los franceses se llevaron tan contentos su obelisco, uno de los dos que flanqueaban los pilonos del templo de Luxor, y que ahora luce tan bonito en la Place de la Concorde, en París. Le mandaron a cambio su reloj, con tan mala suerte que al llegar el barco a Alejandría ya no funcionaba…y así sigue, sin funcionar. No obstante el sultán, o el jedive, o lo que fuera, disimulando y mirando para otro lado lo mandó instalar. De todas maneras quedaba bonito. Y ahí sigue, en un torreón que domina la fuente de las abluciones de la gran mezquita de Mohammed Alí, también conocida como la de Alabastro, erigida sobre el recinto de la Ciudadela de El Cairo. Andar no anda, pero justo dos veces al día marca la hora exacta. Ni gasta pilas ni hay que darle cuerda, todo son ventajas, ¡si todavía tendrían que darle las gracias a los franceses!…
egipto, el old cataract en asssuan
 
                                El hotel Old Cataract, en Assuán
Los grandes hoteles «clásicos» fueron, durante los años de la ocupación, como islas británicas en Egipto. Hablaré un poco más adelante del vintage Hotel Windsor en El Cairo. Otro hotel muy nombrado es el Old Cataract, en Assuan, un hotel de cinco estrellas inaugurado en 1899, con una espectacular ubicación sobre la orilla del Nilo donde se alojó, entre otros personajes célebres, la escritora Agatha Christie y que ambientó aquí parte de su novela Muerte en el Nilo (aunque la escribió en el Winter Palace)Aunque lo teníamos frente a nuestro hotel, en la otra orilla, no tuvimos la oportunidad de acercarnos.
Donde sí estuvimos un par de veces fue en otro hotel célebre: The Winter Palace, en Luxor – para los habituales como nosotros, el «Winter»- . Inaugurado en 1907, situado como el anterior en la Corniche (el paseo «marítimo», en este caso fluvial, junto al Nilo), con una ubicación privilegiada: con vistas al Nilo por un lado y al templo de Luxor por el otro, y sede entre otros ingleses ricos de los egiptólogos que se alojaban aquí para limpiarse el sudor y descansar entre excavación y excavación, entre momia y momia, tomándose un buen whisky, supongo, tales como Howard Carter o su patrono, lord Carnavon. Ya nos contaba nuestro amable Jose Ramón que el trabajo de egiptólogo es cansado, dado a sudores y a llenarse de polvo, aunque creo que el presupuesto de los egiptólogos españoles no les da para tanto lujo ni para tanto whisky…
egipto, falúas en el nilo
 
                         Embarcadero de falúas, al atardecer, desde La Corniche
El «Winter» estaba a unos diez minutos andando desde nuestro hotel, y aunque los numerosos conductores de las calesas nos ofrecían constantemente sus servicios al módico precio de un euro, preferíamos andar por la orilla del Nilo, viendo el espectáculo de las falúas, de las típicas barcas con vela latina, amarradas en los embarcaderos. La noche de Nochevieja estábamos ya apuntados a la cena de gala que se celebraría en nuestro hotel. No estuvo mal, aunque se nos hizo larga la espera: desde las 20’30, muy lento el servicio, hasta que por fin dieron las doce. Por supuesto, sin campanadas ni nada, ni Anne Igartiburu ni Ramón García por la tele. Nochevieja egipcia, y punto. En una pista central nos amenizaban músicos, guitarristas (egipcios) que versionaban temas del mainstream occidental, algún grupo folklórico y lo que más me atrajo, que fue el espectáculo de un sufí, un derviche giróvago al estilo egipcio (larga falda de colores en muchas capas que iban subiendo y bajando), aunque adornado con luces en las faldas y la cabeza, un poco al estilo Las Vegas. 
 
Les he visto otras veces -en plan más serio, con su grupo de percusión marcando un ritmo hipnotizante- y lo cierto es que el chico no lo hacía mal, sabía lo que hacía, pero el efecto de las luces le restaba seriedad. Hay que considerar que, entre los numerosos comensales, y además de muchos egipcios, había bastantes occidentales y había que darle un «toque de color». Como las bebidas no estaban incluídas habíamos estudiado con anterioridad la carta de vinos. Los de importación (sólo franceses, tipo Borgoña), prohibitivos. El champán francés, ni te cuento: 750 euros del ala la botella, así como suena. Ni los ingleses ricos se dejarían liar, ¡menudos son los ingleses ricos para ésto del dinero!. Reservado sin duda a egipcios millonarios -que los hay- que se quieran tirar el pisto un día que estén ligando. Pero los vinos egipcios eran asequibles: unos 15€ el blanco y unos 20€ el tinto, de los que pedimos dos y dos para una mesa de diez. El blanco se dejaba beber, tenía un pase, aunque el tinto entraba ya en la categoría de los «cariñenas», tirando a peleón. Por la diferencia de horarios dimos entrada al Año Nuevo a las doce egipcias…que eran todavía las 11 españolas. Y como prácticamente ni hubo baile ni nada, a éso de las 00:30 egipcias, 23:30 españolas, nos fuimos todos armados de nuestros móviles al hall del hotel, único sitio donde podíamos coger la wifi, para hacer las inevitables llamadas a casa. Pero perdonad que me enrollo, estábamos hablando del Winter Palace (¡Santiago, por favor, céntrate!).
Habíamos vuelto pronto de nuestras excursiones arqueológicas y aún faltaba tiempo para la cena. Algunos propusimos acercarnos al «Winter» para tomar algo, pero al final sólo fuimos un servidor de ustedes y Puri, una decidida chica capaz de apuntarse a todo. Como no éramos más que dos me puse en plan caballeroso y le dije…¡yo invito!…Al subir por las escalinatas de entrada y asomarnos al hall ya pudimos ver que aquello no es que fuera lujoso…¡lo siguiente!… (¡a ver por cuánto me va a salir la broma!, pensé, tentándome el bolsillo). En la entrada, el fornido y elegante recepcionista nos preguntó sonriente si estábamos allí alojados…no, -respondimos con cierta timidez cual catetos, por lo de lo lujoso- pero, ¿nos podemos tomar una copa?…Por supuesto -nos dijo- pueden pasar al jardín… Y al salir al jardín ya flipamos.
Digno de las Mil y Una Noches. Fuentes, estanques, palmeras, árboles, todo con una preciosa iluminación. Una piscina y un par de terrazas. Al fondo, estaban preparando una fiesta (de Nochevieja) en una sala y los camareros se estaban disfrazando como auténticos faraones. Nos sentamos en unas cómodos sillones al exterior y pedimos dos cervezas, la típica de allí, la Stella, tamaño pinta (herencia inglesa) de casi medio litro. Para mi alivio, al mismo precio que en los restaurantes modestos: 75 libras egipcias, el equivalente a 3’75 euros, un precio de lo más normal, y más para semejante lugar. Pagué satisfecho quedando además como un señor. Brindamos, nos hicimos los inevitables selfies y saliendo del jardín vimos unos lujosos corredores y en el hall un gran retrato de Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankhamon. Había que irse ya para la cena de Nochevieja, pero prometimos volver. Ignorando los ofrecimientos de las calesas, regresamos paseando al hotel.
egipto, cerveza stella
 
 Nuestra vieja amiga, la cerveza Stella al lado de un libro de Tutankamon (me da que esta lata la sacaron de la tumba)
Cuando les contamos a los del grupo el éxito de lo del «Winter» ya se animaron algunos más…es lo que tiene el ser líder, que te siguen las multitudes, y si no que se lo pregunten a nuestro Amado Líder… Nuestra última noche en Luxor, un grupo de unos diez nos acercamos al «Winter». Puri-la-decidida se había informado de que en el hotel había varias salas y bares. En la entrada saludamos al recepcionista ya con total naturalidad, como si fuésemos ingleses ricos y, tirando por uno de los elegantes pasillos, entramos al bar. En la puerta un cartel avisaba -en inglés- que no se podía entrar al bar con «casual wear», o sea, con ropa no elegante. Para la cena de Nochevieja quien más, quien menos, nos habíamos arreglado un poquillo. Pero volvíamos de ver tumbas y nuestra impedimenta era la habitual: calzado resistente, del de andar por las piedras, pantalones sufridos y ropa de abrigo, que por las noches refrescaba.
Sin hacer caso al cartel del «no casual wear» nos acodamos en la elegante barra curva y oscura de madera. En la sala, tipo club inglés, los clientes del hotel se arrellanaban en cómodos butacones y, junto a la barra, un piano de cola negro marcaba estilo. Vistos los precios de la otra noche y en plan torero me tiré el farol, como buen castizo: ¡invito a toda la barra!.. que se vea que he nacido en El Rastro… (la ronda me debió salir a unos veinte euros, y volví a quedar como un señor). Y entre las cervezas marca Stella, algún te y el ambiente londinense, lo cierto es que nos sentíamos de lo más a gusto, conversando amigablemente…como ingleses ricos. 
egipto, el bar del winter
 
En elegante bar del Winter Palace. Jose Ramón es el del fondo, el de la barba. Obsérvese nuestra impedimenta, totalmente «casual wear»
A todo ésto nuestro egiptólogo de cabecera Jose Ramón, que nos había acompañado, me comentó que acababa de pasar por allí y meterse en otra sala el famoso arqueólogo egipcio Zahi Hawass, ex-ministro de Antigüedades Egipcias y otros altos cargos, y que ha dirigido durante años todas las excavaciones habidas y por haber. Conocido irónicamente como el «Indiana Jones egipcio», este hombre ha sido el amo de la egiptología aunque, tras los últimos cambios de gobierno, cayó en desgracia siendo destituído. No obstante, toda una ocasión -pensé- de saludar a tan insigne personaje. Y como mi inglés es muy justito cogí del brazo a Puri-la-ya-no-tan-decidida, que se resistió inútilmente para que me acompañase.
El gran hombre, muy trajeado, estaba sentado charlando con una señora. Me cuadré ante él y le solté lo único que se decir en inglés: Nice to meet you!, con mi mejor sonrisa. Puri-la-decidida-a-ratos, con su correctísimo inglés, le contó brevemente que éramos españoles y que estábamos haciendo un viaje con arqueológos. El hombre, muy correcto, inclinó la cabeza y nos sonrió educadamente. Sin duda agradeció la cortesía y la brevedad. Seguro que al buen hombre le dan la paliza muchos egiptólogos aficionados, como nosotros, pero por nuestra parte también fuimos correctos y educados y, aunque lo genial hubiera sido haberse hecho un selfie con el gran hombre, ahí el que se cortó fui yo, como un auténtico cateto, avergonzado de mi «casual wear» ante tan famoso personaje… 
egipto. pasillo del winter
…y los lujosos corredores del lujoso «Winter», testigo del paso de familias principescas
Pero no acabaron con Zahi Hawass lo de las celebrities en el «Winter». Cuando ya nos retirábamos por el lujoso pasillo las chicas empezaron a alborotarse viendo un grupo que caminaba por allí. Distinguí un hombre muy alto con el pelo claro acompañado por una señora distinguida y un niño impecablemente vestido con un traje de chaqueta (nada de «casual wear»)… ¿Qué pasa, quienes son?,  pregunté… ¡Los reyes de Bélgica!…Para mí, que ni tengo tele ni jamás hojeo las revistas del corazón, eran unos perfectos desconocidos, pero se ve que para ellas sí eran parte del «famoseo». No obstante, días más tarde, me mandaron por el grupo de wassap la foto de una revista donde se les veía, posando justo entre las leoninas patas de la Esfinge (donde los vigilantes no dejan ponerse a nadie, ¡hace falta estar enchufado!) al real grupo. Por cierto, consultando a San Google datos sobre el «Winter» vi que ya los padres de los actuales reyes belgas eran unos asíduos del mencionado hotel. 
 
En los bajos del hotel y tras bajar las escalinatas, unas cuantas tiendas en semicírculo ofrecían sus productos. Sobra decir que la calidad era muy superior a la de las tiendas del zoco, y la diferencia de precios tampoco era tanta, aunque no eran los «chollos» de la calle. Había una librería muy surtida, con una sección de prendas de vestir, había una joyería, pero sobre todo había una tienda  con reproducciones arqueológicas de muy buena calidad. Justo en el escaparate una reproducción de la Paleta de Narmer, cuyo original habíamos podido contemplar en el Museo Egipcio, a tamaño natural y muy bien hecha. No tenía previsto comprar nada pero Juanjo, uno de los del grupo, entró mirando muy interesado unos canopos y alguna otra figura, y lo que nos sorprendió -y quizá no debería- es que en tan «selecto» sitio, el correcto vendedor le ofreció directamente descuentos. Seguro que de haberse tomado en serio el regateo, hubiera sacado un buen precio. Ya de camino al hotel le pregunté a Juanjo si se había fijado en la Paleta de Narmer… ¡noooo, no me fijé!…. Le hubiera encantado -y a mí, ¡qué leches!- aunque suponemos que era más cara aún que los canopos. De todas formas era nuestra última noche en Luxor. Otra excusa para volver a Egipto: regatear por la Paleta de Narmer.
 
Esa noche y aprovechando la wifi del hall del hotel, le mandé un wassap a mi buen amigo Manolo-de-Tombuctú diciéndole que había tenido el placer de saludar al gran Zahi Hawass. Le tengo así en mi dirección de correos porque precisamente nos conocimos allí, en Tombuctú, para distinguirle de otros «manolos». Este Manolo es el dueño de la productora de documentales La Nave de Tharsis, centrada en temas históricos y antropológicos, y que acababa de recibir un premio internacional por un documental que había rodado justo en Egipto. Manolo-de-Tombuctú  me devolvió el mensaje recomendándome que me tomara allí -está claro que conocía el lugar- un cóctel del que, al parecer, son especialistas: el Crocodyle tail: la «cola de cocodrilo»… pero para cuando lo recibí ya nos habíamos ido de Luxor. Intentamos probarlo en otros sitios, como Assuan, o nuestra última noche en el hotel de El Cairo, sin éxito. Otra excusa para volver a Egipto: probar la «cola de cocodrilo».
 
Con toda esta plétora de viajeros fue inevitable, al regreso, recibir en el grupo de wassap que formamos una verdadera avalancha de fotos, un tsunami fotográfico. Algunas de las que ilustran esta entrada las he cogido «prestadas» de las suyas (espero que no les importe). Bien es verdad que muchas se repetían, todos íbamos a los mismos templos y veíamos las mismas escenas: pirámides, tumbas, mezquitas con su colorido mihrab, iglesias coptas, templos con sus salas hipóstilas y sus pilonos…, pero también es cierto que hubo muchos enfoques personalizados, o escenas de la gente y de los mercados que son, en mi opinión, las que te «sitúan» en el plano humano. Como decía antes, las piedras están muy bien, pero el «sabor» de El Cairo, es mucho sabor.
egipto, escena callejera
 
3/ La locura de El Cairo. ¿Cómo aguantan ésto los egipcios?
egipto. tráfico en el cairo
 
                                      El tráfico habitual en las calles de El Cairo
Porque…sí, señores, El Cairo tiene mucho, pero que mucho sabor. No sé si bueno, pero mucho sabor. Comparo a El Cairo con La India: o se la ama o se la odia, pero nunca te será indiferente. Una ciudad con doce millones de habitantes…declarados. Según nuestro egiptólogo de cabecera José Ramón, el Amado Líder…y quizá veinte millones… Como sucede en muchas capitales del Tercer Mundo, millones de campesinos, obligados por la crisis del campo y el exceso de natalidad, van confluyendo allí. El resultado es una ciudad muy contaminada, con un tráfico demencial de coches viejos, consumidores de una gasolina mala de 95 octanos, que abarrotan a todas horas (siempre es hora punta) calles, callejuelas y avenidas, con la sempiterna ayuda del claxon con el que avisan y son avisados a la hora de girar, cruzar, adelantar (por la derecha o por la izquierda, da igual), cambiar de carril o sencillamente porque sí. Por supuesto, los pocos semáforos que ves son ignorados. Si acaso, en algunos cruces concretos, algún guardia que detiene momentáneamente, sólo momentáneamente, la circulación. 
Con mucha frecuencia veíamos también puestos de la policía. Estando nosotros allí hubo un atentado yihadista: una bomba explotó al paso de un autocar de turistas matando a cuatro personas. La presencia policial y militar es abundante. El gobierno mima a los turistas, no en vano el turismo es su segunda fuente de ingresos (por detrás de los peajes de los barcos por el Canal de Suez). De todas formas, es cuestión de suerte que te pueda pasar algo aunque, como les contaba a mis compañeros, es más fácil sufrir un atentado en Francia que en Egipto.
egipto, policía en garita
 
Siempre que los veía rogaba para que tuviesen echado el seguro del kalashnikov, no fuese a darles un ataque de tos…
En una ciudad tan grande hay barrios para todos los gustos, incluso lujosas zonas residenciales, que las hay, pero el nivel es modesto, pobre o muy pobre. En las zonas de «clase media», por llamarlo de alguna manera, enormes bloques que a nosotros, occidentales burgueses, nos parecerían feos, pero que para ellos es un grado por encima de la media. Lo más frecuentes son barriadas de casas con su ladrillo sin revocar (total, ¿para qué?, si allí nunca llueve…) y con los hierros de la ferralla asomando en el último piso. ¿Es que se les acabaron los ladrillos?…no. Es que, para cuando se les case un hijo, no tienen más que armar un forjado con la ferralla, colocar los ladrillos y, ¡ale!, ya tenemos otra planta…
 
Y todo esto, con una masa igualmente densa de peatones que cruzan entre los coches porque, aunque veas unas rayas de paso cebra pintadas en el suelo no te engañes: están de adorno, al igual que los semáforos. En mi primer viaje a El Cairo y ante estas calles de 2, 3 o 4 carriles por cada lado atestados de vehículos, miraba «aquello» un tanto asustado ante la posibilidad de no poder cruzar. ¡No te preocupes –me dijo un cairota-, cógete de la mano de un lugareño que vaya a cruzar, mira al suelo y cruza despacito!… Efectivamente: éste es el truco, porque si cruzas corriendo los coches no te podrán esquivar y morirás atropellado. Hay que cruzar despacito, como ellos. Y el sistema funciona porque, pese a tanto coche, manteniendo distancias de escasos centímetros unos de otros, no se ven accidentes. A nosotros, urbanitas occidentales, nos parece imposible, moriríamos en el empeño. Pero es su sistema, y les funciona.
 
La última tarde en Egipto, ya de vuelta de tanta piedra, teníamos la tarde libre y, deseosos de gastar nuestras últimas libras egipcias y de darnos un baño de multitud, decidimos unos pocos ir hasta el gran mercado que rodea la plaza de Khan al-Khalili (o, más propiamente, Jan al-Jalili, como pronuncian ellos). El Amado Líder, siempre paternal con nosotros, se ofreció a acompañarnos. Desde el hotel sería una caminata de 20 o 30 minutos, dijo, pero…¡qué 20 o 30 minutos!. Las primeras calles que cruzamos no tuvieron demasiada dificultad, el tráfico allí no estaba «demasiado» denso (para lo que es El Cairo), aunque al comienzo nos dió un poco de miedito. Utilizando el método cairota, fuimos cruzando. Pero cogimos soltura: a la 4ª o 5ª calle, ya parecía que hubiésemos nacido allí.
egipto. calle jan el jalili
                     Uno de los callejones que rodean la plaza de Jan el-Jalili
Según nos íbamos acercando a Jan al-Jalili, aquello fue cogiendo más «sabor»: puestos abarrotados pegados unos a otros aprovechando cualquier hueco, multitud de gente caminando por donde podía y, en las callejas donde ya no entraba un coche, motos, carricoches o los carros de mano de los repartidores. Aprendiendo a esquivar las motos haciendo un gracioso quiebro, como los toreros… Para mí que (¿ya lo dije antes?) nací en El Rastro y me encantan los mercados callejeros, aprovecho cualquier viaje para recorrerlos. Aunque tengo que reconocer que, ante el Jan el-Jalili, todos los demás (el Mauer Park berlinés, Le Marché aux Puces parisino, El Rastro madrileño, incluso los tercermundistas mercados de Bamako, los zocos marroquíes o argelinos) se quedan cortos…
 
Jose Ramón nos condujo a la tienda de un amigo. En semejante caos de calles, nos metimos por una oscura callejuela donde, en oscuro portal y subiendo unas escaleras, llegamos a una especie de corrala, en cuyo derredor se abrían muchas tiendecitas. ¿Quién coños puede encontrar ésto?, me pregunté, y sin embargo las tiendecitas estaban llenas y la del amigo de José Ramón («Jordi», se hacía llamar, tal cual, aunque era cairota con pedigrí, en su tarjeta consta como Mohamed el-Naby) estaba a rebosar de japoneses y de europeos. La tienda, llena hasta el techo de reproducciones arqueológicas, de pañuelos, de papiros, de objetos de alabastro, de imanes, de pequeñas joyas…Las chicas, entusiasmadas revolviéndolo todo, como en las rebajas, era una locura. Tengo que reconocer que hasta yo, que no quería comprar nada, me fui al final con un pañuelo para el cuello y un gran vaso de alabastro… Imposible sustraerse a la fiebre de Jan al-Jalili…
egipto, ca'jordi
 
En ca’Jordi, la tienda de nuestro amigo. En primer lugar Puri-la-decidida y Resu. Detrás de ellas, Elisa
Poco antes de llegar a la tienda de Jordi-Mohamed el-Naby, Jose Ramón nos sugirió tomar una cerveza en un lugar que a él le gustaba mucho y donde solía parar cuando iba a El Cairo. …¡Por supuesto, donde tú nos digas!… (no dijimos esta vez lo de Amado Líder pero sin duda lo pensamos todos) y, paternalmente conducidos por Jose Ramón, nos metimos en el Hotel Windsor. En tiempos de la ocupación británica, nos contó, fue la sede de los oficiales ingleses. Actualmente es un pequeño hotel con cierto aire vintage. Lo primero, el ascensor: de madera y metal, amplio. Jose Ramón nos explicó que es el ascensor más antiguo de toda África…y todavía en uso. ¡El más antiguo y con el ascensorista con menos dientes!…nos aclaró, riendo, una de las chicas que se atrevieron a subir en él. Los demás, por la escalera hasta la 1ª planta donde se encontraba el bar.
Excepto por el camarero, autóctono, no sabías si te encontrabas por arte de magia en un club inglés o en Suiza. Adornaban las paredes trofeos de caza muy poco egipcios: cráneos de corzo, de rebeco, de íbice de los Alpes o una lámpara adornada con cuernos de ciervo. En las paredes algún banderín típico de los clubes ingleses y en las paredes de la escalera, bonitas imágenes de los Alpes nevados. Imágenes exóticas para cualquier egipcio, aunque no creo que allí entrasen muchos. La respuesta a tanto misterio digno de los corredores de las pirámides consistía en que, tras la ocupación británica, lo compró un suizo, que se encargó de darle un toque de su tierra. Sin duda sentía morriña el buen hombre de la nieve de sus Alpes, entre tanta arena.
egipto, en el windsor
 
Tomando una cervecita en el Windsor. La foto nos la tomó nuestra amiga Susi, la de Connecticut
Pedimos unas cervezas y al llegar el momento de las fotos y de los selfies se nos acercó una anciana señora sentada en otra mesa, ofreciéndose a disparar los móviles. Realmente, lo que le apetecía era pegar la hebra con un grupo tan simpático como el nuestro. Aceptó sin remilgos el ofrecimiento de sentarse y le faltó tiempo para contarnos su vida: se llamaba Susi, tenía 82 años, vivía en Connecticut, donde tenía una agencia de viajes con la que había dado ya tres veces la vuelta al mundo (conocía más de 140 países), y estaba a punto de comenzar la cuarta. Se acercó hasta nosotros con un sesentón discreto, alto y distinguido. Viejo para ser su hijo pero joven para ser su marido, pensamos. Pero nuestra ya amiga Susi nos lo presentó sin el menor pudor: era su segundo marido, más que un amante un caballero de compañía para sus viajes con el que llevaba casada unos meses… Si alguna vez se cansa de mí –nos confió- podrá irse cuando quiera, no habrá ningún problema, e incluso tengo dispuesto un dinero para él. Y entonces, volveré a casarme con otro hombre veinte años más joven que yo… ¡Chapeau por Susi!A éso llamo yo tener las cosas claras…
 
Tras la cervecita en el Hotel Windsor y las compras en Casa Jordi, tocaba volver al hotel para cenar. Jose Ramón nos aconsejó hacerlo en taxi. Hombre curtido en las lides egipcias, negoció con unos taxis de la plaza Jan al-Jalili el precio: 50 libras egipcias (dos euros y medio al cambio, ¡un pastón!) hasta el hotel y ya, confortablemente a salvo dentro de los coches, tuvimos nuestra última experiencia de lo que es el tráfico cairota. De nuevo pitidos y más pitidos, de nuevo meter el morro por espacios inverosímiles que a nosotros nos hubieran supuesto roces contínuos con los otros vehículos, ganando espacio muy poco a poco para avanzar, pero avanzando. ¡Chapeau por los taxistas cairotas!. Y sin mayor problema, llegamos al hotel.
 
Mañana tocaba levantarse a las 6 para coger el avión de vuelta, pero además había que tener en cuenta que hoy nos habíamos levantado a las 4 para tomar cuatro vuelos: Assuan-Abu Simbel, Abu Simbel-Assuan, Assuan-Luxor y Luxor-El Cairo, recorriendo en un día el país de extremo a extremo. Estábamos muertos de cansancio, pero aún tuvimos el valor para tomarnos la última cerveza Stella de despedida de Egipto, en el bar del hotel. Aunque lo pedimos, no tenían «Crocodyle tail»…¡lástima, para la próxima!… 
 
4/ Si hoy es martes, ésto es Bélgica. El Síndrome de Sthendal
 
La primera frase no es mía. Es el título de una película de 1969, dirigida por Mel Stuart en la que se narra el viaje frenético de un grupo de turistas norteamericanos que, en dos semanas, recorren siete países europeos. La rapidez del viaje hace que, en algún momento, pierdan la noción de en qué país están, de ahí el título de la película…
 
Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados… 
La segunda frase tampoco es mía. Es del escritor francés Sthendal, sacada de su libro Nápoles y Florencia, y es como describió su propia sensación -con temblor de piernas incluído, añadió él mismo- al salir aturdido, semiatontado, abrumado de la basílica de la Santa Croce, en Florencia. Sencillamente, estaba saturado de tanta belleza, ya no le cabía más en el alma. 
egipto, músicos en restaurante
 
En nuestro periplo no todo fueron piedras. Cerca de Luxor comimos tres días en el restaurante de unos conocidos de Jose Ramón. El último día nos obsequiaron con un espectáculo musical, más auténtico que el «de Las Vegas» de la cena de Nochevieja
Aunque Pausanias nos proporcionó a cada uno, como acostumbran, un cuaderno con mapas, planos de los templos, reconstrucciones de los mismos y demás información, he de reconocer que a veces me sentía perdido, confuso, como los de la película antes citada, con el «disco duro» saturado en mi cabeza. Tomaba notas en una libreta como muchos de nosotros, consultaba por las noches en mis guías y en el cuaderno. Procuraba estar atento a las explicaciones de Jose Ramón pero no siempre estaba al alcance. ¿Estas paredes, estas escenas, estos pilonos?…¿ésto es Kom Ombo, el Ramesseum, Dendera, Abydos?… ¿Esa imagen de Ramsés a punto de hundirles la cabeza a sus enemigos, no la hemos visto ya?…Si hoy es martes, ésto es Bélgica…¡Todo tan grandioso, tan abrumador!…creo que a punto estuve de sucumbir al Síndrome de Sthendal.
Debo confesar ahora que no me escucha nadie que, como acostumbro en estas situaciones,  o como cuando paseo por la montaña, a menudo dejaba reposar la cámara y todas sus fotos habidas y por haber
en el bolsillo y me apartaba del grupo, sentándome en alguna milenaria piedra para contemplar, tranquilo y en silencio el conjunto. No es que no me interesasen los sabios comentarios del Amado Líder, no es que estuviese cansado, no es que «pasase» de mis compañeros…sencillamente estaba dejándome «empapar» con calma de todo aquello. Para mi consuelo no era el único, algun@ viajer@ me confesó lo mismo: demasiada historia y demasiada belleza juntas. Más de tres mil años comprimidos para once días de viaje.
 
Visitando las pirámides me despisté en exceso. Yo ya había visto la Gran Galería que penetra en la de Keops la otra vez que estuve y, mientras un grupo entró a verla, nos acercamos Víctor -el delegado de la agencia- y yo con otro grupito, rodeando la pirámide, que quería ver la reconstrucción de la Barca Solar. Pero como también la había visto ya, me dediqué a pasear con calma contemplando aquella grandiosidad, rodeando la Gran Pirámide. Habíamos quedado todos en la cara norte, donde se abre la entrada a la Gran Galería, a una hora concreta.
Andando el rato me acerqué, y esperé…y esperé….y esperé… Cerca de una hora estuve, soportando el acoso de la multitud de vendedores de papiros, de pequeñas pirámides y demás souvenirs. Más que la frase mágica de ¡la, sukran! (¡no, gracias!) que les iba repitiendo, yo creo que al final se habían aprendido mi cara y me fueron dejando en paz. Tuve tiempo, aparte de fumarme varios cigarros y de pensar mosqueado…¿dónde coño se habrán metido todos éstos?…, de contemplar las multitudes de turistas de todos los países y de todos los colores que repetían las caras de asombro, que disparaban fotos…¡qué a cientos…a miles!…o que subían dispuestos a ser tragados por la Gran Pirámide, y sobre todo de contemplar a los naturales que ofrecían paseos en calesa, en camello o a caballo.
egipto, camellero
 
Un simpático calesero de los muchos que ofrecían sus servicios a los turistas
Y recordé, viendo a los camelleros, una experiencia total la otra vez que estuve aquí. Junto a la familia de «granaínos» quisimos, nuestra última tarde, despedirnos de la Esfinge. Pero al llegar, unas vallas nos impidieron el paso. Habían preparado el recinto con abundantes sillas para un espectáculo de luz y sonido. Estando acodados en las vallas y mirando tristones a nuestra querida Esfinge se nos acercó un egipcio: ¿queréis acercaros hasta las pirámides?… El acceso a los turistas ya estaba cerrado, pero nos ofreció alquilar unos camellos o unos caballos hasta llegar al mismo pie. Dicho y hecho: algunos nos subimos a caballo, otros en camello, y dando un gran rodeo por la parte de atrás, nos fuimos acercando dando pequeñas galopadas-con nuestra pequeña tormentita de arena incluída- hasta la mismísima base de las pirámides. Estaba atardeciendo, ya no había turistas, estábamos maravillosamente solos y, excepto algún vigilante a camello que se nos acercó y al que nuestro guía le daba discretamente unos billetitos, tuvimos la sensación de ser los dueños de todo aquello.
 
Al final, y tras un par de llamadas nerviosas con el móvil, recuperé al grupo. Se habían dispersado: unos procedentes de la Gran Galería, otros de la Barca Solar, y lo cierto es que, a fuer de ser sincero, creo que yo me acerqué al punto de reunión unos diez minutos más tarde de la hora fijada… nadie sabía si yo estaba con los unos o con los otros. Estaban al pie de la pirámide de Kefrén y, aliviado de no saberme perdido, me dirigí hacia ellos, volviendo a rodear de nuevo la Pirámide (¡y anda que no es grande, la jodía!). A medio camino me esperaba el bueno de Ahmed (¡señoreees, por favooor!), al que se veía también aliviado de recuperar a la ovejilla descarriada. 
 
5/ Faraones, más faraones, y algún saqueador
 
Si el Nilo fue el elemento propicio para el desarrollo de Egipto, los faraones fueron la cabeza principal para organizar ese desarrollo. Pero ya empezamos mal, no era tan simple. En los más de tres mil años (datados) en que se extendió su poder hubo de todo: conspiraciones dinásticas, luchas internas, periodos de gran esplendor, periodos de decadencia, movimientos religiosos «secesionistas» o golpes de estado… La lista de los faraones, englobados en sus correspondientes periodos y dinastías es larguísima. Se consideran por los expertos hasta XXXI dinastías, y no sólo de egipcios: las hubo de hiksos, nubios y persas (sin hablar de los ptolemaicos, de origen griego).
Incluso en algunos casos los sucesores sometieron a los testimonios de sus predecesores a lo que los romanos llamaron una damnatio memoriae: en latín, una «condena de la memoria», una censura para intentar borrar de la historia a aquellos indignos -según los censores- de ser recordados. El método: una destrucción de sus monumentos o un minucioso martilleo de sus nombres (bajo la forma de los cartuchos) o de sus figuras. Aunque no fueron los únicos en destruir. Los cristianos recién llegados también destrozaron a mansalva aquellas «herejías» o, más tarde, los musulmanes también le dieron con entusiasmo a la piqueta (ejemplos recientes tenemos con las destrucciones de restos milenarios en Próximo Oriente).
 
Un par de ejemplos conocidos de damnatio fueron al que se sometió la faraona (nada que ver con Lola Flores) Hatsepshut o, sobre todo, el más conocido hoy día del «faraón hereje» Akenatón. Durante 20 años (entre los 1350 y 1330 a.C.) instauró un nuevo culto, en contra de los todopoderosos sacerdotes de Amón, para lo que construyó una nueva capital, en Tell el-Amarna. Sus imágenes son famosas, con una nueva iconografía más «realista» (dicen algunos que deformada), y sobre todo por las imágenes de la reina Nefertiti, esposa real de Akenatón y paradigma de la belleza.
Nuestro egiptólogo de cabecera Jose Ramón nos informó, de forma muy clara y amena como siempre, que el poblado de artesanos de Deir el-Medina, los encargados de construir y decorar las tumbas de los Valles de los Reyes y las Reinas, cerca de Luxor, y que mantuvo su actividad a lo largo de 450 años, fueron llevados a Tell el-Amarna y reeducados para plasmar esta nueva iconografía, tarea que profesionalmente hicieron aunque, una vez acabado este periodo «hereje» de veinte años, fueron llevados a sus antiguas casas y reanudaron su antigua forma de representar a sus nuevos señores. Con relación al famoso busto de Nefertiti, actualmente en el Museo de Berlín y considerado hoy día una de las «joyas» del arte egipcio, los arqueólogos lo encontraron tirado entre otros restos en el antiguo taller del artesano, del que nos ha llegado el nombre: Tutmose. Una vez acabado su momento de gloria, para Tutmose ya no tuvo ningún valor y allí lo dejó, sin más, entre escombros, en el suelo.
egipto, akenaton
 
Una de las famosas escenas de la familia real de Akenatón, con su peculiar estilo
Porque para los propios egipcios aquellos restos «viejos» muchas veces ya no eran más que «trastos» que estorbaban. Algo así como pasó en España tras la mecanización del campo, cuando todos aquellos instrumentos como los rastrillos, los cedazos o los viejos trillos perdieron su utilidad y acabaron arrumbados y llenos de telarañas en las cuadras, ahora sin animales. Tuvieron que pasar muchos años para que aquellos «trastos» inútiles cobraran valor y hoy día se vendan como joyas en los anticuarios y almonedas. 
 
Un ejemplo de «trastos» que estorbaban lo constituye lo que el arqueólogo francés Legrain encontró excavando en el gran templo de Karnak, en Luxor. En un área entre el VIIº pilono y la Puerta de Ramsés, y muy cerca del estanque sagrado, Legrain encontró la friolera de 751 grandes estatuas (algunas muy grandes) y estelas, más unas 17.000 pequeñas figuras, la mayoría de bronce. Legrain lo llamó le cour de la cachette  (que podemos traducir como «el patio del escondrijo», del francés cacher = esconder), más abreviado en el argot de los egiptólogos como cachette Lo cierto es que no estaban allí amontonadas, cual escombro, sino más o menos «colocaditas»: los egipcios eran conscientes de su importancia pero, ¿por qué las tiraron alli?… Según algunos, los sacerdotes ya en época ptolemaica las escondieron para protegerlas de los nuevos faraones de origen griego, aunque es cierto que la dinastía de los Ptolomeos respetaron los templos e incluso construyeron otros nuevos, siguiendo los antiguos modelos. Otra teoría con la que yo estoy más de acuerdo es que, sencillamente, ya no les cabía tanta estatua. Tras miles de años de faraón tras faraón, el templo estaba «petado» y necesitaban hacer sitio para las que seguían fabricando y colocando. La gran mayoría que podemos ver en el Museo Egipcio de El Cairo salieron de allí, del cour de la cachette.
 
Ante tanta tumba, tanta momia y tanto tesoro enterrado (los faraones eran muy, muy ricos, tenían oro a espuertas), la tentación para los ladrones fue tremenda, pero no hizo falta esperar mucho: desde los primeros enterramientos los saqueadores hicieron su agosto. Solamente unas pocas tumbas intactas, que se pueden contar con los dedos de una mano, fueron descubiertas por los egiptólogos. Su gran desafío, su gran sueño es encontrar alguna tumba «vírgen». Hasta «El Gran Faraón», el arqueólogo egipcio Zahi Hawass, ex-ministro de Antigüedades Egipcias y al que tuvimos el placer de saludar en el lujoso Hotel Winter Palace, de Luxor, sigue empeñado en la tarea, incansable, a sus 71 años. La última, es que «cree» que ha descubierto la tumba de Cleopatra, en el Delta…
 
Hasta la más famosa de las tumbas, la de Tutankhamon, famosa precisamente por haber sido hallada intacta…no lo estaba. Pocos años tras el enterramiento de Tutankhamon, los hábiles saqueadores de tumbas entraron en ella, se llevaron oro y joyas y si no se llevaron o no destrozaron más fue precisamente por ser pequeña e incómoda, dejando alguna cámara sin abrir, aunque es cierto que en las fotos realizadas in situ nada más abrir las cámaras aparece todo amontonado, extraña un poco ese desorden tan poco «faraónico»… Hay algunos puntos oscuros en su «descubrimiento», en 1922. La historia de la maldición de la tumba ha llenado novelas, casi todo el mundo la conoce. Pero hay algunos pequeños detalles. En el palacete inglés de Lord Carnavon, patrocinador de la excavación y jefe de Howard Carter (el encargado de la excavación), apareció hace unos años escondido tras una librería otro cachette, un escondrijo con varias piezas pertenecientes a la tumba de Tutankhamon, al parecer anteriores al descubrimiento «oficial». 
 
Pero hablábamos de los saqueadores. Desde los comienzos se saquearon las tumbas (hoy día el contrabando de objetos robados continúa), y tanto faraones como sacerdotes lo sabían. A menudo se colocaban inscripciones con maldiciones del tipo de…la muerte abatirá sus alas sobre aquel que turbe el sueño del faraón…hasta algunas otras mucho menos poéticas, tales como…a aquel que entre se le retorcerá el cuello como a un pollo… A los ladrones pillados en falta les esperaban graves castigos. Unos documentos nos cuentan que Tramun (carpintero), Hapi (cantero), Kemwese (aguador), Amenheb (campesino) y Ehenufer (esclavo), que habían confesado bajo terribles torturas haberse llevado…todo el oro de las momias del dios y de la reina…fueron azotados hasta que las palmas de sus manos y las plantas de sus pies quedaron irreconocibles, y después fueron ejecutados. Pero, ¡ay!, los campesinos siempre son pobres, y los pobres siempre desearán dejar de serlo. Y la tentación, en un país como Egipto, siempre está ahí. Un caso conocido fue el de la familia el-Rassul, de Kurna, del que podemos seguir la pista entre 1871 hasta 1902.
 
Kurna es hoy un poblado que las autoridades han obligado, no sin resistencia, a abandonar, situado en la zona de Deir al-Bahri, justo en la región de Luxor donde más tumbas hay: el Valle de los Reyes, el Valle de las Reinas, el Ramesseum o el templo de Hatsepshut, entre otros. Nadie estaba más familiarizado con todos los rincones del Valle de los Reyes que los descendientes de quienes habían trabajado en las tumbas, y los habitantes de Kurma llevaban allí desde siempre. En 1871 aparecieron en el comercio europeo unos papiros ilustrados de una calidad excepcional que, además, pertenecían a un periodo del que se sabía muy poco hasta entonces. Los expertos del Departamento de Antigüedades de El Cairo sospecharon que procedían de una tumba que ellos no conocían. Con la ayuda de un «espía» norteamericano disfrazado de comprador rico y cual un auténtico Sherlock Holmes, fueron poco a poco cerrando el cerco. Lo asombroso es cuando, más tarde, comprobaron que durante diez años el contenido de una tumba había estando alimentando, de una forma o de otra, a casi todo el pueblo. Sólo la familia el-Rassul conocía la existencia de la tumba, y la severa policía egipcia se puso en acción. Durante tres largos meses los hermanos Ahmad y Hussein Abd el-Rassul aguantaron en los calabozos las torturas como leones sin abrir el pico, aunque al final Muhammad, el cabeza de familia, confesó, sacando a sus hijos de la cárcel y recibiendo 500 libras como compensación.
 
Condujo al arqueólogo alemán Emile Brugsch, por aquel entonces representante del Departamento de Antigüedades, a un agujero escondido en el circo del desfiladero que rodea el templo de Hatshepsut. Tras descender por un estrecho agujero de 15 metros sujeto a una cuerda e iluminado por una vela, el alemán no podía dar crédito a sus ojos: allí estaban los restos de varias momias ilustres, de las de «Primera División» (Ramsés II, su padre Seti I, Tutmosis II, Tutmosis III y Amenhotep I), escondidas por sacerdotes celosos de su deber para impedir, precisamente, que los cuerpos fuesen profanados. Brugsch calculó que con los tesoros que guardaba este otro cachette  (¿cuántos cachette no quedarán esperando ser descubiertos?)este escondrijo, el pueblo entero podía haber vivido el resto de sus vidas. Organizó una escolta de 300 guardias y durante dos días trasladaron los restos al Museo Egipcio, dejando allí sólo la momia de Amenhotep I. Cuenta que, según fueron sacando las momias, un grupo de mujeres las veían pasar, llorando y tirándose de los pelos. Me entra la duda si sería un llanto fúnebre por los difuntos, tipo plañideras, o si es que se desesperaron porque se les había acabado el «chollo»… 
 
Pero no quedó ahí la cosa. En 1902 Carter, inspector jefe del Departamento de Antigüedades, fue llamado para investigar un robo en la tumba de otro Amenhotep, en este caso el IIº. Al parecer, un grupo armado se había abierto paso entre los vigilantes y, tras saquear, habían sacado el cuerpo del faraón de su féretro dejándolo tirado por el suelo. Al igual que en la tumba anteriormente citada, la descubierta por Brugsch, en ésta (otro cachette más para la lista) los sacerdotes habían escondido en cámaras laterales los restos de unos cuantos faraones: Tutmosis IV, Amenhotep III, Meremptah, Seti II, Siptah, Ramsés VI y la de una mujer sin identificar a la que se conoce como la «Mujer Desconocida». Esta vez la policía, ayudada por el olfato de perros, siguieron el rastro de los ladrones  que les condujo…¿hasta dónde?…¡bingo!…hasta la casa de la familia el-Rassul, en el poblado de Kurma. Como el jefe del clan colaboró con la policía desde el principio no hubo mayores consecuencias….¡Total, si ya eran viejos conocidos!, ¿para qué vamos a complicarnos la vida?…esto es Egipto, señores…
 
Otro caso reciente, sin llegar a considerarse saqueo como tal, fue el de una vieja campesina que, en 1887, acarreó un saco lleno de tablillas de arcilla que había encontrado en lo que fueron los restos de una casa, trabajando sus tierras, en la zona de Amarna. Intentó venderlas a comerciantes de antigüedades que le compraron unas pocas a muy bajo precio, al estar llenas de signos ininteligibles y considerarlas sin valor. Pero alguna de las tablillas llegó a los siempre alertas expertos del gobierno, a los que no les costó trabajo rastrear hasta llegar a la pobre vieja. Desde luego, estaban escritas con el sistema cuneiforme, pero al no estar en sumerio (que era lo normal) no las consiguieron descifrar. Conscientes de que «aquello» podía ser importante, consiguieron dar con el quid de la cuestión: las tablillas estaban escritas en acadio, en aquel momento la lingua franca, impuesta como la lengua internacional del Asia Menor. Se trataba de un conjunto de 300 tablillas, lo que hoy se conocen como la «Correspondencia de Amarna», o las «Cartas de el-Amarna», entre los asirios y la corte del faraón Akenathon. El problema es que, al ser un idioma muy poco conocido por los escribas egipcios (no era ni sumerio ni siquiera babilonio), estaban mal escritas, en esa «maldita lengua extranjera».
egipto, instrumentos de medicina
 
No todos los bajorelieves eran de tema mitológico. En éste se representan instrumentos médicos: sierras, pinzas, curetas, ventosas… A la izquierda representación de dos mujeres de parto, en postura obstétrica
Pero no deja de resultarme curioso cómo a lo largo de esos tres mil años (cuatro mil, si consideramos el periodo pre-dinástico) los sucesivos faraones repitieron los mismos motivos una y otra vez. Por ejemplo: en la paleta de Narmer (=Menes) que pudimos admirar en el Museo de El Cairo, considerado el fundador de la Iª Dinastía y unificador de Egipto, datado según los diferentes métodos entre los años 3150 y 2920 a.C., se ve una imagen que ser repetirá, sobre todo por Ramsés II, el gran guerrero pero también en otros, del faraón sujetando por el pelo a sus enemigos con la mano izquierda, y a punto de darles el golpe de gracia con una maza que sujeta en la otra. Siempre con el pie izquierdo adelantado.
egipto, ramses ii castigandoegipto, la paleta de narmer
 
Reproducción de la Paleta de Narmer en la tienda del «Winter» y escena de Ramsés II. En ambas, ejecutando a sus prisioneros, con la misma postura. Entre las dos, más de 1.700 años de distancia
La iconografía egipcia me recuerda por su complejidad a la hindú, con un horror vacui que no deja en los thankas budistas hueco por rellenar, y en los que cada detallito tiene su mensaje. En las paredes de templos y tumbas egipcios no hay espacio para más imágenes, y con un panteón igual de complejo. Dioses y semidioses, cada cual con sus características propias de cabezas de animal (chacal, ibis, cocodrilo, vaca, halcón, buitre…), con soles, brazos alzados, escarabajos o serpientes, cada cual con un significado concreto y en las que se repiten sus gestos  y  sus ofrendas de dones, o los propios faraones, indicándonos según sus coronas (que detallan del Alto y del Bajo Egipto) y sus tocados (con cobra o con buitre), marcando la ubicación territorial de sus dominios o sus ropajes. 
egipto, máscara de tutankamon
 
La famosa máscara de oro de Tutankamon en el Museo Egipcio de El Cairo, con su clásico tocado nemes y en la frente las cabezas de la cobra y el buitre, símbolos respectivamente del Bajo y del Alto Egipto
Hasta las plantas nos dicen algo: la flor del loto simboliza el Alto Egipto (río arriba, para entendernos), mientras que la del papiro representa el Bajo Egipto (río abajo). Los estilos varían algo, pero las posturas son similares. Una de ellas es la posición típica, cuando están de pie, con la pierna izquierda adelantada…La postura militar…nos detallaba el bueno de Ahmed. Cierto, pero…¿por qué?. Pues muy fácil: es la posición en que un soldado hará más fuerza y mantendrá su equilibrio cuando, con su mano derecha, empuñe una lanza o una espada. La misma postura que nos muestra, a lo largo de tres milenios, al faraón ajusticiando a aquellos desgraciados que intentaron desafiarle. Al fin y al cabo, los faraones no dejaban de ser reyes guerreros. 
egipto. la caja pintada de tutankamon
Del mismo Tutankamón y en el Museo Egipcio, detalle de la conocida como la Caja Pintada donde se pueden observar, bajo el carro del faraón, los grandes perros empleados para la guerra mordiendo a sus enemigos, en este caso, nubios. En el otro lado de la Caja Pintada, están atacando a enemigos asiáticos
 
En uno de los templos se veían escenas de montones de manos cortadas a los prisioneros, incluso de penes…aventuramos si sería para llevar una contabilidad de las victorias, o simplemente porque sí. Y una representación frecuentísima era la de prisioneros maniatados, distinguibles por su aspecto: libios, asiáticos, nubios… Para nosotros, occidentales influídos por el marketing, podíamos pensar que era una propaganda del faraón victorioso y una advertencia a sus enemigos, pero no. Jose Ramón nos insistía siempre que las escenas de ofrendas, de cosechas, de vacas o de caza en los templos no eran marketing diciendo: «¡qué valiente y qué rico soy!». El faraón se estaba dirigiendo en exclusiva a su dios. Las escenas de prisioneros, lo mismo: era una ofrenda en privado a su dios. Nadie entraba a los templos, excepto el faraón y los sacerdotes, nadie iba a contemplar esas escenas y, menos que nadie, los desgraciados de sus enemigos. A ésos más les valía correr, pero nunca entrarían en los templos. 
egipto. prisioneros
 
Bajorelieve en Abu Simbel de prisioneros maniatados, de diferentes orígenes según evidencian sus tocados. Frecuentes en todos los templos donde se representaron batallas, que eran muchos.
Pero, al igual que el amor es eterno mientras dura, el Egipto faraónico alcanzó su fin. El emperador romano Teodosio decretó en el año 380 que el cristianismo sería la única religión en todo el imperio, incluyendo a Egipto. La última inscripción en jeroglífico se realizó en el año 394, en el templo de Isis, en la isla de Philae.
 
6/ El Nilo, un río encajonado que da para mucho.
 
saber del sol do naçe, el Nilo de do mana… En tales versos, el autor anónimo del Libro de Alexandre (inicios del Siglo XIII, y que dio origen al género del llamado Mester de Clerecía), pone en boca de un idealizado Alejandro Magno su inquietud por saber lo hasta entonces desconocido: ¿de dónde sale el Sol, dónde nace el Nilo?...
egipto. campos de cultivo
                    Verdes cultivos, bendecidos por el agua del Nilo
En los desplazamientos en autobús, tanto siguiendo el curso del río como cuando nos metíamos por zonas rurales, me (nos) impresionó el tremendo verdor de sus cultivos: campos y más campos que a veces se extendían en lontananza. Si consideramos que Egipto es un país que, en su inmensa mayoría, es un país árido y desértico, está claro que la clave de su vida y desarrollo nació a las orillas del Nilo. Los egipcios lo sabían, está claro, y los faraones construyeron «nilómetros» en varios puntos no por «curiosidad científica» sino por un prolijo tema fiscal: a más crecidas, más terreno inundado. Más cosechas, y más impuestos.
Porque una cosa estaba clara: las crecidas anuales (las hay detalladas hasta de cinco metros sobre el nivel usual del río) al retirarse, dejaban sus orillas con una capa fertilísima de limo negro que permitía crecer todo lo que se sembrara, a veces con dos y hasta tres cosechas anuales, de las que dependía la vida de sus habitantes. Si, por las causas que fueran, el Nilo sufría sequías y no se producían las crecidas, era la muerte por hambre. De ahí historias como la maldición bíblica de «las siete vacas flacas» que venían a explicar siete años seguidos de sequía. De ahí el interés de los sacerdotes y faraones por construir canales para repartir el agua y poder sembrar en otras tierras, el acumular en silos el trigo excedente para los años «de vacas flacas»…
 
Y de ahí la especial protección a los gatos como eficaces «raticidas». Los antiguos egipcios pueden colgarse la medalla de haber sido los primeros en domesticar al actual gato, el Felis catus. Su agriotipo o antepasado salvaje es el gato norteafricano, el Felis lybica, común en el norte de África y Asia Menor. Pero se trata de un animal apenas desconfiado, con facilidad para acercarse a asentamientos humanos…y más si esos humanos acumulan semillas que atraigan a los ratones, su presa favorita.
el origen del gato0015
Enterramiento de Sylurokambos, Chipre. Podemos ver el esqueleto del gato dentro del cuadrado más claro, en la parte de abajo
El primer indicio de domesticación, datado en el año 7.500 a.C., lo tenemos en una
tumba descubierta en Sylurokambos, en la isla de Chipre, donde se encontró el esqueleto (intacto) de un gato de unos diez meses de edad, junto a un hombre joven, de unos 30 años. Lo curioso es que se trataba de un Felis lybica. Y dado que en Chipre no existían gatos salvajes, el hecho nos demuestra que ese gatito -o sus progenitores-  fue llevado a la isla a bordo de los barcos de los primeros pobladores neolíticos, en calidad de mascota. El primer gato doméstico como tal bajo su especie de Felis catus se encontró en Mostagedda, en el Alto Egipto, y se dató en unos 2.000 años a.C. La diferenciación de especies, os aclaro, se realiza por estudios anatómicos, sobre todo en el cráneo y dentición…¡palabra de veterinario, y especialista en gatos, además!…
Felis lybica 2
 
El antepasado de nuestro gato doméstico, el Felis lybica norteafricano, cazando una víbora del desierto
Hay historias como la de los persas, narradas por Polieno (general macedonio al que se achaca a veces que estaba…más interesado por la fantasía que por la exactitud histórica…) en su obra Estratagemas, y en la que nos cuenta que los ejércitos del rey aqueménida Cambises II, al asediar en el año 525 a.C. la ciudad de Pelusio, se escudaron tras gatos para que los egipcios no les lanzaran flechas. O la que cuenta Diodoro de Sicilia acerca del asesinato en el año 60 a.C. de un romano que, accidentalmente, atropelló un gato con su carro, siendo muerto por un soldado egipcio. O las historias que nos cuenta nuestro viejo amigo Heródoto, sobre el luto que guardaban las familias durante los 70 días que duraba la momificación (depilación de las cejas de los propietarios en señal de duelo incluidas) cuando se moría el gato de casa. Heródoto visitó la ciudad de Bubastis en el año 450 a.C., situada en el este del Delta, consagrada a la diosa Bastet -con figura de gato- , diciendo que era…un placer para los ojos…., en la que se celebraba un festival anual en su honor, y al que acudían miles de egipcios de todo el país. Hasta Napoleón, al que no le gustaban nada los gatos, se entrevistó con un sultán otomano manteniendo un gato en su regazo, sabiendo que al sultán les gustaban y así le iba a caer más simpático…
 
Sin duda los egipcios estaban muy agradecidos a sus gatos por cuidar sus semillas, y hay muchas escenas donde se les representan en las casas, como animales domésticos. Gatos momificados los había a miles y, como en todo, aquí había su cara y su cruz. La cara, la devoción por los gatos. La cruz era que los sacerdotes de Bubastis criaban cientos de gatos a los que, a la edad de 4-6 meses, sacrificaban por el expeditivo método de partirles el cuello, como los análisis de las momias mediante radiografías han demostrado, para atender la alta demanda de momias de gato que los peregrinos demandaban para llevarse a sus casas, como protección. ¡El negocio es el negocio, y de algo hay que vivir!, podrían alegar los sacerdotes…
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Bronce egipcio de gata amamantando a dos gatitos, aunque esta foto la tomé en el Museo del Louvre, en París
Pero los muy «comerciales» sacerdotes egipcios no fueron los únicos en aprovechar las momias de los gatos. A mediados del siglo XIX se encontró en Beni Hassan un cementerio con más de 300.000 momias de gato… Eran otros tiempos, no había tanta protección a los restos arqueológicos y un avispado comerciante británico se los llevó hasta Alejandría, donde los metió en las bodegas de un barco y los condujo a Liverpool, donde los vendió casi en su totalidad…¡como abono para los campos!, mezclados con la tierra de la Pérfida Albión. Unas veinte toneladas, al precio de 4 libras de las de entonces por tonelada. Tampoco le salió mal el negocio, los gatos dan para mucho, como el Nilo. 
 
Pero no nos distraigamos, estábamos hablando del Nilo. Los primeros griegos -mentes científicas- que viajaron por Egipto, tal y como Heródoto nos cuenta en sus Historias, se asombraron al ver que, justo en la época más seca y al contrario de lo que sucedía en sus países, el río experimentaba crecidas. Algunos de ellos fueron capaces de elaborar teorías lógicas imaginando montañas lejanas. Lo paradójico es que, cuanto más bajaban hacia el sur, hacia las presuntas fuentes, el país era más y más árido. Los sucesivos intentos por parte de egipcios, griegos y romanos se encontraban con pantanos impenetrables…¿De dónde brotaban sus aguas?… el Nilo, ¿de do mana?… 
Ante semejante enigma, poco a poco y tras varias expediciones, que hoy se nos antojan románticas pero que eran muy peligrosas, fueron los británicos los que consiguieron desenredar la madeja del misterio. Pero el descubrimiento de las fuentes es otro tema prolijo que excedería la extensión y el motivo de esta entrada. Dejémoslo para otra ocasión, como el Crocodyle tail, aunque me quede con las ganas de hablar de otro de mis «héroes»: Richard Burton, el explorador (¡por favor, no confundir con el marido de Liz Taylor!) que, entre otras proezas, aprendió árabe en El Cairo -hablaba más de treinta idiomas-, se circuncidó y fue uno de los primeros europeos en viajar disfrazado a La Meca.
 
En el entorno del río y gracias a la riqueza que proporcionaban sus crecidas, se creó la grandiosa civilización egipcia. Muchos de sus templos, incluso, tenían salida directa al Nilo. Para cuando llegaron los europeos (a los árabes les resultaba un tanto indiferente), se quedaron impactados ante tanta grandeza. Pero eran los comienzos del siglo XIX, la Ilustración había comenzado en Francia unos años antes, y todos estaban ansiosos por saber, por descubrir, por viajar… Al final, fueron los ingleses, siempre mucho más prácticos, los que se quedaron con el pastel. Pero no puedo por menos de imaginarme aquellos británicos, tiesos en sus uniformes e imbuídos por la supuesta superioridad de su civilización, descubriendo asombrados templo más templo…mirando incrédulos las pirámides…algo así como, cuando en la época victoriana, dominaron La India…¡pero si son unos salvajes, si van semidesnudos, si son negros -o casi negros-, si viven entre la suciedad!…sí, pero…¿cómo han sido capaces de construir estas maravillas, a cuyo lado nuestros monumentos no son más que una sombra?… 
 
El Nilo discurre de sur a norte y de sus 6850 km de longitud total, unos 1300 corresponden a Egipto. A cada lado (excepto en el Delta, terreno de aluvión donde se abre como un abanico), las tierras de cultivo cubren una franja que oscila entre unos cientos de metros hasta más de 15 kilómetros. Pero, más allá, y excepto contados oasis, sobre el río se levantan en lo alto las mesetas, por donde se extiende el desierto puro y duro. Un desierto árido, pedregoso, habitado si acaso por beduínos nómadas a lomo de sus camellos, despreciados como «salvajes» por los estables campesinos pero, que a su vez, eran despreciados por ellos, amantes de la libertad que les concedía «su» desierto y que les consideraban casi como a esclavos. La orografía del valle del Nilo ha marcado también su historia, y su cultura. El río ha ido excavando durante millones de años un profundo surco en el terreno calizo, dando lugar a pequeñas montañas y desfiladeros a uno y otro lado. Y son estos cortados, estos desfiladeros los que han favorecido los mitos, la espiritualidad y la religiosidad de los egipcios.
 
Una de las cosas (entre tantas) más interesantes que nuestro egiptólogo de cabecera, Jose Ramón, nos contaba, fue la importancia que la orientación geográfica tuvo para la construcción de templos y pirámides. Quitando esas teorías esotéricas tan en boga en ciertos medios -se sonreía- de que si los extraterrestres construyeron las pirámides, fue la orientación Este-Oeste, de cara a la salida y la puesta del Sol. No es un tema aislado: en nuestras propias iglesias y ermitas, o monumentos megalíticos como Stonehenge y otros, se orientan teniendo en cuenta ese factor. Pero en concreto y en la mitología egipcia el Sol, deificado bajo su aspecto de Ra, marcaba desde el ritmo circadiano día-noche hasta cuestiones como los solsticios y equinoccios. En algún templo pudimos ver grabados en las paredes calendarios astrológicos, con unas imágenes similares a como conocemos hoy día los doce signos: el aguador (de Acuario), el carnero (de Aries), el león (de Leo), etc.
egipto. la montaña de tebas
 
                                La Montaña de Tebas, la «pirámide», desde el templo de Luxor
Cuando llegamos a Luxor, donde se concentran la mayoría de los templos, Jose Ramón nos hizo fijarnos en la «montaña de Luxor» y en su forma de pirámide, situada al oeste de los grandes templos de Luxor y Karnak, sitos a su vez en la orilla izquierda del Nilo, o sea, al este. El oeste, el occidente, era el lugar por donde «moría» el Sol. Al pie de la montaña y ya en la orilla derecha, se construyeron otros templos como el Ramesseum, pero con sus puertas orientadas al este. Con la arquitectura sagrada, el Sol salía iluminando sus entradas y pilonos porque, con la orientación Este-Oeste, el sancta-santorum, la capilla del dios, la parte más sagrada del templo, sólo accesible al faraón y los sacerdotes, quedaba ya al Oeste. El Valle de las Reinas se orientaba de forma parecida con una particularidad: la entrada se sitúa en unos cortados donde una gran grieta puede asimilarse a una gran vagina…símbolo femenino. 
 
Montañas = pirámides, pirámides = montañas… Pero donde Jose Ramón nos hizo fijarnos especialmente en la importancia de la orografía fue en el templo de Abydos, unos 40 km en línea recta (si siguiésemos el Nilo sería mucho más, porque forma un gran meandro) al Norte de Luxor. Abydos es uno de los centros de culto más antiguos de Egipto. Se han descubierto unas 300 jarras y tablillas con la primera escritura jeroglífica, datadas por el método del Carbono-14 entre 3300 y 3200 años a.C., encontradas en el enterramiento del soberano predinástico Horus Escorpión I. El egiptólogo francés Émile Amélineau excavó en el año 1894 en la necrópolis de Umm el-Qaab (en árabe: «la madre de las vasijas» al encontrarse allí más de 8 millones de restos de cerámicas), hallando los restos de una ciudad y cementerio de hace más de 5300 años… ¡Impresionante!.. Si tenemos en cuenta que la gran pirámide de Keops se acabó «sólo» en el año 2570 a.C., los restos datados de Abydos serían entonces unos 800 años aún más viejos. 
 
Los soberanos encontrados en las tumbas de Abydos son tan antiguos como de la dinastía de Naqada (3250 a.C.), soberanos predinásticos o de la dinastía 0 (el ya mencionado Horus Escorpión I), de la dinastía I o los últimos de la dinastía II… Insisto: anteriores en casi un milenio a los de la dinastía IV, los constructores de las pirámides… Con tal antigüedad, las tumbas son mucho más sencillas: fosas excavadas en el suelo protegidas por muros de adobe y, las más recientes, con pequeñas estructuras sobre el suelo, precursoras de las posteriores mastabas. Otra circunstancia peculiar de las antiguas tumbas de Abydos fue la presencia de numerosos sacrificios humanos, en una cantidad de varios cientos. Sacrificados, según demuestran los estudios, en el momento (no iban metiendo poco a poco a los difuntos según fallecían, a éstos los enterraban todos de golpe), por el método del estrangulamiento, quizá envenenados con cianuro. Hombres jóvenes, a veces en formación militar, como escoltas, o mujeres (quizá concubinas o esclavas), que acompañaban al soberano para sus necesidades en el más allá. Los jeroglíficos, por si nos quedase alguna duda, muestran también escenas de sacrificios…
 
Aquí llegamos al quid de la cuestión: Abydos está consagrado al dios Osiris, símbolo de la muerte y resurrección, pero sobre todo al dios Anubis, representado con cabeza de chacal, uno de los símbolos más antiguos de Egipto. En su faceta de chacal, animal nocturno y carroñero que desentierra los muertos para devorarlos (otra vez, muerte y resurrección), a Anubis se le considera como guardián de las tumbas y maestro de embalsamadores. A veces se le denomina como «señor de las necrópolis», «el que está sobre su montaña», o «señor de las cavernas». Está asignado como el vigilante del Occidente: la tierra de los muertos. Y se le describe como partícipe de la reconstrucción del cuerpo de Osiris, asesinado y descuartizado por Seth, inaugurando la práctica de la momificación…otra vez, muerte y resurrección… 
egipto. anubis
 
El dios Anubis, en el Museo de Egipto, procedente de la tumba de Tutankamon
Y aquí volvemos al tema de la orografía, en la que tanto nos insistía Jose Ramón. La ubicación de Abydos no es casual (en Egipto nada lo es). En los cortados que se levantan…¿hacia dónde?…¡bingo!, habéis acertado, veo que ya estáis aprendiendo: hacia el Oeste, hacia ese Occidente símbolo de la muerte, una profunda escotadura se abre en el desfiladero justo por donde muere el sol cada tarde. En la base de esa escotadura ya se excavaron las más antiguas tumbas entre las viejas tumbas de Abydos y donde Anubis, el señor de los muertos, tenía su reino.
egipto, reconstrucción de abydos
 
Esta imagen es muy mala, fotografiada directamente del ordenador y ya borrosa en la propia pantalla, correspondiente a Abydos. El templo es lo que se ve destacado en rojo. Sobre él en la figura, zona de tumbas. Pero la he puesto porque se ve muy bien la gran escotadura que se abre en la montaña. Hacia Occidente
Algo debo haber aprendido de Jose Ramón, o algo se me habrá pegado porque ahora, cuando miro las montañas que circundan mi casa ya no veo montañas, sino que me parece ver pirámides…
egipto, última tarde desde el hotel
           Vista desde la habitación del hotel. La última tarde en Egipto

Sirenas, dragones, San Jorge y otros seres imaginarios

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Introducción
Ninfas y demás seres acuáticos sujetos a censura
Sirenas
Cantos de sirena…
La cafetería Starbucks y la sirena de dos colas, Melusina y la Mixopárzenos
Dragones y cocodrilos
«Matadragones» al servicio de la Iglesia: San Jorge y San Miguel
 
Introducción

Comienzo esta entrada con un título ya un tanto iconoclasta -por lo de San Jorge, como ser imaginario-. Si el ser humano a lo largo de su historia ha necesitado inventar seres extraños para ordenar su mundo, no ha dejado por ello de añadir nuevas figuras, añadidas a los diversos santorales (incluído el cristiano), con los que completar o complementar el bestiario de los seres imaginarios. Hay un interesante libro, traducido al español como Psicoanálisis de los cuentos de hadas, del psicólogo austríaco Bruno Bettelheim, donde detalla los antiguos cuentos populares europeos poblados de ogros, brujas, madrastras y otros seres malvados. Aunque la Factoría Disney haya edulcorado cuentos como Caperucita Roja, Cenicienta, Blancanieves, Hansel y Gretel y similares dándoles un final feliz, en las versiones originales de final feliz nada: los niños que se «descuidan», suelen acabar muertos o devorados por lobos, ogros y demás. Según Bruno Bettelheim los cuentos eran una formación, un «aviso» para los niños, advirtiéndoles de los peligros, nada imaginarios, que suponía confiar en desconocidos, porque había -y hay- mucha gente mala. Algo así nos ilustra la mitología, ordenando los personajes y clasificando el confuso mundo nos rodea.

Yéndonos un poco más allá y sólo como ejemplo, el complejísimo panteón hindú tiene en «plantilla» aproximadamente -lo dicen ellos- 330.000 millones de dioses, diosas, demonios y demás figuras mitológicas. Pero no voy a entrar esta vez en semejante laberinto. El santoral del cristianismo ya nos ofrece un espectro de unos cuantos santos, hoy día totalmente asimilados en la Iglesia y de cuya veracidad histórica o, al menos, de la leyenda tejida a su alrededor, podemos dudar sin riesgo de que nos quemen en la hoguera por herejes. Santos como San Valentín, patrón de los enamorados, San Nicolás-Santa Claus (estupendo invento como el anterior para fomentar el comercio de regalos) o, el que nos atañe, San Jorge.
Seres inventados o seres híbridos (formados éstos cual collage, mezclando partes de unos y de otros), tales como las sirenas, los grifos, los minotauros, las esfinges o los centauros aparecen por todas las culturas, pero voy a ceñirme sobre todo a aquellos presentes en el mundo mediterráneo y, especialmente, su parte oriental: Asia Menor, Grecia, Egipto… foco y origen de nuestra civilización. Las tradiciones orales durante cientos o miles de años, la imaginación de los artistas que los representaron, las supersticiones y la mitología dieron forma a esos seres míticos, muchos de los cuales será ya imposible sacar de nuestra imaginación. Pero vayamos por partes.
Ninfas y demás seres acuáticos sujetos a censura
 
En Enero de 2.018 Clare Gannaway, coordinadora de la Galería de Arte de Manchester, mandó retirar de la vista del público el cuadro Hilas y las ninfas, del pintor prerrafaelita John William Waterhouse, pintado en 1.896. ¿El motivo?: por «cosificar» el cuerpo de la mujer, considerando su imagen como un… objeto pasivo y decorativo…(sic). La obra en cuestión se hallaba expuesta en una sala denominada En busca de la belleza (Gannaway, por cierto, dijo que era un mal título para aquel espacio) junto con otros desnudos femeninos del siglo XIX. En él se representaba una escena mitológica: Hilas, uno de los argonautas que acompañaban a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro, fue encargado de buscar agua potable en una isla. Estando rellenando las cantimploras en un lago unas cuantas ninfas emergieron del agua, representadas en el cuadro como unas jóvenes a las que se ve, desnudas de cintura para arriba. Una de ellas besó a Hilas en la boca…y del mítico viajero nunca más se supo… Gannaway no sólo ordenó retirar el cuadro, sino además las postales a la venta en las que se representaba la escena…¿quién dijo que el puritanismo y la Inquisición habían desaparecido?…
Hilas y las ninfas
Hilas y las ninfas, el cuadro «escandaloso» de John William Waterhouse
Aunque acuáticas como las sirenas, las ninfas se limitaban a las aguas dulces y eran, según la mitología griega, habitantes de ríos, fuentes y naturaleza salvaje, en general. A diferencia de las sirenas, muestran un aspecto «normal», de muchachas jóvenes, sin cola de pescado. De hecho la palabra «ninfa» proviene del griego, en su acepción de «veladas» o, por extensión, «novias» (que se velaban para la ceremonia). Pero ahí acaba su candor. De la palabra «ninfa» procede otro término con el que estamos más familiarizados: «ninfomanía», término que se extendió desde la psiquiatría del siglo XX para definir el deseo sexual irrefrenable. Las ninfas, según la tradición griega, atraían a veces a los hombres con su belleza con la intención de seducirles y, a veces, acabar con ellos, como le pasó al pobre Hilas, protagonista muy a su pesar del escándalo del cuadro retirado por Clare Gannaway en Manchester.
 Y, al hilo de las ninfas y la ninfomanía, no puedo por menos que mencionar a la famosa novela Lolita. Escrita por el ruso Vladimir Nabokov, se publicó en 1.955 por primera vez en una editorial francesa al ser rechazado inicialmente por varias editoriales norteamericanas, tildado de pornográfico. El tema es conocido: trata de la obsesión sexual de un hombre de mediana edad por una adolescente de 12 años -la «Lolita» del título- a la que el protagonista, Humbert Humbert, se dirige a veces como «nínfula» = pequeña ninfa… En los últimos meses y al hilo del movimiento feminista #MeToo, como plataforma de denuncia contra acosos sexuales, se ha llegado a proponer la prohibición para su venta de Lolita en los Estados Unidos de América acusándola de pornográfica… igual que en 1.955, hace ya 63 años…¿he dicho antes que el puritanismo y la Inquisición habían desaparecido?…
No ha sido el único cuadro «escandaloso». En el MET (Museo Metropolitan de Arte Moderno de Nueva York) hubo hace poco una denuncia, instigada por una vecina de Nueva York y a la que se adhirieron unos cientos más, para que retirasen otro cuadro: Teresa soñando, del pintor franco-polaco Balthasar Klossowsky, más conocido como Balthus. En el cuadro, pintado en 1.938, aparece la niña-musa parisina Thérèse Blanchard, la hija de sus vecinos pasteleros, a la edad de 12 o 13 años (otra «nínfula»), dormitando en un sillón y mostrando algo las bragas. La denuncia se basó por… incitar a la pederastia… (sic). Afortunadamente en este caso la dirección del MET emitió un comunicado en el que decía:..creemos en el respeto por la expresión creativa…negándose a retirar el susodicho cuadro. Cabría preguntarse dónde está la «suciedad»: si en el objeto en sí o en la mente de los que lo miran…
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Ulises y las sirenas, obra de 1.909 por James Herbert Draper, expuesto en la Ferens Art Gallery, de Kingston Upon Hull, en la comarca de Yorkshire, Inglaterra. Tan «provocador» como Hilas y las ninfas, pero en la Ferens a nadie se le ha ocurrido decir ninguna tontería.
 
Sirenas 
 
Circe me cogió de la mano, me hizo sentar separadamente de los compañeros y, acomodándose cerca de mí…me dijo estas palabras: Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a sus hogares, sino que los hechizan las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda…mas si tu desearas oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil…y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y caso de que supliques o mandes a tus compañeros que te suelten, átente con más lazos todavía… (Homero, La Odisea, canto XII).
En semejante narración, Homero nos cuenta la primera referencia escrita de las sirenas, de su canto y de sus peligros, aunque no detalla su número ni su aspecto…algo parecido al Evangelio de San Mateo en el que sólo habla de…unos magos de Oriente…(Evangelio de San Mateo, II, 1-2) sin decir su número, sus nombres ni, por supuesto, que uno para más detalle fuese negro. (Si alguien tiene  más curiosidad al respecto, le aconsejo que visite mi blog DersuLee y, en él, la entrada correspondiente a Sobre Reyes Magos, reliquias y evangelios). Según los diferentes estudiosos, La Odisea está escrita en el siglo VIII a.C. (el alfabeto griego comenzó a utilizarse en el siglo IX a.C.), compilado por diferentes poemas que se transmitían oralmente. Las primeras cerámicas griegas se decoran, en el periodo conocido como de las «figuras negras» en el siglo VI a.C., y se perfeccionan en el período llamado de las «figuras rojas» ya en el siglo V a.C. Es en este período de las «figuras rojas» en el que aparecen las primeras representaciones del tema «Ulises y las sirenas», figurando éstas con cabeza humana y cuerpo y garras de ave.
 
Las sirenas forman parte de nuestra cultura occidental. Su imagen tan pintoresca de mujeres con cola de pez han invadido la iconografía de ciudades: la sirena de Copenhague, o el escudo de armas de Varsovia, por ejemplo, donde figura armada de espada y escudo: la popular «syrenka», protectora de la ciudad. O de ciertos negocios como la cadena de cafeterías Starbucks, aunque no sea exactamente una sirena sino otra figura mítica: el hada Melusina. Hasta la Factoría Disney sacó su película de animación La sirenita, inspirada en el cuento del danés Hans Christian Andersen (del cual se representó la sirena de Copenhague)  y, en este mundo consumista y mercantilizado, hasta podemos conseguir en el mercado «colas de sirena» como complemento para disfraces, con las que incluyen cursos para nadar en el agua imitando sus movimientos…
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La sirenka de Varsovia, protectora de la ciudad, en la puerta de un taxi
 
Pero quitando esta moderna imagen idílica ofrecida por la Factoría Disney de La sirenita, y las colas para disfraces infantiles (y no tan infantiles), las sirenas han tenido a lo largo de la historia, salvo excepciones según países, un componente mucho más cruel y siniestro…como lo que apuntaba Bruno Bettelheim en el libro ya citado. De hecho, en sus comienzos las sirenas no ofrecían el aspecto archiconocido de mujeres con cola de pez, aunque una de sus primeras representaciones, en la cultura asiria (más de mil años antes de Cristo), una tal diosa Atargatis, sí es representada como mitad mujer, mitad pez. Por contra, en la cultura egipcia, se representa a , el alma del difunto, con un aspecto de ser humano pero con cuerpo de ave, aunque en este caso era el alma del difunto y no una sirena como tal. Bâ, como tal representación, aparece indistintamente con cara de hombre (siempre con barba) o de mujer, según el sexo del difunto.
El ba egipcio

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Representación del Bâ egipcio

 

                                                     
                                                                              
                                                                                                                                                                                                     Sirena. Museo de Olimpia
Es en la cultura griega donde aparecen las primeras representaciones de sirenas, pero con una imagen donde se las ve como figuras con cabeza y pecho de mujer, y con el cuerpo, alas y garras de ave. Suelen estar en peñascos sobre el mar, y una característica es que aparecen acompañadas de instrumentos musicales: arpas, flautas, cítaras o panderos. Porque se asocia a las sirenas con la música, o con un canto armonioso y seductor con el que atraían a los marineros a la costa haciendo que naufragasen y devorándolos, dejando sus restos en las playas.
Los nombres de algunas de ellas, en la compleja mitología griega, evocan su capacidad seductora: Molpe («canto»), Aglaófonos («la de voz espléndida»), Telxíepia («la que dice palabras que embelesan»), Ligia («la de voz clara»), Telxíonoe («la que encanta con su mente»), Telxíope («la irresistible») o Aglaope («la de aspecto espléndido»)…
Lekhytos etrusco 500a.C.
Sirena tocando el aulós (flauta doble) ante Ulises, 550-600 a.C. Sobre un lekythos (jarra de cuello alto y estrecho con una sola asa, para contener aceite o pomadas). Origen etrusco. Museo arqueológico de Atenas
Inicialmente las sirenas están asociadas a los fantasmas de los muertos, o bien a genios que controlaban el paso hacia las llamadas Puertas de la Muerte. Algo así como esa imagen mencionada del  egipcio, representación del alma del difunto, encargado de guiarle en su confuso camino al más allá. Más adelante es cuando asumen la imagen tétrica de engañadores de los marineros, a los que conducen a la perdición (al fin y al cabo, a la muerte). Las imágenes más arcaicas de sirenas pueden ser masculinas (con barba) o femeninas. Es sólo a partir del siglo VI a.C. cuando las figuraciones se vuelven exclusivamente femeninas.
Paestum
Sirena mirándose al espejo. sosteniendo un pandero (en horizontal). Vaso de Paestum. Museo Arqueológico de Atenas.
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Parece igual a la anterior, pero no lo es, aunque posiblemente sea de la misma escuela, si no del mismo autor. Vaso procedente también de Paestum (ciudad de la Magna Grecia, al sur de Italia), pero en este caso en el Museo Arqueológico de Nápoles.
Al comienzo de esta parte ya he reflejado la historia más famosa, ampliamente representada en la cerámica griega: la de Ulises y las sirenas, narrada en el canto duodécimo de La Odisea. En ella, deben pasar para regresar a Itaca por el peligroso paso entre Escila y Caribdis, lugar de fuertes corrientes y remolinos (hoy día identificado como el estrecho de Mesina, que separa la isla de Sicilia y la península itálica). Pero la hechicera Circe, que le ha cogido «cariño» a Ulises tras un año de convivencia en su isla de Eea le advierte: en sus promontorios las sirenas acechan para seducir a los marineros con sus cantos, distrayéndolos y  provocando su naufragio. En las cerámicas vemos repetidamente la escena: Ulises atado al palo, mientras las sirenas con su cuerpo de ave sobrevuelan la embarcación, intentando seducirles.
Fresco Pompeya
Fresco pompeyano representando a Ulises y las sirenas, atravesando el peligroso paso entre Scila y Caribdis
Stamnos, 480, British M.
Cerámica ática de figuras rojas representando a Ulises y las sirenas, aprox. 480 a.C. Vaso stamnos (recipiente ancho con dos asas y que solía usarse para contener vino) en el British Museum
Cerámica ática IVa.C.
 
Otra imagen de Ulises y las sirenas. La de la izquierda porta un arpa y la de la derecha un pandero
Será más adelante, a partir del siglo X y en Europa Occidental, donde su imagen de mujer-ave va dando paso a la imagen de mujer-pez. Todavía en los Bestiarios de la época carolingia (siglos IX) como el del Phisiólogo de Bruselas, aparecen como mujeres-ave. Más adelante, serán mujeres-pez. La primera mención aparece en el Liber Monstrorum, un Bestiario del siglo VII o VIII atribuído, casi con total seguridad, al monje benedictino anglosajón Aldhelm de Sherborne. El autor nos cuenta:
son doncellas marinas que engañan a los navegantes con su gran belleza y la dulzura de su canto; de la cabeza al ombligo tienen el cuerpo de vírgen y forma semejante al ser humano, pero poseen una escamosa cola de pez que siempre ocultan el mar…
Posiblemente en las costas atlánticas de Francia, Irlanda, Inglaterra y Escocia, de costas rocosas y azotadas por un mar bravío y frecuentes tormentas, escenario de naufragios y donde se mantienen todavía leyendas populares de sirenas, la presencia habitual de las focas y algunos cetáceos pudo favorecer la creencia en mujeres-pez, seres fantásticos con poder sobre el mar y causantes -o protectoras- ante las tempestades.
Está claro que tanto focas como cetáceos eran animales bien conocidos por los habitantes de la costa, pero la lógica superstición de los habitantes y pescadores pudo llegar a hacerles creer en esos seres, causantes de tantas desgracias. En la tradición británica hacen una distinción entre siren mermaid. La diferencia es un poco difusa. Las mermaid: «doncellas o -más exactamente- criadas del mar» tienen el típico aspecto de mujer-pez. Las sirens, aún teniendo el mismo aspecto, son personajes más seductores, causantes de encantamientos en los pobres mortales que sucumben a sus encantos.
Monstrorum Historia 1600
Ilustración ya más fantasiosa de una sirena-demonio en la Monstrorum Historia, de Ulisse Aldobrandi, de Bolonia (1.600)
Hasta Colón las menciona en sus Diarios, narrado esta vez por fray Bartolomé de las Casas
 
el día pasado, cuando el Almirante iba al Río de Oro, dijo que vió tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna forma tenían forma de hombre en la cara… 
Seguramente lo que Colón vio fueron manatís, un mamífero de vida acuática de la familia de los sirénidos (al que le puso nombre a la familia, también se lo debieron recordar) habitantes del Caribe y también conocidos como «vaca marina», y cuyo remotísimo parecido a una mujer es la posición de las mamas, en posición pectoral. Podemos imaginar a los desesperados marineros, tras meses de navegación y sin mujeres -con lo que ello supone de «tensión sexual no resuelta»- en los barcos que, tras otear en el mar semejantes criaturas, en posición vertical y ,para colmo, con «un par de tetas», se les desbocase la imaginación. Aunque, como bien puntualizó el Almirante…no eran tan hermosas como las pintan… Cabezas gordas, calvas y de gruesos belfos…desde luego, de «sexys» nada…aunque a algunos marineros, quizá ni les hubiese importado demasiado…
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Ilustraciones de «sirenas» de las costas americanas por viajeros españoles en la época del Descubrimiento
Cantos de sirena…
Si hay algo que define a las sirenas -además de su aspecto mixto- es su canto seductor. Su nombre parece proceder del púnico sir = «canto», aunque hay estudiosos que lo relacionan con el griego clásico seiren = «las que encadenan». Aunque su iconografía, como númenes encargados de conducir a los hombres hasta las Puertas del Más Allá, sea frecuente en todo el Mediterráneo Oriental, las sirenas como mujeres-ave son situadas por los antiguos griegos justo en la mitad sur de la península itálica, en lo que, siglos antes de la formación del Imperio Romano, se conoció como la Magna Grecia: conjunto de colonias griegas que dieron lugar a la fundación de numerosas ciudades, tanto en Italia como en Sicilia. Zona, por tanto, muy bien conocida y recorrida por los antiguos griegos.
Pero es en una región concreta donde la «presencia» de las sirenas es más numerosa, lo que demuestra la cantidad de santuarios dedicados a ellas, en el territorio que discurre entre Nápoles (fundada por los griegos en el siglo VII a.C. y bautizada como Neápolis = «la ciudad nueva») hasta las ruinas de Paestum, cuyos templos son los mejor conservados del mundo griego, manteniéndose en pie como en sus comienzos, jamás derruidos. En especial, la zona del golfo de Nápoles con sus islas (Ischia y Capri), las ciudades de Sorrento y Salerno y, más en concreto, la bellísima Costa Amalfitana. Y, frente a la ciudad amalfitana de Positano, las islas de Li Galli, que podríamos traducir como «las de las aves» o «las de las codornices», aunque conocidas también popularmente como Le Sirenuse (¿por qué será?)…
A Nápoles a veces se la conoce como «la Partenopea», por la tradición que dice que cuando Ulises, tras superar con éxito el «acoso» de las sirenas, éstas se vieron condenadas a morir por su fracaso, arribando a las costas de Nápoles el cadáver de una de ellas: Parténope (con el muy sugestivo nombre que podemos traducir del griego como «la de aroma de doncella»), a la que se dedicaron templos. A veces se sitúa la localización de las sirenas en islas como Ischia o Capri, pero si hay un lugar con más papeletas para ser la «patria» de las sirenas, éste sería el pequeño archipiélago de Li Galli (recordemos: Le Sirenuse)…
El geógrafo griego Estrabón ya identificó a las sirenas con estas islas a las que llamó, ¿cómo?: pues precisamente, Sirenai…Los poetas latinos Virgilio y Ovidio también coinciden en situar a las sirenas en este lugar. Li Galli consta de tres pequeñas islas. La mayor, Gallo Lungo («La Grande»), con una silueta que recuerda mucho a la de un delfín, en forma de media luna, de poco más de cuatrocientos metros de larga. Frente a su costa occidental y a una distancia entre doscientos y trescientos metros las otras dos: al norte Castelluccia (también conocida como Gallo dei Briganti) y La Rotonda, al sur.
Li Galli
                                                             Mapa de Li Galli
Buscando información sobre el canto de las sirenas encontré un detallado trabajo publicado en 2.007 por el Departamento de Historiografía y Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, y cuya autora es María Isabel Rodríguez López, titulado La música de las sirenas. Si tenéis curiosidad por saber más os lo recomiendo, lo podéis encontrar en Google. En él hacía relación, entre otras cosas, a un trabajo realizado por Wolfgang Ernst en el año 2.005, de la Universidad Humboldt de Berlín, titulado a su vez Resonance of Siren Songs (fácil de traducir: «La resonancia del canto de las sirenas»). En él estudiaron un fenómeno, sin duda ya conocido desde la antigüedad: la amplificación del sonido entre las tres islas.
El hecho es que la costa occidental de Gallo Lungo (la isla grande), frente a la cual están las dos islas más pequeñas, presenta una forma cóncava y sobre ella, un acantilado. Cuando desde las islas pequeñas o, aún mejor, desde un barco situado entre ambas islitas, se produce un ruido no muy grande, tales como voces o incluso el sonido de un objeto al caer sobre la cubierta del barco, dicho sonido rebota llegando hasta una distancia de 400 metros, produciéndose desde la pared curva del acantilado una multiplicación sonora por la reflexión acústica, como un amplificador natural, similar al efecto acústico dentro de una bóveda o el de los anfiteatros griegos, en cuyas gradas más altas se podía escuchar como si estuviesen al lado el susurro de los actores en el escenario. Es lo que se conoce en acústica como una «interferencia constructiva».
Así, el sonido producido entre las islas pequeñas reverbera en la isla grande, sumándose en los barcos por una parte  el sonido original (por ejemplo, las voces de los marineros) y además el mismo sonido multiplicado, deformado por la resonancia, con aumento de la sonoridad. Sin duda, y más en aquellos tiempos, un efecto inquietante, el de esas voces multiplicadas que venían de la isla a nuestro paso, y que sin duda contribuyó a crear el mito del canto atrayente de las sirenas.
La cafetería Starbucks, las sirenas de dos colas, Melusina y la Mixopárzenos
Starbucks, actual
 
                                         El conocido logo actual de Starbucks
…El primer oficial del Pequod era Starbuck… Con esta frase comienza el capítulo 26 de la famosa novela Moby Dick, la de la ballena blanca y, precisamente por esta razón, tres amigos de Seattle: Jerry Baldwin (profesor de inglés), Zev Siegel (de historia) y Gordon Bowker (escritor), amantes de la literatura, el café y el mar, escogieron «Starbucks» como nombre para la tienda de cafés, tes y especias que en 1.971 abrieron en el mercado de Pike Place, junto a los muelles de Seattle, en el estado norteamericano de Washington. Hoy día cuenta con más de 26.000 sucursales en 50 países del mundo. Bien, ya sabemos de dónde tomaron el nombre pero, ¿de donde sacaron su imagen, tan característica?…
Buscando algún motivo que recordase temas marinos, encontraron la imagen de un grabado medieval en madera, donde se representaba a Melusina como una sirena de dos colas, un hada de la literatura medieval francesa, descrita en la Historia de Lusignan por Pierre D’Arras. Melusina personifica el mito, pero la imagen de una sirena con dos colas de pez es bastante más antigua y ya hay figuras griegas donde se las representa.
Posteriormente y en el románico europeo, la encontramos con frecuencia adornando capiteles. Pero su imagen, al contrario que las de las sirenas «clásicas» no es la de las mujeres-ave que seducen sólamente con sus cantos, representaciones de seres que conducen a los hombres al Más Allá, sino figuras con un claro significado sexual: con pechos visibles y piernas-colas bien abiertas, a menudo con el sexo visible, imagen de la tentación y del pecado.
Vittore dei Ravani, 1538
La Melusina, imagen del tipógrafo veneciano Vittore dei Ravani (1.538) sobre el grabado de Aldo Manuzio. Manuzio fue un impresor especializado en obras clásicas griegas. Por esa razón la leyenda que rodea a Melusina está en griego, y no en latín.
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            Sirena de dos colas en el Museo Arqueológico de Atenas
La cafetería Starbucks no pudo permanecer inmune a esta escandalosa sexualidad, para la mentalidad puritana norteamericana. Mientras que en sus primeras imágenes se veía una figura completa, de cuerpo entero y mostrando sus pechos, el logo de la casa fue evolucionando, borrando en cada paso los pechos, recortando su figura y quedando como la podemos ver hoy, con una cara virginal, los cabellos tapando el poco cuerpo que se ve y el extremo de sus dos colas sujetas por las manos. Otra muestra más de censura de lo «políticamente incorrecto»…
Starbucks original
             Logo original de Starbucks en 1.971, más «provocador»
Capitel románico, Valladolid
Iglesia de San Juan Evangelista en Arroyo de la Encomienda, Valladolid
Románico de Gerona
          Abadía benedictina de Sant Pere de Galligans, en Gerona.
Hemipárthenos
 
Y como tercer ejemplo, capitel en la ermita románica de Cerezuelo (Segovia)
Un mito antiguo de la sirena de dos colas, a veces de pez, a veces de serpiente, la encontramos en otro mito: el de la Mixopárzenos (o lo que es igual: en griego, «la semi-vírgen»). Cuenta la leyenda que Hércules se vio obligado a cumplir con sus Doce Trabajos. El Octavo consistió en capturar las cuatro yeguas del rey Diómedes, animales salvajes que comían carne humana. Pero, tras vencer a Diómedes y domar a las yeguas, estando en lo que hoy sería el sur de Ucrania perdió las yeguas de su carro. Algo parecido a lo que cantaba Manolo Escobar, aunque en este caso no le robaron el carro, sino las yeguas.
Buscándolas llegó hasta el frondoso bosque de Hilea, hoy desaparecido, cerca de la actual ciudad de Jersón (en la ribera del río Dnieper, a unos 30 kilómetros de su desembocadura en el Mar Negro), en el que al fondo de una cueva encontró una mujer, con dos colas de serpiente en vez de piernas y de apariencia al parecer nada agraciada: la Mixopárzenos, que le puso como condición para devolverle sus yeguas que fuese su amante. La tal Mixopárzenos no debía ser ninguna belleza pero, Hércules, habituado a los más duros trabajos y por recuperar sus yeguas, cumplió con su parte. Continúa la leyenda diciendo que el menor de los tres hijos que tuvo con ella, Escites, fue el padre de los primeros guerreros escitas, jinetes nómadas muy diestros con el arco y habitantes de las estepas rusas que tanta importancia tuvieron en el mundo antiguo. El Padre de la Historia, Heródoto, nos lo cuenta de esta manera:
que, cuando desde allí llegó Heracles al que actualmente se llama país escitio (le sorprendió, en efecto, el invierno y el frío), tras envolverse en una piel de león, se quedó profundamente dormido y que sus yeguas -que estaban paciendo libres del carro- en ese tiempo desaparecieron por disposición divina. Que, cuando se despertó Heracles, se puso a buscarlas y, después de recorrer la totalidad del país, finalmente llegó a la tierra que se llama «Hilea». Y que aquí él encontró en una cueva a una serpiente mitad doncella -de doble naturaleza (en el original griego consta como «Mixopárzenos»)-, cuyas partes superiores, desde las nalgas, eran las de una mujer y las inferiores, las de una serpiente… (Heródoto, «Historias», Libro IV, cap. 9, según traducción de Antonio Gómez Caballo, Ed. Akal/Clásica).
Si en Europa Occidental la Mixopárzenos no es figura conocida, en la antigua cultura de Ucrania, la de los escitas, sí lo fue. Hay que considerar que la cultura de éstos nómadas no era la griega, sino la irania, con otros dioses y semidioses. Aunque en todo el Mar Negro hubo numerosos contactos entre las colonias griegas y los nómadas escitas, la presencia de la Mixopárzenos es frecuente en monumentos o en la rica joyería de oro con que los escitas se adornaban ellos, y a sus caballos. Los escitas, poco a poco, fueron helenizándose y en las ciudades costeras del Mar Negro fundadas por mercaderes griegos procedentes de la ciudad de Mileto (frente a la costa mediterránea de Turquía), convivieron ambas culturas. En la antigua ciudad de fundación milesia de Panticapeo (la actual Kerch, situada al extremo oriental de la península de Crimea), hubo dos grandes estatuas de la Mixopárzenos flanqueando, como diosas protectoras, la entrada de la ciudadela. Hoy día una de ellas puede verse en el museo de Kerch, figurando como siempre de frente y sujetando sus dos colas. No es una sirena, no es Melusina…no es una sucursal de Starbucks…es la Mixopárzenos, de la que tan orgullosos siguen mostrándose los orgullosos descendientes de los orgullosos escitas.
Mixopárzenos museo de Kerch, 1
                            La Mixopárzenos, en el museo de Kerch
 
Dragones y cocodrilos
 
Otra figura muy presente en el imaginario popular, es el dragón. Pero podemos distinguir entre los «orientales» (China, Japón, Corea, Vietnam), benéficos, símbolos del conocimiento y de la fuerza, y los «europeos» que son los que nos interesan, personificación del mal y de la destrucción. Hasta tal punto se han popularizado que no hay casi ciudad donde no aparezcan, siendo hoy día motivo más de fiesta que de horror en ciudades como Tarascón con su Tarasca, en el sur de Francia, diferentes localidades de Bélgica y, en nuestro país, las diferentes Tarascas de Granada, Valencia o Toledo o, más personalizadas, la Patum de Berga, el Drach de Vilafranca, la Mulassa de Reus o, un poco más apartada de su original zona mediterránea, la Coca de Redondela.
Obviamente estas tarascas populares dan de todo menos miedo. Ya metidos en «cachondeo», hasta Madrid tuvo sus tarascas, que salían en procesión durante la festividad del Corpus Christi en el siglo XVII hasta que Carlos III las prohibió por «atentar contra la moral»…otra censura más. Se puede entender esta prohibición viendo las pinturas que las representaban: monstruos de grandes senos (recalcando su condición femenina) y con un cortejo de personas disfrazadas, más propias del Carnaval que del Corpus, con toda la pinta de estárselo pasando muy bien, con el jolgorio y la irreverencia típicos de los madrileños…
Tarasca de Tarascón
Imagen de comienzos del siglo XX de la procesión de la Tarasca, en la ciudad francesa de Tarascón. En ella podemos ver representado, tal y como la leyenda cuenta, cómo una joven condujo al monstruo con la única ayuda de una cinta de su vestido
Tarasca de Madrid, 1663Tarasca de Madrid
 
Representaciones de Tarascas en la procesión del Corpus Christi en Madrid. 1.663 y 1.670
 
Pero no siempre los dragones fueron tan festivos. Desde sus comienzos, los artistas que los representaron quisieron dejar bien claro, casi como si compitiesen entre ellos, que se trataba de la personificación del mal. Así aparecen con una, dos y hasta cien cabezas que escupen fuego, armadas de crestas y fuertes colmillos, con alas membranosas al estilo de los murciélagos o de los demonios, con patas robustas de grandes garras, y cuerpos de aspecto reptiliano, acorazados y de largas colas…Sabemos que la imagen del dragón es muy antigua pero, ¿de dónde surgió la idea, cómo empezó a formarse la imagen del dragón?…
El antropólogo de la Universidad de Florida David E. Jones, aventuró en el año 2.000 (no sin cierta controversia) en su libro An Instinct for Dragons, la interesante tesis de que el ser humano, tras millones de años de evolución, hemos desarrollado al igual que los primates, reacciones instintivas de pánico ante animales que eran nuestros más peligrosos predadores: los grandes felinos, las grandes aves de presa con sus garras, y las serpientes… Desde luego he podido observar directamente que hasta los monos más pequeños (titis, cercopitecos o macacos) muestran auténtico terror, no ya ante serpientes verdaderas, sino incluso ante una correa agitándose ante ellos… Y los seres humanos manifestamos como mínimo rechazo, si no miedo, ante las serpientes.
En una encuesta realizada en los Estados Unidos las serpientes (junto a las arañas, otro «bicho» peligroso y, curiosamente, los gatos, posiblemente como felinos que son) eran los animales que más rechazo producían en las personas. Podemos imaginar para nuestros no tan lejanos parientes del Paleolítico, habitantes de selvas, pantanos y riberas de ríos, el terror que podría despertar en ellos la visión de grandes serpientes…o de cocodrilos. De ahí a creerles encarnación de demonios, sólo hay un paso.
Y aquí llegamos al posible origen de las grandes serpientes y, sobre todo, de los cocodrilos, como «antepasados» de los dragones. El conocido como cocodrilo del Nilo (Crocodylus niloticus) era un gran predador extendido en África del norte y no sólo por el Nilo, hasta su desembocadura en el gran Delta, territorio laberíntico que se extiende por un área de 200  por 150 kilómetros, llena de brazos, lagos y zonas pantanosas. Incluso, históricamente, hasta ríos de Marruecos, tales como el Draa, tuvieron cocodrilos.
Actualmente el Ued Draa es río de poco caudal, fronterizo con Argelia  al sur en parte de su recorrido, que forma un hermoso palmeral de 200 kilómetros hasta Zagora y que desaparece tragado por las arenas del desierto (como nuestro Guadiana) para reaparecer poco antes de su desembocadura en el Atlántico, cerca de Tan-Tan. Pero en el siglo X era el río más largo de Marruecos (1.100 kilómetros) y en los siglos XIII y XIV está documentado como río caudaloso y habitado por cocodrilos hasta su desembocadura.
Hoy día en Egipto los cocodrilos han sido muy cazados y están prácticamente exterminados en el Nilo egipcio. Tras la construcción de la gran presa de Assuán (formando lo que se conoce como el lago Nasser) se estableció una barrera con lo que los cocodrilos procedentes de Sudán ya no bajan por su corriente, pero en tiempos históricos infestaban sus riberas y el Delta hasta su desembocadura: grandes ejemplares de hasta 6 y 8 metros de largo, muy capaces de atrapar personas y, como mínimo, darles grandes sustos «de muerte»…si no la muerte, directamente. Pero hay más: al igual que los grandes y peligrosos «cocodrilos de agua salada» (Crocodylus porosus) del sudeste asiático son capaces de recorrer muchos kilómetros nadando en mar abierto, los cocodrilos del Nilo también pueden aventurarse en el mar.
No es descabellado pensar que un animal como éste, muy abundante hasta hace poco en las mismas orillas del Mediterráneo, pudiese nadar lejos o, costeando, alcanzar zonas pantanosas ribereñas de Asia Menor o de Europa, afincándose en diversos humedales y lugares propicios. En el último siglo han desaparecido debido al desecamiento (para cultivos) o para su explotación como salinas más de un 50% (hasta un 90% según zonas) de los humedales mediterráneos. Pero hasta hace nada estaban repartidos por toda la zona costera, en forma de marismas, deltas, estuarios, llanuras de inundación o lagunas salinas.
Nos resultan más conocidos los grandes humedales actuales (aunque ya «domesticados» y reducidos) como el delta del Ebro, el del Ródano (que forma la región de la Camarga, en Francia), el del Guadalquivir (Doñana) o la Albufera de Valencia. Pero estaban muy extendidos, repartidos por diferentes países: el delta del Po en Italia, el río Strymion en Grecia, el río Júcar en España, el delta del Axios en Grecia, Utique y Ichkeul en Túnez, el delta del Kizlimak en Turquía, el Estanque de Santa Gila y la laguna Orbetello en Cerdeña (Italia), la albufera de Mallorca…la lista sería casi interminable…
En muchos de estos lugares (y no lo digo yo, lo confirman autores más «serios») la aparición, si no frecuente sí esporádica de algún cocodrilo pudo aterrorizar a los lugareños de la zona. Los egipcios ya estaban acostumbrados a ellos, pero en el sur de Europa eran animales desconocidos. Es fácil imaginarlo: grandes animales, muy agresivos, que surgían de repente de la orilla con enormes bocas llenas de colmillos atrapando a quien se descuidaba, arrastrándoles bajo el agua para devorarles ante los gritos de los testigos… La imaginación de aquellos pobres desgraciados seguramente les hizo pensar que algún demonio les estaba castigando.
Sólo bastó la imaginación posterior para irles adornando, en cuadros y esculturas, con detalles escabrosos: alas membranosas, grandes garras y amenazadoras  bocas llameantes. Y, llegando a nuestros tiempos, donde las multinacionales del entretenimiento han descubierto sus posibilidades comerciales, para hacerles protagonistas de series de televisión (como los que aparecen en Juego de Tronos) o películas y juegos de rol de ambientación guerrera y heroica, como las muy acertadamente bautizadas Dungeons and Dragons: «Dragones y mazmorras»… Faltaban aún siglos para que el cristianismo hiciera su aparición y se sacara de la manga un héroe con suficiente talla como para poder someter al diablo: San Jorge.
«Matadragones» al servicio de la Iglesia: San Jorge y San Miguel
 
La Iglesia cristiana ha demostrado con creces su capacidad sincrética para asimilar y llevarse a su terreno lugares sagrados: numerosas ermitas donde antes hubo templos paganos, por ejemplo, y santificando de paso antiguas divinidades y rebautizándolas, «reciclando», podríamos decir, añadiéndolas a su santoral, tales como los antiguos cultos mediterráneos de Isis, convertidos ahora bajo la luz del cristianismo en nuevas versiones de la Vírgen María (en sus numerosas manifestaciones). Ejemplos hay muchos, pero no son el tema de esta entrada. El que sí me interesa ahora es la figura de San Jorge, el «matadragones» por antonomasia. El otro «matadragones» es San Miguel Arcángel, considerado como capitán de los ejércitos de Dios:
… hubo un gran combate en los Cielos. Miguel y sus arcángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente Antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él… (Apocalipsis, 12, 7-9).
A San Miguel se le representa también frecuentemente a caballo, armado con lanza y combatiendo al dragón aunque, en su calidad de arcángel, no se le atribuya existencia histórica. La única diferencia con las imágenes de San Jorge es que San Miguel, por su categoría de arcángel, aparece adornado con dos alas a la espalda, como todo buen ángel que se precie. Lo interesante, o curioso, es que al Arcángel Miguel se le reconoce autoridad como capitán de los ejércitos divinos no sólo en la cristiandad (en las iglesias católica, ortodoxa, copta y anglicana), sino asímismo en la religión judía, donde se le denomina «Príncipe de las Naciones» y protector de las sinagogas, y también en la religión musulmana. Para los musulmanes, Miguel (llamado Mijal en el Corán) es uno de los cuatro arcángeles junto a Izrail, Israfil y Yibril, y el ángel principal encargado de la entrega de bendiciones.
La historiografía cristiana está llena de libros con vidas de santos o, como se llaman más técnicamente, las hagiografías. Si los santos modernos son más comprobables, en el caso de los primeros tiempos del cristianismo con sus largas secuelas de mártires, son un campo abonado para crear santos, santos por otra parte cuya comprobación histórica es bastante más difícil, teniendo en cuenta además que las fuentes son todas cristianas y, por tanto, parciales, nada objetivas. Y dicho este «anatema» que en otros tiempos me podía haber costado la hoguera, pasemos a la vida de San Jorge.
Dicen las fuentes cristianas que Jorge nació en Capadocia (dentro de la actual Turquía) entre los años 275 o 280. Hijo de un oficial romano se incorporó al ejército imperial, destacando al punto de ser nombrado antes de los 30 años como tribuno, llegando a formar parte de la guardia personal del emperador Diocleciano. Cuando éste decretó una persecución contra los cristianos Jorge se negó, al haberse convertido por influencia de su madre, siendo por ello decapitado en el 303 en Nicomedia.
Su culto comenzó pronto: durante el reinado de Constantino (hasta el 337) ya había una iglesia en Dióspolis (una antigua colonia romana en Palestina, bautizada como Lydda en la época bizantina y actualmente Lod, en Israel) donde se le rendía culto.Y entre los años 518 y 530 el archidiácono Teodosio relata que Dióspolis era el centro del culto de Jorge. Pero, incluso la Iglesia, mantenía sus dudas: en el 494 fue canonizado por el Papa Gelasio I que, prudentemente, lo incluyó con…aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo con conocidos por Dios…
 
De acuerdo con la Enciclopedia Católica, el texto más antiguo preservado sobre la vida del ya declarado santo se encuentra en el Acta Sanctorum, redactado por los jesuítas a partir de 1.615 y declarado por la propia Iglesia como… lleno de extravagancias y maravillas más allá de cualquier credibilidad… Y entre estas «extravagancias y maravillas» es donde encontramos la leyenda del dragón, junto a cuya imagen aparece ya para siempre San Jorge como el «matadragones».
¡Ojo!: no niego la existencia de Jorge de Capadocia, más conocido como San Jorge. Sí que pudo haber un soldado romano, mártir por su cristianismo, de nombre Jorge, y a cuyo alrededor se crease un culto. Ejemplos de mitos con base histórica hay muchos. Lo que es más difícil de creer es su faceta más conocida, la de «matadragones», ante la cual hasta la propia Iglesia se muestra, como poco, prudente.
La leyenda del dragón aparece ya en el siglo IX como parte de la Leyenda Aurea, compuesta por Santiago de La Vorágine, arzobispo de Génova, y se considera el posible origen de todas las leyendas y cuentos de hadas sobre caballeros, princesas y dragones en Occidente, aunque hay antecedentes, tales como el mito griego del héroe Perseo, que decapitó a la gorgona Medusa para salvar a Andrómeda, o el de Sabacio (Sabazius para los romanos), padre celestial de los frigios, que se representa siempre a caballo arrollando a una gran serpiente. Otra posible alternativa es la de una manifestación terrenal de Miguel Arcángel, capitán de las huestes celestiales y al que se representa a menudo matando dragones, aunque a veces la única diferencia entre ambos y como señalé antes, es que San Miguel, como tal arcángel, tiene alas.
La leyenda occidental medieval como tal cuenta que, en una ciudad sin identificar, apareció un día un dragón que hizo su nido en la fuente de la que se abastecía la ciudad. Para poder conseguir agua, los ciudadanos debían apartar al dragón de la fuente, ofreciéndole un sacrificio humano, seleccionando a las víctimas al azar. Un día le tocó en suerte a la desgraciada princesa pero, cuando el dragón iba a devorarla, apareció por allí, como quien no quiere la cosa San Jorge, montado en su blanco caballo y armado con lanza, con la que mató al dragón liberando a la doncella y de paso a la ciudad. Y con semejantes mimbres se tejió la leyenda de San Jorge el «matadragones».
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Imágenes de época bizantina de San Jorge y el dragón. Museo Benaki de Atenas
Y con semejante leyenda, la fama de San Jorge creció y creció, llegando a convertirse en el patrón de los cruzados que defendían Tierra Santa, siendo declarado además Gran Mártir de Grecia, patrón de las coronas de Aragón y Portugal, de la ciudad de Barcelona, de la de Cáceres y otras muchas, de Inglaterra, de Rusia, de Ucrania, de Malta…pero donde vino la nota curiosa fue al tener que declarar un santo patrón a la recién reconquistada ciudad de Jaen.
Tras dos fallidos asedios en 1.225 y 1.230, el rey de Castilla Fernando III el Santo consiguió por fin rendir la ciudad árabe de Yaiyán, la actual Jaén, en 1.246. Su orografía montañosa y la posición del castillo en lo alto (donde ahora se encuentra el Parador Nacional, con unas vistas magníficas) la habían hecho inexpugnable durante el periodo de los reinos de taifas. Pero una vez rendida y con toda su población musulmana presente, Fernando III necesita una figura patronal, un santo con el que poner a la ciudad bajo su advocación. El patrón del reino de Castilla es Santiago, pero la figura de Santiago «Matamoros» puede ser mal visto, no ya como «extranjero», sino como ofensivo para los musulmanes jienenses (se ve que lo de la «corrección política» no viene de ahora), aunque no obstante y ya que Fernando III lo tenía como patrón, tiene su capilla en la catedral, incluyendo un cuadro donde se le ve decapitando con entusiasmo  sarracenos a lomos de su caballo blanco.
Un santo muy adecuado podría ser San Jorge pero, ¡ay!, San Jorge ya estaba «adjudicado» como patrón protector del reino de Aragón, su competidor, y que están viendo con muy malos ojos la expansión castellana como una amenaza para los aragoneses. Descartado San Jorge. Pero Jaén también tiene su dragón o, en este caso, «el lagarto», con su correspondiente leyenda. Posiblemente viejas tradiciones de la cultura ibérica (ribereña del Mediterráneo, con ocasionales presencias de cocodrilos), con figuraciones de dragones y serpientes que han pervivido en el imaginario popular. La iglesia de la Magdalena, la «Malena» para los jienenses, fue una de las primeras iglesias construídas,  justo al lado de la mezquita. Una fuente al lado (moderna) representa una figura de cocodrilo, precisamente. El santo elegido como patrón protector de la ciudad fue, al final, San Miguel Arcángel. Un «matadragones» que como ya vimos, está integrado en el «santoral» musulmán y, por tanto, bien aceptado por los habitantes recién asimilados a la corona de Castilla. Toda una lección de diplomacia política.

Tras los pasos del Buda: India y Nepal

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El grupo: yoga, budistas y una ocasión para (no) perderse 
Allá por el año 2.005 practicaba yoga en un centro de San Lorenzo de El Escorial, donde vivo. El centro, ya desaparecido, se llamaba Metha y su dueña y profesora, Gloria Ruiz, se acabó jubilando aunque seguimos teniendo relación y mantenemos una buena amistad.
No me voy a extender sobre los beneficios (a todos los niveles) que me supuso la práctica del yoga, ni la personalidad de Gloria. Sólo comentar que intenté continuar la práctica en otros centros pero, tras conocer a Gloria, los demás «profes» se me quedaban cortos… Y como soy poco disciplinado como para practicar en casa, dejé el yoga, y bien que lo lamento. El caso es que Gloria nos comunicó a algunos alumnos que un conocido suyo estaba organizando un viaje «piloto» a La India y Nepal bajo el atractivo nombre de Tras las huellas del Buda. Y aunque yo no sea budista, tanto el itinerario programado, así como la posibilidad de conocer un poco más a fondo el budismo y, por supuesto, descubrir un país para mí desconocido y que me apetecía mucho visitar, me decidió a apuntarme al viaje.
Parte del grupo estaba integrado por algunos de los alumnos de Gloria. A los demás ya les iría conociendo. El dueño de la agencia Sanga (nombre ya de resonancias budistas) era Jose Ramón Bacelar. Él mismo nos contó que, tras muchos viajes como «himalayista» (otras ofertas de su agencia son destinos de alta montaña, tanto en América como en Asia) y, tras su contacto con las poblaciones de La India y Nepal, fue descubriendo y asimilando el budismo. Pero este viaje no era en absoluto de «intrépidos montañeros». Ya comenté que se trataba de un viaje «piloto», como de prueba. Entre los integrantes del grupo estaba, por ejemplo, la suegra de Jose Ramón, mujer mayor aunque muy dispuesta. Algunas mujeres «maduritas», y algunos otros tipos, como yo. A lo largo del viaje tuvimos ocasión de practicar sesiones de yoga (algunas en el hotel, otras junto a antiguas stupas) y escuchar alguna charla orientativa sobre budismo.
Así que, tal día como el 8 de Enero del año 2.006 (no tengo tan buena memoria: he tenido que consultar mis antiguas agendas) cogimos el avión en Barajas, con destino Katmandú. El vuelo, muy largo, Nepal está muy lejos. De Madrid salimos como a las 8 de la mañana, y tras una escala en Doha de cinco horas, llegamos a Katmandú amaneciendo, casi 24 horas de viaje. Como acostumbro en los aviones, me duermo casi antes de despegar, así que tampoco se me hizo demasiado pesado. La compañía, Qatar Airways, de las «buenas» (todo el nivel del viaje fue muy bueno, las cosas como son), con lo que supone que el catering era estupendo. Y aunque dormía plácidamente, el olorcillo de las bandejas hacía que me despertase cada vez que las azafatas repartían la comida…para volver a dormirme inmediatamente después de comer…
Katmandú
 
Aunque en principio teníamos reserva en el Hotel Yak and Yeti, más céntrico, un problema no recuerdo si por reformas en el edificio o una huelga del sindicato de hostelería, hizo que nos desplazásemos al Hotel Hyatt. No sé cómo sería el Hotel Yeti -por lo que he visto bastante bueno-, pero el Hyatt era una pasada: lujoso, precioso, de habitaciones magníficas con un pedazo cama de 2×2…en la que, pese a la tentación, preferí no tumbarme ante el serio riesgo de quedarme dormido tras la paliza del vuelo.
No voy a pormenorizar, cual diario de viajes, cada paso que dimos, cada anécdota que tuvimos (que las tuvimos, y de todos los colores) o a cada uno de los integrantes, salvo alguna mención especial. Sólo me gustaría ir comentando las cosas que vimos y, sobre todo, las impresiones que me produjeron los lugares que recorrimos, tan diferentes, tan «exóticos», tan chocantes.
Así descubrí Katmandú, ciudad que ha ido creciendo pero que mantiene sobre todo en su parte vieja (el Thamel) el encanto de callejas abarrotadas de tiendas, muchas de ellas ya orientadas al turismo (con artesanía de varios tipos) pero también varias surtidas con material de alpìnismo a los que, desde aquí, parten a la conquista de las altas cumbres del Himalaya. De hecho en el aeropuerto madrileño de Barajas tanto Jose Ramón como Antonio, un joven guía que nos acompañaría todo el viaje, saludaron a un grupo de «himalayistas» (…son muy conocidos en este ambiente…, nos aclaró Antonio) que volaban también hasta Nepal. Altos, fuertes, y que además del equipaje que debieron facturar, cargaban con altas mochilas. Evidentemente, iban a volcar sus esfuerzos en escalar altísimas cumbres y no de «turistas», como nosotros.
Volveríamos a Katmandú y a recorrer las tiendecitas del Thamel a nuestra vuelta, tras completar el periplo que nos aguardaba por La India pero, recién llegados, nos apetecía callejear y ver, ver y callejear… Un amigo muy viajado que conoció Katmandú hace muchos años me contó que, las primeras veces que él estuvo, las tiendecitas del Thamel aún se iluminaban con velas, a falta de luz eléctrica. El Hotel Hyatt no está en el Thamel, como el Yak and Yeti, sino un poco desplazado a las afueras, pero éso supuso una ventaja a la hora de hacer nuestra primera visita, tras corto paseo, a la gran stupa de Bhudanat, enclavada en el barrio tibetano de la ciudad, y a cuyo alrededor se han edificado pequeñas viviendas de madera con numerosas tiendas con objetos de culto: lamparillas de ofrenda, pequeños molinillos de oración, imágenes, cuencos tibetanos (de diferentes metales, para sus diferentes sonidos), joyas y adornos.
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                           Alrededor de la stupa de Budanath. Puestos de ofrendas
Tíbet fue anexionada por China a partir de 1.950, que la consideraban históricamente un territorio suyo protegido desde los tiempos del Imperio Británico. Pero fue a partir de esa fecha cuando la injerencia china, y más en materia religiosa, movió a millones de tibetanos a emigrar. La mayoría, cruzando las montañas se refugió en Nepal y La India (como el Dalai Lama, que huyó en 1.956), y es en Nepal, por motivos de proximidad, donde hay más población tibetana. Así en el barrio tibetano donde se levanta la stupa de Bhudanat (o Bodnat) hay cerca de cincuenta pequeños monasterios budistas a su alrededor. Se podían ver numerosos lamas, con su túnica de un color característico rojo-vino, pero también muchos fieles (entre ellos, algunos occidentales) rezando y girando los molinos de oración mientras recitan el mantra Om Mani Padme Hum, bien los grandes molinos fijados alrededor de la stupa, respetando en su marcha el sentido de las agujas del reloj, como los pequeños -portátiles- a los que hacen girar en la mano, como nuestras infantiles carracas.
La stupa es uno de los símbolos budistas más extendidos no solamente en Asia, con sus diferentes «acabados», sino incluso en Occidente, allá donde se venere a Buda. La más grande de Europa, por ejemplo, se encuentra en la localidad malagueña de Benalmádena. La de Budhanat, en concreto, mide 36 metros de diámetro y 43 metros de alta. Todo en ellas, como ocurre con cualquier representación budista, tiene su significado: desde la base, cuadrangular, que simboliza a la tierra, hasta la cúpula o el pináculo de coronación, que simbolizan los sucesivos cielos. En la base del pináculo de la de Budanath podemos apreciar en cada una de sus cuatro caras los tres ojos del Buda: dos para ver el exterior, y el tercer ojo situado entre ellos, para ver el mundo interior. Todo en las stupas: su orientación, su geometría sagrada, sus imágenes simbólicas, están cargadas de significado y de un alto contenido espiritual para los budistas.
Y, como en cada lugar de significado budista, las banderas de oración. No sólo rodeando las stupas, donde son más abundantes, sino incluso en pasos de montaña o en lugares sagrados, tales como árboles «santos», colgadas en largas ristras a cuerdas que las sujetan a rocas, árboles o edificios. Las banderas de oración están, ¡cómo no!, cargadas de significados. 5 colores escalonados: azul (que representa los cielos), blanco (los vientos), rojo (el fuego), verde (las aguas) y amarillo (la tierra). En cada bandera, la figura de un caballo (el lung ta: «caballo poderoso»), símbolo de transformación de la mala en buena suerte y, sobre la figura del caballo, tres joyas llameantes que simbolizan a su vez los tres vértices de la tradición filosófica tibetana: el Buda (el iluminado), el Dharma (las enseñanzas) y el Shanga (sí, como nuestra agencia, el símbolo de la comunidad budista). Alrededor de la figura del caballo, mantras tradicionales.
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Las banderas de oración, por cierto, no están hilvanadas en sus extremos, debido a lo cual se van deshilachando por el viento, pero es un efecto buscado, para que los hilillos al volar esparzan las oraciones…Como podéis ir viendo, todo un mundo de simbolismos, el del budismo… Sólo comentar que, a mi regreso a España, colgué en la fachada de mi casa al comienzo del verano un par de ristras de banderas de oración (como se deshilachan, voy comprando más). Lo bueno es que algunos vecinos, al verlas con sus vivos colores me comentaron: «¡Qué bien!, ¿estás poniendo adornos para las fiestas?»… 
Lumbini. Hacia donde nació Buda
 
Nuestro primer destino era Lumbini, territorio nepalí muy próximo a la frontera de La India. Cogimos un pequeño avión de hélices en el aeropuerto de Katmandú de la empresa Yeti Airlines (el «hombre de las nieves» da para mucho, aquí) en el que nos desplazamos al aeropuerto Gautama Buddha y de allí al hotel Nirvana. El hotel, en la ciudad de Bhairawa, estaba  próximo al aeropuerto, pero ya allí tuvimos ocasión de darnos nuestro «bautismo de tráfico hindú-nepalí», del que tuvimos numerosas oportunidades de comprobar a lo largo de nuestro viaje: muchos coches, muchos carros, nulo respeto a las reglas, o pitidos contínuos para avisar cuando adelantabas, cuando te adelantaban o en los cruces…
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Pero volvamos a Buda. Según la tradición budista Maya, la madre del que durante 29 años iba a ser sólo el príncipe Siddartha Gautama, se puso en camino como era la costumbre hacia la aldea de su padres, Devadaha, para dar a luz, pero en una zona de árboles plaksa (del sánscrito, lo que en la India se llama pipal y en botánica Ficus religiosa) sintió llegar los dolores del parto y, agarrada a un árbol, dio a luz a Gautama. Era noche de luna llena y, según las crónicas, entre los años 563/558 antes de nuestra era. Como todo en el budismo, rodeado por multitud de simbologías. Así, Maya soñó la noche de su concepción que un elefante blanco penetraba en su costado. O que varios personajes importantes en la historia de Buda (su futura esposa Yasodhara, su futuro paje Chandaka o incluso su caballo Kanthaka) nacieron al tiempo que Siddartha. O que incluso el pipal de Bodhgaya a cuya sombra se sentó en el momento de su iluminación, brotó ese mismo día. Maya murió a los ocho días de dar a luz, y fue su hermana Gotami la que cuidó al futuro Buda. Lumbini, por cierto, recibió ese nombre
en honor a la madre de Maya.
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El emperador Ashoka es otro personaje fundamental en la historia del budismo.Su reinado se extendió entre los años 273 y 236 a.C.. Desde su reino original en el norte de La India fue conquistando y anexionando los otros pequeños reinos locales, llegando a formar un imperio, el Maurya, que abarcaba prácticamente toda La India (excepto una pequeña zona al sur, de estados vasallos) y la actual Afganistán. Quiere la tradición que tras conquistar el reino de Kalinga (costa oriental), lo que supuso más de cien mil muertos, al pasear Ashoka por el reino y comprobar la destrucción causada, se sumió en una profunda tristeza.
No está claro si Ashoka, tras el arrepentimiento debido a esta masacre se convirtió o no al budismo, pese a lo que aseguran, «barriendo para casa», los budistas. Pero sí es cierto que, casi 300 años tras el nacimiento de Buda, comenzó un periodo de protección a la filosofía vital de los monjes que fue encontrando, y que se reflejó en la construcción de templos y en la erección de muchas columnas, entre ellas la de Lumbini, en la que se puede leer en brahmi  (escritura utilizada para escribir el sánscrito y el prákrito) la siguiente inscripción: En este lugar nació el Buda. Aquí vió la luz el Iluminado…
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Lumbini es un lugar tranquilo. Unos sencillos jardines, una piscina (donde la tradición quiere que se bañó al Buda recién nacido), el pipal  sagrado rodeado de banderas de oración, varios monasterios tibetanos y dos nepalíes. El lugar del nacimiento de Siddartha se encuentra hoy protegido por una pequeña construcción. Pero la memoria del lugar no hubiera sido posible si el emperador Ashoka no hubiera peregrinado, a los 20 años de su reinado, para visitar los lugares relacionados con la vida del Buda y el lugar de su nacimiento, erigiendo stupas y la columna que ya mencioné.
Gracias a estas edificaciones y varios siglos después, los peregrinos chinos Fa-hien (siglo V) y, sobre todo, Hsuan-tsang (603-664), a los que habría que añadir el historiador tibetano Taranatha (siglo XVI), pudieron identificar y señalar en sus libros de peregrinaje por La India, todos los lugares relacionados con el Buda. Gracias a los testimonios de todos ellos, los arqueólogos británicos pudieron, a finales del siglo XIX, llevar a cabo excavaciones para localizarlos. Pero sin los pilares de Ashoka, probablemente no tendríamos hoy ni tan siquiera la ubicación exacta de dichos lugares, desvanecidos en el olvido a partir del siglo XII, a causa de la destrucción causada por las invasiones islámicas en el norte de La India.
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Entrando en La India. «Bad people, dangerous» y la estación de Patna
 
Si el pequeño recorrido entre el aeropuerto Gautama Buddha, de Nepal, y la ciudad de Bhairawa, cerca de Lumbini, ya nos dió idea de lo caótico que podía ser el tráfico, aún nos faltaba conocer lo peor. Más coches, más carros, autobusitos «petaos» de gente, inexistencia de semáforos o las inevitables vacas cruzándose por las calles…Cruzamos la frontera entre Nepal y La India, una imagen que me recordaba a la de las ciudades marroquíes de Castillejos o Nador, con muchos coches parados esperando quizá algo, y mucha más gente parada en grupos, esperando más de lo mismo.
Íbamos ya como pasajeros de varios coches, tres ocupantes de media, y ahí entendimos por qué van todos con los espejos retrovisores plegados: para poder pasar mejor entre semejante caos. Los espejos no eran necesarios, los pitidos contínuos ya avisaban de los movimientos de los demás coches. Así, atravesamos fiados a la indudable pericia del conductor la primera ciudad que nos recibió: Rayput. Nuestro siguiente destino era Kushinagar, donde nos esperaba la visita a la gran figura yacente del Buda, no dormido aunque lo pareciese, sino donde alcanzó el estado de nirvana.
Muy cerca de allí, la stupa más antigua: Rhamabar, irregular, muy grande, de ladrillo cocido, sin la típica estructura que desarrollarían más adelante, con su base cuadrada, su cúpula y su pináculo. Ésta parecía un simple amontonamiento de adobes, pero la veneración popular se reflejaba en los numerosos pequeños panes de oro, adheridos a los ladrillos en la zona más baja, y en los grupos de monjes budistas que la circunvalaban mientras rezaban. Esta forma irregular y semidesmoronada me evocó a la antigua pirámide escalonada de Sakara en Egipto, mucho más antigua que las que se hicieron famosas de Keops, Kefré y Micerinos.
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            Gloria impartiéndonos una sesión de yoga junto a la stupa de Rhamabar
Continuamos el camino por las saturadas carreteras para tener nuestro primer encuentro con el Ganges, con Ma Gangá, la «Madre Ganges» (en La India los ríos son femeninos), a cuyas orillas se desarrolló la ciudad de Pataliputra, actual Patna, o Patná. Patna es la capital del estado de Bihar. Pagamos el peaje por el cruce de estados (1.800 rupias, el equivalente a unos 15€) en el puente de acceso a Patna. Mala fama debe de tener Bihar en el resto de La India porque nuestro conductor, Bablú ( a partir de entonces rebautizado como «Pablo») nos dijo, torciendo un poco la cara: bad people, dangerous…(«mala gente, peligrosos«)…aunque, protegidos por el grupo como íbamos, no tuvimos ninguna mala experiencia que contar.
Pataliputra fue fundada en el siglo V a.C., en tiempos de Buda. La tradición budista dice que fue el propio Buda el fundador. El hecho es que su estratégica ubicación, en un cruce de caminos y a orillas del Ganges, la hizo especialmente importante para el comercio. De hecho el emperador Ashoka la convirtió en la capital de su imperio Maurya. Actualmente Patna es una gran ciudad. Nos alojamos en el hotel Maurya Patna, de muy buena calidad y donde me volví a encontrar con una enorme cama (para mí sólo) de 2×2. Tras darnos una vueltecita por las tiendas cercanas, de cenar y de tener una sesión de yoga impartida por Gloria, cuatro de nosotros decidimos dar un paseo nocturno, despreciando el aviso de bad people que nos hizo nuestro «Pablo».
Ya había oscurecido. Me sorprendió ver en cada cuneta, en cada acera, oscuras figuras tendidas en el suelo: hindúes pobres durmiendo, tapados con su mantón. Tras el caos del tráfico de media hora antes, se podía disfrutar de la tranquilidad de las calles vacías. Ramón, uno de los componentes del grupo y con estancias previas en La India, nos propuso como visita típica acercarnos hasta la estación de tren. Callejeamos y medio nos perdimos por las calles oscuras, dándonos tiempo a tomar un «chai», el te de aquí, que cuecen en la calle en hornos pequeños, aderezado con leche y varias especias entre las que sólo reconocí el cardamomo. Por fin, llegamos a la estación.
La India, no hace falta decirlo, es un país enorme. Una de las contribuciones que hicieron los británicos a partir del año 1.852 fue una extensa red de ferrocarriles (una de las mayores del mundo, dicho sea de paso) que cubre todo el territorio, facilitando a la población los desplazamientos. Para nosotros, los occidentales, puede resultar un poco caótico, y aunque últimamente se van informatizando el conseguir billete no carece de complicaciones. Además del trayecto, el precio varía según en qué clase queramos viajar, si lo compramos en la estación o por ordenador, si el tren es de los rápidos o los menos rápidos y cosas así.
No obstante, una vez conseguido el billete, quizá nos toque darnos prisa para ocupar los asientos, no sea que una vez en el vagón, nos encontremos allí instalados una familia, y haya que discutir durante un buen rato…Aunque las imágenes de trenes abarrotados, con gente amontonada incluso en el techo de los vagones, ya no es tan usual, no era raro ver cruzar trenes con los pasajeros colgados de las puertas. Y como, además, muchos trenes atraviesan las estaciones sin parar y a toda leche, los accidentes son frecuentes: se calcula en aproximadamente 25.000 las víctimas anuales debidas a atropellos.
Llegamos a la estación de Patna ya tarde, eran más de las doce de la noche. Una multitud de gente esperando. Muchos, sentados en corros en el suelo o dormitando arrimados a las paredes o tumbados en medio del andén, esperando sin duda algún tren que quizá pasaría a las cuatro o las cinco de la mañana. Todos mirando con curiosidad a aquellos cuatro blancos: ¿qué se les habría perdido allí, a aquellas horas?… Como era de esperar, se nos arrimó un espontáneo, un hombre ya maduro de pelo blanco y unos ojos que recuerdo como vivísimos, de profunda mirada, preguntándonos cosas (no dejo de sospechar si no sería por vacilar o matar su aburrimiento) sobre la Biblia, sobre las «Joyas del Corazón» y similares, formándose inmediatamente un corrillo a nuestro alrededor. Hubiera hecho fotos muy interesantes, pero me corté, aunque en ningún caso me pareció ver entre aquella multitud dangerous people. Creo que aquello fue, ante todo, una experiencia.
Los baños termales de Ragjir y El Pico del Buitre
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Como visita curiosa, nos dirigimos a los baños termales de Ragjir. Gran estructura de piedra, con varios niveles y, descendiendo un tramo de escalones, las piscinas. Pero antes de llegar y por el camino de entrada, un largo surtido de mendigos: ciegos, lisiados, viejos… a ambos lados extendiendo la mano y soltando letanías con tono lastimero. Por fuera, los vendedores con sus puestos en el suelo Ya dentro de las instalaciones una multitud de hombres y mujeres disponiéndose al baño. Nos hubiéramos metido en las aguas termales pero desde lo alto de la escalinata nos disuadió, sobre todo, la multitud que abarrotaba las piscinas, ¡no cabía una mosca!.
No obstante y en la parte superior un santón con cara de mafioso, viendo la ocasión de conseguir unas rupias ante nuestro inequívoco aspecto de turistas occidentales, me bautizó casi a la fuerza echándome agua en la cabeza con una jarrita recitando el «mantra del refugio». Nada es gratis y menos en La India, y menos aún los «servicios» de los santones (bueno, en el cristianismo también te cobran las misas y los sacramentos, hay que sustentar a los hombres que venden la fe). Le ofrecí 10 rupias (=0’12€) y se alejó maldiciéndome, con sus 10 rupias en la mano y su peor cara de mafioso…
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                                     …¡corre, corre caaaballitooo!…
Desde que dejamos Nepal el recorrido había transcurrido por un paisaje bastante llano. En esta zona ya vimos montañas y, por primera vez, caballos. De hecho para volver al hotel tres de nosotros decidimos prescindir del coche y volver alquilando una calesita, muy adornada. Y muy contentos, cantando aquel tema que popularizó Marisol en nuestra infancia de ¡corre, corre caaaaballitoooo!… hicimos nuestra entrada triunfal, aunque el cochero demostró su respeto y al principio se negaba a meter la calesita en el hotel. Tras la comida, nuestro guía, Jose Ramón nos ofreció otra charla con las que nos iban ilustrando (tanto él como Gloria) a los no-iniciados sobre facetas del budismo.
Una religión tan compleja ofrece muchos principios, así como algunas de sus variedades, que pueden resultar a veces dificultosas para los occidentales, pero estas charlas nos ayudaban (a mí, al menos) a aclarar conceptos que en la lejana Europa se mostraban confusos o desvirtuados como, por ejemplo, el tantrismo, asociados en Occidente al sexo, sin más. Por supuesto, encierra mucho más que el mero control del cuerpo. Tras la charla de Jose Ramón y una sesión de yoga por parte de nuestra profe Gloria, partimos por la tarde (esta vez en coche y sin calesita) a Gridhkutta, al santuario budista conocido como «El pico del buitre».
Cuenta la tradición budista que en Gridhkutta, a los 16 años de su iluminación, y acompañado de un numerosos grupo de varios miles de monjes y seguidores, enseñó la conocida como Perfección de la Sabiduría Trascendental, también conocida en el budismo como el Segundo Giro de la Rueda del Dharma…Como podéis ir viendo, la terminología del budismo es densa, plagada de conceptos, a cada cual más elaborado.
Cuenta también la tradición, aunque creo que aquí entra la leyenda, que Buda domesticó un elefante salvaje que el rey de la zona lanzó contra él y que, por supuesto, se rindió a sus pies. Sea como sea, el hecho es que 500 de sus más fieles seguidores, tras la muerte de Buda, se reunieron en una localidad próxima para recopilar, de memoria, todas aquellas enseñanzas que el Buda fue diciéndoles a lo largo de sus años de predicación, constituyendo un «corpus» y que hubo que organizar bajo esa terminología a veces abstrusa que iremos viendo, como la ya citada de la «Perfección de la Sabiduría Trascendental» o «Segundo Giro de la Rueda del Dharma», términos que, al parecer, el Buda nunca empleó. Podemos compararlo un poco, en la tradición cristiana, con lo que supuestamente dijo Jesucristo (que nunca escribíó nada) en arameo a sus discípulos, que se transmitíó inicialmente de forma verbal -con todas las trampas que puede tender la memoria-, y que se fue plasmando muchos años después ya bajo el epígrafe de «parábolas» o «sermones» en los Evangelios (del griego: «el buen mensaje»).
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                                  …con dinero japonés…y se nota el toque kitsch
Pero íbamos al «Pico del Buitre». Se trata de un santuario, edificado con dinero japonés, en lo alto de una empinada montaña a la que se puede acceder gracias a un teleférico. En lo alto, además de la inevitable nube de niños, mendigos y vendedores, una gran stupa domina el paisaje, conocida como la Stupa del Corazón. Unos pórticos de estilo japonés se abren hacia el horizonte de montañas arboladas. Desde el interior de un templo sintoísta pudimos escuchar un rítmico golpear de tambor que dominaba todo el contorno. Entramos, y vimos dos monjes que se iban turnando, a un ritmo de 40 golpes por minuto, aunque los monjes no estaban distraídos en su tarea sino muy atentos al movimiento a su alrededor, dándonos incluso unos pequeños dulces, como bolitas de anís, como deseo para una larga vida.
Creo recordar que hicimos el camino de vuelta ya descendiendo por el camino, entre los árboles. En alguno de los recodos, grupos de monos langures -más grandes y estilizados que los ubícuos macacos- estaban al quite, como los mendigos humanos, pidiendo comida, pero había que tener cuidado. Ágilísimos y de fuertes manos, como te descuidases te podían quitar la cámara mientras les enfocabas y salir corriendo con ella, lo mismo que los famosos y típicos monos de Gibraltar. Se ve que los monos no han sabido aprovechar las enseñanzas del Buda.
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La Universidad de Nalanda
Aún viendo sus restos, Nalanda impresiona. Las excavaciones continúan, y pudimos recorrer parte de sus muros, corredores, habitaciones, escalinatas y dependencias (como, por ejemplo, los servicios) para hacernos sólo una pequeña idea de lo que debíó ser aquello. Situada a unos 90 km. al sudeste de la ciudad de Patna, albergó a una de las universidades más grandes que en el mundo han existido. Hoy día las ruinas visibles ocupan una extensión de unas 14 Hectáreas (unos 150.000 m2), pero según los testimonios de uno de sus estudiantes, el chino Xuanzang (602-644), pudo ser diez veces mayor. En su momento de mayor esplendor albergó a unos 10.000 estudiantes y a unos 2.000 profesores. Las primeras menciones «oficiales» ya la sitúan en el Siglo III de nuestra era, pero hay menciones desde el Siglo V a.C. Incluso se dice que Buda la visitó varias veces. El emperador Ashoka en el año 250 a.C. mandó edificar la gran stupa de Shariputra, todavía visible.
Grupo en Nalanda
De Nalanda irradió el budismo a toda Asia, y de hecho muchos estudiantes provenían desde Turquía hasta Japón, pasando por Persia, Tibet, China o Indonesia. Budismos como el Vayraiana (el mayoritario en Tíbet) u otras formas como el Mahayana o el Theravada, tuvieron su origen aquí. Pero no sólo se estudió budismo en Nalanda. Otros estudios como astronomía, medicina (ayurvédica, acupuntura), filosofía, sánscrito o herboristería, alquimia y otras ciencias tuvieron cabida en Nalanda. Todo este saber se contenía en la gran biblioteca. Algunos optimistas la cifran en varios millones de libros, aunque otros cálculos más realistas la cifran en «sólo» varios cientos de miles. Así, la biblioteca mereció el nombre de Dharma Gunj (Montaña de la Verdad) o de Dharmaganja (Tesoro de la Verdad).
El historiador persa Minhaj-i-Sirai narró en su libro Tabaqat-i Nasiri la destrucción de Nalanda por parte del general turco Bakhitayar Khilji, en el año de 1.193. Los musulmanes, en su conquista del norte de La India, arrasaron templos, asesinaron miles de monjes, y Nalanda no se libró de la destrucción, con más motivo porque sus libros, como los integristas musulmanes siempre aducen, si repiten lo que ya dijo Alá, son inútiles y por tanto eliminables, y si lo contradicen son heréticos y, por tanto, destruibles.
Aunque la destrucción de bibliotecas no sea patrimonio de musulmanes: la quema de la de Alejandría por los primeros cristianos (unos auténticos «integristas»), la de la Córdoba califal o la quema de libros «desviados» por los nazis, son sólo otros ejemplos. La biblioteca de Nalanda ardíó durante meses, y las negras columnas de humo pudieron testimoniar su destrucción. Afortunadamente muchos libros habían sido copiados, y aquellos alumnos extranjeros como Xuanzang que regresaron a sus hogares portando copias pudieron salvaguardar una pequeña parte de aquella inmensa cultura. Para aquel momento el budismo estaba en retroceso en toda La India, de forma que aquellos libros salvados constituyeron las pequeñas semillas del budismo en otros países.
 
Bodhgaya, donde Siddartha se transformó en el Buddha 
Arboles singulares. Joven monje
 
                                                           Joven novicio, en Bodgaya
Me vais a permitir que para ilustrar lo que es la ciudad de Bodhgaya, haga un corta-pega y ponga aquí el capítulo correspondiente al pipal de Bodhgaya, que forma parte de la entrada Árboles míticos, dentro de mi blog DersuLee, aunque intercalaré alguna cosilla correspondiente al viaje.
«Bodhgaya es una población situada en el estado de Bihar, al norte de La India, de unos 40.000 habitantes. Cuando tuve la oportunidad de estar allí me recordó a Compostela. Multitud de templos de todo el orbe budista se elevan allí, como homenaje a las diferentes comunidades budistas de toda Asia: no sólo hindúes, sino también de Birmania, de Sikkim, Buthan, China (en forma de pagoda), Japón (con su arquitectura tradicional nipona), Tailandia, Ceilán, o tibetanos, de los que hay dos. Y rodeando los templos, multitud de devotos budistas, cada cual con su impedimenta característica (de blanco los tailandeses, de rojo los tibetanos, de amarillo los japoneses…), peregrinos todos ellos a la llamada de su fe. Sentados en grupos grandes, rezando y leyendo en sus libros apaisados las oraciones en sánscrito. Casi todos rodeando el árbol.
Arboles singulares. Monjes rezando
Lo de Compostela no es casualidad. De sobra conocemos en España la importancia que el Camino de Santiago y lo que significó a lo largo de los siglos despertó en toda Europa, la atracción a millones de peregrinos. Entre nosotros quizá lo tenemos ya «tan visto» que no le concedemos la importancia debida, aunque la siga teniendo. Tuve también ocasión de «caminar» hacia Compostela en un par de ocasiones de grato recuerdo, una de ellas con un amigo alemán para los que ir a Compostela es todo un prestigio, encontrándonos en el recorrido gentes de todos los pelajes: desde gente «normal» de diversos países hasta grupos de religiosos italianos o franceses, de familias al completo a solitarios peregrinos, desde chavales con ganas de ejercicio hasta monjes «zen»… Yo no lo ví, pero me contaron de un japonés vestido de samurai que hacía el camino (mejor: el Camino) con su escudero, callados, serios y formales ambos.
Estando en Bodhgaya y callejeando por la ciudad se nos acercaron un par de chavales -quince años, puntualizaron- de allá con ganas de «pegar la hebra», por practicar inglés, dijeron (cierto es que no nos pidieron ni una rupia, como sospechamos inicialmente). Al preguntarme mi nombre y decirles: Santiago, uno de ellos, Nadim, abrió unos ojos como platos: ¿¡Santiago…Santiago de Compostela!?… Al parecer había leído la novela titulada El peregrino, del escritor Claudio Coelho, y para él Compostela era una localidad mítica, no pensaba que fuese real. A mi regreso tuve el placer de enviarle a la dirección que me proporcionó varios libros llenos de imágenes de España, entre ellas las de la catedral de Santiago de Compostela, para que le pusiese «cara» a lo que él pensaba hasta entonces que era sólo un mito.
Su compañero en un aparte me dijo que Nadim era estudiante, de familia humilde, que quería ser médico en un futuro, pero que ahora estudiaba física, química, biología, sánscrito y hasta diez asignaturas más. De hecho uno de nuestros colegas, que llevaba una camiseta con una frase en sánscrito, al pedirle que la leyera lo tradujo de un tirón. Aunque, insisto, no nos pidió nada, tuve el placer, además de enviarle los libros desde España, de darle discretamente un billete de 50 rupias, que me agradeció con una sonrisa tímida. Chico majo, espero que le vaya bien.
Como Compostela alrededor de la catedral, Bodhgaya ha crecido alrededor de un árbol, lo que se conoce como un pipal, para los botánicos Ficus religiosa, bajo el que, y según la tradición budista, el príncipe Siddharta alcanzó la iluminación. Los pipales son grandes árboles que podemos ver en toda La India. Al igual que las «olmas» en casi cada plaza de los pueblos de Castilla prestan su sombra a los lugareños (aunque muchas se hayan secado víctimas de una enfermedad, la grafiosis), los pipales crecen en la plaza central de miles de aldeas de toda La India, sirviendo de punto de reunión a los vecinos para dirimir sus problemas. El género Ficus al que pertenece el pipal engloba unas 900 especies en climas templados y tropicales. El más conocido por nosotros es la higuera (Ficus carica), pero también otros como el árbol del caucho (Ficus elastica) y otros usados como plantas decorativas, tales como el Ficus benjamina, el Ficus retusa y otras más.
Arboles singulares. Pipal de Bodhgaya
                                        El pipal de Bodhgaya
El budismo es una religión característica. Para empezar, se define como religión sin dios. Más que religión, es una filosofía de la vida. No conocen la noción de «guerra santa», que tantos millones de muertos han cobrado a lo largo de la historia las religiones monoteístas, celosas de su monopolio. Tampoco concibe la conversión forzada, ni tan siquiera la herejía como algo pernicioso. Sería tema prolijo detallar sus principios y variantes, que excederían ampliamente al tema de esta entrada, pero en esencia propugna la compasión, el huir de las pasiones excesivas y el buscar la paz interior. Con semejante filosofía, no es raro que el budismo se extendiese por toda Asia, donde se calculan unos 379 millones de seguidores, repartidos en las 14 ramas o escuelas budistas, y que a su  ideario pacifista se adhiriesen en nuestro mundo occidental unos 6 millones de adeptos, ávidos de misticismo, de los que más de 3 viven en los Estados Unidos. A muchos de estos budistas occidentales los podemos ver, también, rezando alrededor del sagrado pipal de Bodhgaya.
Si queremos profundizar en el budismo podemos sentirnos bastante confusos. A su alrededor se ha tejido una complicada red de mitos y leyendas fundacionales, tradiciones y definiciones de conceptos bastante metafísicos, adobados además con lo que, para nosotros, occidentales, supone la gran cantidad de términos en sánscrito: dharma, shanga, samatha, vipassana, samadhi, jhanas, prajna, avidya, duhkha, samsara…y muchas más¡Ojo!, no son meras palabras: cada una de ellas define conceptos muy concretos. Hasta tal punto han invadido en parte a Occidente que algunas de ellas como karma nirvana han sido ya asimiladas (la última, incluso dando nombre a un famoso grupo de rock).
Será más simple entender el origen del budismo si consideramos que en el siglo V a.C. nació un tal Siddharta Gautama en Lumbini, en la frontera de lo que ahora son Nepal y La India. Siddharta era el príncipe del reino de Sakia (que me perdonen los budistas si se me escapa algún error), perteneciente a la segunda casta hindú, la de los chatrias: la de los guerreros y nobles (por encima estaban los brahmanes). Cuenta la tradición budista que a los 29 años el mimado y protegido Siddharta descubrió por azar la enfermedad, la decrepitud y la muerte, lo que provocó que se marchase del palacio y de la vida noble a la que estaba destinado (lo que se conoce como La Gran Renuncia) y hasta los 80 años se consagró a la pobreza, a la abstinencia, a la predicación y a difundir su mensaje por el norte de La India.
Quizá no hubiera pasado del anonimato de ser un predicador más, si no fuera porque doscientos años más tarde el gran rey Asoka descubriese el budismo y se convirtiera en su principal difusor. Asoka construyó el imperio Maurya, conquistando casi toda La India y los actuales Pakistán y parte de Afganistán. Dice la tradición, y me ciño a ella, que tras masacrar el estado de Kalinga, conmovido por la destrucción, se convirtió al budismo. Hay historiadores que sostienen que Asoka descubrió en esta nueva creencia una religión que diese cohesión a su imperio. Puede ser, no sería el primer caso. Sea como sea, Asoka fue el verdadero expansor del budismo en La India y que gracias a él fuese extendiéndose, poco a poco, por Tíbet, Mongolia, China, el Lejano Oriente y llegando hasta Japón. Pero volvamos a Siddharta y al árbol pipal.
Continuando con lo que la tradición nos cuenta, y tras un periodo de vagar de aquí para allá y de un periodo de extrema ascesis en el que estuvo a punto de dejarse morir de hambre, Siddharta decidió que necesitaba, más que aclarar sus ideas, alcanzar la iluminación. Llegando a un lugar (que más tarde se llamaría Bodhgaya) se sentó al pie de un alto pipal durante tres días con sus noches, dispuesto a no moverse hasta no alcanzar el conocimiento. Durante la primera noche (sigo con lo que nos cuenta la tradición) logró el conocimiento de sus existencias anteriores. Durante la segunda noche, alcanzó el conocimiento de ver seres morir y renacer de acuerdo a la naturaleza de sus acciones.
Durante la tercera noche purificó su mente, consiguiendo el conocimiento de las Cuatro Verdades. Aún tuvo una última prueba: se presentó Mara, personificación del demonio o de la tendencia a la maldad, con una serie de tentaciones. Pero, al igual que las cristianas tentaciones de San Antonio, Siddharta resistió, logrando ser libre del aferramiento a las pasiones alcanzando, por fin, la Iluminación, y estando ya preparado para predicar la verdad. En aquel momento dejó de ser Siddharta para ser el Buda = el Iluminado.
Bodghaya, ya lo he comentando, es el principal centro de peregrinación de los budistas del mundo. Aunque la ciudad ha ido creciendo con sus tiendas y sus barriadas, el verdadero centro es un conjunto abarrotado de templos de diferentes estilos, según la procedencia de sus fieles. Y en medio de todos ellos, el pipal. Bendecido por ser aquel bajo cuyas frondosas ramas Siddharta alcanzó la Iluminación y, al igual que éste pasó a ser denominado el Buda, el pipal pasó a ser llamado el Bohdi. Y como no podía ser menos en una religión como la budista, donde a todo se le pone nombre, éste tiene el suyo propio: Siri Maha Bohdi, que me atrevo a traducir como algo así: el Gran Bohdi Sagrado. Los budistas lo consideran descendiente del árbol bohdi original.
Pero este Siri Maha Bohdi tiene un competidor, y más viejo: el llamado Jaya Siri Maha Bodhi. Un pipal (no muy grande) presente en los jardines de Mahamewna, en la localidad de Anuradhapura, situada al norte de la isla de Ceilán, actual Sri Lanka. Se considera al bohdi cingalés el árbol plantado por humanos más antiguo del mundo, con fecha conocida: el año 288 a.C. Fue traído como plantón por la princesa Sangamitta Theri, hija de aquel emperador Asoka que expandió el budismo por La India. Aunque Ceilán no estaba bajo su dominio directo si gozaba de protección como reino vasallo y, muy pronto, abrazó la fe budista de la que es uno de sus bastiones. El árbol, como es de suponer, goza de enorme respeto y adoración por parte de todos los cingaleses que acuden a él en peregrinación. De hecho, y a lo largo de su historia, se fue rodeando de rejas doradas y de empalizadas, algunas con la intención de protegerle contra los elefantes salvajes. Los cingaleses afirman que es la «rama derecha» (la rama sur) del árbol bodhi «original», el de Bodhgaya. Actualmente y desde el año 2.014 el gobierno de Sri Lanka ha prohibido cualquier construcción a menos de 500 metros a su alrededor, para evitar cualquier molestia al venerable Jaya Siri Maha Bodhi.
«Nuestro» bodhi, el de Bodhgaya, es un enorme y frondoso árbol, de gruesas ramas, protegido por empalizadas y adornado con las multicolores banderas de oración con que los budistas adornan sus stupas, y bajo el que se agolpan los fieles rezando en voz alta día y noche, muy serios como corresponde, sus apaisados libros de oración. Tras la invasión musulmana de La India, los templos fueron destruídos aunque el árbol afortunadamente resistió. El mayor templo hoy día es el de Mahabodhi, construído en su momento al parecer por el emperador Asoka, y reconstruído en el siglo XIX por Sir Alexander Cunningham, arqueólogo de la Sociedad Arqueológica Británica. El segundo en ser construído (o reconstruído) lo fue por monjes budistas procedentes de Ceilán…se ve que hay cierto «pique», como pasa con ambos Siri Maha Bohdi.
Dice la tradición que el rey Asoka peregrinaba todos los años durante el mes de kattika al árbol Bodhi para rendirle homenaje, pagando festivales en su honor que duraban varios días. Continúa diciendo la tradición, según narra el capítulo 17 del Maja-Vamsa (en pali: «el gran linaje»), que la mujer del emperador, Tissarakkha, celosa de las atenciones que su marido prestaba al árbol, lo hizo matar clavándole espinas de mandu en el año 250 a.C. En su lugar se plantó un vástago que es el que vive en la actualidadSi hacemos caso a las fechas, el de Ceilán sería 38 años más viejo»….
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Vuelvo a la narración de mi viaje. En Bodhgaya, como dije, hay multitud de templos a cuyo alrededor se concentran los fieles y en los que oímos tambores y cantos de oración. Incluso podemos oír, al atardecer, la llamada a la oración de un muezín desde el minarete de una mezquita no lejana. Pero el más venerado es la stupa Mahabodhi, literalmente del Gran Despertar, o de la Gran Iluminación, con 55 metros de altura y de la que ya he contado que fue mandada construir por Ashoka, Paseando alrededor de la stupa Mahabodhi o del gran pipal sagrado, podemos encontrar no sólo los grandes grupos de budistas, sino multitud de fieles solitarios, rezando frente a las numerosas imágenes de Buda que salpican el recinto. Una de ellas y muy venerada, en una de las fachadas de Mahabodhi, es precisamente una imagen de Buda en meditación mirando al árbol sagrado. Bodhgaya es pintoresco, es monumental, es multicolor, pero sobre todo es un lugar tremendamente cargado de espiritualidad.
Benarés 
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Localicé a una amiga de San Lorenzo que vive en Benarés seis meses al año, Begoña, todo un personaje. Ataviada siempre con su sari y con su bindi (el puntito rojo en la frente). Si con ese atavío en San Lorenzo llamaba y llama la atención, en Benarés no es que pasase desapercibida (un «guiri» siempre será reconocible, como un sueco para nosotros, aunque se vista de torero), pero forma parte del paisaje. Lleva años yendo y viniendo, pasando los meses fríos en La India. Como ella dice, «como las cigüeñas», le sale más barato vivir allí que pagar la calefacción en España. Domina el hindi, estudia canto y sittar, y está muy integrada en cofradías de músicos tradicionales.
Begoña nos sirvió de guía en Benarés, llevándonos a tiendas que conocía de fiar, para la inevitable compra de saris y de pashminas, donde las chicas se volvían locas revolviendo aquello, aunque por mi parte le compré a mi hija un precioso sari de seda roja. Y como lugar destacado, la librería Índica Books, fundada por Álvaro Enterría. Álvaro era bibliotecario en Madrid, pero descubríó La India en 1.981 y le enganchó. Fundó Índica con un socio hindú (las normas legales en La India son muy proteccionistas con todo lo suyo) y de hecho acabó casándose -con una hindú con la que tiene dos hijos- y allí sigue. La librería está en el centro, muy cerca del Ganges, sus fondos son abundantes, con muchos libros en castellano de los que compré varios, e incluso tiene objetos a la venta de la artesanía hindú, figuras de hierro y bronce de deidades y guerreros. Toda una institución.
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Benarés es una ciudad que me impactó mucho, posiblemente lo que más me gustó de todo lo que vimos. Me hubiese quedado unos días más, y envidié a Begoña, pero estaba sujeto al viaje y debí conformarme con un par de días. Me vais a permitir intercalar otra vez una entrada de mi blog DersuLee, esta vez la titulada Picnic en el Ganges, donde vuelco algo de información sobre la ciudad (y alguna foto):
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 «No, ni soy Pocholo ni estoy en Ibiza. Soy yo otra vez, pero esta vez ya no estoy dentro del río, dispuesto a bautizarme por el rito hinduísta, antes del amanecer y bajo las bendiciones de un brahman (que cobrará la «voluntad» por sus rezos), con mi  dothi, mi taparrabos reglamentario, sino fuera del agua, de picnic en una barca… Los barqueros nos decían que jamás vieron nada igual, ¡un picnic en el río!, ganándome el título de Santi Sahib, tomándome un té en su cuenquito de barro secado al sol que, en cuanto vacíe, tiraré al agua para que la arcilla vuelva a ella, sobre Ma Gangá, la Madre Ganges (en la India, los ríos son femeninos).

Al fondo, Kashi (=la luminosa, del sánscrito «kash«: luz) o Varanasi (entre los ríos Varuna y Assi), a la que los británicos, incapaces de pronunciar el nombre, rebautizaron como Benarés.   Una de las siete ciudades santas de La India (Ayodhya, Mathura, Hardwar, Kashi, Ujjain, Dwarka y Kanchi) y, de entre ellas, la más sagrada. La protegida de Shiva, sobre cuyo tridente descansa, y representada en la media luna enganchada en su cabellera. La media luna que forma el Ganges fluyendo, el único tramo en el río, de sur a norte, hacia los Himalayas, morada del «Señor de las Montañas», dejando en la orilla izquierda a Benarés y a su derecha la «paramita» (=en sánscrito, la otra orilla), impura y por tanto, deshabitada: aquel que muera allí, se transmigrará, retrocediendo, en perro, cerdo, u otro animal impuro.

 Por el contrario, el que muere en Kashi, la ciudad protegida por Shiva, escuchará de éste, en un susurro al oído, un «taraka mantra» (=oración de tránsito), un mantra de conocimiento que le convertirá a su vez en la Conciencia Absoluta. Morir en Kashi es un privilegio para los hinduístas, porque simboliza la aspiración del hombre a la trascendencia, la «moksha«, la luz interior del espíritu.   Shiva no sólo se ocupa de los muertos. Encargó a su mujer, Parvati, bajo su forma de Annapurna («la que da de comer») la manutención de los más necesitados de Kash: viudas, huérfanos, leprosos, mendigos… por mediación de cofradías especializadas en ayudar a los desvalidos. Bajo su advocación se reparte comida, mantas y ropa a diario.

Para los que no han podido morir aquí, aún les queda una solución: ser incinerados. Los parientes del difunto los traen de lejos, amortajados, en las bacas de los coches y bajo los asientos de los trenes. Si en toda la India los «smashana«, los lugares de cremación, son impuros y alejados, atendidos por los «dom«, la casta de los intocables, en Kashi son sitios puros, a la vista de todos. Porque aquí, no lo olvidemos, Shiva les musitará al oído el taraka mantra dándoles la salvación. En cualquier momento se puede uno tropezar con un grupo de porteadores llevando sobre angarillas un cadaver cubierto con tela mientras van repitiendo: «Ram, ram satya he!«= el nombre de Dios es la verdad.                    

Tras de mí, en la barca, se puede ver el Ghat (la escalinata) de Manikarnika = «donde cayó el aro»… Se refiere al pendiente que perdió Shiva en su danza sobre el pozo sagrado que abrió Vishnu con su disco (el que gira en su índice) y que después llenó con su sudor al meditar, lleno de concentración, durante 7.000 años (no lo digo yo, lo dice la tradición hinduísta). El entusiasmo de Shiva al ver el esfuerzo de Vishnú le llevó a bailar, se le desprendió el aro…y ahí empezó todo.

Subiendo las escalinatas del Ghat  hay un estanque sagrado, el que se supone llenó Vishnú con su sudor, el «Cakra-Puskarini Kunda» (Estanque del Círculo de Loto), y entre el estanque y las escalinatas, sobre una losa de marmol está el «Karana Paduka«: las simbólicas y santas huellas de los pies de Vishnú, donde se supone estuvo los 7.000 años de meditación y penitencia. En Benarés se dice que estas huellas son»el lugar más santo de la ciudad sagrada».

Manikarnika Ghat es el principal de los «pànch jala tirthas» (=los cinco lugares sagrados de la ribera;»tirthas«, en sanscrito=vados), los más sagrados entre los muchos de la ciudad, y es el principal lugar de cremación de Benarés y de toda la India, por lo que también se le conoce como Mahasmashana (=grandiosa tierra de cremación). Allí incineran a los muertos día y noche sin parar, en piras que enciende el hijo mayor del difunto, previamente rapado allí mismo por los barberos, contemplando como el cuerpo material se descompone al separarse los cinco elementos de los que está formado.

Pero antes de la pira, el cadaver será purificado, tras el lavado ritual en la Madre Ganga, la que todo lo lava, la que arrastra todos los pecados, y donde millones de peregrinos acuden de toda la India para éso, para purificarse.  La Madre Ganga se encargará también de arrastrar, con su lentísima corriente, además de las «puyas» (las ofrendas de flores y velas en honor de Ma Gangá), los cuerpos de aquellos que, por puros, no necesitan ser incinerados: los recién nacidos, las embarazadas muertas antes de parir y los shadus o santones.

Yo no ví nada de ésto, pero sí vimos flotando algunas vacas muertas y saltar un par de delfines, que en el Ganges también los hay.   A mí Benarés me gustó mucho y me produjo honda impresión. Celebran festivales multitudinarios casi todas las noches a la orilla del río entre cánticos, hogueras y el sonido repetitivo y rítmico de las campanas. La noche que fuimos a bautizarnos, nos encontramos con comitivas de adoradores de los diferentes dioses del amplio panteón hindú que se dirigían, cantando, a los respectivos templos. Es una ciudad bulliciosa, repleta de tiendas (de saris, de joyas, de tankas o de comida) y de vacas que limpian las calles de basura. Una ciudad para pasearla con calma, con la mente abierta, con sensibilidad pero sin sensiblería (o sea, sin ñoñerías eurocentristas).

Para acabar, un fragmento del Khasi Kanda (33.10), dentro del Skanda Purana:

«El Ganges, Shiva y Khasi: donde esta Trinidad está vigilante no es un milagro que ahí se encuentre la gracia que le conduce a uno a la bienaventuranza perfecta».

 

Hasta aquí, la entrada del blog. Por nuestra parte, callejeamos mucho, entre la multitud que todo lo llena, el tráfico especialmente infernal por sus calles estrechas abarrotadas de coches, de puestos de verduras donde las vendedoras espantaban a las sempiternas vacas, y asomándonos a los ghats, a las escalinatas que bajan hasta el río, ghats a su vez nutridos de gente que se bañan en el Ganges para purificarse. Algunos venidos de muy lejos. Otros, habitantes de Benarés, que cada mañana bajan a darse un «bañito» apurando la bendición de Shiva hasta el último día de su vida.
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Tres de nosotros decidimos aprovechar un lugar tan especial y bautizarnos en el Ganges, antes del amanecer, como impone la tradición. Los dos varones (Ramón y yo) nos despojamos de las camisolas blancas y nos quedamos con nuestros dothis, el pañal consistente en una larga franja de tela blanca que se va enrrollando por la cintura y la entrepierna. Ella (Alicia) con su sari. Aunque llegamos de noche pudimos ver un par de procesiones de fieles que, a la carrera y recitando un mantra en el que escucho la palabra «Krishna», acompañados de músicos, con voces muy bien timbradas, entraban en alguno de los templos -los supongo abiertos 24 horas- de donde salía el resplandor de las velas en los altares. El mantra acaba con un grito al unísono tras el que todos levantan los brazos al cielo.
En la orilla ya hay algunas mujeres bañándose. Se nos acercó el santón de turno y sin pedirnos permiso nos pintó la frente y nos rezó unos responsos a cambio de unas rupias. Supongo que es el inevitable «peaje» religioso, pero tampoco me pareció mal: al fin y al cabo, íbamos a bautizarnos en la mismísima Madre Ganga. Tras los responsos y con la debida devoción nos metimos en el agua donde sumergimos tres veces la cabeza e hicimos un par de buches de agua. No puedo negar, pese a mi escepticismo para todas las cuestiones religiosas que, tras salir, me sentí espiritualmente muy bien, tranquilo, lleno de serenidad. Para un ateo como yo, no está mal. Poco a poco, había comenzado a clarear. Aún tuvimos tiempo para contratar una barca y darnos un tranquilo paseo por el río disfrutando de aquel momento de paz, mientras que desde la paramita, la orilla impura, comenzaba tímidamente a asomarse el sol.
A la vuelta del viaje y hablando con una amiga lo de las cremaciones a la orilla del Ganges, me dijo -entusiasmada- que un amigo suyo, fotógrafo, había hecho unas fotos de los crematorios. Pero, está prohibido hacer fotos allí, le comenté. Ya, las hizo desde una barca, y añadió: pero es que son «muy artísticas»… Es cierto que desde las barcas, nosotros y con disimulo hicimos alguna foto del espectáculo que suponen las enormes pilas de madera y las cremaciones, y es cierto que el tema nos resulta a los occidentales «muy exótico», pero no es menos cierto que, al fin y al cabo, se trata de funerales a los que los hindúes llevan a sus parientes, con toda la carga de dolor que ello supone y que, oficialmente, hacer fotos está prohibido. Sólo respondí a mi amiga: Imagínate que en el velatorio o el entierro de tus padres aparece un grupo de japoneses disparando fotos son parar, ante lo «exótico» que para ellos puede suponer…¿te gustaría?… No pudo contestarme nada.
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El Parque de los Ciervos, donde el Buddha dió su primera prédica
No he llegado a enterarme si Buda estuvo en Benarés. Al fin y al cabo era y sigue siendo un lugar sagrado de fortísima tradición hinduista, donde quizá el budismo no tenía nada que hacer. Recién llegados a Benarés había tanta niebla que decidimos visitar antes Sarnath, también conocido como «El Parque de los Ciervos». Se encuentra tan sólo a 12 km, así que nos acercamos en un momento. De los restos que quedaron tras la destrucción por los musulmanes, un pináculo construido por orden de Ashoka está coronado por las figuras de cuatro leones. Ese emblema forma parte hoy de la República de La India. El resto: pequeñas stupas y algunos templos que surgían por entre la niebla llenan el recinto, donde en algunos cercados pudimos ver a los ciervos que rodearon al Buda en su momento y que han dado nombre al parque. Siempre según la tradición budista, Sarnath fue el lugar elegido por Buda para dar su primer sermón. Tras alcanzar la iluminación bajo el pipal de Bodhgaya, Buda permanecíó cinco semanas en silencio, porque pensó que la verdad que había descubierto era demasiado profunda para poder ser enseñada.
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                                 Con mi amiga Palmira, entre la niebla de Sarnath
Como ya habréis comprobado, el budismo es una religión compleja, llena de términos, definiciones, figuras representativas, símbolos, divisiones y subdivisiones que intentan explicar y clasificar numerosos conceptos. No quisiera ponerme pesado pero, dado que el objetivo de este viaje era seguir los pasos de Buda, intentaré resumir de forma clara uno de los principios básicos del budismo, y que constituyó el objetivo del primer sermón de Buda en Sarnath a sus -todavía escasos- seguidores: las Cuatro Nobles Verdades:
-Dukha: toda existencia es insatisfactoria, el sufrimiento existe
-Samudaya: el sufrimiento tiene sus causas, y proviene del deseo, del apego y de la ignorancia (Los Tres Enemigos)
Nirodha: el sufrimiento puede ser vencido, es posible lograr el cese del sufrimiento
Magga: existe un camino para lograr el cese del sufrimiento, mediante el Noble Camino Óctuple, cuyos aspectos son:
   –pañña o sabiduría:
      -1/ comprensión correcta, o la recta opinión
      -2/ pensamiento correcto, o el recto propósito
      -3/ palabra correcta, o la recta palabra
   -s’ila o ética, moralidad:
      -4/ acción correcta, la recta conducta o la recta acción
      -5/ ocupación correcta, el recto sustento o los rectos medios de vida
    –samadhi o concentración:
      -6/ esfuerzo correcto, o el recto esfuerzo
      -7/ atención correcta, o la recta atención
      -8/ concentración correcta, o la recta concentración
Como supongo que entenderéis, ni me sabía estos principios ni mucho menos sus nombres en sánscrito: lo he copiado de las notas que fuí tomando de las charlas que nos dieron tanto Gloria como Jose Ramón durante el viaje. Lo bueno es que, dentro de su aparentemente complejidad, todos estos conceptos son perfectamente aplicables, no ya a una vida monástica, sino incluso a las vidas cotidianas de la gente, en su quehacer diario, en su trabajo o en su familia. Esto, unido a otros conceptos como el de la compasión y, sobre todo, muy importante, al de no ser una religión monoteísta de dioses belicosos y excluyentes, ha conseguido que el budismo, como filosofía vital, haya conseguido tantos adeptos en todo el mundo aunque, fuerza es reconocerlo, muchos budistas sean materialistas, explotadores o egoístas. Al fin y al cabo, y como sucede en el caso del cristianismo, una cosa son los principios morales y otra muy distinta, la aplicación diaria.
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Hasta los perros tienen sus castas. A la izquierda un perro paria, sarnoso, de los que abundan en Benarés. A la derecha uno con su monje
Era nuestra última noche en Benarés y quisimos aprovecharla. Aún tuvimos tiempo de probar en un establecimiento los yogures hindúes (lassi) y, en este caso, probamos una «especialidad»: el bang-lassi…yogur con marihuana. Sobra aclarar que los «arrojados» que tomamos bang-lassi nos cogimos un «pedete» muy simpático. El problema fue al acabar y ya de noche, pretender irnos al hotel, que estaba en las afueras. Paramos un par de ricksaws (esos carritos donde el conductor pedalea, llevando a sus pasajeros), pero los conductores, y aunque les dijimos el nombre del hotel, no sabían dónde estaba. Aquí entendí la importancia de coger siempre una tarjeta, o incluso una pastillita de jabón donde figure el establecimiento, pero no llevábamos nada de éso.
En plena noche y con una niebla cerrada, los ricksaws comenzaron a callejear, metiéndose en barriadas oscuras donde no se veía a nadie. ¡Llegamos a pensar si no nos estarían secuestrando!… Los bang-lassi hicieron su efecto, y lo que pudo ser un episodio de angustia, lo transformamos en una aventurilla simpática. Pero hubo suerte, y tras deambular durante un buen rato por todo Benarés, en uno de los cruces de calles, uno de los del grupo creyó reconocer la avenida del hotel y, ¡bingo!, acabamos en la puerta. A la mañana siguiente, muy prontito, volamos a Katmandú.
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                                                         Puesto callejero de cosméticos
De nuevo Katmandú y alrededores
 
Nos recogieron los chóferes a las 6 de la mañana para el último viaje por tierras hindúes, hasta el aeropuerto. Aparte de algo de dinero, le regalé a «Pablo», nuestro amable y joven conductor una camiseta del Real Madrid. Desde España me había llevado tres, «de las buenas», de las de marca, de las que casi siempre (excepto momentos místicos como el bautizo en el Ganges) llevaba una puesta y que me dió muy buen juego para un clima caluroso y húmedo como el de La India, fresquita y traspirable. Las otras dos eran para hacer trueques. Lo bueno, es que paseando por casi cada lugar de La India, la gente «reconocía» la camiseta y me rodeaban, entusiasmados, recitando la alineación del Real Madrid… Para mí, que no me gusta el fútbol y, por supuesto, desconozco las alineaciones, era como darme un baño de masas. Pronto me enteré de que ese entusiasmo estaba motivado porque, en La India, el equipo español más seguido, era precisamente el Real Madrid. De la misma manera como en Marruecos, por ejemplo, son todos unos fans del Barça…
En Katmandú íbamos a estar un par de días, en el mismo hotel. Nuestra primera visita fue a un monasterio budista en las afueras, no muy lejos de la gran stupa de Budanath: el monasterio de Kopan. Creado por monjes tibetanos en 1.969, el monasterio actualmente es sede de estudios budistas a los que concurren muchos extranjeros. Situado en lo alto de la colina del mismo nombre, el monasterio es muy bonito, y muy decorado. Lleno de grandes murales donde los budistas plasman en imágenes todo ese mundo de Grandes Verdades, de demonios y de tentaciones que explican su complejo mundo espiritual. Imágenes válidas tanto para monjes iniciados, como para novicios o -claramente entendibles- para los analfabetos que visitasen el monasterio.
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       Mural en el monasterio de Kopan, con la simbología del budismo
El lama Ludrup nos recibió con la sempiterna sonrisa de los monjes budistas, nos acomodó en una sala para darnos una pequeña charla, y al final nos entregó a cada uno un khatag: largo pañuelo de seda, de color amarillo-oro como símbolo de bienvenida y de buena suerte. Khatag, en tibetano, significa precisamente «seda». El único problema es que yo había dormido mal y arrastraba una pequeña resaca del bang-lassi de anoche, así que anduve cabeceando (a mi pesar) el rato que el buen lama Ludrup nos estuvo hablando.
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Uno de los palacios de Bhaktapur y un ventanal, primorosamente tallados en madera
Aún hicimos un par de visitas por los alrededores de Katmandú. El primero a un templo hinduísta bajo la advocación de Shiva y el más antiguo de Katmandú: el de Pashupatinath, a orillas del río Bagmati. Como templo hinduísta que es, tiene una zona de cremaciones para los difuntos. Ni tan grande ni tan espectacular como el de Benarés, pero en el que podemos observar -a una prudente distancia- el proceso. El otro lugar que visitamos fue la ciudad de Bhaktapur, a 13 kilómetros de Katmandú. Hasta el siglo XIX Bhaktapur fue la capital de Nepal, y está lleno de hermosos edificios, sobre todo palacios, construídos casi completamente de madera, muy bellamente trabajada, con pórticos, aleros y tejados, de una estética muy lograda. Por desgracia y años después de nuestro viaje, el terremoto que asoló gran parte de Nepal, en Mayo del 2.015, destruyó la mayor parte de estos antiguos edificios.
Aún hicimos una última visita, de la mano de José Ramón: un orfanato donde una mujer de la que, por desgracia, no conservo el nombre, cuida muchos niños, sobre todo niñas, de entre 2 y 10 años, todos ellos huérfanos de la guerra civil que asola zonas rurales de Nepal, por la guerrilla maoísta. Era conmovedor, todos ellos parecían muñecos, con sus caritas redondas y grandes ojos negros, ataviados con unos abriguitos rojos con capucha. Muchos de nosotros hicimos una donación para que aquella buena mujer pudiese continuar con tan hermosa tarea. Todo un ejemplo de humanidad, muy próxima a los principios budistas de la compasión y al principio universal de la ayuda al prójimo.
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Al día siguiente, nuestro último día en Katmandú y último del viaje, José Ramón nos dió el día libre. Nos acercamos caminando al centro, a Thamel, volviendo a recorrer las callejuelas y las tiendas, parándonos a admirar sobre todo las tankas, thangkas (en tibetano, la «G» es muda). En esencia, las tankas son tapices de seda pìntada. Originalmente eran utilizadas por los monjes itinerantes por la facilidad para llevarlas enrolladas e ilustrar los principios del budismo, aunque su uso suele ser estar colgadas -con su eje más largo en vertical- en templos o en altares familiares. El tema más frecuente plasmado en las tankas es el de la Rueda de la Vida, con representación plástica de esos principios de los que ya hemos hablado, como los Tres Enemigos, las Cuatro Verdades y demás, pero la temática es muy amplia: escenas de la vida de Buda o sus variadas manifestaciones, tales como la Tara Blanca, la Tara Verde, el Buda de la Medicina y muchas más. Las tankas, según su calidad, pueden ser detalladísimas, con un «horror vacui» donde no se dejará un centímetro sin rellenar, y donde cada figura o cada escena tiene un alto valor simbólico…y ya hemos visto cómo puede ser el budismo de complejo…
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Unos cuantos emprendimos una excursión a pie, a otra de las grandes stupas de Katmandú: la stupa elevada de Swayambhunat. Situada en lo alto de una colina, es un conjunto de templos mas una stupa, venerados no sólo por los budistas sino también por los hinduístas. Aunque con anterioridad ya hubo edificaciones, el conjunto se terminó en el año 640 y se considera el primer lugar sagrado de Katmandú, por delante incluso que la gran stupa de Budanath. Al igual que ésta, la stupa está decorada en su parte superior con los ojos de Buda mirando hacia los cuatro puntos cardinales, pero en este caso adornados con una línea vertical que, a los occidentales, nos pudiera parecer la representación esquemática de una nariz, pero que en realidad es el símbolo de la unidad, la unidad de Nepal, en este caso. A Swayambhunath también se le conoce como «el templo de los monos»…Muchos macacos deambulan por todas partes, y a los que se consideran sagrados. Macacos, más «urbanitas» que los langures (más de campo) que vimos en el Pico del Buitre.
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     Macaco sobre un dorje, sin el menor respeto por los símbolos budistas
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     Con mi amiga Palmira  y mi camiseta del Real Madrid, al pie de los 365 escalones
Para acceder a Swayambhunath a pie es necesario ascender por una larga escalinata de 365 escalones (se puede acceder también por el otro lado, en coche, pero tiene menos mérito), que se nos hace larguísima, llegando arriba un tanto sudorosos, pero la visión del valle de Katmandú merece la pena. La ciudad aparece casi a vista de pájaro, extendida por la llanura y, un poco más lejos, a no más de 100 kilómetros, la alta cadena nevada de los Himalayas sobrecoge por su inmensidad. Pensaba mientras veía esos picos que, si desde Madrid, la Sierra de Guadarrama (a 50 kilómetros y de poco más de 2.000 metros de altitud) ya destaca en los meses de invierno, cuando se llena de nieve, estas montañas del Himalaya, siempre blancas, de 6.000 u 8.000 metros de altitud, forman un enorme paredón allí, casi al alcance de la mano.
Nada más llegar arriba nos encontramos con una representación de gran tamaño de uno de los símbolos budistas por excelencia: el vajra (en sánscrito: relámpago, o diamante) o dorje (en tibetano), representación de la iluminación y de la fuerza. Grupos de monjes o de fieles paseaban por los alrededores, mientras los monos se encaramaban a los sitios más sagrados, como el gran dorje, ignorantes de su significado. Al cabo de un rato y tras contemplar aquello, nos dimos la vuelta y nos dirigimos a las escaleras. Ésta vez (¡menos mal!), cuesta abajo. Aún tuvimos que desembarazarnos de santones que intentaban vender el pintarnos una rayita roja en la frente, como símbolo de Shiva. En Katmandú, como en La India y en cualquier parte del mundo, la gente se busca la vida como puede, y si es con turistas «ricos», mejor todavía.
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             En una placita cualquiera, el símbolo hinduísta del lingam con el yoni
Volvimos al hotel callejeando, era una caminata larga, pero fuimos atravesando calles y placitas discretas, lejos del tumulto turístico del Thamel. Por todos lados, pequeños templos con imágenes de Buda, o frecuentes imágenes del lingam, símbolo fálico de Shiva, con la representación esquematizada del toro sagrado que le transportaba. El lingam se puede traducir del sánscrito como «falo», pero también como «marca» o «signo», más en su sentido de energía masculina que de pene. En las figuras lo vemos asociado a menudo con el yoni, símbolo a su vez de la vulva y de la energía femenina. Shiva (recordemos: el protector de Benarés) es uno de los tres dioses hindúes que constituyen la Trimurti, algo así como la Trinidad hinduísta. Sus papeles están repartidos: Brahma es el que crea el universo, Shiva el que lo destruye cíclicamente, y Visnú el que lo preserva. Cada uno de estos tres dioses, al igual que la iconografía budista, tiene su representación particular y un complejo mundo de símbolos y de personajes asociados a ellos. No es casualidad que el panteón hindú, creado por pueblos arios, tenga sus similitudes con otro panteón de origen ario: el grecorromano, plagado de dioses, semidioses y héroes.
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                                                      Anna degustando su tumba
Era nuestra última noche en Katmandú. Caminamos hasta la gran stupa de Budhanat. Atardecía y, aunque había todavía gente alrededor, ya no era la aglomeración de por las mañanas. Estábamos en el barrio tibetano y localizamos un bar (en España hubiésemos dicho un tugurio) donde monjes y novicios budistas cenaban sopas. Nosotros pedimos unas tumbas, así, como suena, una especie de cerveza amarga en potes de madera, que nos parecieron ricas…quizá por lo exótico.
Ya de vuelta al hotel -serían más de las diez- nos paró un control militar. Nepal se encontraba en una situación de guerra civil, con los guerrilleros maoístas en las montañas y en la zona Este, y estaba prohibido caminar por las calles a partir de esa hora. Afortunadamente vieron mi talismán: mi camiseta del Real Madrid, ante la que apenas hubo necesidad de enseñar  nuestros pasaportes. La sonrisa apareció en sus caras: ¡Ah, españoles, Real Madrid!…a lo que siguió, sin un fallo, la alineación completa del equipo. Nos despidieron sonrientes, sin el menor problema. ¡Gracias, madridistas, no sabéis hasta dónde llega vuestra influencia!…. A la mañana siguiente volábamos para mi ciudad, sede de tan glorioso equipo…
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Y niños por todos lados. Los de la izquierda, mendigos de Benarés. Los de la derecha, comiendo caña de azúcar

Balleneros vascos en la Antigüedad. Ballenas, bacalao y piratería

Balleneros chalupa 2
Traduciendo el texto: «Vizcaína, pequeña chalupa que va a la pesca de la ballena»
1.-La matanza de los balleneros vascos en Islandia. Glosario vasco-islandés
2.-Balleneros vascos en el Golfo de Vizcaya
3.- Un poco más lejos. La caza de la ballena en el Atlántico Norte
4.-Las ballenas, los cachalotes, Moby Dick y el Leviatán
5.-El bacalao: un pez que estuvo a punto de extinguirse. El skrei noruego
6.-Se acabaron las ballenas. Comienza el pirateo
7.-El Paso del Noroeste. Juan de Fuca: el timo del siglo
8.-Epílogo. Los últimos balleneros españoles en el siglo XX: Ceuta, Algeciras y Galicia…y dos arponeros vascos.
1.-La matanza de los balleneros vascos en Islandia. Glosario vasco-islandés
El 22 de Abril del 2015 se derogó -oficialmente- en Islandia la ley que permitía matar vascos: la Baskavigin, Spanverjavigin. A tal fin se hizo una celebración en la isla a la que acudieron miembros del gobierno vasco y autoridades islandesas, supongo que amenizado en amor y compañía con un banquete a base de salmón y cordero islandés (nada que ver con las paletillas castellanas), y regado con Brennivin, un aguardiente local elaborado con patata fermentada, también conocido como la «muerte negra».
En un viaje que hice hace pocos años a Islandia y entre otras muchas cosas preguntamos al guía local (hablaba un correcto castellano, aprendido en sus años de estudiante en Barcelona) que si en aquellos paisajes solitarios se producían crímenes a lo que, compungido, nos respondió que…bueno, un asesinato al año…o dos… De haber sabido que el Spanverjavigin aún seguía vigente quizá me hubiese planteado aquel viaje aunque, obviamente, hacía siglos que nadie la aplicaba. Pero, ¿de dónde salió semejante ley homicida?…
Ballenas mapa Islandia
Mapa de Islandia de la publicación Theatrum Orbis Terrarum, grabado por Abraham Ortellius en 1.585, dedicado por Andreas Velleius (Andreas Sorensen Vedel) a Federico II de Dinamarca. Es una colección de 70 mapas de todo el mundo, con un autor para cada país. El autor no es Andreas Velleius sino seguramente el islandés Gudbrandur Thorláksson, obispo de Hólar, por el gran detalle geográfico reflejado. En el centro se ve el volcán Hekla en erupción. A la derecha y sobre témpanos de hielo, osos polares. En el mar y según la tradición del momento se ven -con imaginación- varios monstruos marinos asimilables a ballenas, con sus chorros de vapor. Según el texto de su parte posterior en que se describe el mapa, el monstruo que se ve en la parte central del margen izquierdo, sería un cachalote. Los fiordos escenarios de la matanza son los del sector noroeste, correspondientes a los de la parte superior izquierda en el mapa.
A comienzos de los años 1.600 la presencia de los balleneros vascos era frecuente en Islandia. La primera mención registrada de acuerdos locales data de 1.610, entre los balleneros y los islandeses, que duraban lo que duraba la temporada de caza, con una estación ballenera en los remotos fiordos del noroeste y de los que ambos sacaban provecho. De hecho los islandeses se consideraban -y se consideran- granjeros, viviendo sobre todo de sus ovejas. El verano de 1615 fue especialmente frío y, para cuando quisieron irse, ya en el mes de Septiembre, unos fuertes temporales hicieron que de unos 20 barcos balleneros vascos, 3 de ellos resultaran dañados al estrellarse contra la costa y unos 80 marineros quedaran retenidos por el mal tiempo, dispersándose y buscando refugios en granjas abandonadas. Al frente de sus capitanes: Esteban de Tellaria, Pedro de Aguirre y Martín de Villafranca, al parecer cometieron abusos en algunas de las granjas, robando ganado para poder sobrevivir, lo que produjo la lógica tensión con sus habitantes.
El pastor luterano Jon Grimsson quiso mediar en el conflicto recibiendo amenazas -llegaron a ponerle en el cuello un dogal amenazando con ahorcarle-, con lo que en Octubre de 1615 y azuzados por el pastor y por Ari Magnusson, una especie de sheriff local, asesinaron por la noche a Martín de Villafranca y 30 marineros más de una forma cruel: a hachazos y a palos. El final de Martín de Villafranca fue poco menos que heroico. Herido, se tiró al mar siendo perseguido en una chalupa por los islandeses que al final le capturaron llevándole a la playa. Allí, con el vientre rajado y los intestinos fuera aún intentó escapar, siendo muerto a golpes. De los 31 balleneros vascos, sólo se libró de morir un grumete del que sólo sabemos que se llamaba García.
Los capitanes Pedro de Aguirre y Esteban de Tellaría pudieron resistir el invierno hasta el año siguiente. Junto a ellos los restantes 50 marineros pudieron escapar por los pelos gracias a una goleta inglesa que andaba por las cercanías. Conocemos los hechos gracias a una crónica escrita por Jón Guömundsson, llamado El Docto, en su obra Sönn frásaga af spanskra… («Un relato verdadero de los naufragios y luchas de los españoles»), en la que condena los crímenes. Baste decir que tras los hechos decidió irse al sur de la isla, para no verse mezclado con los asesinos.
En su defensa -la de los islandeses- hay que decir que un año antes, en 1614, un barco inglés había saqueado sus costas y para ellos un barco grande era casi sinónimo de piratería. La ausencia de bosques y de madera en la isla no les permitía disponer de barcos. La población en aquel entonces era de unos 50.000 habitantes -hoy son poco más de 350.000-, granjeros aislados, atrasados y muy pobres, desconfiados de todo lo que viniese de fuera. Dependientes de la corona danesa, una legislación de 1.281 les autorizaba a defenderse en caso de agresión…y éso fue lo que hicieron.
Afortunadamente, ya digo, y brindando sin duda con el Brennivin, en Abril del 2015 se derogó por fin la ley. Españoles y vascos ya podemos viajar con tranquilidad y disfrutar de los espectaculares paisajes de Islandia… y del Brennivin.
Glosario vasco-islandés, o cómo entenderse en el remoto Norte
Ballenas glosario 1
Uno de los glosarios. En su parte superior podemos leer (en latín): «Vocabulario vizcaíno, varios autores»
Pese al desgraciado -y afortunadamente aislado- incidente de la matanza de los vascos en 1.615, los contactos entre éstos y los islandeses hicieron necesaria alguna forma de comunicación. Si el euskera ya es difícil para los no hablantes, el islandés es una lengua enrevesada. A tal fin se creó lo que se conoce como un pidgin, una lengua mixta para facilitar el entendimiento, de la misma forma de la que se crearía más tarde entre vascos y los indios de Terranova.
En 1.937 se publicó una tesis doctoral sobre el glosario titulada Glossaria duo Vasco-Islandica, escrito en latín y publicado en Amsterdam, que dormía en los archivos de la universidad de Copenhage. El autor de la tesis fue el filólogo Nicolás Gerardus Hondricus Deen, al descubrir el manuscrito en la Biblioteca Arinnamela de Copenhage (recordemos: Islandia dependía de Dinamarca) donde constaba desde el siglo XVIII. La tesis fue descubierta gracias al trabajo de investigación por don Ángel  Irigay con la ayuda de la Diputación de Guipúzcoa. Se publicó en 1.991 por la misma Diputación.
El glosario fue recopilado en su momento por Jóns Ólafssonar úr Grunnavik, escrito en el siglo XVII, y se conserva en la actualidad en el Instituto Árni Magnússon, en Reikiavik. Dicho manuscrito consta de dos glosarios, el primero de ellos de 16 páginas con 517 palabras, y el segundo glosario cuenta con 10 páginas, con 228 palabras. En total, 745 palabras en ambos idiomas. Los glosarios tienen una intención básicamente comercial. En ellos se pueden encontrar términos de uso común, así como otros propios de la actividad ballenera. Por los términos en euskera, propios del dialecto labortano, podemos deducir que procedían de la zona vasco-francesa de San Juan de Luz, y que se asentaron en los fiordos del noroeste.
Se sabía que hubo un tercer glosario, dado por perdido. Hace pocos años el investigador Ricardo Etxepare encontró un cuarto glosario vasco-islandés en la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard. Cabe puntualizar que no se trata de copias, uno del otro, sino que son totalmente independientes.
2.- Balleneros vascos en el Golfo de Vizcaya
La supervivencia de los vascos ha dependido en gran parte del mar. Tierra accidentada, si acaso en Álava, más llana, hay extensas zonas cultivables. Pero en el norte se limitaba al aprovechamiento de los pastos para el ganado, huertas familiares en los valles, el uso de los bosques y poco más. La minería del hierro y del carbón vino más tarde. Es el Cantábrico el que ha permitido desde siempre a los arrantzales (a los pescadores) la obtención del necesario alimento cercano a la costa: sardina, boquerón, merluza, besugo y un largo etcétera de lo que hoy se llaman «recursos renovables»…siempre y cuando la pesca excesiva no los agote.
La tradición y la necesidad impulsaron a los vascos de las poblaciones marineras a fijarse en unos grandes seres que, desde la antigüedad, se acercaban periódicamente a la costa: las ballenas. Y, en concreto, a la que se conoció como la ballena vasca o ballena franca (en Euskadi conocida como «ballena sarda»), científicamente Eubalena glacialis. Entre Noviembre y Marzo hacían su aparición, época de sus partos (se detallan a menudo las capturas de adultos con sus ballenatos). Y en cuanto a su caza, la ballena vasca gozaba de varias ventajas: se aproximaba mucho a la costa, era lenta en sus desplazamientos e, ¡importante!, al morir arponeada flotaba, debido a su alto contenido en grasa que, tras la carne, era el principal aprovechamiento de la ballena. Desde atalayas situadas junto a la costa los vascos oteaban el mar, y cuando distinguían los chorros de vapor de las ballenas, encendían grandes hogueras como señal, a cuyo reclamo los marineros echaban al mar las chalupas para comenzar la persecución. Había prisas: aunque partían las chalupas de varios puertos (todos estaban «al loro»), los primeros en arponear al cetáceo tenían prioridad para el reparto, así como una prima para los vigías…
…con el arpón se logran aquellas grandes pesqueras de peces monstruosos, en que el atrevimiento humano hace alarde de sí mismo, aquellas cuyo principio será siempre un monumento glorioso para los países Bascongados… («Diccionario Histórico de los Artes de la pesca nacional». Sañez Reguart. Madrid, 1.791).
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                                    Ballena franca con su ballenato
La caza de la ballena está documentada desde antiguo y, para lo que supone su captura, despiece y procesamiento, podemos imaginar cierta organización. La primera mención data del año 670, en la que se habla de un cargamento de diez toneladas de saín (la grasa purificada de la ballena, lo hablaré con más detalle al tratar de las ballenas) enviadas al monasterio francés de Jumieges, junto a la orilla del Sena, a unos 50 kilómetros de su desembocadura. Debido a los impuestos que las capturas acarrean contamos con numerosos testimonios: en 1.095 se otorga a Bayona la autorización para vender carne de ballena, así como en 1.181 a Donosti o en 1.190  a Santoña. El 13 de Diciembre de 1.200 Alfonso VIII (rey de Castilla, de cuya corona depende la zona que más adelante se llamará Euzkadi) expide a Motrico un documento por el que hace donación de una ballena al año a la Orden de Santiago. El 28 de Septiembre de 1.237 el rey Fernando III redacta una carta de confirmación a Zarauz, por la que se reservaba para sí una porción de carne de ballena de las que se cogiesen por arrantzales de la ciudad, cada año. A mediados del siglo XIII y por carta de confirmación del Fuero de Guetaria, se menciona que la primera ballena capturada, sería para el rey.
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Debido a la fuerte competencia entre los puertos vascos, los arrantzales se van desplazando por la costa hacia el oeste, estableciendo factorías hasta Galicia y Asturias. Así se mencionan arrendamiento de puertos como el de Uriambre, cerca de San Vicente de la Barquera. Pero asturianos y gallegos pronto aprenden, y hay documentos que lo demuestran: caza de ballenas en 1.232 en Asturias, y en 1.371 en Galicia, más abundantes en localidades como Caión y Malpica, en costas tan batidas por el mar como las de la Costa de la Muerte o las rías de Lugo:
…porque estos puertos son muy bravos a la contínua y comunmente las ballenas acuden donde las ondas y la mar anda siempre muy alta. Y así aquí, en ciertos tiempos del año, como que es en los meses de diciembre, enero y febrero, que es la mayor sazón, ay grande matanza de ellas… («Descripción del Reyno de Galicia y de las cosas notables del». Licenciado Molina, 1.550).
La competencia aumenta. Además de los gallegos que ya han visto trabajar a los vascos, por su parte franceses, ingleses y holandeses también aprenden a aprovechar la caza de la ballena, aunque en el caso de al menos estos últimos reconocen la maestría de los balleneros vascos:
los Holandeses aprendieron de los Bascongados, habitadores de una Provincia de España, el método de pescar las ballenas. Son buenos marinos por naturaleza. Y no solamente se aplican en el distrito de su Costa a la pesca de un cierto pescado grande muy semejante a ellas, sino que dirigiéndose al Norte, y pasando más allá de Irlanda, para entrar en los mares de Islandia y de Groenlandia, dan caza a las ballenas. Los Bascongados habían hecho ya varias pescas muy ventajosas, y de los diferentes puertos de Vizcaya iban todos los años a Groenlandia de cincuenta a sesenta embarcaciones, que frecuentemente volvían muy bien cargadas. Los progresos de los Holandeses hacia los principios del siglo XVII, estimularon a algunos para emprender la caza de ballenas. Sin el socorro de los Bascongados no era fácil que esta empresa pudiera tener muy buenos efectos: por tanto juzgándolos como necesarios, se dirigieron a ellos, que convinieron sin repugnancia de hacer tráfico de su industria y servicio para los Holandeses. Todos los años se juntaban en Holanda un crecido número de Harponeros Vyzcainos, y empeñados luego por comerciantes particulares, se embarcaban para los mares del Norte, y dirigían la pesca, mandando entonces indistintamente a toda la tripulación, sin exceptuar los Capitanes y Maestres de las embarcaciones… («La Riqueza de Holanda». Sañez Reguart. Madrid, 1.791)
A consecuencia de tanta caza, la Eubalena glacialis  se fue haciendo cada vez más y más escasa en el Golfo de Vizcaya, según consta en documentos, a partir de 1.424. Pese a todo, siguen capturándose: entre 1.517 y 1.662 hay constancia que los de Lequeitio cazan 45 ballenas, de las que 7 eran ballenatos que acompañaban a la madre. Entre 1.637 y 1.801 los de Zarauz capturaron 55 ejemplares. Entre 1.728 y 1.789 los de Guetaria cazaron 12 ballenas, aunque se nota la disminución: en los años previos la media era de 4 a 10 por año.
ballenero ría Urumea s XIX
Ballena franca y ballenato en la ría del Urumea, frente a San Sebastián. S. XIX  
Y, como acontecimiento especial, el 14 de Mayo de 1.901 se cazó la última ballena franca frente a Orio, aunque se mató con dinamita al haberse perdido todo vestigio de la técnica tradicional de los arponeros. El suceso fue tan celebrado que incluso compusieron una canción, en la que figuraban los nombres de los patronos de las cinco chalupas que salieron en su persecución. El «animalito», por cierto, midió 12 metros de largo y pesó 1.200 arrobas el cuerpo y 200 la lengua (muy apreciada). Como aclaración, una arroba (de la que nos ha quedado su abreviatura en forma del signo @), equivalía aproximadamente a 11’300 kg. Y digo aproximadamente porque variaba según la región o incluso en Hispanoamérica. Si no he hecho mal el cálculo, podemos estimar el peso de aquella última ballena en trece toneladas y media mas dos y pico la lengua…nada mal. Podían estar contentos los oriotarras…
balleneros la ballena de Orio, 1901
                 La última ballena franca, la de Orio, cazada con dinamita en 1.901
Entregados a semejante actividad, se calcula que hubo 47 puertos del Cantábrico con asentamientos balleneros y de ellos, la mayoría en Euzkadi, 14 lucen en sus escudos municipales la figura de una ballena, lo que nos da una idea de la importancia que supuso para su economía.
Escudo de Bermeo en ayuntamientoSeñal en LekeitioEscudo de Lekeitio
Ballenas, LequeitioBallenas, Castro Urdiales
Como ejemplo, de izquierda a derecha y de arriba abajo, escudo en la fachada del ayuntamiento de Bermeo, placa en una calle de Lekeitio, señal en Lekeitio, escudo municipal de Lekeitio y el de Castro Urdiales
3.- Un poco más lejos. La caza de la ballena en el Atlántico Norte
Según iban escaseando las ballenas francas en el Cantábrico, los arriesgados arrantzales fueron ampliando poco a poco su radio de acción. Y, navegando, navegando, llegaron hasta los lejanos mares del norte, a las costas de Noruega, de Islandia y sobre todo de los ricos bancos de Terranova. La primera cita «oficial» de vascos en Terranova se refiere a 1.531, pero por diversas vagas menciones y restos arqueológicos podemos sospechar que ya andaban por ahí en los años 1.375 y 1.412, unos cuantos años antes, por tanto, del descubrimiento oficial de América por Cristóbal Colón. Incluso se aventura que los vascos ya cazaban ballenas en las costas de la isla de Terranova y de la península del Labrador unos cien años antes. El motivo de ese «secretismo» es muy claro: los exploradores necesitan hacer públicos sus descubrimientos de cara a reclamar derechos de posesión de las tierras descubiertas. Los pescadores, por el contrario, y al igual que los que buscan setas, son muy reacios a contar dónde encuentran sus mejores presas, por aquello de evitar competencia.
ballena chalupa 4
Los barcos y los costes aumentan. Si cerca de los puertos la persecución se hacía con chalupas o traineras, siempre a la vista de la costa, la travesía del Atlántico es cosa seria y puede durar 60 días, saliendo a comienzos o a mediados de Junio, y se necesitan naos grandes, cuyo flete se paga o bien a través de sociedades, o bien a costa del dueño de la embarcación. Al tiempo deben cargar con suficiente comida, barriles para cargar el aceite, y una tripulación para el manejo del barco, en el que no pueden faltar los arponeros. Se calcula que partían a Terranova de 15 a 20 barcos cada verano, que volvían ya en otoño cargados con barriles llenos de saín en sus bodegas, en total unos 9.000 barriles del preciado aceite. Asimismo se calcula una cifra aproximada -ya se sabe, el «secretismo» de los pescadores- de entre 25.000 y 40.000 ballenas tan solo entre los años de 1.530 y 1.610.
La presencia de los vascos en Terranova y la península del Labrador está confirmada por restos arqueológicos de varios asentamientos permanentes en la costa, donde los arrantzales procesaban las ballenas capturadas y cocían en grandes hornos la grasa para extraer el saín, que a su vez guardaban en barriles para su transporte. El saín se usaba sobre todo para las lámparas, debido a que no producían humo ni mal olor. Del saín se consideraban tres categorías: el amarillo (el de mejor calidad), el blanco (algo inferior) y el rojo, que era el peor. Pero de las ballenas, como del cerdo, se aprovechaba todo. Cuando se cazaban en las costas del Cantábrico la carne era muy valorada, aunque en las lejanas factorías de Terranova no valía más que para el consumo local de los pescadores o para intercambio con los indios. La lengua, muy apreciada, si se podía se salaba para que aguantase más tiempo. Las barbas (con las que las ballenas filtran el plancton o los pescados pequeños de que se alimentan) eran utilizadas para corsés, vestidos o abanicos. Y los largos huesos de las mandíbulas se aprovechaban para hacer jambas, para las puertas.
Los asentamientos costeros han dejado testimonio de su origen vasco en el nombre de varias localizaciones de la actual Canadá: Port-aux-Basques, Miarritz, Placentia, Portutxa («pequeño puerto», hoy Port au Choix) u Opur Portu («puerto de descanso», hoy Port au Port), entre otras. Hace pocos años se localizó el pecio de la nao San Juan, construída en el puerto de Pasajes en 1.563 y que se hundió en Red Bay (península del Labrador, Canadá) en 1.565. Los científicos pudieron rescatar y estudiar el utillaje de un barco ballenero de la época, aunque después volvieron a depositarlo en el fondo, respetando los restos. Se calcula que se llegaron a reunir hasta nueve mil personas en algunas temporadas, estableciéndose relaciones amistosas con los nativos que trabajaban para los vascos a cambio de pan y sidra, que llevaban en gran cantidad en barriles y cuyo consumo les libraba del escorbuto (debido a la falta de vitamina C), enfermedad frecuente en los marineros de largas travesías. La vida de los arrantzales en semejantes climas sin duda debió ser de todo menos fácil. Además de la dura faena de los pescadores, eran muy frecuentes las bajísimas temperaturas, los vientos, las fuertes corrientes o la presencia de hielos, más abundantes -y peligrosos- cuando el otoño se presentaba muy frío, como les pasó a los desgraciados vascos en Islandia, cuando la matanza de 1.615. Así, el documento civil más antiguo de cuando Canadá todavía no era Canadá, es el testamento del pescador vasco Domingo de Luca, fechado el 15 de mayo de 1.563, y donde se expresa la voluntad del moribundo:
…de llevarme de esta enfermedad de la presente vida que mi cuerpo sea sepultado en este puerto de Placencia (por el antiguo nombre de la actual Plentzia) a un lugar donde los que mueren suelen enterrar…
Aunque los barcos con los que atravesaban el Atlántico eran grandes naos, una vez avistadas las ballenas el acercamiento era, al igual que en la costera del Cantábrico, a bordo de chalupas. Las medidas podían variar, pero solían ser barcas de unos 8 metros de eslora (de largo), 2 de manga (de ancho) y cerca de 1 metro de puntal (desde la borda hasta el fondo de la nave). A veces incorporaban un mástil de quita y pon, para una pequeña vela, aunque la maniobra se hacía a base de remos. Hay numerosos restos rescatados y asimismo varias reconstrucciones pero por lo general la dotación constaba de 5 o 7 marineros, uno de ellos a cargo del remo de popa con el que dirigía el rumbo de la chalupa y, a la proa, el arponero que también remaba hasta que con la suficiente aproximación a la ballena, a unos diez metros, se ponía en pie para lanzar su arpón.
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Reconstrucción idealizada de una chalupa, según restos documentales
El arpón iba fijado a un largo cabo, generalmente sujeto a la chalupa y otras veces a una boya, para fatigar a la ballena en su huída. Una vez cansada la remataban a lanzazos. Las diferentes partes de la embarcación (quilla, cuadernas, tablazón, bancos) estaban hechas de madera de roble, de árboles talados en invierno, según vieja costumbre en la carpintería de la construcción o de los carpinteros de ribera, y además en la fase de luna menguante. Ellos no podían saberlo, pero era justo el momento (invierno y con luna menguante) en que menor cantidad de savia circula por el árbol, con menos azúcares por tanto, y por esa misma razón menos putrescible.
4.- Las ballenas, los cachalotes, Moby Dick y el Leviatán
Balleneros chalupa 1
En los inicios y en el golfo de Vizcaya la presa favorita fue la ballena vasca, o ballena franca, Eubalena glacialis, gracias a su abundancia y a que se movía muy cerca de la costa. Pero, según aumentó la competencia y con ella la caza, se fueron haciendo más y más escasas, como reflejan los partes de capturas. A finales del siglo XV, la ballena franca comienza a escasear en el Cantábrico, aunque mientras hubo ballenas la caza continuó. Al expandirse los arrantzales hacia las costas de Terranova se encuentran con nuevas especies a las que aprovechan por su aceite, su carne, su lengua o sus barbas: la ballena de Groenlandia (para el que quiera ampliar información: Balaena mysticetus, parecida a la ballena franca en cuanto a carácter y que también flotaba tras morir por su abundancia de grasa) y otras como las ballenas grises, azules, rorcuales o una de las más apreciadas por los balleneros: el cachalote.
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Reproducción a tamaño natural de ballena de Groenlandia, en el Museo de las Ballenas de Reikiavik
Ballenas hay en todos los mares. En el mar Mediterráneo se han contabilizado hasta nueve especies de cetáceos. Además de los ubícuos delfines, algunas otras de gran tamaño, como rorcuales, calderones y cachalotes. En alguna de esas especies se ha comprobado hace tiempo la ruta que, tras atravesar el Estrecho de Gibraltar, realizan hasta el Golfo de Lyon, al sur de Francia, en su época de reproducción. Tanto en las costas del Estrecho como en el Golfo de Lyon se organizan hoy día salidas en barco para los turistas con el ecológico propósito de avistamiento de cetáceos. Durante mi estancia en Islandia salimos en un barco para el avistamiento de ballenas desde el puerto de Husavic, en el norte de la isla. En aquella ocasiones pudimos ver rorcuales. Por cierto: si tenéis ocasión de acercaros a Reikiavik os recomiendo no dejar de visitar el Museo de las Ballenas, en el puerto. En una gran nave se muestran reproducciones a tamaño natural  de unas 27 especies: desde delfines a orcas, pasando por cachalotes, ballenas grises y la más grande, la ballena azul. Impresiona verlas tan de cerca, realmente son animales enormes. Y aunque no viene al caso y hablando de museos en Reikiavik, otro museo «interesante» de visitar es el Museo Falológico (que no «falocrático», de connotaciones machistas). Con una completísima colección de falos de muchas especies, entre ellos algunos guardados en urnas con formol como, por ejemplo, falos de cachalote de dos metros de largo, que despiertan el lógico asombro. El ambiente de los visitantes, sobra decirlo, es festivo, y casi nadie puede evitar una sonrisa en su cara.
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             «Posando» junto a un pene de cachalote, en el museo falológico de Reikiavik
En mis travesías en velero cerca de las Baleares he podido ver, además de los amistosos delfines, calderones, creo que algún rorcual y, yo no lo ví, pero alguno de mis colegas de marinería me lo contaron, encontraron una vez un cachalote muerto, flotando, al sur de la isla de Ibiza. No es frecuente pero de vez en cuando ha aparecido alguna ballena muerta varada en las costas de levante. Pero hasta el siglo XIX  y en la isla de Ibiza hubo su «momento ballenero». Desde los acantilados de la costa sur de la isla había atalayas desde las que, al observar el paso de los cachalotes, daban aviso a los naturales que a bordo de barcas tipo chalupa o trainera perseguían a los cachalotes para, tras arponearlos, acercarlos a la costa.
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Navegantes antiguos y modernos no podían dejar de asombrarse ante lo que se encontraban. A la izquierda imagen medieval de ballena. A la derecha «hombre-pez», posiblemente manatís del Caribe o vacas marinas (parientes de éstos) de los mares del Norte.
Griegos y romanos ya mencionaban en sus navegaciones por el Mediterráneo avistamientos de monstruos que, no es de extrañar, avivaron la fértil imaginación de los siempre supersticiosos marineros, dando lugar a numerosas leyendas, aunque no hay constancia de que las cazasen; si acaso, el aprovechamiento de alguno de aquellos cetáceos varados en la playa por casualidad. De hecho la palabra «cetáceo» (que da nombre a toda la familia de las ballenas) proviene del griego ketos, con la que denominaban a un monstruo marino. En la tradición judía y en el Antiguo Testamento aparece otro mito, el del Leviatán: monstruo asociado a Satán, inicialmente descrito como una larga serpiente enrollada que vive en el mar, aunque pronto el mito se desplaza a otros seres que los antiguos pueden contemplar a menudo en sus navegaciones y que les infunden el mismo terror: las ballenas. Las citas son abundantes:
…Leviatán hace que brille una senda tras sí; se diría que el profundo mar es cano… (Job)
Allí andan navíos; allí está el Leviatán que hiciste para que jugase en ella…(Salmos)
Y, siguiendo a la Biblia, muchas otras citas:
Esa bestia marina, el Leviatán, que entre todas las obras de Dios es la más grande que nada en las corrientes oceánicas («El Paraíso perdido», Milton)
Allí el Leviatán, la más inmensa de las criaturas vivientes, en las profundidades extendida como un promontorio duerme o nada, y parece una tierra en movimiento; y por sus agallas aspira y al aspirar arroja todo un mar… (Ibid).
Llegado a este punto he de mencionaros una novela muy conocida -y recomendable-:
Moby Dick, del norteamericano Herman Melville. Escritor de vida aventurera, él mismo estuvo embarcado en barcos balleneros, y sabe muy bien de lo que habla cuando nos cuenta las aventuras del barco Pequod y las obsesiones de su capitán Ahab, en su búsqueda por todos los mares de la mítica ballena blanca, en este caso un cachalote. Y de la mano (mejor dicho: de la aleta) de Moby Dick, llegamos al puerto de Nantucket.
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                                          Vista del puerto de Nantucket en 1.881
Nantucket es una pequeña isla, al sureste de Boston, en la costa atlántica que, junto a New Bedford, constituyeron los dos principales puertos balleneros de los Estados Unidos. Fue famosa por su industria ballenera, que se extendió desde el año 1.712 hasta finales del siglo XIX. Sólo mencionar que entre ambos puertos y en el periodo entre 1.820 y 1.850 se cazaron unas 10.000 ballenas al año, con más de 700 barcos actuando en todos los mares y unas 70.000 personas asociadas a la caza y al comercio, lo que la convirtió en toda una potencia económica. Y cuando digo una potencia, es porque se trataba de una actividad con resultados millonarios. De una sola ballena, según tamaño, se podían conseguir de 40 a 90 barriles de aceite. Un barco pequeño podía cargar 800 barriles mientras que un barco grande tenía capacidad hasta 3.000 toneles. Y cada barril (los había de 35 o de 42 galones, cada galón equivalente a 3’8 litros en la medida americana, o 4,5 litros en la medida inglesa) venía a suponer entre 4.000 y 5.000 euros actuales. Sólo hay que hacer números.
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                                 Calderos para cocer la grasa y purificar el saín
El aceite se purificaba hirviendo la grasa en grandes calderos. Cuando se puede y tras trocear la ballena, el trabajo se hace en la misma costa, en grandes hornos donde en calderos se cuece la grasa.
Cuando comienza la época de las largas navegaciones, el proceso se hace en los mismos barcos. Tras arponearlas se las amarraba al costado del barco donde comenzaba la faena de trocearlas e ir procesando la grasa para obtener el aceite o saín, como se llamaba en España. Ya comenté que de la grasa se consideraban tres clases: la amarilla (de mejor calidad), la blanca (intermedia) y la roja, la de peor calidad. Pero cuando las ballenas de Groenlandia o las francas van escaseando, la actividad de los balleneros sin desdeñar la caza de las ballenas, acaba por especializarse en otro gran cetáceo común en todos los mares y con más posibilidades comerciales: el cachalote.
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Reproducción a tamaño natural de cachalote, en el Museo de Reikiavik
El cachalote (Phiseter macrocephalus), por su aspecto peculiar debido a su gran cabeza, seguramente sea el cetáceo más popular y reconocible por todos. No está del todo claro pero la palabra «cachalote» parece provenir del francés arcaico de la Gascuña: «cachau» (pronunciado «cachó») = «dentón», o del portugués «cachola» = «cabezón». En un documento de 1.710 aparece reflejado como «trompa», así como en documentos gallegos de los siglos XVI y XVII, seguramente por su enorme «cabezón». El cachalote  pertenece al grupo de las ballenas «con dientes» (como el delfín o los calderones), por oposición a las ballenas «con barbas» (como son la franca, la de Groenlandia, la ballena azul y otras especies). Los machos de cachalote llegan a alcanzar los 20 metros de largo y un peso de hasta 45 toneladas. Pero el cachalote, además de su grasa, contiene en su enorme cabeza gran cantidad de un producto que se vuelve muy apreciado, el espermaceti, y que el animal utiliza como control de flotación en sus largas inmersiones (a más de mil metros de profundidad) en su busca de su presa favorita: el calamar gigante.
Químicamente la grasa de la ballena no es exactamente una grasa, sino más bien una estearina, una cera muy blanda, muy apreciada para velas y lámparas por lo que ya comenté de que al arder no produce apenas humo ni mal olor. El espermaceti de la cabeza del cachalote es un palmitato (éster de alcohol cetílico y ácido palmítico), y muy similar al aceite de la yoyoba (Simmondsia chinensis)un arbusto del desierto de Sonora y del Mojave y, como el espermaceti muy utilizado en cosmética, como fijador para la industria de la perfumería. Una vez cazado el cachalote, el espermaceti se sacaba de la cabeza del animal a través de un agujero en la cabeza, con un cubo o incluso introduciéndose un hombre en la cavidad, y almacenado para su transporte posterior en barriles.
De un cachalote grande se podían sacar hasta tres toneladas de espermaceti, y sólo comentar que era aún más caro que el saín. Pero no acababa ahí el aprovechamiento del animal. En sus intestinos se buscaban pedazos de ámbar gris, un producto ceroso, de olor dulzón y terroso, parecido al del alcohol isopropílico formado a partir de la secreción biliar y que facilitaba el tránsito intestinal de objetos duros y afilados, como el pico de los calamares gigantes de que se alimenta. El ámbar gris se encuentra a veces en las playas, al ser expulsado por los cachalotes en sus heces, pero cuando los cazaban los balleneros lo buscaban en sus intestinos debido al alto precio que alcanzaban. Hoy día y, en bruto, se cotiza a unos 10 dólares el gramo. Los trozos que aparece en las playas puede pesar de pocos gramos hasta 45 kilos. El récord  lo consiguió un trozo encontrado en el intestino de un cachalote, cazado en 1.912, que alcanzó el respetable tamaño de 454 kilogramos. Todo un tesoro.
Pero, pese a su valor como presa, el cachalote presentaba un problema: su agresividad. Al contrario que las pacíficas ballenas francas o las de Groenlandia, cuya mayor defensa podía ser, en todo caso, un coletazo accidental (bueno, ¡un pedazo coletazo, en todo caso!), los cachalotes podían revolverse contra las chalupas, atacándolas al sentirse arponeadas o al verse rodeadas o incluso, en el caso de los grandes machos, para proteger a sus hembras y a sus ballenatos. Los balleneros refieren varios casos en los que partieron las chalupas a mordiscos de sus largas y fuertes mandíbulas. Un caso que se hizo muy famoso en su día fue el hundimiento del ballenero Essex.
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Imagen del ballenero Essex. A su derecha, Mocha Dick, con una anotación del día de su hundimiento
El Essex era un barco de los de la flota ballenera de Nantucket, de 27 metros de eslora (recordemos para los poco avezados en la marinería: de largo) y 238 toneladas de peso. Había sido construído en 1.799 y aunque reforzado, era ya un casco viejo. El barco partió de Nantucket el 12 de Agosto de 1.819 y tras largo periplo y teniendo ya sus bodegas casi llenas, el 20 de Noviembre de 1.820 fue embestido -dos veces, una tras otra- por un gran cachalote macho que defendía a sus hembras, con la consecuencia de destrozar el casco y provocar su hundimiento en el Pacífico Sur. Al parecer y según contaron las crónicas, el cachalote era un viejo conocido, experto en escapar de los arponeros y del que se contaba -no hay que descartar alguna exageración propia de pescadores- que había conseguido burlar más de cien veces a sus tenaces perseguidores. Según los supervivientes, le calcularon una longitud de 26 metros…y calculaban muy bien a ojo, estaban acostumbrados. En el mundillo de los balleneros donde todos se conocían hasta le pusieron un nombre: Mocha Dick…por la isla chilena de Mocha, donde se le solía ver. ¿No os recuerda a «alguien» el nombre?… Efectivamente: a Moby Dick, protagonista de la novela publicada en 1.851 (no mucho después) y a cuyo autor sirvió de inspiración. Para más «casualidad», Mocha Dick era un cachalote blanco (…¡era blanco como la lana!…, dejó escrito en sus memorias uno de los supervivientes).
La tragedia del Essex, «basada en hechos reales» como se suele decir en las películas, no fue sólo el hundimiento del barco, sino las desgracias de la tripulación. Los ventiún marineros consiguieron escapar en tres chalupas, tras rescatar del barco que se hundía agua dulce, bizcocho marinero, un par de grandes tortugas capturadas en las Galápagos, un par de cerdos vivos y algo de herramienta y armamento. Tras un mes de vagar, racionando comida y agua por el Pacífico, arribaron por fin a la pequeña isla deshabitada de Henderson, en el archipiélago de las Pitcairn (donde a otra de sus islas habían llegado años antes, huyendo de la justicia, los protagonistas del motín de la Bounty), un islote en medio del Pacífico y lejos de todo. Allí encontraron un pequeño hilo de agua dulce y subsistieron unos pocos días marisqueando o cazando aves marinas, pero los recursos se acabaron y, dejando tres hombres que prefirieron quedarse en la isla, los demás decidieron intentar la huída en dos de los botes.
Tras dos meses más vagando por el mar (en total fueron 93 días desde el hundimiento del Essex), muriendo de hambre y enfermedades y hasta que por fin pudieron ser rescatados, los náufragos acabaron recurriendo para sobrevivir y atenazados por el hambre, a comerse a los muertos, e incluso decidiendo a quien matar para poder comérselo. De los ventiún marineros, sólo ocho sobrevivieron. Dos de ellos, uno de los arponeros y un grumete de 14 años, escribieron sendos relatos de sus desgracias. Herman Melville, antes de escribir su novela Moby Dick, tuvo la ocasión de hablar en Nantucket con el hijo de uno de los supervivientes. De hecho Melville tenía en su poder un ejemplar del libro La narración del más extraordinario y desastroso naufragio del ballenero Essex, escrito por el arponero Owen Chase, en el que había hecho anotaciones de su puño y letra.
Está claro que la tragedia del Essex y la ballena Mocha Dick inspiraron a Melville para escribir su novela. Creo que no hace falta que os la cuente. Moby Dick, por su relato como libro de aventuras y, sobre todo, por la satánica amenaza de la ballena blanca, ha quedado en nuestro imaginario como una de las novelas más famosas de la literatura occidental. Algún crítico literario -hay gustos para todos los colores- ha dicho que no pudo pasar de las primeras páginas, pero el criterio general la sitúa como una de las obras cumbres de la novelística. Yo, en particular, la he leído dos veces: la primera, en mi lejana adolescencia (por su atracción como libro de aventuras). Y la segunda hace unos meses en la que, como muchos otros ejemplos, la captas, la «disfrutas» mucho mejor.
Tanto si alguna vez habéis navegado como si no, la descripción de las travesías y de las ballenas (es un completo tratado de cetología, se nota que Melville sabía del tema), como el duro trabajo de los balleneros a bordo y, sobre todo, esa obsesión patológica del capitán Ahab hasta que, por fin, se enfrenta con su Leviatán particular, con la ballena blanca, aún a sabiendas como todos nos «olemos» desde el principio, que va a arrastrar a todos los suyos al infierno. Con semejante y tremebundo «guión» se han hecho varias películas sobre Moby Dick, aunque al fin y al cabo sea sólo ficción. Sobre la tragedia del Essex también se hizo al menos que yo sepa una película: En el corazón del mar, estrenada en el 2.015. Yo no la he visto pero, y esta vez sí, como dicen en el cine: «basada en hechos reales».
La caza de la ballena se había extendido a todos los mares: desde el Ártico al Antártico y desde el Atlántico al Pacífico. Los barcos partían de Nantucket suficientemente provistos de agua y alimentos para travesías que se prolongaban uno, dos años o más, hasta cinco años las más dilatadas. Tan extensas expediciones se debieron al control que sobre la caza de las ballenas plantearon los británicos en el Atlántico Norte, plantando cara a los balleneros vascos a partir de 1.610, intentando monopolizar la costa noruega desde la isla de Spitzbergen (archipiélago de Svalbard, al norte del Círculo Polar Ártico). A partir de 1.612 les siguen los holandeses, y poco más tarde alemanes, daneses y los propios noruegos. Pero los siempre hábiles negociadores ingleses mediante el Tratado de Utrech (en 1.713) consiguen que los territorios de pesca de Terranova pasen oficialmente a manos británicas ascendiendo a Gran Bretaña como principal potencia ballenera.
Catedral San Bavón de Gante
Esqueleto de yubarta en la catedral de San Bavón de Gante (Bélgica). Foto tomada por mi amigo Luis Martínez Guerrero. En 2015 el animal, de 12 metros de longitud, entró en el puerto de Gante en el interior del bulbo de una embarcación procedente de Brasil. Había muerto en el mar y fue recogido por los bomberos. Fue entregado a la universidad donde le pusieron el nombre de Leo
Se buscaron nuevas zonas de caza libres de los límites territoriales, como el Pacífico Sur o los mares antárticos. Pero según iban mejorando los barcos surgieron avances técnicos que facilitaban las capturas. Así, con la aparición de los cañones arponeros patentados en Noruega y disparados desde el propio barco, con lo que la peligrosa aproximación de las chalupas ya no fue necesaria, arpones a los que se dotó además con explosivo en la punta (100 gramos de pentrita, un explosivo plástico), arpones que, frente a los aproximadamente 10 kilos de los «manuales», pesaban unos 80 kilogramos. Letal, para las ballenas. El punto álgido llegó en la temporada de caza entre los años 1.930 y 1.931 en la que, y tan sólo en aguas de la Antártida, se organizaron expediciones, a cargo de 232 barcos balleneros. En ese periodo se cazaron 40.000 ballenas…sí: cuarenta mil ballenas, a lo largo de un año…
Balleneros japoneses
Ballenero japonés dotado de cañón lanza-arpones en la proa, y su presa colgando antes de remolcarla
Con semejantes matanzas algunas especies de ballenas  comenzaron a correr un serio peligro de extinción. Así, la gran ballena azul o rorcual azul, la ballena más grande que puede alcanzar los 30 metros de longitud (en 1909 se cazó un ejemplar de 33,85 metros en la isla Georgia del Sur), y ahora presa apetecible para los grandes barcos, vio descender su número desde los 150.000 ejemplares que se calculaban en 1.920 a los escasos 1.000 individuos de la actualidad. De las ballenas, como del cerdo, ahora se aprovechaba casi todo: además de su carne congelada para consumo humano, la harina de carne y de sus huesos para la alimentación animal y para abonos, la piel, la grasa y sus barbas. Aunque ya menos apreciadas, en 1.890 se pagaban 1.500 libras esterlinas por una tonelada de barbas, y una ballena grande producía más de esa cantidad…
DSCN6538balleneros canaliñas barbas
Barbas de ballena, de rorcual en este caso. En la fotografía de la derecha, rorcual en la factoría gallega de Caneliñas, donde se pueden ver las barbas. Más cortas que las de la ballena franca y la de Groenlandia
Para paliar el desastre, en 1.946 se creó la Comisión Ballenera Internacional. Ya en 1.935 la Liga de Naciones  auspició un primer borrador para regular la caza y el comercio aunque al comienzo sólo lo suscribieron Gran Bretaña y Noruega, los dos principales países cazadores: entre los dos cazaban más del 95% de las  30.000 ballenas capturadas
anualmente. Poco a poco se fueron adhiriendo más países. Inicialmente se decretó la prohibición o veda de nueve meses al año, así como la protección de hembras y crías, y zonas de reserva. En 1.972 se aprobó en Estocolmo una moratoria de 10 años para la caza comercial y que las poblaciones pudieran recuperarse. Con altibajos, con muchas reticencias por algunos países que han ido cediendo a causa de las presiones internacionales, por fin en 1.985 se decretó el fin de la caza comercial…aunque dejando una puerta abierta para la «caza científica», en su artículo VIII. Actualmente y por esa «puerta falsa», Japón reconoce la prohibición comercial, pero sigue cazando unas 400 ballenas cada año aduciendo que es con fines científicos (aunque, por supuesto, comercializan sus productos). Islandia y Noruega siguen también, de una forma o de otra, eludiendo la ley.
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                         Carne de ballena en un supermercado de Japón
Hoy la Comisión Ballenera Internacional tan solo concede permisos excepcionales para la caza comercial: un pequeño cupo de 260 ejemplares al año para los inuit (los esquimales) de Alaska y Groenlandia, y 20 ejemplares al año para los indígenas de Kamchatka, al norte de Siberia, y ello respetando su cultura de susbsistencia y su método tradicional de caza, a bordo de canoas y con arpones, como en los viejos tiempos…como cuando los vascos. Incluso en las islas Azores, donde los balleneros de Nantucket recalaban para reclutar a sus diestros arponeros, y donde se mantenía la caza tradicional a la vieja usanza con chalupas, se abolió definitivamente la caza. El último cachalote se arponeó desde la isla de Pico, en 1.987.
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Secuencia de la caza del cachalote en las islas Azores antes de la prohibición. El arponero lanza su arpón, el cachalote arroja sangre por el espiráculo al resultar herido, la lancha se aparta para evitar posibles ataques por el animal que, finalmente, flota muerto.
(Fotografías sueltas de un viejo ejemplar de la revista Aventura, no tengo datos del autor del reportaje ni de las fotos)
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Peculiar técnica de arponeo saltando desde una rampa en la proa de las canoas, en Lamalera, isla de Lembata (Indonesia). No he conseguido enterarme si la Comisión lo permite o no, pero desde luego demuestran valor.
5.- El bacalao, un pez que estuvo a punto de extinguirse. El skrei noruego
Un poco en paralelo a la caza de las ballenas y la exploración de las costas de Terranova, fue la pesca del bacalao. En 1.497 el genovés Giovanni Caboto, al servicio de la corona de Inglaterra bajo el nombre de John Cabot, emprendió viaje bajo el patrocinio del rey Enrique VII hacia el Nuevo Mundo recién descubierto por su (presunto) paisano Cristóbal Colón, descubriendo tierra firme a los 35 días de haber partido del puerto de Bristol. Ya junto a las costas de lo que aún no se llamaba Terranova, descubrió tales bancos de bacalao que a su regreso contó, literalmente, que…se podía andar sobre ellos…, o que con sólo lanzar una cesta al mar, se la podía sacar repleta de pescado… En 1.537, 37 años después de los informes de John Cabot, el francés Jacques Cartier se adjudicó el «honor» del descubrimiento de aquella «Terra Nova»: tierra nueva, aunque admitiendo en sus informes la presencia allí de «mil pescadores vascos»… Ya se sabe: los descubridores reivindican, los pescadores callan…
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                                           La pesca del bacalao en el siglo XVIII
Semejante abundancia tiene su explicación: el llamado Gran Banco de Terranova se extiende muchas millas hacia el sur de esta isla. La plataforma continental se extiende mar adentro, con una profundidad media de entre 25 y 100 metros, hasta un máximo de 200 metros. Ello, unido a que aquí se encuentran dos corrientes: la fría del Labrador, pegada a la costa, y la cálida del Golfo, más exterior, convierte a este banco en un lugar donde prolifera el fitoplancton y el zooplancton, constituídos por algas y por krill, respectivamente, alimento a su vez de bancos de pequeños peces que, a su vez, son el alimento de los grandes bacalaos, formando uno de los caladeros más ricos en pesca del mundo. Una situación parecida al del llamado Gran Sol (del francés «Grand Sole»: gran lenguado), entre los paralelos 48 y 60 al oeste de las Islas Británicas, tradicional caladero de merluza, otro pez de gran importancia económica y explotado hace siglos por vascos, franceses y británicos.
Desde 1.371 ya hay documentos que demuestran que los vascos traían bacalao a Europa, aunque desde el año 1.000 ya lo salaban y exportaban. Lo que no decían (secretismo de pescadores) era dónde lo pescaban. La importancia económica del bacalao (nombre científico: Gadus morhua) consistía primero, en su gran abundancia y tamaño. Los bacalaos viven hasta 20 años, pero ya a los 10 alcanzan una longitud de más de un metro y un peso de entre 15 y 25 kilogramos. El mayor ejemplar del que se tiene noticia fue pescado frente a las costas americanas y alcanzó un peso de 80 kilogramos. El segundo factor era la facilidad de su conservación en sal una vez limpio de cabeza y tripas, lo que a su vez produjo un comercio de la sal -sujeta a los inevitables impuestos- procedente sobre todo de España. La conservación se favorecía además al ser un pescado muy bajo en grasa, un 2% solamente. Y, por último, porque la Iglesia permitió su consumo los viernes, día de abstinencia para la carne, lo que multiplicó su demanda. El bacalao se convirtió en un alimento barato y muy popular que se consumía en toda Europa. En concreto en España, a mediados del siglo XX el consumo de bacalao se evaluaba en unas 40.000 toneladas al año, que se completaba (además de la pesca «nacional») mediante importaciones, que suponían un gasto de entre 25 y 30 millones de pesetas/oro. Los ingresos de la Hacienda Pública por aranceles de importación llegaron a suponer el tercer monto en cantidad tras el café y el petróleo.
En el siglo XVII el político y ensayista inglés Francis Bacon ya decía que:
estas pesquerías (las del bacalao) eran de más provecho que todas las minas del Perú…
Y el aristócrata y explorador francés, Nicolás Denys, nos ilustra sobre las condiciones de los pescadores:
son los vascos entre todos los que practican esta pesca los más hábiles, los de La Rochela ocupan el segundo lugar, después de éstos los insulares que están a los alrededores, luego los bordeleses y después los bretones. De todos estos lugares puede ser que vaya allí cien, ciento veinte o ciento cincuenta naves todos los años…En cuanto a las condiciones son diferentes. Los vascos se rigen según la carga del barco, éste se valora por la cantidad de quintales de pescado que pueden cargar. Los armadores acuerdan con la tripulación, que son dos o trescientas partes, y dan al capitán un cierto número de partes, según la reputación que tiene en su cargo, al maestre del secadero tanto, al piloto tanto, a los guardarropas tanto, a los maestres de chalupas tanto, a los armadores y aguadores tanto a cada uno y a los marineros tantas partes a cada uno. Al volver el navío si no traen el número de quintales convenido se rebaja a cada uno a prorrateo lo que falta de la parte que debía haber, pero si traen mayor cantidad se les aumenta de la misma manera… («Descripción Geográfica e Histórica de las costas de América Septentrional», Nicolás Denys, S.XVII).
 En Euskadi se hacían dos campañas al año: desde mediados de Enero, «hacia el día de San Sebastián» (20 de Enero, patrón de Donosti, que se continúa celebrando con la «tamborrada») hasta Julio, unos 4 o 6 meses, hasta completar la carga del barco, con las provisiones necesarias para seis meses. En el siglo XVI, inicialmente los barcos tenían capacidad para 100 toneladas; según aumentó el tamaño de los barcos también aumentó la capacidad de la bodega: entre 600 y 1.100 toneladas. Tras un descanso de veinte días en tierra, tras descargar y preparar el barco, volvían a partir hasta poco antes de las Navidades, en que se regresaba con lo que se hubiera podido pescar.
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Procesado del bacalao en Euskadi, en el que intervenían tanto hombres como mujeres
Una vez llegados a la zona de los bancos de bacalao, se replegaban las velas y se dejaba el barco al pairo, a merced de las corrientes. Se bajaban entonces las chalupas con capacidad para uno o dos marineros y para, desde ellas, lanzar las artes. Los bancos de pesca se encontraban en zonas de frecuentes temporales y de muy bajas temperaturas: a veces bajaban de los 20º bajo cero, con tanto hielo en cubierta que había que eliminarlo a hachazos para que el barco no se desestabilizase. Aunque no navegaban tan al norte como los balleneros, no era rara la presencia de témpanos de hielo ante los que había que guardar precauciones. Y al ser zonas de encuentro de dos corrientes (la fría de Groenlandia y la cálida del Golfo), las nieblas eran frecuentes y muy espesas. Para que las chalupas no se extraviasen entre la niebla, se sujetaban al barco con cabos, de una longitud de hasta cinco mil metros. Hasta que en los años 40 del pasado siglo no se estandarizaron los radares, los riesgos de colisión con otros barcos a causa de la niebla eran un peligro frecuente, avisando de su posición con toques de bocina, aunque hubo varios casos de barcos chocados y hundidos.
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Bacaladeros vascos en Terranova, en plena faena. Mediados siglo XX
La pesca originalmente era a mano, con anzuelo, con una captura media de entre 25 y 200 bacalaos por marinero al día, aunque hubo casos excepcionales de 400 ejemplares diarios. Desde las chalupas se soltaban hasta 24 palangres, largos cabos de más de 100 metros cada uno, desde donde colgaban las brazoladas a cuyo extremo iban los anzuelos, y de los que iban tirando periódicamente para liberar las capturas. Una modalidad que se utilizó al principio era sujetar, clavados a cada lado del barco, una serie de barriles cortados por la mitad, de aproximadamente un metro de alto, donde se metían los pescadores. Para estabilizarse y evitar la caída al mar con los bandazos del barco, se rellenaban hasta la mitad con serrín húmedo para sujetar mejor las piernas.
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                                     Factoría de procesado del bacalao

Las condiciones de vida de los pescadores de bacalao eran incluso más duras que las de los cazadores de ballenas: turnos de 12 horas de trabajo y 6 de descanso. La tripulación constaba de 15 a 20 hombres, rotando para no parar el trabajo. Hacinados en bodega, la dieta era a base del propio bacalao, tres cuartos de litro de vino al día y algo de fruta, sobre todo manzanas. Un complemento habitual era una sopa elaborada a base de cocer las cabezas del pez. Los que no estaban pescando trabajaban en cubierta: descabezando, desventrando (guardando el hígado, muy valorado), desespinando y, ya en plano, salado en capas, renovando la sal cada tres días. El secado posterior se haría con los bacalaos colgados, en tierra.
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                                                    Secadero de bacalao
Tras el descubrimiento de Terranova, en la costa atlántica del Canadá, la pesca del bacalao pronto fue adoptada por todos los países de Europa Occidental: Francia, España, Portugal, Inglaterra y Holanda, principalmente. La pesca era intensiva: hasta comienzos del siglo XX la cantidad oscilaba en torno a 300.000 toneladas, en total. Pero fue a partir de los años 50 cuando con la ayuda de los barcos frigoríficos y dotados de redes de arrastre y sónar para detectar los bancos de peces, las capturas alcanzaron el máximo en el año 1.965, de 800.000 toneladas anuales. Pero ya nada volvió a ser igual. Si el bacalao es un pez muy prolífico y capaz de recuperarse de las pérdidas debidos a una extracción moderada (aunque fuera en esas cantidades), a partir de ese momento se superó lo que se conoce como la «tasa de regeneración» y las capturas comenzaron a caer en picado.
En 1.968 las capturas descendieron a 63.000 toneladas, que bajaron a 8.000 a principios de los 80, y a menos de 1.000 a comienzos de los 90. Varios países ribereños (Canadá, Noruega e Islandia) establecieron en 1.977 la inclusión territorial de 200 millas alrededor de sus costas, prohibiendo faenar a barcos de otras nacionalidades. Visto lo visto, el 2 de Julio de 1.992 se produjo una moratoria total de la pesca comercial, que dejó en el paro a 40.000 personas tan sólo considerando los que vivían de la pesca y el procesado del bacalao en las costas de Terranova. En el año 2.007 se pudo volver a pescar, pero sólo se consiguieron 2.700 toneladas. Se calcula que sus poblaciones no llegan en la actualidad al 1% de la que había en 1.977. De hecho, el bacalao ha sido catalogado como «especie amenazada de extinción». En el puerto vasco de Pasajes quedan unos pocos barcos que realizan las campañas de bacalao, aunque sólo de 2 o 3 meses, y previa licencia, en las islas noruegas de Svalbard.
Un «recurso renovable»: el bacalao skrei.
Ejemplos de agotamiento por sobreexplotación, que pueden llegar a la extinción, los tenemos a cientos. En el caso de los cetáceos, desde el caso de la ballena franca del Golfo de Vizcaya al gran rorcual azul. Pero no es un problema moderno: ya en tiempos de la Grecia clásica, la sobreexplotación de los bancos de sardina en el Mar Negro, abundantísima en su momento, hicieron que ya no fuese rentable su pesca. Ahora mismo se ha planteado en el Golfo de Vizcaya establecer una veda o moratoria prohibiendo la pesca de la sardina durante unos años, a la vista de la progresiva escasez de las capturas por una reducción en la población de sardina cántabra. La moratoria se ha reducido, por presiones de España y Portugal ante la Comisión Europea de la Pesca, a una veda limitada a un máximo de 14.600 toneladas al año, a partir del 1 de Mayo del 2018. Un ejemplo de lo que representa un «consumo sostenible» nos lo da el bacalao skrei, del noruego: el «nómada».
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Esta moneda de 1 corona no es noruega sino islandesa, pero también refleja uno de sus «tesoros»: el bacalao
Entre los meses de Febrero y Abril el bacalao baja desde el mar Ártico, bordeando la costa noruega hasta su lugar de desove, en las islas Lofoten, por encima del Círculo Polar Ártico. Pero los noruegos, con su mentalidad «escandinava» y para evitar sobrepesca lo tienen sometido a un rígido control, con ayuda del Skrei Patrol, una patrulla de barcos con vigilantes que supervisa todo el proceso de la pesca, de los tamaños de los peces y de su tratamiento posterior. Se controla desde el número de barcos a los que conceden licencias, hasta la cantidad máxima para cada barco y, por supuesto, en la época adecuada. El proceso de preparación es igualmente exquisito: una vez en tierra, lo descabezan y desventran, aunque no les quitan la espina. De hecho, el bacalao skrei ni se sala ni se congela, sólo se refrigera, y además el hielo se pone en las cajas por delante y por detrás del bacalao, nunca por encima, para evitar las alteraciones debidas a la congelación de la carne.
El descabezado y la extracción de las cocochas (parte de la carne bajo las agallas, algo así como la papada del atún) y de las lenguas, muy apreciadas, lo realizan chavales noruegos de entre 14 y 18 años de las localidades donde se faena. Nada que ver -con perdón- con los niños negros que vemos en los documentales de países exóticos ayudando a sus mayores. Estos chicos están contratados, son todos voluntarios, reciben un buen sueldo, y están contentos de ayudar en la faena a sus mayores, y además sacarse un buen dinerito. Todo un ejemplo, el de Noruega. ¡Ah!, y además el skrei está exquisito, con una carne blanca sin grasa que se deshace en la boca.
6.- Se acabaron las ballenas. Comienza el pirateo
Para los que queráis profundizar en el tema de los corsarios vascos os recomiendo ver la página «Bertrán-5-corsarios y piratas», muy completo y documentado, como a mí me gustan. Me ha servido para recabar documentación, y desde aquí se lo agradezco, aunque no sido el único consultado.
Se establece una distinción entre piratas y corsarios. Se llama pirata a todo aquel que en el mar y por su cuenta captura otros barcos para robarles, bien la carga, bien el propio barco, o incluso para tomar a la tripulación como rehén de cara a rescates o a venderles como esclavos. La piratería siempre fue perseguida y los piratas sabían que se arriesgaban caso de ser capturados, a pena de horca o de ser condenados a galeras. Por contra, navegar con «patente de corso» era muy parecido, salvo en que actuaban bajo la cobertura o por mandato directo de alguna corona. El límite entre uno u otro era una línea a veces un tanto confusa, y con frecuencia los corsarios eran tachados por las víctimas como simples piratas.
En un mar tan frecuentado como el Golfo de Vizcaya, y sujetos a la jurisdicción de las coronas española y francesa, más las apariciones de ingleses u holandeses, las acciones del corso/piratería fueron frecuentes desde los comienzos de la navegación. Si bien el objeto eran barcos con cualquier tipo de comercio, al hacerse frecuente la pesca del bacalao o la caza de la ballena, carga de mucho más valor, los pesqueros se convirtieron en presa favorita de los corsarios/piratas. Y a su vez, muchos de estos pesqueros desvalijados, comenzaron a atacar a otros barcos. Ya en una fecha tan temprana como el año 1.304 hay menciones a piratas vascos que se echaban a la mar para asaltar barcos mercantes. En el siglo XIV Eduardo III de Inglaterra se queja de tener que enfrentarse a los piratas y corsarios vascos:
tanta es su soberbia que habiendo reunido en las partes de Flandes una inmensa escuadra, tripulada de gente armada, no solamente se jactan de destruir del todo nuestros navíos y dominar el mar anglicano, sino también de invadir nuestro reino…(¡y aún faltaba tiempo para lo de la Armada Invencible!).
Así, Fernando el Católico concede cédulas de patente de corso en 1,497 y 1.498 a guipuzcoanos y vizcaínos. Los vascofranceses de San Juan de Luz, por su parte, reciben de la corona francesa una patente de corso en 1.528. En 1.555 un tal Martín Cardez, de San Sebastián, llegó a capturar 42 naves francesas cargadas con bacalao. A finales del siglo XV un tal Antón de Garay, vizcaíno, se inició en el corso del Atlántico, aunque no debió tener patente real como tal o bien se confundió de enemigo, ya que murió ajusticiado por la corona española bajo la acusación de piratería. Ya desde 1.480 el guipuzcoano Juan Martínez de Elduayen hacía lo mismo, pirateando a los suyos. Se apropió de tres pinazas de Fuenterrabía que llevaban mercaderías francesas, ya que la carga, si procedía de país enemigo, era susceptible de corso:
so color de ciertas cartas de marca y represarias que dis que teníades desde en tiempo de la guerra…
En el siglo XVII los dos principales puertos corsarios fueron San Sebastián y Fuenterrabía. Entre los siglos XVII y XVIII, sólo el señorío de Vizcaya contaba con 77 barcos corsarios. Cuando estalla la guerra con Holanda en 1.621, y hasta 1.635 en que comenzó la guerra hispano-francesa, estas dos localidades se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey. La «patente de corso» era todo un contrato establecido entre la corona y los armadores. Para hacer el corso ya no bastaban los barcos de pesca, más lentos y pensados para acumular carga, sino que se necesitaban barcos más ligeros, tipo fragata, tripulados por soldados o, lo que era más frecuente, gente armada, aunque el interés del corso no era destruir el barco enemigo -que valía para pedir rescates o integrarlo en su propia flota- sino sobre todo hacerse con la carga. Por ello más que «batallas navales» con el empleo de cañones, se intentaba siempre el abordaje, aunque los intercambios de disparos y sablazos fueron inevitables. Como ejemplo de lo que era una «patente de corso» valga este contrato, suscrito entre la Corona (¡ojo, firmado en Madrid!) y el armador de la fragata donostiarra Nuestra Señora del Rosario, en 1.690, donde se especifica muy claro a los barcos de qué potencias pueden atacar, o los límites geográficos de sus correrías:
en virtud de la presente, permito al dicho capitán, Pedro de Ezábal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso, de 29 de Diciembre de 1621 y 12 de Septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de España, Berbería y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la nación francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella corona; y a los demás corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fuesen de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaración que no puede ir ni pasar con la fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ningún pretexto…Dado en Madrid, a 28 de Agosto de 1690. Yo, el Rey…
La proximidad de los puertos vascos, tanto españoles como franceses, hacen que el corso apenas conozca treguas. En 1.528 y con ocasión de la guerra declarada (¡otra vez!) contra Francia e Inglaterra, dan carta blanca desde el puerto francés de La Rochelle a tres capitanes, dos de ellos con apellidos vascos: Harismendi, Dolabarantz y Duconte. Otro corsario vascofrancés famoso fue Joanes de Suhigaraychipi, de Bayona, conocido como «Le Coursic»: «el corsarito» (debía ser bajito). Con su fragata La Légère, armada con 24 cañones, fue autorizado por el rey de Francia para practicar el corso contra España y Holanda. En seis años había capturado 100 navíos. En 1.692 y a la vista de la playa de la Concha, atacó y capturó dos navíos holandeses superiores en peso y armamento.
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                                Puerto de Bilbao (¿Guetxo?) en el siglo XVII
En 1.553 y por orden del todavía príncipe Felipe II, recomendó dar caza a navíos corsarios de Laburdi, con lo que los franceses dejaron de proveer a Guipúzcoa al interrumpirse la navegación normal. Ya antes, en 1.536, y tras haber apresado tantos barcos franceses, los de Laburdi firmaron un tratado de concordia en Hendaya con los vascos para volver a las antiguas relaciones de amistad, comprometiéndose para avisarse si sus reyes se declaraban la guerra…está claro que su comercio les preocupaba más que guerras decididas por las lejanas cortes de París o de Madrid. Pese a este tratado de concordia y por la orden del príncipe Felipe, al año siguiente (1.554) los capitanes Martín de Cardez capturó los ya citados 42 barcos franceses cargados de bacalao, Pablo de Aramburu (que capturó otros 47 bacaladeros), Domingo de Albistur y Domingo de Ituráin siguieron en lo suyo. Se ve que la paz duraba poco y menos.
Por resumir algo, la relación de piratas y/o corsarios vascos es larga: Miguel Etchegorría, alias «Michel le Basque», vasco-francés que actuaba en el Caribe. El bilbaíno Pedro de Larraondo, «reconvertido» al corso tras haber sido repetidamente objeto de saqueos por parte de catalanes durante su etapa de honrado comerciante por el Mediterráneo: capturado por los moros, le ofrecieron el perdón a él y a su tripulación si se convertía al Islam pero, al negarse, fue decapitado. Íñigo Artieta, de Lequeitio. Vicente Antonio de Icuza y Arbaiza, de Rentería. Sánchez de Arbolancha, asesinado por corsarios genoveses y vengado ocho años después por su hijo. Gaspar Antonio, de Fuenterrabía. Juan Arriola, de San Sebastián. Alonso de Idiaquez, de Pasajes, aunque nacido en Amberes. Pedro de Ezábal, de San Sebastián (el capitán de la Nuestra Señora del Rosario, construída por el comercio de Donosti para patrullar la costa). Pedro Aguirre, alias «El Campanario» (éste debía ser alto), de San Sebastián. Juan Bernardo Lizardi. Pedro Diústegui y su hijo, Agustín Diústegui, de San Sebastián. Francisco de Escorza. Cristián Echevarría, nacido en Roscoff, en la Bretaña francesa, aunque vivió toda su vida en San Sebastián. Francisco de Zárraga Breográn….podría seguir…
Con tanto ambiente corsario, no puedo evitar terminar con un apunte curioso sobre una mujer, Juana Lorando. Al parecer, Juana era viuda de un pescador (¿quién sabe si no corsario?) que regentaba una posada en San Sebastián. En su posada alojaba corsarios, a los que daba ….todo de fiado, hasta que volviesen con presa y cobrasen lo que procediese… (según Archivo del Corregimiento de Tolosa). Le debió ir tan bien este trato de honor con los corsarios que, sin duda, cumplían con la palabra dada, que al final se asoció con dos corsarios de Orio y de Donosti, para comprar un barco pequeño, el San Juan, capitaneado por Juan de Echániz, para «trabajar» en las costas de Francia y en el Canal de La Mancha. ¡Toda una empresaria, la tal Juana Lorando!…o una «emprendedora», como dicen ahora…
7.- El Estrecho de Anián o Paso del Noroeste. Juan de Fuca: el timo del siglo
En el capítulo 129 de su libro Il millione, más conocido como el de Las Maravillas del Mundo, el escritor veneciano Marco Polo nos habla de una provincia de China llamada Anián, ubicada hacia Levante, la cual fue incorporada a los antiguos mapas de Catay (como se denominaba China en aquellos tiempos) como el «Reino de Anián». Y con tal nombre, Anián, pasó a dar nombre a la costa pacífica de China y, andando el tiempo, a un mítico paso que conduciría hacia sus dominios: el Estrecho de Anián.
Una vez comenzada la exploración de la isla de Terranova y de la península del Labrador por parte de los balleneros vascos seguida por los franceses, a las potencias europeas (Francia, Inglaterra, Holanda…) se les planteó una delicada cuestión. Para el comercio desde Europa con China o las Molucas (o las «Islas de La Especiería», como se las conoció en su día) la travesía podía suponer un mínimo de 6-8 meses, con los problemas logísticos, de aprovisionamiento, etc. y las muy frecuentes tormentas del Cabo de Hornos, además del control por parte de los españoles. Si la opción era bordear África por el Cabo de Buena Esperanza, el viaje podía ser aún más largo, hasta un año. La opción, caso de encontrar un paso al norte de Norteamérica, reduciría la travesía a apenas tres meses, evitando a españoles y portugueses. La idea era buenísima…pero había que encontrarlo.
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                            Los mapas del siglo XVI eran todavía bastante inexactos
El llegar a las Molucas con sus ricas especias de gran demanda en Europa (canela, clavo, pimienta roja y negra, nuez moscada…) suponía acceder a una fabulosa fuente de ingresos. Hasta que los portugueses dieron con la ruta a Oriente doblando el cabo de Buena Esperanza, el comercio estaba en manos de los musulmanes, aunque los intentos de llegar a China y La India fueron constantes, como el ejemplo de Marco Polo. Pero un viaje por tierra era larguísimo, cuestión de varios años, y muy arriesgado. La opción era por mar. Aunque no dejaba de ser un viaje largo, los riesgos eran menores, borraban de un plumazo el control de los musulmanes y los beneficios compensaban el esfuerzo.
España y Portugal tuvieron su contencioso sobre a qué país correspondía el dominio sobre las Molucas. Una vez circunnavegado el globo por Magallanes y Elcano, demostrada de una vez por todas la esfericidad de la tierra, el Tratado de Tordesillas arbitrado por el papa Alejandro VI (conocido como Rodrigo Borgia antes de ser papa, español de nacimiento y pro-Castilla a tope), tras largas disputas y deliberaciones en las que intervinieron afamados peritos por ambas partes, estableció las respectivas áreas de demarcación en América a un lado y a otro de una línea que, de polo a polo, transcurría a 370 leguas al oeste de la isla más occidental del archipiélago de Cabo Verde. Hasta ahí quedaron más o menos de acuerdo pero, una vez descubierto el Pacífico y el acceso a través del Cabo de Buena Esperanza, tocó discutir sobre el reparto de las islas de las especias, al otro lado del globo.
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Hoy día nos parecería fácil, con los adelantos técnicos de que disponemos en forma de satélites, GPS e instrumentos de medir exactísimos, delimitar la zona geográfica. Pero en aquellos tiempos dar continuidad, seguir trazando el «antimeridiano», la «raya» de Tordesillas más allá de los polos, condujo a otra serie de debates y discusiones que se prolongaron varios meses, en la primavera del año 1.524. Hoy podemos saber que las Molucas quedaban en zona bajo supuesto dominio portugués, pero en aquel momento peritos y pilotos prestigiosos dieron su opinión por ambos bandos sin terminar de ponerse de acuerdo hasta que, por fin, ambas coronas llegaron a un acuerdo mediante el Tratado de Zaragoza de 1.529, por el que España cedía sus derechos a Portugal a cambio de una sustanciosa compensación económica, mediante la cual Portugal de hecho compró los derechos castellanos (a su manera los estaban reconociendo) sobre las que se conocieron en la época como «las Islas de la Especiería». El precio pagado por las Molucas: 350.000 ducados de oro de 375 maravedís cada uno, el equivalente actual a 9.500.000 euros…nueve millones y medio de euros…
Aunque los holandeses, paradojas de la historia, fueron los que al final y sin pagar nada se quedaron con Las Molucas, durante aquellos años y como acabo de decir, la preocupación principal de Francia, Holanda e Inglaterra era encontrar un «atajo» por el norte que les facilitase el acceso hasta Asia. Hubo que esperar hasta 1.906 para que un noruego, Roald Amundsen (el mismo que en 1.911 llegó el primero hasta el Polo Sur), consiguiese franquear mares helados y corrientes, sobreviviendo en condiciones climatológicas pésimas  hasta llegar por fin a Alaska desde el Atlántico, proeza en la que invirtió tres años.
Todos creían en la existencia del Estrecho de Anián. Hernán Cortés, una vez conquistado México, encargó en 1.539 al capitán Francisco de Ulloa la exploración de la costa de California hacia el norte, hasta sobrepasar la isla de Vancouver, en la actual frontera con Canadá, encontrando hielos, tormentas, fuertes corrientes, y un enrevesado y laberíntico paisaje de islas, golfos y desembocadura de grandes ríos, pero sin localizar el estrecho.
Los cartógrafos italianos Giacomo Gastaldi (en 1.562) y Bolognini Zaltieri (en 1.567) publicaron mapas -inventados- que mostraban un angosto paso que separaba Asia del Atlántico. Hasta el famoso pirata/corsario inglés sir Francis Drake buscó la entrada desde 1.579, sin conseguir hallarlo en el laberinto de islas, penínsulas y grandes ríos. En su momento la Corona Británica ofreció 20.000 libras esterlinas a quien descubriese el paso, y ante tan golosa recompensa y, lo que era aún más importante, el honor del descubrimiento, llevó a unos cuantos valientes exploradores a internarse entre los hielos, pero a menudo perdiendo la vida en el intento.
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Según puede leerse al pie, se representa el reino de Quivira (reino legendario y, como corresponde en los reinos legendarios, lleno de riquezas al norte del actual Méjico) y, arriba a la izquierda, la supuesta entrada al estrecho de Anián.
Uno de los más conocidos fue el desastre de la expedición de sir John Franklin. Capitán de la Royal Navy, ya había participado en varias expediciones. En una de ellas sólo sobrevivieron 11 de sus 20 acompañantes que, para sobrevivir, llegaron a comerse sus propias botas de cuero. En Mayo de 1.845 partió con dos barcos, el Erebus y el Terror. Jamás volvieron, y durante doce años no se supo nada de ellos pese a las expediciones enviadas a encontrarles y en las que algunos también encontraron la muerte. Aunque llevaban provisiones para tres años, los pocos que más aguantaron no sobrevivieron ni tan siquiera dos.
En los restos que, poco a poco, fueron apareciendo, encontraron evidencias de canibalismo (algo inevitable en situaciones límite como las que sin duda debieron sufrir), pero se sospecha que murieron de escorbuto, e incluso de intoxicación por plomo, al estar las latas de conserva utilizadas en aquel tiempo y de las que se alimentaban exclusivamente, selladas con ese metal. Sea como sea, los barcos quedaron atrapados en el hielo y se vieron obligados a vagar con los trineos en la extensión infinita del Ártico.
Años más tarde algunos testigos, indígenas inuit, contaron a los que les buscaban que vieron pasar «gente enloquecida» (¿por el plomo, que afecta a la razón, o simple desesperación?) a los que prefirieron no acercarse, arrastrando trineos por la nieve. Sobre la expedición de Franklin también se acaba de estrenar una serie televisiva, El Terror -como uno de sus dos barcos- bajo la producción de Ridley Scott (el que dirigió Alien, el octavo pasajero), donde se cuentan las penalidades de aquellos desgraciados con el inevitable añadido por mor del éxito televisivo de un monstruo blanco…la sombra de Alien les acompaña, aun que en este caso no fuese en el espacio, sino en la nieve.
Y entre todos estos exploradores árticos, entre tanto cosmógrafo y tanto hielo, es cuando hace su aparición en escena un personaje digno de una película: Juan de Fuca. A veces citado como Apóstolos Valerianos, nació en 1.536 en Valerianos, localidad de la isla de Cefalonia, en Grecia. Aproximadamente en 1.555 entró al servicio de la marina española en Sicilia (en aquel entonces parte del reino de Aragón), desde donde acabó en Nueva España en 1.587, participando en las primeras expediciones de las costas del Pacífico mexicanas, llegando a la América septentrional, allá por 1.592. Tras varios años de exploración y ya de vuelta en España depositó en el Archivo de Indias en Sevilla unos mapas y portulanos en los que reflejaba sus supuestas navegaciones, señalando un paso misterioso:
balleneros el paso de Anián
…cuya entrada oriental marca un pináculo triangular y puntiagudo, por el que he podido comunicar desde el Mar del Sur -el Pacífico- con el océano Atlántico…
Se trataba del legendario Paso de Anián con el que soñaban los cartógrafos de toda Europa y que reduciría a menos de 90 días de navegación la travesía entre Europa, China, y las Islas de la Especiería en vez del casi un año que suponía el paso por el Estrecho de Magallanes o el cabo de Buena Esperanza, sin contar las frecuentes tormentas y el control del Estrecho por parte de los españoles.
La Corona Española no necesitaba para nada ese atajo, pero los cartógrafos del Archivo de Indias de Sevilla se alarmaron ante la posibilidad de que los ingleses lo descubriesen, con el agravante del peligro que suponía la pérdida del control del Mar del Sur, ese «lago español» como lo denominaban, y el riesgo para las poblaciones de sus orillas a todo lo largo de América. La información fue calificada como «preciosa» y Juan de Fuca bien pagado, aunque al parecer menos de lo que él pensaba que valía, dejándole sin duda cierto resquemor con la corona española, quedando planos e información puestos a buen recaudo, escondidos en lo más profundo de los archivos sevillanos.
Pero aquí entra en acción el espionaje que nunca cesa. Los ingleses al parecer tenían infiltrado algún «topo», algún informante dentro del Archivo y, ya en 1.596, recién entregados mapas e informes, se pusieron en contacto con Juan de Fuca. Éste se había jubilado en la marina española y de vuelta a su tierra, a comienzos de  1.602 un agente inglés, un tal Michael Yok, consiguió reunirse con él en Venecia, comprando a precio de oro una copia de los mapas y de los informes y del que recibió además 1.000 libras esterlinas en concepto de adelanto por sus futuros servicios como guía para una expedición inglesa. Los franceses a su vez tenían espías entre los británicos y, de una forma u otra, consiguieron contactar con Juan de Fuca pagándole una fortuna por otra copia más. Cuando poco tiempo después los ingleses fueron a reclamarle cuentas a su isla, un tanto cabreados por su desaparición, sólo pudieron encontrarle plácidamente enterrado en una apacible tumba, esta vez en la vecina isla de Zakynthos, con apacibles vistas a otra isla más, la de Ítaca, patria de otro navegante mítico: Ulises.

Sobre este personaje no se ha hecho ninguna película y es que los españoles, al contrario de los británicos, no explotamos apenas semejante filón inagotable de historias e historietas además de que, en honor a la verdad Juan de Fuca, quizá por su condición de griego, sigue siendo un perfecto desconocido para nosotros. Pese a tanto timo y con la peculiar picaresca griega (su «vecino» de isla, Ulises, ya es reputado en La Iliada La Odisea como un auténtico «liante», el Gran Engañador: suya fue la invención del famoso Caballo de Troya), después de haber desplumado a las coronas española, inglesa y francesa, retornado millonario a su isla, Juan de Fuca no cayó en el olvido. En la actualidad y desde 1.788 un pequeño estrecho a la altura de la isla de Vancouver, en el Pacífico canadiense, lleva su nombre. E

so sí, no nos engañemos esta vez: os juro que no comunica con el Atlántico.

8.- Epílogo. Las últimas factorías balleneras españolas en el siglo XX: Ceuta, Algeciras, Galicia…y dos arponeros vascos.

Colgada ya en el blog esta entrada, me comentó mi amigo malagueño Manuel Navarro, compañero de aventuras en Mali y Tombuctú, productor de documentales en su La Nave de Tharsis y gran conocedor de la historia (antigua y moderna) de Andalucía, si no había mencionado las factorías balleneras del Estrecho de Gibraltar… ¡pues ni idea!… le contesté. E ipso facto me puse a buscar información, que os resumo, como añadido a la entrada.
El 24 de Junio de 1.947 se inauguró en Beliones (actual Belyounech, Marruecos) la factoría ballenera del mismo nombre, por la empresa Industrial Martinez S.A. Inicialmente la empresa dispuso de un solo buque, el Alcatraz (posteriormente rebautizado como el Benzú), de 500 toneladas y equipado con varios cañones arponeros. Posteriormente la empresa incorporó un segundo buque, el Hval IV, capitaneado por el noruego Hjlmar Paulsen. Los comienzos no pudieron ser más prometedores: durante la primera semana se capturaron seis rorcuales y tres cachalotes, todos en la zona del Estrecho, aunque fue un comienzo excepcional. Durante sus siete años de existencia la media de capturas anuales fue de 150 ejemplares. En total, 317 rorcuales y 337 cachalotes.
Las causas del cierre fueron varias. En 1.954 Marruecos alcanzó su independencia quedando la factoría en territorio marroquí. Por otra parte, el aceite de ballena fue perdiendo importancia al irse extendiendo los derivados del petróleo. Pero sobre todo, la población de ballenas del Estrecho había descendido considerablemente. El motivo, la intensa actividad de otra factoría ballenera al otro lado del Estrecho, la de Getares (muy cerca de Algeciras). Entre ambas y según testimonios de la época, se hizo una auténtica carnicería.
La factoría de Getares se creó en 1.914, comenzando su explotación en 1.921 con socios españoles e ingleses, aunque la mayoría del capital estaba en poder de accionistas noruegos, creando la Compañía Ballenera Española, más tarde ampliada como Compañía Ballenera Internacional, al extender su radio de acción al Atlántico Norte y sobre todo en la Antártida. Tras una pausa debida a la Guerra Civil y a la posguerra, la compañía reanudó su actividad a partir de los años 40 bajo el nombre de Sociedad Ballenera del Estrecho con una frenética actividad, siempre actuando en el Golfo de Cádiz y alrededores, llegando a cazar en seis años un total de 3.609 rorcuales y 345 cachalotes. Aunque estaba en territorio español y no le afectó, como a la de Beliones, la independencia de Marruecos, sí les afectó el descenso de cetáceos y el uso creciente de los derivados del petróleo en detrimento de la grasa de ballena, cesando su actividad en 1.963.
balleneros Beliones
                                          Factoría de Beliones, 1.940
Más al norte y ya en Galicia, como comenté en el capítulo de los balleneros vascos, hubo bastante actividad desde la Edad Media. La primera noticia data de 1.288, del puerto del Prioiro, cerca de El Ferrol. Sancho IV confirma carta de 1.286 salvaguardando el derecho del monasterio de Sobrado a percibir parte del «diezmo de ballenación» que corresponde a aquel puerto. La actividad ballenera en Galicia tuvo su momento de mayor esplendor en los siglos XVI, XVII y parte del XVIII hasta llegar, tras una pausa de dos siglos, a comienzos del siglo XX. Llegó a haber hasta 18 puertos gallegos dedicados al balleneo, como Camelle, Caión, Malpica, Nois, Rego de Foz, Bares, San Cibrao (con actividad ballenera registrada desde 1.291), Rinlo, Portocelo o Morás, que se amplían en el siglo XVIII a otros nuevos como Porto Vello, Foz y Cangas de Foz. Algunos de ellos comenzaron inicialmente sólo como puertos balleneros, tales como Suevos-Punta Langosteira y Burela… Seguro que entre tanto puerto, me dejo alguno…
Ante la evidente competencia, los balleneros gallegos intentan proteger y monopolizar su industria. En 1.521 y 1.531 sendos decretos del emperador Carlos V excluyen la actividad de barcos «extranjeros» (vascos y franceses) de la costa gallega. Y en 1.628 los del puerto de Bares prohíben a los «vizcaínos» hacer su centinela desde la isla de Coelleira, sin licencia -y supongo que previo pago- del deán y del cabildo de Mondoñedo.
Tras una pausa transcurrido el siglo XVIII, en el siglo XX se reanudaron las capturas en algunos puertos, principalmente el de Caneliñas (en Cee) y el de Punta Balea (en Cangas). En concreto y en el de Caneliñas se cazaron entre 1.924 y 1.927 entre 2.200 y 3.000 rorcuales y cachalotes. Tras la pausa debida a la Guerra Civil y posguerra se reanudó la actividad en 1.951. Hasta 1.975 el control ya es más cuidadoso y en ese periodo de 24 años se contabilizan las capturas de 6.337 cachalotes, 4.686 rorcuales comunes, 291 rorcuales norteños, 17 ballenas azules y 2 yubartas…un total de 11.333 animales… La misma empresa de mayoría noruega, la Compañía Ballenera Española, fue la que propulsó la caza de las ballenas desde los puertos gallegos. En sus inicios, 1.921 en el caso de Getones y 1.924 en el de Caneliñas, y hasta 1.929, casi todo el personal de los barcos era noruego: desde el capitán al cocinero pasando por los arponeros, aunque el personal de tierra encargado del procesamiento de las ballenas eran españoles y, en el caso de la de Beliones, en parte personal marroquí. Tras la reapertura y finalizada la Guerra Civil y el periodo de posguerra, se incorpora gradualmente tripulación española.
balleneros Factoría Balea en cangas, rorcual
                                    Rorcual en la factoría Balea, de Cangas
A diferencia de los balleneros del Estrecho, los gallegos no cazaban sólo en sus costas, sino que extendieron su actividad hasta Terranova y el Antártico. Son travesías más largas, pero obligados a ello al reducirse la población de ballenas en sus zonas costeras. Por esta razón e inicialmente, los barcos del Estrecho y Galicia, más pequeños, no faenaban lejos de la costa, sino que amarraban sus capturas al costado transportándolas a las factorías en tierra. Se consideraba un radio de 70 a 100 millas desde Finisterre. Hubo algún problema mencionado cuando, al cazar una ballena a 150 millas de la costa, el animal llegó ya en muy mal estado y no se pudo aprovechar ni un kilo de carne. Hay que considerar que con un cetáceo amarrado al barco, estorbando su hidrodinámica, la velocidad seguramente no alcanzase ni los 20 nudos, es posible que si acaso la mitad. Como información náutica, un nudo es una milla marina por hora. En el caso ideal de que alcanzase los 20 nudos, el recorrido serían 20 millas x 24 horas = 480 millas al día. Más de tres días (y posiblemente 4 o 5) con el animal a rastras y descomponiéndose…
ballenero de Getares Condesa Moral de calatravaballenero Temerario
Dos buques balleneros de la compañía: a la izquierda el Condesa Moral de Calatrava, y a la derecha el Temerario. En ambos se ve el cañón arponero en proa y en lo alto del mástil la cofa, para otear desde lo alto las ballenas. Barcos pequeños, lo justo para amarrar las capturas al lado y llevarlos a las factorías en tierra.
Cuando hayan de ampliar sus zonas de caza, utilizan barcos más grandes (y procesar en ellos las ballenas) o utilizar factorías flotantes, más próximas, a las que llevar los animales arponeados. En Terranova, precisamente, se produjo un accidente similar al ya relatado del barco Essex, de Nantucket. Al clausurarse -temporalmente- la actividad ballenera en Getones (1.926) y Caneliñas (1.927), parte del material y de los barcos fueron llevados a Terranova, a otra de las filiales noruegas, entre ellos el Caneliñas, el Condesa Moral de Calatrava y el Pepita Maura. En la campaña de 1.928 un cachalote embistió al Pepita Maura, destrozándole una sección de la popa, una pala del timón y la hélice, dejándole sin capacidad de maniobra con lo que embarrancó en la costa. No se hundió, y al menos no hubo víctimas. Como anécdota, en 1.925 y en la factoría de Caneliñas se encontró en los intestinos de un cachalote un trozo de ámbar gris de más de 100 kilos de peso, que se vendió por la estupenda cifra de medio millón de pesetas de la época.
Los buenos arponeros eran muy solicitados por su capacidad y experiencia. De su puntería y «sangre fría» dependía el éxito de las campañas. Incluso ya en la época de los cañones lanza-arpones los bandazos del barco no facilitaban la tarea de hacer puntería. Su salario era alto, sólo por detrás del capitán. En 1.929 se detallan sus sueldos: 300 pesetas (de las de la época) al mes, mas primas por capturas:
-100 por rorcual azul
-50 por rorcual común
-50 por cachalote grande (más de 12 metros)
-25 por cachalote pequeño.
Y al final de la campaña se añadía una prima complementaria según todo lo que se hubiese cazado:
-de 1 a 75 capturas, 50 por cetáceo (rorcual y cachalote grande) y 25 por cachalote pequeño
-de 76 a 100 capturas, 80 por cetáceo y 40 por cachalote pequeño
-a partir de 101 capturas, 100 por cetáceo y 50 por cachalote pequeño.
Dos arponeros vascos en Galicia
Hablamos de dos hombres: Jose Juan Zubiaur Irazábal y Ramón Inchausti Pujana. Naturales de Erandio, el primero, y de Elanchove el segundo, vascos de «pura cepa». Ambos comenzaron de arponeros casi por casualidad. Inchausti comenzó como telegrafista en el Ea, un barco carbonero. En el puerto de Gijón se enteró que estaban preparando dos balleneros, el Marsa y el Benzú, que iban a partir al Estrecho de Gibraltar. Avisó a su amigo Zubiaur, que fue contratado como maquinista en el Benzú y partieron juntos. Una vez en la factoría de Beliones, Zubiaur comenzó como arponero aprovechando un momento de urgencia de la compañía al causar baja por enfermedad el arponero noruego contratado al efecto. Una vez de arponero, recomendó a su amigo Inchausti.
Inchausti pasó del Marsa al Temerario, Zubiaur ejerció en el Caneliñas y un tercer arponero, asturiano, Juan Álvarez, ejerció en el Benzú. Pronto los dos vascos destacaron en su oficio siendo destinados a Galicia. Sólo en la campaña de 1.953 cazaron respectivamente 150 cetáceos (Inchausti) y, casi empatado, 149 Zubiaur, que hubieran sumado una más de no haber perdido otro ejemplar, ya arponeado, en medio de un temporal. Y sólo en 1.953 las primas acumuladas por capturas, sueldo aparte, superaron las 50.000 pesetas (un auténtico dineral para la época), pasando de 60.000 una de Zubiaur el mes que cazó -en un mes, insisto- 41 cetáceos.
En un primer momento la compañía decidió ponerles a prueba:
el vapor Caneliñas salió a pescar con orden de cazar una sola ballena y a las pocas horas de su salida entró en la factoría de Caneliñas con un ejemplar de 24 metros y 70 toneladas de peso… (Borrador de la memoria de IBSA, año 1.951, correspondiente a Mayo de 1.952).
Una vez en Galicia las campañas se extendían de 7 a 8 meses seguidos en el año, desde Abril o Mayo hasta Noviembre o Diciembre. Cuando el mar estaba muy revuelto los barcos atracaban un par de días en Caneliñas, en aquel momento puerto aislado y muy mal comunicado, incluso por tierra. Los marineros gallegos aún podían aprovechar para hacer una «escapadita» y ver a sus familias, pero para aquellos dos amigos vascos significaba una reclusión forzosa, lejos de casa, y encima sin poder cazar (ballenas). Para Inchausti, que se había casado con una gijonesa (su casa estaba en Gijón), eran separaciones demasiado largas. Fueron momentos sin duda para los dos únicos vascos en Caneliñas en que reforzaron su amistad, que demostraron con una lealtad mutua, lejos del individualismo de los arponeros. Como muestra de su cooperación:
este cachalote fue cazado conjuntamente por los dos barcos, habiendo arponeado primero el Caneliñas (Zubiaur) y rematado por el Temerario (Inchausti) de común acuerdo y para que les fuese posible hacer la captura… (parte de capturas correspondiente a Septiembre de 1.953, memoria de IBSA, año 1.954).
Ramón Inchausti decidió jubilarse de tanto mar y tanta ballena en 1.960, retornando con su familia a Gijón, viviendo en una casa estilo caserío vasco que había levantado con el dinero ganado, y pasando sus últimos años leyendo tranquilamente (no le gustaba que le molestaran), cuidando su huerto y sus gallinas sin echar de menos el mar. Debía ser muy bueno en lo suyo, porque José Docampo, presidente de IBSA, hizo un viaje en coche -lujoso coche negro con chófer- desde La Coruña hasta Gijón, presentándose impecablemente vestido para, con suerte, impresionar más y reforzar sus argumentos, ofreciendo a Inchausti que volviese al mar aumentando las primas por capturas, ofrecimiento que Inchausti, sin duda ya con suficientes ahorros y acomodado con su familia, rechazó.
Por su parte, Juan José Zubiaur aún aguantó tres temporadas más. Al contrario que Inchausti nunca se casó, era el típico «solterón» sin una familia a quien echar de menos, pero sin duda la jubilación de su amigo le dejó más solo, y en 1.963 volvió definitivamente a la casa familiar de Obieta kalea en  Erandio, su pueblo, donde además de las -suponemos frecuentes- partiditas de mus con la cuadrilla, se entretenía en cazar con sus amigos de la Sociedad de Caza y Pesca de Erandio, recorriendo Castilla en vez del mar, persiguiendo perdices y conejos. Sin duda agradeció el cambio: perdices en vez de  ballenas…un poco como acaban los cuentos:…y fueron felices y cazaron perdices…
balleneros Franco
Sin tanto mérito como Zubiaur e Inchausti, Franco también cazó algún cachalote. Tras preguntar a unos y otros, investigar y ver su «éxito» como ballenero, he decidido que se merece una entrada aparte en el blog que podréis consultar: Los cachalotes de Franco.
Establecida en 1.986 la prohibición de la pesca comercial para las ballenas por parte de la Comisión Ballenera Internacional, hubo acuerdos previos que fueron poco a poco restringiendo las capturas, aunque los balleneros gallegos las ignoraban, saltándoselas «a la torera» y fueron calificados, incluso por el gobierno español, como «piratas», continuando con la venta de la carne de ballena a un buen cliente como era el gobierno japonés. Ante este «mirar para otro lado» (que no fuesen las ballenas), el 27 de Abril de 1.980 sendas bombas estallaron en los barcos Isba 1 e Isba 2, de la compañía, anclados en el puerto de Marín, aunque uno de ellos aún se pudo reparar. Los causantes: el «brazo armado» de la Sea Sepherd Conservation Society, una escisión radical de los proteccionistas Greenpeace, más moderados en sus acciones, que se limitaban si acaso con sus lanchas a estorbar delante de los barcos arponeros.
balleneros 7
Definitivamente en 1.986, y por imposición de la moratoria de la Comisión Ballenera, las últimas factorías de Caneliñas y de Punta Balea (en Cangas) se vieron obligadas a cerrar, aunque bien a regañadientes, porque las capturas en aquel momento eran numerosas y la compañía, económicamente, marchaba muy bien.
                                  
Postdata
Una vez publicada esta entrada (y la siguiente, donde menciono «Los cachalotes de Franco»), tuve ocasión de conocer la existencia de un libro: Chimán. La pesca ballenera moderna en la península ibérica, de Àlex Aguilar, editado por la Universidad de Barcelona. Me hice con él en cuanto pude y sólo puedo decir que lo he disfrutado a tope: bien escrito, muy bien ilustrado y documentado. Según los datos reflejados, creo que algunos de los que yo he colgado en mi entrada seguramente tengan alguna inexactitud, pero ahí lo dejo. Sólo recomendar a los interesados en el tema la lectura de Chimán (como aclaración, nombre que daban los balleneros modernos a las ballenas más grandes). No os defraudará. Mi agradecimiento al autor.